En el Palacio San Martín está casi todo preparado. Solamente faltan los últimos detalles. El viernes 7 de enero se realizará allí la Cumbre de Cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que le permitirá a Alberto Fernández ser su presidente durante todo este 2022.
Después de sus fracasos para acceder a ocupar posiciones estratégicas en la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), Fernández se dará el gusto de encabezar este foro regional en el que no participan Estados Unidos, Canadá y Brasil y que compite con la OEA en la mirada crítica sobre distintas situaciones políticas del continente.
El traslado de la presidencia pro témpore del bloque se demoró más de tres meses, luego del encuentro frustrado del 18 de septiembre en el Distrito Federal de México. El país anfitrión culminaba su período al frente del organismo el último día de 2021 y con esa intención primaria recibió en aquella ocasión a los cancilleres y a varios mandatarios de los 32 países integrantes. Pero el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Felipe Solá, se enteró en pleno vuelo que había sido desplazado de su cargo tras la reestructuración del Gabinete nacional por la derrota en las PASO. Solá se negó a concurrir a esa VI Cumbre y debió ser reemplazado a último momento por el subsecretario de Asuntos de América Latina, Juan Carlos Valle Raleigh.
Luego de ese papelón diplomático, el presidente mexicano y gran amigo de su par argentino, Andrés Manuel López Obrador, buscó una solución salomónica. Postergó la decisión sobre el nombramiento por unos meses para que Argentina no perdiera en la puja por la titularidad del bloque y pudiera reacomodar sus fichas. Y desde ambos lados empezaron a tejer una estrategia con el objetivo de que se cumplieran las aspiraciones del jefe de Estado argentino.
El canciller mexicano Marcelo Ebrard y Santiago Cafiero desde Buenos Aires en su nuevo rol estuvieron en permanente contacto durante este tiempo. Faltaba convencer a Nicaragua de la candidatura de Fernández. El retiro del embajador argentino en Managua, Daniel Capitanich, hasta tanto se aclararan denuncias sobre la masiva detención de candidatos opositores en los meses previos a los comicios nicaragüenses del 7 de noviembre que posibilitaron una nueva reelección del dictador Daniel Ortega, había provocado un fuerte distanciamiento entre ambos gobiernos.
En la Cumbre desarrollada en el Palacio Nacional mexicano el canciller de Ortega, Denis Moncada, había acusado a nuestro país de actuar como “instrumento del imperialismo norteamericano, subordinándose a sus intereses hegemónicos, diseñando, dicho por ellos mismos, con el Gobierno de Estados Unidos una estrategia para vulnerar y negar la soberanía nacional de Nicaragua”.
“El Gobierno de la Argentina se ha atrevido a interferir en nuestros asuntos haciendo política propia, interviniendo vulgar y ofensivamente en clara e insultante sintonía con los yanquis en temas internos de nuestra Patria. El Gobierno de la República Argentina se ha prestado a violar nuestra dignidad y soberanía nacional”, sostuvo el funcionario centroamericano.
Del Valle Raleigh, el reemplazante de Solá en esa ocasión, rechazó “todos los términos de la intervención del canciller Moncada” y afirmó que “las acusaciones son absolutamente falsas”. “Lo que está pasando con esta intervención es que estamos haciendo un juego que no queremos: estamos debilitando a la CELAC y le estamos dando letra al secretario general de la OEA (NdeR: el uruguayo Luis Almagro)”, se lamentó el representante argentino. Después ratificó que “uno de los pilares de nuestra política exterior es justamente la no injerencia” y que siempre han “sostenido que cada país debe encontrar su camino”.
Esas diferencias con el tiempo fueron cicatrizando. Capitanich regresó a Managua y Ortega lo tomó como un gesto argentino que moderaba los cuestionamientos hacia su figura y decidió apoyar la postulación argentina.
También hubo cruces en aquella Cumbre entre el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y el de Cuba, Miguel Díaz Canel, y entre Mario Abdo Benítez, el mandatario paraguayo, y el venezolano Nicolás Maduro.
Las tensiones y fisuras sobre la situación política y el análisis del respeto o no sobre los derechos humanos en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela fueron indisimulables y serán uno de los temas principales sobre los que deberá hacer equilibrio Alberto Fernández cuando lidere la CELAC.
“La CELAC en estos tiempos puede convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías”, indicó López Obrador en su último discurso.
Desde Balcarce 50 la intención será fortalecer su volumen regional para competir con la agenda de la OEA. Se trata de una apuesta geopolítica de difícil realización en América Latina porque Estados Unidos jamás avalaría un ente multilateral que permite la participación activa de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En Washington no terminan de entender la estrategia diplomática de Alberto Fernández, cuando negocia un acuerdo final con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar los 44.000 millones de dólares que contrajo Mauricio Macri en 2018.
La respuesta a las dudas del Gobierno de Joseph Biden fueron contestadas a la distancia a mediados de diciembre por Cafiero. “Nuestra política exterior es realista, y vamos a hacer lo necesario para mejorar la inserción de la Argentina en el mundo”, aseguró el canciller durante un encuentro con periodistas que integran el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Cafiero dejó en manos de su colega mexicano Ebrard la articulación para la convocatoria de cancilleres para este nuevo encuentro en la sede de la diplomacia argentina. Será de modo presencial y tratando de evitar la virtualidad, aunque la situación de la pandemia a nivel mundial con un imponente rebrote de contagios por la incidencia de la variante Ómicron del coronavirus mantendrá la incógnita hasta último momento sobre la presencia de todos los invitados.
Infobae publicó recientemente los cables reservados de la Cancillería en los que figuran los pagos de los pasajes en primera clase a ocho diplomáticos de Trinidad y Tobago, Guyana, San Vicente y Granadinas (cuyo primer ministro Ralph Gonsalves, desde hace veinte años en ese cargo, fue competidor del presidente argentino apoyado por Nicaragua hasta que bajó su candidatura) y Saint Kitts and Nevis con un costo de 70 mil dólares para que participen de la Cumbre en la sede de la Cancillería en el barrio de Retiro.
Abonar esos tickets fue una polémica decisión de Alberto Fernández. Fuentes diplomáticas aseguraron que no se trata de una medida “proselitista” para acceder a la presidencia de la CELAC. “La idea es integrar y los países del Caribe no tienen plata. Por eso pagamos nosotros sus pasajes de avión”, afirman. “Los votos están desde antes”, agregan.
Así el Gobierno buscará mostrar su primer victoria de peso en el terreno de la diplomacia. Un anhelo que el mandatario argentino tenía desde que se instaló en la Casa Rosada.
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