Pese a los condicionamientos, Alberto Fernández logró mantener la centralidad y asume que hubo un acercamiento de Cristina Kirchner

El Jefe de Estado amortiguó la presión de su compañera de fórmula pidiéndole “tranquilidad” y que no “tenga miedo” frente al acuerdo con el FMI. Los gestos de la Vicepresidenta que fueron valorados en la Casa Rosada

Alberto Fernández mantuvo la centralidad pese a las presiones de la Vicepresidenta por el acuerdo con el FMI (REUTERS/Mariana Nedelcu)

“Parecen los Pimpinela de la política. Esa charla que tuvieron en voz alta frente al pueblo quizás sea buena. Mejor que decirse las cosas por lo bajo”. Los Pimpinela son Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La charla que protagonizado refiere al intercambio de condicionamientos y temores por el acuerdo con el FMI. El dueño de la descripción es un funcionario nacional con varios pergaminos en el peronismo.

No es la primera vez que el Presidente y la Vicepresidenta se hablan en público, aunque es probable que nunca lo hayan hecho tan elocuentemente como sucedió en el acto de ayer en la Plaza de Mayo. Cristina golpeó duro al Fondo Monetario Internacional (FMI) y desconfió del acuerdo al que se puede llegar. Alberto fue más cauto, evitó incinerar al organismo y amortiguó la presión de su compañera de fórmula.

“No se va a aprobar ningún plan que no permita la recuperación económica. Es el deber de los argentinos que integran la fuerza política que volvió a la Argentina”, expresó la Vicepresidenta. Marcó la cancha. Le mostró los dientes al Presidente. Una vez más. Adelante de todos.

La ex presidenta acusó al Fondo de “tumbar” a dos presidentes democráticos y radicales como Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa. Más allá del rol protagónico que tuvo el organismo internacional en el debilitamiento de esas gestiones, no pareció la mejor idea expresarlo de esa forma el mismo día en que el FMI, a través de un comunicado, advirtió que las negociaciones para un acuerdo están avanzando.

Durante el acto en la Plaza de Mayo, Cristina Kirchner condicionó el acuerdo con el FMI (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni)

La Vicepresidenta tiene que representar a una parte del electorado. Está claro. Ese sector odia al FMI. En consecuencia, es lógico el grito de guerra de Cristina Kirchner para marcar a fuego su postura y la de su gente. Sin embargo, al mismo tiempo, es parte de un gobierno que atraviesa el tramo final de la negociación con el Fondo y que busca un punto de acuerdo para ajustar lo menos posible el gasto público. Tratar de golpista al organismo con el que estas negociando solo puede embarrar la cancha.

Además, empujó a Fernández hacía el borde del escenario para que quede claro que si hay un ajuste, será responsabilidad del Presidente y no de ella, quien anticipó ese posible final.

Después del acto de ayer y de la última carta de la Vicepresidenta, donde dice que es él el que “tiene la lapicera”. El Jefe de Estado sabe que si la negociación con el FMI sale bien, podrá capitalizarla en el segundo tramo de la gestión, y si sale mal, y tiene que ajustar la cuentas, la responsabilidad estará concentrada en su cabeza. Así está planteado el escenario posible.

“Más allá de los discursos, hay que negociar. Una cosa es lo que se dice y otra es lo que se negocia y se acuerda”, reflexionó un dirigente cercano al Presidente en los minutos posteriores al acto. Si bien criticó al Fondo, Fernández intentó ser menos agresivo con el organismo con el que debe acordar una restructuración de la deuda contraída por Mauricio Macri.

Sabe que, en gran medida, ese acuerdo va a condicionar el futuro de su gestión, el poder de conducción que busque sostener a lo largo del tiempo, una posible reelección y, sobre todo, un plan económico estable. No es solo una acuerdo, es también el engranaje clave de su proyecto político y económico de dos años.

Ayer el Presidente logró su cometido de mantener la centralidad, que empezó a construir el 14 de noviembre a la noche cuando, pese al pedido que Máximo Kirchner le hizo en el vip del búnker electoral de retrasar el anuncio, convocó a una movilización a la Plaza de Mayo, el miércoles 17, para relanzar su gestión. Ese mismo día dio la señal de autoridad que esperaban en un amplio sector del peronismo. Se desmarcó de Cristina Kirchner. Ayer siguió una línea similar.

A Fernández le sirvió cerrar la hilera de discursos que comenzó el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. Sufrió el condicionamiento de Cristina Kirchner frente a la multitud y le devolvió la respuesta en el cierre del acto: “Tranquila Cristina, no vamos a negociar nada que ponga en compromiso el crecimiento de la Argentina”.

Caminó unos pocos pasos más por el escenario e insistió: “Cristina no tengas miedo. Si el FMI me suelta la mano, voy a estar agarrado de la mano de los argentinos”. En el albertismo sienten que la respuesta inmediata le permitió recuperar terreno y no quedar sometido bajo las órdenes de la Vicepresidenta.

El diálogo fue extraño. Por momentos Fernández parecía hablarle a su jefa política y, en otro momento, se transformó en el dueño de la última palabra dentro del Gobierno. Quizás sean dos caras de un mismo Presidente.

Antes del acto en Casa Rosada anhelaban que el mandatario mantuviera la centralidad obtenida. Entendían que debía aprovechar el momento para reafirmar el camino elegido después de los últimos comicios. Luego del acto había satisfacción en las filas albertistas por lo hecho por el Presidente arriba del escenario.

“Hubo una buena sintonía entre ambos y una foto de unidad”, resaltó uno de los ministros más cercanos al Jefe de Estado. La unidad sigue estando en el diccionario del Frente de Todos pese a la desconfianza que está enquistada en el corazón de la coalición.

Fernández logró amortiguar la presión de Cristina Kirchner en el cierre del acto (Franco Fafasuli)

Los condicionamientos discursivos de Cristina son solo una parte de la historia. La otra tiene que ver con las señales de acercamiento concreto que la Vicepresidenta dio y que en el albertismo asumieron como gestos de buena voluntad. Gestos que sobresalen en una relación sinuosa y cambiante donde pasan de ser íntimos amigos a disputarse el poder real en una mesa de café.

¿Dónde están esos gestos de acercamiento? En la noche del jueves la Vicepresidenta fue parte de la cena que el Presidente organizó en la Quinta de Olivos para recibir a Lula da Silva. Allí también estuvieron Axel Kicillof y Sergio Massa. Otro gesto lo tuvo ayer, cuando arribó a la Casa Rosada. Por primera vez desde que comenzó la gestión fue a visitar a Alberto Fernández al despacho presidencial.

Las pocas veces que estuvo Balcarce 50 se instaló en el despacho del ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro. Este viernes el funcionario camporista se encontraba de viaje en Santiago del Estero para presenciar la asunción del gobernador Gerardo Zamora.

¿Entonces, Cristina no tuvo más remedio que ir al despacho de Fernández? Puede ser, pero si hubiese querido evitarlo, lo hubiese hecho. Tuvo la intención de ir. Estuvo dos veces. Antes y después de la entrega de los premios Azucena Villaflor a seis referentes de los derechos humanos en el Museo del Bicentenario, minutos antes del inicio del acto.

En el albertismo se mostraron conformes con las señales de cercanía que dio Cristina Kirchner (Télam)

Tanto en el albertismo como en el kirchnerismo aseguran que la relación entre el Presidente y la Vicepresidenta pasa por un buen momento. Al día de hoy es así. Mañana, tal vez, cambie. Como ha cambiado tantas veces a lo largo de los primeros dos años de gestión.

De todas formas, la voluntad de Fernández es tensar pero no romper. No es casual que después de intentar contener los condicionamientos públicos que le hizo la Vicepresidenta, le haya dicho, mirándola a la cara: “Estoy con vos Cristina, porque sé de tu inocencia y honestidad. No esperen que me parece en otro lado”. Fue en alusión a lo que tanto Cristina como Alberto creen que es una persecución judicial contra la ex presidenta. Una caricia discursiva que la Vicepresidenta recibió con gesto adusto.

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