Alberto Fernández coronará al mediodía un larguísima y silenciosa jugada diplomática que involucró a los regímenes totalitarios de Cuba, Nicaragua, Venezuela y un puñado de pequeñas islas caribeñas: en el Palacio San Martín será designado presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), un foro multilateral que Estados Unidos, Brasil y Canadá siempre soslayan al momento de tomar sus decisiones geopolíticas en la región.
El líder sandinista Daniel Ortega rechazaba la designación de Alberto Fernández y esta posición política trababa la aspiración presidencial en la CELAC. Es un cargo por un año que se obtiene por consenso, y al canciller Santiago Cafiero no le quedó otro camino que seducir al dictador de Nicaragua.
Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel escucharon con atención los argumentos del gobierno peronista y comenzaron a presionar a Ortega, que resistía en la soledad de su despacho en Managua. Los regímenes totalitarios de Venezuela y Cuba influyen en la agenda local e internacional de Nicaragua, y finalmente Maduro y Díaz-Canel cumplieron con lo prometido a la Casa Rosada.
Hoy el canciller de Nicaragua, Denis Ronaldo Moncada Colindres, acompañará los discursos de sus colegas de Cuba y Venezuela. Y un par de horas más tarde, cuando la Cumbre de Cancilleres agonice, Alberto Fernández aparecerá en el Palacio San Martín para agradecer la designación Pro Tempore y anunciar que inicia un nuevo tiempo en la CELAC.
Ese nuevo tiempo de la CELAC se vincula con una decisión geopolítica que el presidente comparte con los líderes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela: acotar la influencia regional de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tiene afuera de sus integrantes a Díaz-Canel, Ortega y Maduro.
Luis Almagro, secretario General de la OEA, es un blanco móvil de Alberto Fernández. El Presidente cuestiona su agenda institucional respecto a los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela, y apuesta a transformar a la CELAC en un foro multilateral que apague a la OEA y atenúe la incidencia regional de Estados Unidos.
Alberto Fernández siempre se observó a sí mismo como un fixer diplomático que podía acercar las posiciones de los regímenes populistas -Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela- con la agenda regional de la Casa Blanca. Pedro Sánchez, premier español, Emmanuel Macron, presidente de Francia, y en su momento la canciller germana Ángela Merkel también alentaron este posible rol del jefe de estado.
Pero en la actual situación geopolítica, el eventual papel de Alberto Fernández en la CELAC será difícil y con final abierto. No sólo por sus intenciones sobre la OEA, que siempre se alinea con Estados Unidos, sino también por la puja de poder global que tienen Washington y Beijing.
Joseph Biden entabla una batalla abierta contra China, y Xi Jinping se recuesta en Luis Arce, Maduro, Díaz-Canel y Ortega para avanzar en América Latina y disputar una cuota de poder regional a los Estados Unidos. Biden sabe cómo el Presidente llegó al liderazgo de la CELAC, y habrá desconfianza cuando desde Buenos Aires se proponga a DC una agenda común con eje regional.
El globo es multilateral en los foros diplomáticos y unipolar cuando se trata de proteger a las áreas de interés. La Casa Blanca no quiere a Xi en su zona de influencia, y aunque Alberto Fernández afirme lo contrario, siempre habrá sospecha en el Salón Oval.
La desconfianza de Biden sobre Balcarce 50 también impregna la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La Casa Blanca usará las necesidades económicas y financieras de Alberto Fernández para ajustar las cuentas diplomáticas y evitar que la CELAC y sus relaciones con China condicionen la agenda de Estados Unidos en América Latina.
Alcanzar la presidencia de la CELAC es un éxito político para Alberto Fernández, pero tambien es un juego diplomático que puede dar suma cero. Una alianza con Cuba, Nicaragua y Venezuela no compensa la posibilidad de caer en default por decisión de la Casa Blanca. Argentina tiene como bloque regional al Mercosur, que es reconocido por Estados Unidos y languidece rumbo a la agonía.
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