Sergio Massa entró como una ráfaga a la quinta de Olivos cuando todos los medios de comunicación repetían -una y otra vez- el discurso de Máximo Kirchner que había implosionado el acuerdo político para evitar que el presupuesto 2022 fuera rechazado por toda la oposición en la Cámara de Diputados. Alberto Fernández recibió a Massa en su despacho de la quinta presidencial e hizo una larguísima catarsis respecto a la responsabilidad partidaria de Máximo y sus probables consecuencias políticas adentro del Gobierno y en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Massa escuchó en silencio y puso cara de poker: él también había sido sorprendido por la diatriba final del líder de La Cámpora.
Alberto Fernández y Massa trabajaron noventa minutos. Sólo tomaron agua y café, y no hubo interrupciones. El Presidente y el titular de Diputados diseñaron una hoja de ruta que apunta a fortalecer la negociación con el FMI, sancionar sin demoras un nuevo presupuesto 2022 y encontrar un método de acuerdo que permita ciertos consensos institucionales con Juntos por el Cambio en ambas cámaras del Congreso.
Antes de llegar a la quinta de Olivos, Massa habló por teléfono con Cristina Fernández de Kirchner y Martín Guzmán. Y la estrategia partidaria del presidente y su aliado en Diputados es “bajar” la hoja de ruta al Frente de Todos para acotar operaciones internas que compliquen la gestión de la Casa Rosada.
Esta es la única razón que explica la presencia de Alberto Fernández en la asunción de Máximo Kirchner como titular del peronismo bonaerense. El presidente decidió hacer control de daños, aunque ello implicará degustar un sapo tamaño XXL.
Alberto Fernández y Massa tendrán una tarea compleja respecto a Máximo Kirchner. El líder de La Cámpora ya está calibrando su proyecto político para 2023, y en ese sentido no oculta sus diferencias con el presidente y sus aliados del Gabinete. A Máximo no le gustó que Guzmán no apareciera en Diputados cuando se debatía el presupuesto 2022, y tuvo contra las cuerdas al funcionario que envió el ministro para seguir la sesión que terminó en derrota.
En Balcarce 50 asumen que la próxima escaramuza entre Alberto Fernández y Máximo Kirchner sucederá al cierre de las negociaciones con el FMI. Y aún no pueden develar cómo jugará CFK: si mantendrá las formas, o se pondrá al frente de las constantes críticas que el jefe de La Cámpora desliza a su entorno militante.
La hoja de ruta que el Presidente y el titular de Diputados diseñaron en Olivos tiene actos propios, decisiones geopolíticas que responden al board del FMI y posibles acuerdos parlamentarios con Juntos por el Cambio. Es un programa ambicioso que podría iniciar a fines de diciembre en Balcarce 50 y concluir en el Congreso a mitad de 2022.
El programa Alberto Fernández/Massa establece lo siguiente:
1. Decreto simple prorrogando el Presupuesto 2021.
2. DNU convocando a Sesiones Extraordinarias.
3. Acuerdo con el FMI.
4. Envío del Plan Plurianual a Diputados.
5. Envío del Presupuesto 2022 a Diputados.
De los cinco puntos básicos diseñados por el Presidente y el diputado nacional, sólo dos dependen de la voluntad política del Gobierno: el decreto simple prorrogando el Presupuesto 2021 y el DNU convocando a Sesiones Extraordinarias. El resto está a merced del FMI y la oposición parlamentaria.
Juntos por el Cambio jura que está dispuesto a dialogar para tratar un nuevo presupuesto y que avalará un programa con el Fondo si es racional y sustentable. La Casa Rosada aún no cerró los términos básicos del plan con el FMI y las negociaciones continuarán durante enero.
Georgieva le sonrió a Alberto Fernández durante todo el zoom que protagonizaron el viernes pasado, pero no se avanzó una pulgada en el acuerdo para refinanciar los 44.000 millones de dólares que contrajo Mauricio Macri en 2018.
La sonrisa de la directora gerente no es una señal a favor de la Argentina. Es apenas un gesto diplomático que tiene escaso valor frente al board del FMI, un resorte del poder global que sólo sonríe cuando los países deudores pagan sus deudas.
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