Alberto Fernández y Kristalina Georgieva negocian contra reloj para evitar un punto de fractura entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Hasta anoche no había acuerdo entre ambas partes, y el Fondo ya sabe que el Presidente estudia postergar un pago de 731 millones de dólares que vence el 28 de enero, si ese día continúan las diferencias entre el FMI y la Casa Rosada.
Desde una perspectiva técnica, sería una moratoria unilateral ejecutada por la Argentina. No existe el concepto de default, en relación a las deudas soberanas que no se pagan al Fondo.
De todas maneras, una decisión política de estas características actuaría como una hecatombe en el sistema económico y político del país. Y también sería una derrota institucional para Georgieva y su staff, que habrían fracasado en su negociación con el principal deudor del FMI.
Argentina busca refinanciar una deuda de 44.000 millones de dólares contraída por Mauricio Macri en tiempos de Donald Trump. Ese monto inédito para la trayectoria del Fondo, prestado a través de un crédito Stand-By, respaldaba un programa de estabilidad económica que fracasó. Así lo reconoció el propio FMI en su último informe de evaluación, presentado hace unas semanas en Washington.
“No es un bluff, ni un hecho ya resuelto. La moratoria del pago de fin de mes es una posibilidad que no se descarta. Porque el FMI nos presiona con el déficit y nosotros no vamos hipotecar el futuro para cerrar un acuerdo que no podamos cumplir hacia adelante”, argumentó un integrante del Gobierno que trata todos los días a Alberto Fernández.
La directora gerente del Fondo insiste con un ritmo de ajuste fiscal que es rechazado por el jefe de Estado. Ya hay un consenso virtual sobre la reducción del déficit para 2022, pero las diferencias son profundas al momento de negociar los parámetros del déficit fiscal para 2023.
“Es el FMI quien tiene que moverse. Ellos están presionando, y nosotros negociamos para obtener algo razonable. De ninguna vamos a aceptar un programa que afecte la recuperación económica”, añadió un miembro del Gabinete que conoce al detalle todas las conversaciones que mantienen el Presidente y Martín Guzmán con Georgieva y su staff.
Alberto Fernández asume las consecuencias políticas y económicas de resolver una moratoria unilateral con el FMI, si no hay acuerdo posible durante la próxima semana. Pero también entiende que si paga el 28 de enero, y sigue negociando sin un acuerdo a la vista, llegará al 22 de marzo con poco margen de maniobra y una deuda a cancelar de 3.000 millones de dólares.
Ya es difícil que el Banco Central pueda desprenderse de 731 millones de dólares para cancelar la cuota del 28 de enero, y será aún más complejo -en un escenario de dólar rampante con una city financiera voraz- que pueda afrontar el pago de otros 3.000 millones de dólares a fines de marzo.
El Presidente hizo las cuentas, y Georgieva conoce su lógica política: si la negociación no prospera, y encima se evaporan las reservas cumpliendo con los vencimientos, la debilidad financiera sería extrema. Alberto Fernández no quiere que la Argentina funcione como un débito automático a favor del FMI, ni tampoco quedar a merced de los mercados.
El jefe de Estado y la directora ejecutiva rechazan -a priori- una moratoria, y extreman sus recursos y sus conexiones institucionales para evitar que el viernes próximo sea considerado un nuevo punto de inflexión en la historia del FMI y la Argentina.
La gira relámpago de Santiago Cafiero a Washington sirvió para explicar la posición del Gobierno frente al FMI, pero Joseph Biden sólo moverá cuando Alberto Fernández regrese de su viaja a Rusia y China. Vladimir Putin enfrenta a la Casa Blanca en Ucrania, mientras que Xi Jinping avanza en una agenda geopolítica que no respeta las áreas de influencia de DC alrededor del planeta.
En este contexto, el Presidente no tiene una palanca en la administración demócrata que le permita aplacar las pretensiones del staff del FMI respecto a la velocidad del déficit fiscal. Antony Blinken, secretario de Estado, y Juan González -asesor de Biden para América Latina- solo prometieron a Cafiero que buscarían una diagonal para facilitar la negociación y llegar a un acuerdo con el Fondo.
Biden tiene otras prioridades y los viajes de Alberto Fernández a Moscú y Beijing conspiran contra la buena voluntad de Blinken y González. Es una Trampa 22: el Presidente de los Estados Unidos decidió que no se encontrará con su colega de Argentina hasta que no haya acuerdo con el FMI. Y ese acuerdo sólo es posible si se involucra Biden, que prefiere actuar con cautela por la agenda que diseñó Alberto Fernández con Putin y Xi.
A su turno, Kristalina Georgieva tiene dificultades idénticas. No llega a cambiar la posición de la Secretaría del Tesoro -que insiste en ajustar el déficit fiscal a la velocidad de la luz-, los directores del board afines a la Argentina no son desequilibrantes - México, Francia, Italia y España-, y China se alinea con la Casa Blanca para asegurar que entiende las viejas reglas escritas en Bretton Woods.
La estrategia de negociación presidencial tiene apoyo de Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, los otros dos socios principales del Frente de Todos. Y será muy difícil encontrar respaldo en Juntos por el Cambio, si finalmente la Casa Rosada opta por la moratoria unilateral.
Alberto Fernández, CFK y Massa ya saben que no tienen muchas alternativas frente a las exigencias del FMI y la decisión de postergar el pago del 28 de enero: no habrá waiver (un perdón ante la posible moratoria), ni bridge Loan (un crédito puente para pagar el vencimiento inmediato). Y tampoco un rescate puntual de China, que simula respeto a las instituciones de Occidente.
El Presidente y Guzmán dialogaron ayer todo el día. Alberto Fernández no quiere la moratoria, pero si se encuentra acorralado por el FMI no dudará. Explica en Olivos que tiene intenciones de pagar y está dispuesto a conversar hasta el último minuto.
Sin embargo, cuando defiende su estrategia de negociación, el jefe de Estado plantea un hecho estructural que le funciona como límite inamovible: es reticente a aceptar un ritmo de ajuste que -desde su perspectiva- implicaría un freno abrupto a la recuperación.
Los movimientos y tribulaciones de Alberto Fernández son conocidos por Kristalina Georgieva y la Casa Blanca. No habrá una sorpresa política en Washington, si la Argentina decide una moratoria unilateral con el FMI.
El deadline es a las 23.59 del 28 de enero.
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