A las 19.10 del lunes Máximo Kirchner hizo pública su renuncia a la presidencia de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados. Minutos antes lo había llamado a Alberto Fernández para comunicárselo. Una hora después el Presidente bajó de su despacho hablando por celular y con la mirada seria por encima del barbijo. Estaba empezando a digerir el impacto de un nuevo estallido interno en su gobierno.
El kirchnerismo volvió a patear el tablero y a desacomodar las piezas del ajedrez peronista. Una vez más, como ya había ocurrido después de la dura derrota en las PASO del año pasado, cuando el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, lideró una hilera de renuncias que generaron un vacío de poder en la Casa Rosada y le dieron vida a un conflicto sin precedentes en las entrañas del Gobierno.
“¿Cómo seguir ahora? Remando en dulce de leche”, ironizó un funcionario de extrema confianza del Jefe de Estado poco después de conocer que el líder de La Cámpora había renunciado, alegando que no compartía el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sellado tan solo tres días antes por el ministro de Economía, Martín Guzmán. En Balcarce 50 asumen que no será fácil gobernar en esta situación.
En las últimas horas de la tarde de ayer en el Gobierno solo había desconcierto, al igual que en el resto de la coalición oficialista. Algunos ministros se abrazaron al silencio después del impacto de la noticia. Otros dejaron a la luz su fastidio por la decisión de Máximo Kirchner. “Es insólito lo que hizo, de una irresponsabilidad mayúscula”, describió uno de ellos, destacando la cercanía entre el acuerdo recién cerrado con el Fondo y la renuncia.
El movimiento político de Kirchner volvió a exponer las diferencias internas que sobreviven en el Frente de Todos y que complican las decisiones trascendentales de la gestión, como es el caso del acuerdo con el FMI. Pero, además, dejó en claro que el socio mayoritario de la alianza peronista, no está de acuerdo con el final de la negociación a la que accedió Fernández.
Es decir, el Gobierno cerró un acuerdo con el Fondo que no es avalado por el kirchnerismo, principal accionista de la coalición. El propio Fernández lo dejó en claro durante una entrevista televisiva que brindó anoche. “Cristina tiene matices con el acuerdo con el FMI, pero el Presidente soy yo y tengo que tomar decisiones”, sostuvo. Marcó la cancha en medio del barrial.
En el entorno del Presidente tenían en claro que el ala K podía reaccionar en forma imprevista luego del silencio de los últimos días. Ni Cristina ni Máximo Kirchner se habían pronunciado tras el acuerdo con el Fondo y en las filas albertistas ya habían empezado a imaginarse una reacción adversa. El silencio generaba sospechas y desconfianza. Los que intuyeron una jugada extraña, no le erraron.
“Si nos va mal en la gestión económica después de este acuerdo con el FMI, vamos a tener a Cristina y Máximo en la Plaza de Mayo, junto a muchos que nos putearán. Dirán que ellos habían anticipado lo que podía ocurrir. Ahora hay que preocuparse por gestionar”, analizó un funcionario con acceso al despacho presidencial.
En la Casa Rosada saben que la valoración de la sociedad sobre el acuerdo fue positiva, pero que no alcanza para poder frenar el descontento diario que está enquistado. La clave, repiten en distintas oficinas gubernamentales, es domar la inflación en la primera mitad del año. No hay otro tema más importante.
Esa será una lucha de una parte del Gobierno. El kirchnerismo ya ha dado señales claras de que no estará siempre alineado a las decisiones de Fernández. Es extraño lo que sucede en el Frente de Todos. Por momentos el oficialismo y la oposición están bajo el mismo techo peronista. No patean todos para el mismo lado.
Un senador nacional lo definió en un leguaje futbolero. “Te cuidas de los de enfrente y te hacen los goles en contra. Y encima le dan de comer a la oposición”, se quejó. El fastidio por la jugada del líder camporista brotó por los distintos campamentos que hay en el Frente de Todos.
Lo que sigue es saber cómo se moverá La Cámpora y el resto del kirchnerismo luego de la decisión de Máximo Kirchner. Sobre todo en el Congreso, donde el Gobierno necesita aprobar la ley de Sostenibilidad de la Deuda Pública, que es el respaldo formal del Parlamento al acuerdo sellado con el FMI.
El hijo de la Vicepresidenta no acompañará el acuerdo. ¿Y el resto de los diputados camporistas? ¿Y los legisladores cercanos a Cristina Kirchner que no son de la agrupación ultra K? El oficialismo no tiene quórum propio en ninguna de las dos cámaras del Congreso. Necesita buscar voluntades en otras peceras. Pero primero tiene que ver si puede pescar votos en la suya.
En este nuevo tiempo jugará un rol importante el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. “Es momento de buscar la calma y poner orden”, le dijo a sus íntimos en las horas difíciles después de la renuncia de Máximo. El líder del Frente Renovador quiere ser prudente en medio de un momento de máxima tensión.
Massa asume que tiene la responsabilidad de consolidar el acuerdo con el FMI en el Congreso, pero también de trabajar para mantener la unidad del Frente de Todos. Ambas tareas serán complejas en los días que vienen. El Gobierno debe barajar y dar de nuevo. Otra vez. Y ver cómo reencausar la gestión después del estallido de una nueva crisis interna.
Alberto Fernández fue claro en la entrevista que brindó anoche. El gobierno nacional necesita aprobar la ley y obtener el respaldo del Congreso al acuerdo. Los diputados oficialistas deberán elegir si avalan el pedido del Presidente o si, en cambio, se alinean a Máximo Kirchner y rechazan el acuerdo.
Cerca de Cristina Kirchner aseguraron que la Vicepresidenta no se pronunciará en los próximos días. No hablará del acuerdo con el Fondo ni de la renuncia de su hijo. Y también indicaron que ella no estuvo de acuerdo con su salida de la presidencia del bloque oficialista. El silencio que planea conservar hará que empiecen a brotar las incógnitas.
Después de la crisis que se desató, en la Casa Rosada desmienten la posibilidad de que haya cambios de Gabinete en el corto plazo. Sobre todo que salgan de la estructura del Gobierno dirigentes de La Cámpora. No está en los planes de Alberto Fernández. Pero la vida interna de la coalición es tan dinámica que las verdades pueden transformarse en dudas de la mañana a la tarde. Por ahora, todo sigue igual.
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