La política exterior de Alberto Fernández se transformó en el principal obstáculo para lograr que Joseph Biden apoye la estrategia de negociación que Martín Guzmán ejecuta frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener la refinanciación de los 44.000 millones de dólares que contrajo Mauricio Macri en 2018.
Biden no hará un sólo gesto presidencial para evaporar los cuestionamientos técnicos de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, si antes no está convencido de la agenda internacional que protagoniza Alberto Fernández. Yellen considera que el programa de Guzmán es inconsistente y su poder interno responde más al establishment económico y financiero que al juego de contrapesos que es rito en la Casa Blanca.
En este contexto, Santiago Cafiero llegará hoy al edificio Harry S. Truman para entrevistarse con Antony Blinken, secretario de Estado. Blinken tiene toda la confianza de Biden y su opinión incide en la toma de decisiones del Presidente de los Estados Unidos.
El canciller explicará al secretario de Estado que Alberto Fernández no tiene intenciones de urdir una alianza regional con las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y que fue un hecho inusual la presencia del embajador Daniel Capitanich junto al terrorista Mohsen Rezai durante la asunción del tirano Daniel Ortega.
Cafiero también argumentará a favor de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), un foro de segundo orden que lidera Alberto Fernández por los votos aportados por Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel y Ortega.
La Organización de Estados Americanos (OEA) repudió la presencia del terrorista Rezai en Managua, mientras que la CELAC se mantuvo en silencio. Un hecho que no pasó desapercibido en Washington.
El presidente cree que la CELAC puede contribuir en acercar posiciones entre Estados Unidos y los regímenes populistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela, pero ese dogma de fe no es compartido en Washington. La posición de Biden -que Blinken ejecuta sin dudar- consiste en sostener que Maduro, Díaz-Canel y Ortega deben renunciar, someterse a la ley y permitir que la democracia llegue a sus países.
Cafiero estará en dificultades para satisfacer las dudas geopolíticas de Blinken. Los últimos hechos de la agenda exterior -incluso la mayoría de las votaciones de Argentina en la OEA- permitirían suponer que el Gobierno se siente más cómodo al lado de Cuba, Nicaragua y Venezuela que junto a Uruguay, Brasil y Colombia.
La situación podría complicarse aún más cuando Blinken pregunte sobre la gira que Alberto Fernández emprenderá a Rusia y China. El secretario de Estado negocia con el Kremlin un acuerdo que permita evitar una invasión de las tropas de Vladimir Putin a Ucrania, y le cuesta entender para qué el presidente argentino llega a Moscú cuando suenan los tambores de guerra en Europa oriental.
El canciller está en condiciones de alegar que Rusia aportó las primeras vacunas para enfrentar al COVID-19, que el Kremlin tiene intenciones de multiplicar sus inversiones en la Argentina y que el Presidente hace una apuesta a la diplomacia multilateral. “No es contra Estados Unidos, es a favor de la Argentina”, se explica en Balcarce 50.
Si el Departamento de Estado tiene dudas respecto a la relación bilateral que Buenos Aires mantiene con Moscú, el asunto se vuelve más complejo cuando Blinken y su staff analizan la participación de Alberto Fernández en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. Xi Jinping es considerado por la Casa Blanca como un adversario global, y Estados Unidos ha declarado el boicot político a los JJOO de China.
Desde esta perspectiva, y en plena negociación con el FMI, la eventual presencia de Alberto Fernández al lado de Xi causa -al menos- incertidumbre en el Salón Oval. Como sucederá con Putin, Cafiero explicará que Xi apoya al Gobierno con divisas, vacunas e inversiones, y que el Presidente aún no decidió firmar la Ruta de la Seda, una iniciativa geopolítica que preocupa -mucho- a Biden.
Cafiero, junto a Jorge Arguello y los equipos técnicos de la embajada argentina, trabajó a destajo para preparar la visita al Departamento de Estado. Asume que protagonizará una movida política que puede servir para destrabar la negociación con el FMI, si convence a Blixen y a continuación Biden atenúa la posición técnica de la secretaria Yellen.
El ministro de Relaciones Exteriores estuvo en contacto permanente con Alberto Fernández. Y cuando ya era noche en DC y los termómetros marcaban tres grados bajo cero, abandonó la embajada de la avenida New Hampshire, se comió una pizza al paso y se fue a dormir.