El viernes a la mañana Alberto Fernández estaba satisfecho con el acuerdo alcanzado con el FMI. Moderadamente alegre. En el seno del gobierno nacional entienden a la perfección que cerrar la negociación era importante para proyectar un plan económico, pero que no tendrá un impacto inmediato en la economía doméstica.
Es decir, se hizo lo que se tenía que hacer: acordar y dejar atrás los fantasmas de un posible default que se habían agitado desde las tribunas kirchneristas en la antesala del anuncio final. Dar tranquilidad a los empresarios y sindicalistas que miraban de reojo los contratiempos del ida y vuelta entre Buenos Aires y Washington.
Aunque, según reconocen puertas adentro de la Casa Rosada, la pirotecnia verbal y mediática quizás solo haya sido parte de un acuerdo implícito en la cúpula del Gobierno para tensar un poco más la cuerda antes de poner la firma final. Que los que son duros hagan de duros en el momento cumbre del acuerdo. En el peronismo no confirman ni desmienten.
Cerrar el acuerdo con el FMI es un nuevo quiebre en la gestión de Alberto Fernández. Como lo fue la pandemia en el comienzo de su gobierno, el inicio del plan de vacunación, la derrota en las elecciones, la crisis política interna post PASO y la decisión de ganar centralidad en el peronismo y en su propio gobierno. Hitos importantes que fueron marcando los dos años de Fernández en el poder.
“Desactivamos la última bomba que nos quedaba de la gestión anterior. Acordamos con los bonistas, tomamos medidas para que la economía no se derrumbe después de la crisis y la pandemia, y ahora dimos este nuevo paso”, analizó un funcionario nacional muy cercano al Presidente. Cerraron el capítulo de una historia heredada. Argentina podrá tener financiamiento externo y esa es también una buena noticia.
Después de anunciar el acuerdo con el FMI, el jefe de Estado empezó a recibir mensajes de sindicalistas, gobernadores y empresarios que lo felicitaban por el final de la negociación. Ese gesto de condescendencia le renovó el aire en la Quinta de Olivos, luego de una cuantas horas de tensión marcadas por el intenso pulso de las negociaciones con el Fondo.
En el entorno de Fernández celebraron el acuerdo, pero también cortaron cualquier intento de interpretación sobre un posible relanzamiento del Gobierno a partir de este hecho. “No hubo clima de festejo, no se relanza nada. Se hizo el mejor acuerdo que se podía hacer y Alberto está satisfecho con ese logro”, señalaron.
Lo que se buscó fue imprimirle moderación al resultado del acuerdo y también a su presentación pública. No hay margen para festejar en un país plagado de conflictos y con un 40% de pobres. A la gente le interesa que no le corten la luz, que no la maten en las esquinas de sus barrios y que el sueldo les alcance. El Gobierno entendió bien que no había que sobreactuar el triunfalismo.
Antes y después del anuncio, el Presidente estuvo acompañado por su círculo de confianza. Quiénes están más empapados de sus pasos en la gestión diaria y que se han convertido en un colchón donde reposar en los momentos de incertidumbre, de decisiones políticas de alto impacto o, simplemente, cuándo hay que resolver los enredos de la gestión política y económica.
Son los mismos que en la agenda política tienen en sus prioridades consolidar una estructura que le sirva al Presidente para poder construir su candidatura en el 2023. En esa lista están el secretario presidencial, Julio Vitobello; el canciller Santiago Cafiero; y los ministros Gabriel Katopodis y Juan Zabaleta. Los cuatro estuvieron muy cerca del jefe de Estado en la etapa de definiciones.
También lo estuvo Sergio Massa, que, al igual que Cristina Kirchner, fue informado por Guzmán constantemente sobre los avances en las negociaciones. En la coalición todos estaban informados del paso a paso e iban avalando cada avance que se daba. Lo privado no siempre es igual a lo público.
A los funcionarios que estaban en Olivos, Fernández les dejó en claro que el acuerdo con el Fondo es un hecho importante, pero que no hay que correr el eje de la gestión. La gente sigue teniendo los mismos problemas de siempre. El Gobierno necesita mostrar este año una fuerte recuperación económica y una gestión con menos fisuras y sin tanto ruidos internos como la que tuvo lugar en el año electoral.
El acuerdo le dará al oficialismo mayor tranquilidad en el comienzo de este 2022. Sobre todo después del caótico final del 2021, sin Presupuesto, con la relación cortada con la oposición y golpeado por el resultado en las urnas.
Este año no deberá tocar la partida de fondos para mantener activas las 3700 obras públicas que están en marcha en todo el país. Fue uno de los logros del acuerdo que se celebran puertas adentro. Las obras son el motor de la reactivación y Fernández resistió una reducción de gasto público que complicaría las proyecciones en el mediano plazo.
Tampoco, según sostienen en Balcarce 50, tendrán un salto devaluatorio en el corto plazo. El escenario que visualizan es positivo. El próximo paso importante es lograr un acuerdo con la oposición para votar la ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública en el Congreso.
Las primeras señales fueron buenas. Juntos por el Cambio, que es el bloque opositor mayoritario, celebró el acuerdo con el FMI, pero advirtieron que quieren ver los detalles. La letra chica. Una vez que la tengan, será más fácil avanzar en una negociación para respaldar la ley. En cambio, los liberales José Luis Espert y Javier Milei fueron críticos del acuerdo. Al igual que la Izquierda. Pueden ser palos en la rueda en el tratamiento de la ley.
Lo que sigue ahora es la redacción del memorándum de entendimiento. Allí estará descripto todo el programa económico y fiscal que se acordó con el FMI. La redacción llevará unos días y estará a cargo de los equipos técnicos del ministerio de Economía y del staff del Fondo.
Una vez hecho, el ministerio girará al Congreso el documento y el staff hará lo mismo con el directorio del organismo. Para que el acuerdo quede firme se necesita la aprobación de ambos. Ese memo empezará a escribirse la próxima semana. Los detalles que consten en ese documento son los que esperan en la oposición para terminar de tomar una posición respecto al acuerdo y a la ley que deberán tratar.
“Es una cuestión de Estado el acuerdo. Se trata del futuro de la Argentina”, aseguraron en el Gobierno sobre el acuerdo alcanzado y lo importante que es para la Casa Rosada haberlo logrado. Es también un mensaje a la oposición. Cerca de Alberto Fernández están convencidos que este último viernes empezó un “nuevo tiempo” en Argentina y en la gestión. Ahora deben profundizar la reactivación económica. Será la clave del año que acaba de empezar.
SEGUIR LEYENDO: