La noticia pasó inadvertida, pero es una de las más sobresalientes del año en el mundo sindical: Pablo Moyano ya no será el heredero natural de su padre Hugo al frente de la Federación de Trabajadores Camioneros. En la renovación de autoridades del 17 de diciembre pasado, su cargo de secretario adjunto fue cubierto por Jorge Omar Taboada, de Chubut. Y su condición de familiar del jefe sindical también fue reemplazada porque en la nueva conducción ingresaron otros tres hijos de Moyano: Hugo Jr., el abogado, como secretario de Coordinación de Asuntos Jurídicos, Karina como secretaria de la Mujer y Jerónimo como secretario de la Juventud.
¿El alejamiento fue una decisión de Pablo o fruto de profundas diferencias con Hugo? Si se trató de una salida consensuada, ¿por qué no estuvo Pablo en el congreso donde se decidieron las nuevas autoridades de la Federación? Es raro también que Hugo no le agradeciera públicamente a su hijo tantos años en que lo acompañó. También es extraño que el sindicato no haya sido único espacio de poder en el que tomaron distancia: el hijo mayor de Moyano tampoco figura en la lista que propone la reelección de su padre como presidente del Club Independiente (donde llegó a ser una figura fuerte de la entidad como vicepresidente). ¿Qué pasó entre ambos?
En el entorno camionero aseguran que Pablo Moyano quiere concentrarse en su trabajo como miembro del triunvirato que conduce la Confederación General del Trabajo (CGT) y descartan que exista algún problema familiar. Otras fuentes hablan de fuertes peleas que habrían tenido origen en la delicada situación financiera de la obra social camionera (OSCHOCA), cuya administración está en manos de la empresa IARAI, de la que es propietaria la esposa de Moyano, Liliana Zulet (quien, por otra parte, aparece como candidata a cuarta vocal titular en la lista oficialista de Independiente). Lo cierto es que Pablo sólo mantiene su puesto de secretario adjunto del Sindicato de Camioneros de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires y la presidencia de la Asociación Mutual de Trabajadores Camioneros.
Las especulaciones sobre un conflicto en el clan Moyano coinciden con lo que sucedió hace 24 horas: la CGT, en cuya máxima conducción está Pablo, respaldó al líder mercantil Armando Cavalieri por los incidentes que se produjeron en una asamblea del Sindicato de Comercio Capital y que fueron protagonizados por el opositor Ramón Muerza, a quien apadrinan Hugo y Facundo Moyano. Es decir, Pablo Moyano avaló, como parte de la cúpula de la CGT, un cuestionamiento a un dirigente apoyado por su padre y uno de sus hermanos. En la central obrera afirman que todos estuvieron de acuerdo en el pronunciamiento y que el hijo de Moyano no presentó ninguna objeción cuando se mencionó el tema en el grupo de WhatsApp del Consejo Directivo cegetista.
En la interna camionera, hasta ahora, Hugo y Pablo formaban una sociedad indestructible. Manejaban el sindicato y la federación, e incluso se complementaban en las negociaciones con funcionarios y empresarios: mientras el hijo era el dirigente duro de carácter irascible y que llevaba las tratativas hasta el límite, su padre jugaba el rol de componedor que, aun en su firmeza, evitaba las rupturas.
Dicen que algo comenzó a resquebrajarse en esa dinámica sindical-familiar cuando irrumpió el COVID-19. Hugo Moyano se aisló por el temor a contagiarse (tiene 77 años y enfermedades preexistentes), mientras que Pablo tomó un fuerte protagonismo en el gremio, aunque ese papel causó algunos problemas: en julio de 2020, el bloqueo del Sindicato de Camioneros al centro de distribución de Mercado Libre en La Matanza aportó un cortocircuito en la relación entre el Gobierno y una de las empresas más importantes de la Argentina. La protesta habría sido dispuesta por el hijo sin el total consentimiento de su papá. Y se logró una tregua sólo luego de que Hugo Moyano marginó a Pablo de las negociaciones en el Ministerio de Trabajo para solucionar el conflicto, que quedaron en manos de otro de sus hijos, “Huguito” Moyano, el abogado laboralista, y el secretario Gremial de Camioneros, Marcelo Aparicio.
Lo mismo sucedió en febrero pasado cuando Pablo Moyano encabezó un bloqueo a la empresa Chazki, que trabaja para Mercado Libre, en el Parque Industrial Ader, de Villa Adelina. Hubo un pedido específico de Alberto Fernández a Moyano para que pacificara la relación con la compañía de Marcos Galperin: la protesta era una mala señal que interfería en su vínculo con todos los empresarios.
El hijo de Moyano volvió a instalar el mismo escenario, un mes después, en un depósito de los supermercados Walmart (hoy, ChangoMás), con un bloqueo realizado en reclamo de echar, indemnizar y volver a contratar personal que ya estaba trabajando. En las negociaciones finales, en la cartera laboral, Hugo Moyano se mostró más conciliador, pero Pablo se retiró de la mesa y Francisco De Narváez, el dueño de la empresa, dio por terminadas las conversaciones. En la foto final del acuerdo no estuvo el hijo de Moyano.
Todo parece indicar que esta serie de desencuentros habrá creado el clima para el alejamiento de Pablo de la línea de sucesión de su padre. Hay un dato que despierta suspicacias y que aún no tiene respuesta: como el hijo de Moyano llegó al triunvirato de la CGT en representación de la Federación de Trabajadores Camioneros, ahora que ya no está en esa estructura, ¿puede mantener el lugar en la central obrera? Es uno de los tantos interrogantes que rodean una compleja relación padre e hijo. Casi como sucede en las mejores familias.
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