La sorpresiva escalada en la pelea con la oposición que terminó en el rechazo del Presupuesto para 2022 conmovió los ánimos en el Frente de Todos, donde desde ayer volaban los dardos cruzados, reinaba la incertidumbre y corrían especulaciones sobre las responsabilidades políticas del fallido debate en el Congreso, que representó un revés para el Gobierno en las recta final de la delicada negociación con el FMI por la deuda.
Las expectativas en el Gobierno sobre el consenso en torno a la aprobación del Presupuesto, en un principio, eran buenas. Desde que el oficialismo empezó a reflotar el debate de la ley que fija las metas económicas para el año que viene, en Balcarce 50 y en el interbloque del Frente de Todos en la Cámara baja no se cansaban de asegurar que contaban con el apoyo de aliados y una parte de Juntos por el Cambio para alcanzar los votos que les permitieran aprobar el proyecto. De hecho, ayer el Presidente consideró “inesperado” el rechazo.
La iniciativa había sido enviada por el Ejecutivo en septiembre y demoró tres meses en avanzar. Sin demasiadas definiciones, ante las advertencias de repudio de parte de la oposición a un trámite exprés, en la Casa Rosada atribuyeron el retraso al contexto electoral -querían evitar un intento de acercamiento en la conflictiva campaña- y a la falta de avances en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el refinanciamiento de la deuda externa.
Tras el rechazo al Presupuesto en la votación en general, que se ejecutó ayer a media mañana en el recinto de Diputados, la reacción pública de la primera plana del Frente de Todos fue disparar contra Juntos por el Cambio. El jefe de Gabinete, Juan Manzur; los ministros de Economía, Martín Guzmán; y del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro; así como el secretario de Relaciones Parlamentarias, Fernando “Chino” Navarro, entre otros, emitieron sendas declaraciones de marcado cuestionamiento por la denodada “irresponsabilidad” al “dejar al país sin Presupuesto”.
Sin embargo, en paralelo, la debacle del Presupuesto se vivió puertas adentro en un sinfín de cruces internos que recordaban a la crisis política desde el forzado recambio de Gabinete tras las PASO de septiembre. “Esto es un nuevo parteaguas en la correlación de fuerzas”, dijo ayer un funcionario.
Es un retroceso en el equilibrio interno: los ánimos, que habían estado en plena ebullición después de la derrota en los comicios Generales, parecían estar recomponiéndose en los últimos días. Las señales más recientes en ese sentido fueron el acto entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández por el Día de la Democracia, y la foto del Presidente junto a Máximo Kirchner, el lunes, durante la presentación de las nuevas becas Progresar en el Museo del Bicentenario.
Pero el vínculo entre la Casa Rosada y el kirchnerismo volvió a tensarse en las horas posteriores al rechazo del Presupuesto. Después de la votación, Alberto Fernández sólo convocó a Olivos a Sergio Massa y, a posteriori, a su ministro de Economía, Martín Guzmán, para discutir la hoja de ruta a seguir después de la frustración del debate en Diputados. A pesar de que Máximo Kirchner había sido uno de los adalides de las negociaciones en la maratónica sesión -empezó el jueves y continuó el viernes-, no fue invitado a la quinta presidencial.
Si bien Alberto Fernández habló por teléfono con Cristina Kirchner, desde los respectivos entornos del primer mandatario y del líder de La Cámpora no pudieron confirmar a este medio si tuvieron algún tipo de diálogo durante el transcurso del viernes.
Las conjeturas sobre la responsabilidad por el revés en el Congreso estaban a la orden del día y en las distintas tribus del Frente de Todos había incertidumbre sobre los motivos del fracaso en la negociación, que se precipitó a pesar de los esfuerzos de los principales ministros para convencer a gobernadores y diputados para acompañar el proyecto.
En el ala albertista, algunos sospechaban de supuestas segundas intenciones de parte de Máximo Kirchner. “No entendemos por qué esperó hasta último momento para tratar un proyecto de Presupuesto que había ingresado hacía tres meses y sobre la hora rompió todo con ese discurso”, dijo un funcionario que, suspicaz, vinculó esa demora con los mensajes condicionantes al acuerdo con el Fondo que expresaron Cristina Kirchner y el próximo Máximo en las últimas semanas. Otros apuntaban a Massa. “Él era el encargado por excelencia de la negociación. No se entiende por qué no pudo juntar los números”, deslizaron en Diputados ayer.
Desde La Cámpora retrucaron el pase de factura al recordar que Cristina Kirchner también se había mostrado a favor de un pacto con el Fondo en acuerdo con la oposición. “Ella misma llamó en la Plaza de Mayo (en el acto del 10 de diciembre) a un gran acuerdo nacional para pagar”, señalaron en el camporismo ayer por la tarde, aunque obviaron las ambivalencias en sus cartas y discursos más recientes, donde la Vicepresidenta evitó brindar apoyo explícito al Presidente e introdujo condicionamientos sobre el tipo de acuerdo.
En tanto, otras miradas disparaban por elevación contra el diseño del nuevo bloque oficialista durante el primer tramo del proceso de elecciones legislativas: “Lo de Máximo no fue grave, ni mucho menos. Pero los opositores se dieron cuenta rápido de la oportunidad, hicieron su jugada y quedaron bien con su electorado. Lo que deberíamos replantearnos nosotros es si la conformación de la listas para el Congreso fue buena, teniendo en cuenta el bajo volumen político que hay”, sostuvo un vocero.
Ayer, la oposición, además de rechazar los detalles del proyecto de ley -que consideraron poco realista-, apuntaron principalmente contra Máximo Kirchner, a quien consideraron como responsable de quebrar cualquier atisbo de buena predisposición de parte de Juntos por el Cambio. Los alejó de un consenso, dicen, el discurso que brindó el presidente del interbloque en el recinto, en el cual apuntó con dureza contra los diputados del PRO que habían tenido responsabilidad de gestión durante el gobierno macrista. Después, en una entrevista con la señal C5N, el diputado kirchnerista, que suele guardar el bajo perfil, se defendió y contraatacó. “Juegan a ver quién es el más duro y se olvidaron del país”, sostuvo.
En La Cámpora deslegitimaron los argumentos de Juntos por el Cambio sobre el rechazo. “Usan a Máximo como chivo expiatorio para no admitir que ya tenían decidido no aprobar el Presupuesto”, dijeron en el despacho de un importante referente kirchnerista. Y atribuyeron la resistencia opositora a la pelea interna que atraviesa el radicalismo. “Quizá Maxi se equivocó. Pero los blandos no se animaron a plantarse porque tenían quedar como cercanos con el Gobierno en contraste con los halcones”, sostuvieron cerca de Máximo Kirchner. “Nos jugó en contra la interna de ellos. A veces se gana, a veces se pierde”, agregó un portavoz de La Cámpora.
Se refirió a que el debate del Presupuesto coincidió, casualmente, con la elección de autoridades partidarias en el Plenario de la UCR que se realizó ayer, donde se enfrentaron el ala moderada, liderada por el diputado nacional cordobés, Mario Negri, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, más dialoguista con el oficialismo; y el sector que encabezan el senador Martín Lousteau y el legislador Rodrigo De Loredo, identificados con las posturas más duras. Finalmente, después de semanas de dardos cruzados, hubo acuerdo entre las líneas internas y Morales fue lecto por unanimidad.
Por lo pronto, hoy es el día más esperado por el secretario de La Cámpora, que asumirá finalmente al frente del PJ bonaerense tras meses de postergaciones derivadas del persistente conflicto con los intendentes peronistas que resistían su desembarco en el aparato justicialista de la Provincia. Lo hará con el apoyo de Alberto Fernández, que anoche a última hora revisó su decisión de faltar a la cita y decidió participar del acto en la quinta de San Vicente para enviar un mensaje de unidad en medio de los cuestionamientos internos.
FMI
Más allá de las responsabilidades, en la Casa de Gobierno había preocupación por la mala señal que representa para el FMI el flagrante conflicto con la oposición. El Presidente esperaba enviarle a la entidad un mensaje de consenso en plena negociación de Hacienda y el Banco Central con el staff del Fondo para sentar los lineamientos del plan de garantías para afrontar de manera “sustentable” los pagos a partir de 2024. El organismo había pedido que el plan tuviera amplia anuencia en la política interna y el rechazo de Juntos por el Cambio al Presupuesto cayó como un balde de agua fría sobre las expectativas del Gobierno, que esperaba poder mostrar indicios de coherencia fronteras adentro.
Ayer por la tarde, el Presidente se reunió con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, para discutir sobre el curso de la empantanada negociación. En el Gobierno guardaban celosamente los detalles de la conversación -que ya estaba prevista- y se limitaron a reproducir un tuit donde la directora del organismo calificó como “muy buena” la reunión con el Alberto Fernández “sobre cómo avanzar en nuestro trabajo para sostener la recuperación de la Argentina y abordar sus desafíos económicos”. “Nuestros equipos están plenamente comprometidos a seguir trabajando hacia un programa del FMI”, dijo escuetamente la funcionaria búlgara.
Después, Alberto Fernández se expresó, también por Twitter, en la misma sintonía, aunque en su mensaje introdujo el problema más reciente del Frente de Todos y admitió su sorpresa: “Ambos reconocimos el problema inesperado del rechazo del Presupuesto, pero nos comprometimos a seguir trabajando plenamente enfocados en materializar un acuerdo que no comprometa la continuidad de la recuperación económica inclusiva”, dijo el jefe de Estado, que se encontraba próximo a zanjar el conflicto con la firma de un decreto simple de prórroga del Presupuesto de 2021 para al menos ordenar las cuentas durante el comienzo de 2022.
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