Cuando el gobierno de Fernando De la Rúa cayó el 20 de diciembre de 2001 y un día antes, cuando se produjo la renuncia de Domingo Cavallo al ministerio de Economía, Juan José Álvarez era el secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, entonces con Carlos Ruckauf al mando del territorio provincial. Fueron los días en los que la Argentina estuvo sumida en el caos de los saqueos a los supermercados y a los pequeños y grandes comercios, de los cacerolazos en las calles, de miles de movilizaciones populares que protestaban por el corralito a los depósitos y de la represión en distintos puntos del país que arrojó un trágico saldo de 39 muertes. Siempre muy cercano a la figura de Eduardo Duhalde, el 23 de diciembre Alvarez se transformó en secretario de Seguridad de la Nación cuando asumió Adolfo Rodríguez Saá como presidente.
A poco más de 20 años de aquellos hechos, Alvarez cuenta en una entrevista telefónica con Infobae cómo vivió aquellos días convulsionados. Ya retirado de la política activa “porque algunos hechos repercutieron en mi salud. Por eso también decidí no hablar tanto en los medios ni dar tantas entrevistas”, el ex funcionario reconoce algunos errores en las medidas adoptadas en medio de tanto desborde y también desmiente la existencia de un “golpe institucional” como denunciara recientemente a este medio Domingo Cavallo. “Bien o mal hicimos de bomberos pero otros deberían explicar porqué actuaron como piromaníacos”, afirma sin nombrar al ex ministro de Economía.
La réplica tuvo que ver con una polémica acusación que hizo Cavallo en una entrevista con Infobae: “Para mí, el secretario de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, que después fue secretario de Seguridad del gobierno de Duhalde, realmente estuvo detrás de la promoción de todos estos disturbios”.
Álvarez, ahora, a los 66 años, está plenamente dedicado a su estudio jurídico. Decidió alejarse de la política en 2015 después de haber sido jefe de campaña de Sergio Massa en el Frente Renovador dos años antes y de asesorar a algunos candidatos en Hurlingham, el partido del Gran Buenos Aires del que fue intendente. Sobre el 2001 recuerda que “los últimos días de diciembre fueron de muchísima intensidad, con una situación social que se deterioraba día a día. Cada vez que me lo preguntan digo que el 2001 es como el pasado que no pasa, un presente eterno. Para los argentinos fueron situaciones tan fuertes que medimos hoy si se parecen o no se parecen a las de esos días o esa fecha. Se vivía con mucha preocupación y tristeza”.
-¿Cómo fue la evolución de los hechos en ese diciembre?
-Hay un tema central que se olvida de mala fe, que se esconde o se niega y es que los saqueos no empezaron en la provincia de Buenos Aires, sino tres o cuatro días antes. Y sucede paradójicamente en otras provincias como Mendoza o Entre Ríos, donde había gobernadores que no eran justicialistas. En Santa Fe, que era peronista, el lugar donde ocurren los saqueos es en Rosario donde mandaba alguien del color político de la alianza gobernante. He leído algunas cosas de algunos que le echan la culpa al personal policial de lo que ocurrió. No es un dato menor, no comenzó en la provincia de Buenos Aires y después de lo visto se ve que no terminó en la Plaza de Mayo. El Conurbano por sus índices de pobreza, por su masividad, fue lo más notorio pero ahí no empezó todo. Y creo que un error grande fue que el Gobierno Nacional no tomó real dimensión de lo que estaba sucediendo.
-¿Qué medidas se adoptaron desde el ministerio de Seguridad a su cargo?
-Medidas con prudencia, eran hechos de gran magnitud, no se podía atender como un hecho meramente policial, se agotaron todos los recursos antidisturbios que teníamos a disposición. Que hubo policías que confundieron prudencia con pasividad, es cierto, no se puede negar. Pero nosotros les habíamos dicho que queríamos actividad pero sin llegar a la represión, ni daños irreparables. En ese momento con tantos reclamos la Policía hizo un esfuerzo enorme. Teníamos un stock de 73 mil balas de goma y las agotamos todas. Cuando llegás a la 73.001 la bala es de plomo. Si uno ve a un policía de brazos cruzados con una pistola en la cintura, ¿qué actitud hay que pedirle a ese efectivo, qué le dispare a la multitud?
-¿Cree que los saqueos fueron instigados por alguien, se trató de un desborde popular o alguien los organizó?
-Los saqueos comenzaron espontáneamente y siempre hay algunos que se aprovechan. La Policía estaba ocupada en un 100 por 100 y así quedan liberados los que hacen otras cosas. El que tiene hambre roba un alimento de un supermercado y atrás viene alguien que aprovecha y se lleva un televisor. No solo pasó en Buenos Aires. Es por falta de información o por mala fe que se diga que lo del 19 de diciembre ocurrió nada más que en la provincia en la que estábamos nosotros. En Entre Ríos hubo una gran proporción de habitantes movilizados. Algunas interpretaciones son ridículas.
-¿Y en ese marco cómo evalúa la actuación de la Policía?
-Hubo casos en los que la Policía actuó mal, por defecto, sin ningún lugar a dudas. Todos los veíamos. Intentamos que no hubiese un mal procedimiento por excesos, la policía actuó, no es que no actuó, no se quedó de brazos cruzados. Hubo decenas de patrulleros prendidos fuego, decenas de efectivos lastimados. Porque actuó es que las cosas no fueron peores. Hay que tener mucho cuidado con lo que se habla, y no dejar cualquier versión sobre los que actuamos en Provincia o en Nación. Bien o mal hicimos de bomberos pero otros deberían explicar porqué actuaron como piromaníacos.
-¿Hubo responsabilidad compartida entre radicales o peronistas para la caída del Gobierno de De la Rúa o fue una consecuencia de la situación económica donde desde muchos sectores pedían la renuncia del ministro Cavallo?
-En ese momento la economía no daba para más. Se juntó un cúmulo de cosas: la renuncia del vicepresidente Chacho Alvarez, políticas económicas antipopulares, debilidades internas en la alianza gobernante, lo del corralito que subió la conflictividad en la clase media que es históricamente la base electoral del radicalismo. A pesar de eso, en ese momento hubo dirigentes afines que tuvieron un comportamiento ejemplar para intentar salir de la crisis, como fue el caso de Raúl Alfonsín. Gente que actuó con mucha responsabilidad y que se reunió con dirigentes de otros partidos como el justicialismo para encontrarle una salida más ordenada a la crisis.
-¿Hubo muchas reuniones entre las fuerzas políticas para lograr una salida consensuada?
-Yo no participé de las reuniones. Pero había una buena relación entre los dirigentes radicales y peronistas en la provincia de Buenos Aires que en una situación tan álgida se juntaron para que la situación no se complicara todavía más. También es importante el rol de Eduardo Duhalde por su ascendencia sobre el justicialismo, había sido el último candidato a presidente por nuestro partido y fue clave su rol para contener con su experiencia como gobernante en la provincia para establecer la relación con el resto de los gobernadores.
-A 20 años de aquellos hechos, ¿piensa que declarar el Estado de Sitio fue una decisión adecuada?
-Lo del Estado de Sitio lo asumo como un error. Porque me parece que era imposible de aplicar. Generó en la sociedad una bronca mayor. No se estaba preparado para eso. Quiso ser una señal de orden y de firmeza desde el Gobierno y terminó siendo todo lo contrario. Terminó de sellar la suerte del Gobierno.
-Alguna vez contó que también en la gente había como una psicosis colectiva...
-Sí, totalmente. Mi hija, que era una adolescente, me llamó un día desesperada porque estaban entrando a casa. Yo le dije: “No están entrando a casa, mi amor”, y me dice: “Sí, están entrando a casa”. Yo insistía con que no era así y me dice: “Bueno, a casa no, pero están entrando en la casa de al lado”. Todo esto a los gritos y llorando. Le dije: “No te preocupes, no va a entrar nadie. Si entra alguien, dale el televisor y listo”. Y me contestó: “Vos siempre haciéndote el gracioso, ayudás a los demás y a nosotros no nos ayudás”. Y algo parecido me lo decían exfuncionarios muy importantes, periodistas muy conocidos, que me relataban saqueos o posibles ataques a lugares que no pasaban.
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