La administración de Joseph Biden cree que Alberto Fernández no tiene intenciones de pagar la deuda de 44.000 millones de dólares contraída por Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y asume que el presidente argentino montó un mecanismo de alianzas económicas, financieras y diplomáticas con los regímenes de China, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La perspectiva de la Casa Blanca se respalda en una sucesión de hechos públicos que protagonizó Alberto Fernández en las últimas semanas:
1. Afirmó que el FMI pide un plan de ajuste para cerrar el acuerdo, mientras el gobernador bonaerense Axel Kicillof asegura que la exigencia del Fondo está avalada por Estados Unidos
2. Visitará Beijing para participar de la inauguración oficial de los Juegos Olímpicos de Invierno, pese al boicot de los Estados Unidos
3. Logró la presidencia Pro Tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) por el respaldo de Cuba, Venezuela y Nicaragua, tres enemigos declarados de Estados Unidos
En este contexto geopolítico, Santiago Cafiero se encontrará el miércoles 18 con Antony Blinken, secretario de Estado. Blinken tiene toda la confianza de Joseph Biden e influye en su toma de decisiones. No es habitual que el secretario de Estado reciba en su despacho, pero hará la excepción con Cafiero por los asuntos económicos, financieros y políticos que están en juego.
El canciller argentino pensaba utilizar el cónclave para explicar a Blinken que Alberto Fernández no busca facilitar la expansión de China en América Latina, que no tiene intenciones de caer en default con el FMI, y que no apoya los regímenes totalitarios que aún resisten en La Habana, Managua y Caracas.
Pero esta compleja faena de Cafiero se agravó al infinito por la actuación de Daniel Capitanich durante la asunción del dictador Daniel Ortega. Capitanich llegó a Nicaragua por empuje de Cristina Fernández de Kirchner, y considera que Ortega es un líder revolucionario que enfrenta una conspiración global liderada por la Casa Blanca.
Mohsen Rezai es vicepresidente de Irán y está acusado de participar en el ataque terrorista a la AMIA, que causó 85 muertos y más de 300 heridos. Rezai tiene un pedido de captura internacional e Interpol puso una alerta roja en su base de datos para forzar la detención del terrorista iraní en cualquier ciudad del planeta.
Capitanich y Rezai compartieron la ceremonia de asunción de Ortega, que sucedió el lunes pasado. Capitanich sabía que el vicepresidente de Irán llegaría a Managua, y se enteró por el protocolo de la dictadura que había aterrizado con un avión oficial pocas horas antes de la ceremonia montada por el líder sandinista.
Alberto Fernández y su canciller juran que Capitanich nunca informó que Rezai participaría de la asunción de Ortega. Y que se enteraron de la presencia de Rezai por una nota que publicó Infobae en la madrugada del martes, cuando la ceremonia había concluido y ya circulaba una foto oficial que mostraba a Ortega junto al terrorista iraní, Nicolas Maduro y Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba.
Joseph Biden repudia al régimen de Ortega y condena su sistemática violación a los derechos humanos en Nicaragua. Washington sabe que Ortega apoyó la candidatura de Alberto Fernández en la CELAC, tras una silenciosa operación diplomática respaldada por La Habana y Caracas.
El Palacio San Martín y la Casa Rosada recibieron ayer llamadas desde el Departamento de Estado y el Ala Oeste de la Casa Blanca para preguntar sobre la presencia de Capitanich junto a Rezai en la asunción de Ortega.
La respuesta fue similar: no estaban juntos, y el embajador argentino en Nicaragua se enteró por los medios que el terrorista iraní estaba en Managua.
En Washington no creyeron las explicaciones del gobierno argentino. Y asumen que Capitanich siguió las órdenes de Balcarce 50, que estaría pagando la designación de Alberto Fernández al frente de la CELAC.
Es decir: la Casa Blanca opina que el Gobierno ocultó la presencia del terrorista Rezai en la asunción de Ortega por sus compromisos geopolíticos con Cuba, Nicaragua y Venezuela. Y que reaccionó cuando el asunto tuvo repercusión periodística.
A Alberto Fernández le queda una sola alternativa para demostrar a la administración Biden que Capitanich actuó movido por sus propias relaciones políticas o por su inexperiencia diplomática.
Sin embargo, el Presidente aún cavila qué hacer y el embajador se quedaría en Nicaragua hasta nuevo aviso.
Otro hierro caliente.
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