Cuando en 2015 se presentó a elecciones por primera vez, Martín Yeza tenía 29 años, estaba soltero y no tenía hijos. Hoy, poco más de seis años después, su situación personal es muy diferente: está casado, es padre de un bebé de un año y 11 meses y junto a su esposa Carolina esperan otro. La familia repercutió de lleno en su cargo como intendente de Pinamar y le generó un nuevo desafío laboral: “Hago las cosas porque amo mi ciudad, pero ahora las hago también porque amo a mi familia y quiero que vivan en la mejor ciudad del mundo”.
Yeza recibió a Infobae antes de la llegada masiva de turistas y dice que en el partido costero se preparan para tener una temporada exitosa después de un periodo de marzo a diciembre sumamente fructífero. “Fue una temporada baja muy buena que estuvo marcada por el crecimiento demográfico -cercano al 15%- y el boom de la construcción, que superó el 164% -quintuplicando así la media nacional-”, resaltó, y destacó también el registro del 20% más de habilitaciones comerciales, en comparación a los valores del 2019.
“Son hitos completamente atípicos y anómalos para una ciudad, pero entendemos que estuvo potenciado por el fenómeno de la pandemia, más algunas cosas que hicimos nosotros entre lo público y lo privado”, explica el jefe comunal, que, en 2015, dejó la ciudad de Buenos Aires y su cargo en el gobierno porteño para quedar bajo el ala de María Eugenia Vidal y convertirse en el intendente electo más joven de la historia de Pinamar.
— ¿Qué espera para esta temporada que inició con grandes expectativas y niveles de ocupación por encima del 90%?
— La temporada es buena y viene como corolario de lo que fue un muy buen año. Pero si existiera la botonera, trabajaría para tener más ecualizado el público y que nunca supere el 85% porque, para nosotros, turismo no es que la gente venga: es que la gente venga y quiera volver. Y eso trabajando al 100% es un desafío, el principal que tenemos para esta temporada de verano. Pinamar va a recibir a los turistas con más negocios, con más infraestructura, con un embellecimiento tanto de los balnearios como del espacio público. El principal desafío es que la gente venga y quiera volver.
— ¿Le preocupa el aumento de contagios de coronavirus?
— Es lo que se está viendo en todos los lugares de veraneo de la Costa Atlántica en general y es lógico que cuantitativamente cambien los guarismos e incluso se disparen los casos. En lo que ponemos el ojo todo el tiempo es en la capacidad del sistema sanitario en cuanto a las internaciones. A pesar de todas las críticas que recibimos por la administración de la pandemia, en nuestro caso nunca tuvimos saturado el sistema y muchos de los que criticaron sí nos derivaron pacientes.
— La temporada pasada el pico de casos se dio en la segunda quincena de enero, con 200 positivos diarios y 800 activos. Si se repite ese escenario, ¿hay posibilidad de alguna restricción?
— Lo que nos enseñó la pandemia es a no ser determinantes y y que los datos son fundamentales para la toma de decisiones públicas. Los que han venido a Pinamar ya saben cómo nos hemos manejado. Es un error querer brindar certidumbre, como también es un error generar incertidumbre. Por ahora no hay ningún número que nos indique que hay que aumentar las restricciones.
— Había dicho que algunos comerciantes le habían planteado la posibilidad de la implementación del pase sanitario...
— En realidad fue así: ante el miedo de que vuelvan a cerrar todo, y con tal de no tener que volver a pasar por lo mismo, algunos comerciante me dijeron “avisame, pero no volvamos a cerrar, por favor”.
Era importante que esta medida sea fruto del consenso y no fue así. A mí, como intendente, el decreto me llegó el 20 de diciembre. Nos invitaron sin demasiadas explicaciones. La norma lo que dice es que la provincia impone el pase sanitario para ciertas actividades. Pero así como la provincia se tomó un tiempo para definirlo, nosotros naturalmente lo tenemos que evaluar también porque tienen un costo financiero esas medidas de control que se propone.
Creo que una parte de los cambios culturales que requiere la República Argentina es que no se pueden crear normas y obligaciones si no se explican de dónde van a salir esos fondos y cómo se va a financiar esa medida. Porque sino es un homenaje a la improvisación permanente. Entiendo las intenciones y necesidades, pero si uno quiere crear nuevas obligaciones y no explica la fuente de financiamiento lo mínimo es el consenso. No se puede gobernar por decreto y no es un tema de grieta: es un tema de administración.
— ¿Cómo está su relación con Axel Kicillof?
Han sido muy hostiles con Pinamar, fue un año muy difícil, pero nunca voy a dejar de intentar construir puentes y una buena relación. Ojalá que encuentren la sabiduría para saber relacionarse con las personas que tienen opiniones distintas.
— ¿Lo sorprendió la irrupción de Diego Santilli en territorio bonaerense?
— Al “Colo” lo conozco de hace años, es una excelente persona. La decisión que tomó fue una decisión con coraje, de salir de una zona de confort para entregarse a una población de 17 millones de habitantes con un montón de expectativas incumplidas, desde hace 40 años por lo menos, y en un contexto donde una parte importante de la ciudadanía está muy desconfiada de la representación política. Con todo eso tomar la decisión de ir al frente fue súper valorable y el resultado fue absolutamente inesperado para todos porque en el mejor de los casos, a una semana del cierre de listas, cualquiera de Juntos te firmaba una derrota por 5 o 6 puntos. Fue un resultado muy saludable y que trae una dosis de equilibrio necesaria luego de un año y medio en donde se tomaron decisiones con las que una parte de los representantes políticos y de la ciudadanía no estuvimos tan de acuerdo.
— ¿Cree que Juntos ganó por mérito propio o el resultado tuvo que ver con la gestión del Frente de Todos?
— La victoria como la derrota siempre es una suma de cosas. Creo que hay un poco de todo. Por un lado, las promesas incumplidas del Frente de Todos. Había una idea de “volvemos mejores, con diálogo, no vamos a perseguir a los que piensan distintos, no imposición”, y son cosas que no ocurrieron. Y por otro lado, Juntos hizo un proceso de autocrítica. Vos le hacés una pregunta por la gestión económica a cualquier dirigente, incluido al propio Mauricio Macri, y te va a dar una autocrítica.
— ¿Cómo cree que debería reorganizarse Juntos de cara al 2023?
— Es un proceso y los procesos son como las estructuras narrativas. El nudo, en general, es la parte más extensa de la historia, la introducción ya la conocemos y el final ya sabemos cuál es el que queremos escribir. Si fuera un texto narrativo sería así: hay un grupo de partidos políticos con intereses y valores republicanos que se unieron para cambiar el rumbo de la Argentina e impulsar cambios que una parte de la sociedad entiende que son necesarios. Hay una parte de esos cambios que en 4 años no llegaron a ser y hay otras cosas en las que nos equivocamos metodológicamente y que hoy serían distintas. El camino que tenemos que transitar ahora es el necesario para que en 2023 volvamos a ser gobierno. ¿Cómo hacemos eso? Con mucho trabajo, con reuniones interminables, con discusiones incómodas. Para mí la discusión es lo más importante de lo que debería pasar para ser una coalición saludable, sana, que no es lo que vemos en el Frente de Todos, que no tiene en claro cuáles son sus valores. Por ejemplo, con Sergio Berni comparto su lucha contra las usurpaciones, pero Juan Grabois las propicia. Entonces, en el Frente de Todos tenés personas e ideologías que ponen en tela de juicio la propiedad privada. De la misma manera, en Juntos la principal discusión que tenemos hacia 2023 es qué es el cambio.
— ¿Y qué es el cambio?
— Hay niveles: primero, el cambio es un liderazgo distinto, horizontal, sin el dedo levantado, de mesa redonda, donde las formas hacen al fondo. Segundo, es un liderazgo conceptual en donde si te hacés preguntas, te puedas imaginar fácilmente la respuesta. Por ejemplo, ¿Inversiones extranjeras o no? ¿Queremos estar cerca de Irán, Venezuela, Cuba? ¿O del mundo occidental, de Europa, Estados Unidos, China, India? ¿Vamos a tener una relación tensa con Brasil? Y lo tercero es la gestión: quiénes son las personas con las que se va a gobernar. Después hay que laburar de una forma distinta que tiene que ver con el cambio cultural que se propone para la política.
— La discusión por las reelecciones indefinidas volvió a sacar a la luz diferencias internas en la coalición.
— Creo que es un tema que pone un signo de pregunta sobre nuestra identidad. No soy un talibán de la posición. Si uno cree que las reelecciones indefinidas no son saludables para el sistema democrático puede no presentarse. Es lo que voy a hacer yo en 2023. No volvería a ser intendente por dos motivos ideológicos: en primer lugar, creo que si querés representar una cultura del poder distinta, tenés que hacerlo; y en segundo lugar, porque me gustan los desafíos. Y no hay ningún desafío en permanecer.
— ¿Es difícil ser intendente?
— Es espectacular. Probablemente vaya a ser el mejor trabajo que haya tenido en mi vida. Lo vivo muy honradamente. Ya llevamos ocho elecciones seguidas entre primarias y generales. Siempre voy a estar agradecido. Fue un buen aprendizaje. Además, una ciudad como Pinamar tiene esta complejidad de que por un lado somos 55 mil habitantes y, por el otro, por temporada de verano pasan cerca de 4 millones de personas. Entonces son dos combinaciones que para alguien que administra un municipio es un buen desafío: durante el año tenés una ciudad del interior y en el verano tenés que administrar una ciudad con los mismos números de una ciudad de una metrópolis grande.
— ¿Se arrepiente de alguna decisión?
— Si sos saludable mentalmente de las decisiones uno no se arrepiente, salvo que no haya aprendido nada... Hay decisiones que tomé que podían haber sido distintas. Por ejemplo, la renovación del frente marítimo. Si bien es totalmente inédito lo que hicimos, algo realmente de vanguardia, me acuerdo de una señora que en 2016 me increpó muy respetuosamente y me dijo que yo estaba tirando abajo los lugares en donde ella había conocido a su marido hace 50 años. No había contemplado que los balnearios, más allá de la recomposición del médano costero y de ser sustentables, tenían con las personas una vinculación emocional con lo que era la ciudad. Me di cuenta de que lo podría haber hecho de una manera más empática.
— ¿Cómo imagina su futuro después de 2023? ¿Dentro de la política? ¿Fuera de Pinamar?
— Me gusta mucho la política desde que soy chico. Creo que estamos atravesando un cambio de paradigma, dinamizado por lnternet y las redes sociales que volvió el fenómeno de la representación más complejo. Hay cosas que el sistema político no está sabiendo comprender y que terminan con respuestas y medidas torpes. Estoy haciendo un esfuerzo por tratar de entender mucho de los cambios que ya existen y de los que vendrán. Personalmente me imagino más en una fintech que siendo parte de un sistema político que requiere de una manera más extrema inyecciones de innovación y de cambio. Igual voy a dar la discusión hasta el final: creo que Juntos es una esperanza para la Argentina. Particularmente, para mi paladar nos falta re enamorarnos de la disrupción que vinimos a prometer en 2015 y que en muchos sentidos quedó inconclusa.
— ¿Quién cree que sería la persona indicada dentro de la coalición para encabezar este proyecto?
— Eso va a surgir hacia 2023. Lo que sí sé es que si no diseñamos entre todas las fuerzas políticas un norte claro, corremos el riesgo de que nos pase lo mismo que al Frente de Todos, que es que la gente no sabe qué representás, ni quién sos.
¿Quién lo hará? Habrá que ver quién tiene ganas y levanta la mano. Con todos los problemas que tiene la Argentina debe ser alguien con mucho coraje y que tenga muy claro cuál es el rumbo del país. Pero esos son procesos internos. Hay mucha gente en nuestro espacio que lo podría hacer, como Horacio (Rodríguez Larreta), como María Eugenia Vidal, como Patricia Bullrich, como Mauricio Macri, como Martín Lousteau, como Facundo Manes, como Elisa Carrió. La materia prima está, hay que ver quién se anima. La dinámica de nuestro espacio generó nuevos y buenos liderazgos pero para ser presidente hay que tener gestión, valores y liderazgo.
— ¿Cree que el presidente Alberto Fernández reúne estas cualidades?
— El Presidente llegó al poder presentado por la Vicepresidenta y eso de alguna manera lo ha condicionado. Creo que su problema es cómo ha llegado y entiendo que no es tan simple de resolver. Había una expresión que era algo así: “Política es 90% lo que te toca hacer y 10% lo que querés hacer”. Probablemente ese 10% el Presidente lo tenga un poco más limitado de lo que le ha tocado a otros presidentes. De todas maneras, soy una persona responsable y soy de los que desean que al Presidente le vaya siempre bien y sea una persona exitosa, y que al Gobernador le vaya bien y sea una persona exitosa. Si le decís eso a los que creen que la política es conflicto, no te creen. Es muy difícil sentarse a conversar con alguien que cree que todo el tiempo está buscando dañarlo. No existe el diálogo cuando pasa eso.
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