“Nosotros somos el kirchnerismo gobernando la provincia de Buenos Aires”. Esa es la línea que emana desde el Ejecutivo bonaerense en La Plata. Desde el día que Máximo Kirchner presentó su renuncia a la presidencia del bloque de diputados del Frente de Todos hasta que estalló el caso de la cocaína adulterada en el conurbano, cerca del gobernador reinaba el hermetismo sobre el sismo político en el que se sacudía el Frente de Todos. El propio Kicillof esperó varias horas hasta dar su parecer por el anuncio de un acuerdo con Fondo Monetario Internacional. En el medio, habló con Cristina Kirchner.
Cuando el presidente Alberto Fernández lo invitó a participar de la gira por Rusia, China y con escala en Barbados, el gobernador dijo que sí sin dudarlo demasiado. Fue antes de la oficialización del entendimiento con el Fondo y también previo de la renuncia explosiva de Kirchner. Días antes del viaje se contagió de COVID-19 y su participación en la comitiva oficial se había puesto en duda. Terminó yendo.
En el medio. Así está hoy el mandatario provincial que no forma parte de La Cámpora, ni del llamado albertismo con quien existen -en lo que hace a la gestión- algunos matices. La relación presidente-gobernador es buena por el perfil dialoguista que cultiva el presidente.
Kicillof no es de La Cámpora, pero la organización que conduce Máximo Kirchner asume un rol protagónico en el gobierno bonaerense. Tiene el control de tres ministerios (Salud, Nicolás Kreplak; Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque; Medio Ambiente, Daniela Vilar) y de tres organismos de peso (IPS, Marina Moretti; IOMA, Homero Giles; Instituto Cultural, Florencia Saintout). Ninguna figura de La Cámpora celebró el acuerdo con el Fondo, como sí ocurrió -claro- con ministros y dirigentes cercanos al Presidente, o incluso algunos ministros de que integran el gabinete bonaerense como el jefe de Gabinete, Martín Insaurralde o la ministra de Gobierno, Cristina Álvarez Rodríguez. Kicillof eligió ir contra la oposición.
“El gobierno de Macri contrajo la deuda más grande de la historia del FMI, a devolver en sólo 5 años. En estos 2 años ya se pagaron USD 6.400 millones; en los próximos 2 meses vencen USD 4.000 millones más y en los próximos 2 años, otros USD 43.000 millones. Impagable. Imperdonable. El Presidente anunció hoy que el FMI refinanciará esos vencimientos, lo que evitará una verdadera catástrofe en lo inmediato. Esperamos que la oposición colabore y se haga cargo del desastre que dejó a su paso”, fue lo que expresó a través de sus redes sociales.
Las diferencias entre la Nación y la Provincia se evidencian sobre todo en la figura del ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni. Si bien el funcionario de alto perfil también realiza su propio juego mediático político, a la administración de Kicillof le es funcional para hacer saber la incomodidad que por momentos se atraviesa o atravesó con distintos temas como fue por ejemplo la distribución de gendarmes en el conurbano. La Vicepresidenta había sido la mentora de la designación de Berni para un área caliente del gobierno bonaerense. Hoy, Berni dice que no habla con CFK.
Quienes sí hablan son Máximo Kirchner y Kicillof. Lo hicieron antes y después de la dimisión del diputado a la conducción del bloque oficialista. Con el diario del lunes, el contenido de la carta de renuncia no debiera sorprender. En todas las últimas intervenciones discursivas, el líder de La Cámpora hacía referencia a cómo creía que el gobierno debía abordar la negociación de la deuda externa. Incluso, hace algunos meses, le había dicho en público al gobernador y al Presidente: “Si tienen algunas dudas, estamos dispuestos a ir para adelante, chiflen que acá estamos”. Fue en un plenario de La Cámpora en Lanús, en homenaje a Néstor Kirchner.
Antes de subirse al avión presidencial, Kicillof tuvo un gesto que expresa esa intención de ubicarse en el medio y acaso como garante del kirchnerismo que gobierna PBA. Fue al participar de la firma del contrato entre la compañía Nucleoeléctrica Argentina SA (NA-SA) y la Corporación Nuclear Nacional de China (CNNC) para la construcción de la central Atucha III, que se construirá en la localidad de Lima, en Zárate. “El antecedente de este gran paso data de 2006 cuando Néstor Kirchner reactivaba el plan nuclear argentino. Luego en 2015, junto a Cristina Kirchner, firmamos el contrato para la construcción de una central nuclear, trabajo que quedó detenido durante 4 años”, expuso.
Luego, Kicillof subió al avión presidencial con Fernández. Habían pasado horas de la renuncia de Máximo Kirchner. Integrar la comitiva no lo hace albertista. Tampoco busca crear el kicillofismo, aunque parte de su gabinete y principales funcionarios que vienen trabajando con él desde hace varios años por momentos se animan a darle ruedo al ismo del gobernador. Días atrás lo dejó en claro el titular de ARBA, Cristian Girard, cuando en una entrevista con Letra P le preguntaron si existía el kicillofismo. “Si lo entendemos como un grupo de militantes y funcionarios que están dispuestos a bancar sus decisiones hasta las últimas consecuencias, existe. Porque yo lo soy, igual que el resto de los compañeros del gabinete. Si existe en tanto pretensión de Axel de construir un movimiento que sea el kicillofismo, creo que Axel es muy claro: es tributario del cristinismo, del kirchnerismo y el peronismo”.
Mientras tanto, Kicillof sigue en el medio. Según supo Infobae, a los suyos les dice no sentirse tironeado. Su referencia central fue y es Cristina Kirchner. Por eso, luego de la elección PASO y la derrota del FdT, el gobernador intentó zigzaguear la crisis de gobierno que golpeaba las puertas de Casa Rosada. Resistió una semana en esa posición. Luego de un viaje relámpago a El Calafate para reunirse con la Vicepresidenta, terminó anunciado cómo sus propios cambios en el gabinete.
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