El hecho quedó relegado por cuestiones de mayor impacto -dólar, coronavirus, cortes de luz, entre otros- y quizá por eso mismo alcanzó para exponer otra muestra de descalabro político y de desconexión con la realidad. Eduardo “Wado” de Pedro hizo una visita pública a Milagro Sala, el martes, casi al mismo tiempo en que era sepultada la chance del encuentro entre Juntos por el Cambio y Martín Guzmán por el tema de la deuda. Como era previsible -y como efecto buscado, se supone- el viaje del ministro provocó un áspero cruce con Gerardo Morales. Quedaba dañado así, bastante, el puente con el gobernador radical transitado desde Olivos.
La explicación oficial, al menos sobre la fecha, fue que la visita obedecía a que Sala cumplía seis años detenida, ahora en su casa. El hecho tuvo fuerte significado político por tratarse, precisamente, del ministro del Interior, que viajó acompañado por Elizabeth Gómez Alcorta y lo difundió con mensajes en Twitter. La respuesta del gobernador y la réplica del funcionario le dieron mayor volumen.
De Pedro ocupa el principal despacho político del Gabinete, por debajo de la jefatura de ministros. Pero hace meses dejó de ser un privilegiado que podía exhibir calidad de kirchnerista puro, de trato directo con Cristina Fernández de Kirchner, y hombre de confianza de Alberto Fernández. Ese último título se lo llevó la interna descarnada después de la derrota en las PASO.
Dicho de otra forma: es el ministro político pero genera recelos y desconfianza en el círculo más próximo al Presidente. Esa doble condición carga de sospechas el sentido último de su visita jujeña. El ministro presentó a Milagro Sala como víctima de persecución política. Fue un disparo directo a Morales y luego, un cuestionamiento judicial, incluido el mensaje a la Corte Suprema, algo que destacó Gómez Alcorta y que, en rigor, había sido utilizado por el Presidente en su última carga sobre la Justicia.
El gobernador jujeño venía desacomodado en esas horas por las insólitas ideas y vueltas alrededor del encuentro de JxC con Guzmán. La reunión había sido acordada de palabra con Alberto Fernández. Quedaron descolocados, además, los esfuerzos de los habituales protagonistas de negociaciones en el Congreso, especialmente en Diputados.
El Presidente, según se difundía, parecía decidido a reconstruir algún grado de relación con el núcleo de la oposición que tiene responsabilidad de gestión. El diálogo con Morales, gobernador y nuevo presidente de la UCR, podía ser leído en esa línea. Con un agregado menos ingenuo: operaba sobre la interna radical y, por extensión, sobre la disputa más amplia de JxC, que venía de un diciembre a puro desgaste.
Visto así, y aún con pretensiones de definir interlocutor, quedaba tendida una línea entre el Gobierno y el conjunto de jefes de distrito que busca colocar su sello en el conglomerado opositor, con disputa de liderazgos. Morales busca mostrarse en sintonía con sus colegas radicales -el correntino Gustavo Valdés y el mendocino Rodolfo Suarez- y compite con Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno porteño encara su propio proyecto nacional. Hace rato, además, que el kirchnerismo y Olivos dinamitaron ese vínculo.
En ese tablero jugó su ficha el ministro del Interior. La primera lectura, directa, es que intentó romper el esquema de relaciones con la oposición que buscaría afirmar Alberto Fernández, expresión a la vez de una movida para mantener como enemigos elegidos a otras expresiones de JxC -con Mauricio Macri, en primera línea- y trabajar sobre la interna opositora. Otra mirada -otra vuelta de tuerca- sugiera que podría tratarse, al revés, de una jugada del ministro para “subirle el precio” a Morales e instalarlo como principal referente opositor.
Se verá, aunque parece difícil tal grado de coordinación de papeles en el oficialismo. Está claro, en todo caso, que la intención de operar sobre el espacio opositor aparece como una prioridad ante la aridez del terreno propio en la perspectiva del 2023, que es lo que ya se discute. Los principales referentes del oficialismo mantienen altos niveles de consideración negativa en las encuestas que circulan de manera pública o reservada. De un lado y del otro de la interna.
El plan de reelección del Presidente apenas fue insinuado como un modo de sostener posiciones en la disputa doméstica. Se buscó difundir cierta mejora de imagen posterior a las elecciones: en rigor, aparece estacionado en los mismos, y bajos, niveles de valoración previos a las PASO y al turno de las generales. Algo parecido registran también CFK, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, entre otros.
Jugar sobre el espacio opositor, entonces, se convierte en una necesidad. Y JxC venía facilitando el terreno en el final del año pasado. Pero la cuestión de fondo trasciende ese cálculo. Habla otra vez de una disputa en el poder, a contramano de alguna forma de acuerdo político frente a un año difícil, que apenas comienza y que no tiene la válvula de las elecciones para descomprimir.
En conjunto, agrega incertidumbre a un cuadro complejo: la difícil negociación con el FMI, la escalada del dólar, la inflación, las cifras de contagios de coronavirus, los insólitos capítulos en el frente externo, con el caso de Mohsen Rezai en el primer renglón. Es decir, una combinación densa ante el agotamiento social por la crisis.
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