A 38 años de la vuelta de la democracia a la Argentina, vale recordar que el movimiento obrero estuvo sin duda entre los sectores de la sociedad más perseguidos y hostigados por los militares. Una gran número de dirigentes y militantes fueron exiliados, presos, secuestrados, torturados y asesinados. Muchos de ellos resistieron a la dictadura desde el mismo 24 de marzo de 1976, más allá de que sus gremios estuvieran intervenidos y sus vidas amenazadas. Pese a tener compañeros presos o desaparecidos, nunca claudicaron y muchos se jugaron la vida, como fue el caso del sindicalista portuario César Loza y del judicial Horacio Alonso.
César Loza asumió como secretario general del gremio de los portuarios en 1974, cuando Perón ya había fallecido. Con la presidente Isabel Martínez de Perón compartió varias reuniones. Un año después, Horacio Alonso asumió en el gremio de los judiciales. En ese tiempo, el golpe de Estado era inminente.
El 24 de marzo de 1976, la Junta Militar derrocó al gobierno de Isabel Perón. Un sector del sindicalismo argentino tomó una actitud combativa y pronto se organizó para luchar por el regreso de la democracia. “Estaba seguro que como había asumido en el 74 no me iba a tocar. Pero yo era un dirigente que, cuando había una movilización, metía 15.000 tipos en la calle. Me tenían miedo los milicos, así que cuando llegó el momento de la intervención militar me tocó también a mí”, recuerda Loza.
Una vez que cayó el gobierno constitucional de Isabel Perón, se formó la Comisión de los 25 gremios, algunos intervenidos y otros no, como en el caso del sindicato judicial. Pero “hubo otros que quedaron para la CGT en favor del gobierno de facto”, explican Loza y Alonso. “Los 25 realmente empezamos a hacer fuerza para enfrentar a los militares”. Este grupo, entre quienes se encontraban Loza, Alonso, Roberto García (Taxistas), Roberto Digón (Tabaco), José Rodríguez (SMATA), Hugo Curto (UOM), Saúl Ubaldini (Cerveceros), José Castillo (Electricistas navales), Fernando Donaires (Papeleros), Carlos Cabrera (Mineros), Ricardo Pérez (Camioneros), Osvaldo Borda (Caucho), terminaría constituyendo la CGT Brasil, que nace en 1979 con Ubaldini, un gran líder sindical y muy carismático. “El crecimiento intelectual, sindical y político que tuvo fue admirable y vertiginoso. Era como un rockstar”, asegura Alonso. Más tarde, se fueron incorporando otros gremios a los 25 originales.
“Hacíamos reuniones en distintos gremios y en ocasiones, pensando que distraíamos a los milicos, decíamos que nos juntábamos acá y nos juntábamos allá”.
En 1979, consideraron que era necesaria una medida de acción por el retorno de la democracia, y el 27 de abril se llevó adelante un paro general contra la dictadura. “En la clandestinidad sacamos un comunicado de prensa ratificando el paro, que tuvo más que nada un efecto político que de adhesión”, cuenta Alonso. Aquel día, ese grupo quedó detenido.
Frente a la actitud combativa de los 25 gremios, había otro grupo que no había tomado el mismo camino. Allí estaban Jorge Triacca (Plásticos), Delfor Giménez (Textiles), Ramón Baldassini (Correos), Oscar Lescano (Luz y Fuerza) y Armando Cavalieri (Comercio).
“Las posiciones que marcábamos eran totalmente diferentes”, explica Alonso. “En mi sindicato funcionaba la comisión de la libertad por el dirigente Julio Guillan, pero ellos no querían saber nada”. Alonso recuerda que la dictadura militar, a partir del diálogo que mantenía con un sector del sindicalismo, sostenía que dialogaba con el movimiento obrero. “Nosotros pedíamos la normalización de la CGT, de los gremios, el retorno a la democracia”.
En el paro del 27 de abril de 1979, el grupo liderado por Triacca no participó, así como en ninguna movilización que organizaron los 25 gremios o la CGT Brasil. “En una oportunidad viajamos dos delegaciones a la OIT en el 79. La oficial era la de ellos. Todos los puteábamos allá en Ginebra”, rememora Alonso.
Incluso durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, cuando se llevó adelante el Juicio a las Juntas, siguieron desconociendo el rol fundamental que habían cumplido sus compañeros durante la dictadura. Sin embargo, “la mayoría de los compañeros desaparecidos eran militantes sindicales. La vanguardia de la lucha contra la última dictadura militar fue el movimiento obrero”, agrega.
Sindicalistas argentinos en Washington
Lorenzo Miguel fue el encargado de organizar el viaje y decidir quiénes los iban a representar en Estados Unidos. Lesio Romero, del gremio de la carne, y César fueron los elegidos, pero contaron con el respaldo de todo el grupo. “El gobierno militar no podía impedir que viajasen porque iban a tener un problema con Estados Unidos”, dice Alonso.
Loza y Romero viajaron a Washington en 1979 invitados por la AFL-CIO, la central obrera de Estados Unidos, en la que participaron centrales de diferentes países del mundo. No estaba en el temario la situación de los derechos humanos en la Argentina, pero los dos sindicalistas aprovecharon la oportunidad para instalar el tema.
Por aquellos días se reunieron con el presidente Jimmy Carter y luego con senadores y diputados demócratas. Luego fueron invitados a participar en la OEA. “Éramos la voz de los que estaban presos, de los nuestros, de lo que estaba pasando”.
“Denunciamos la situación de la Argentina y a Martínez de Hoz en la OEA por el 100% de inflación, las instituciones intervenidas, los dirigentes presos, el secuestro de personas”, recuerda Loza. “Hicimos resaltar la situación que estábamos viviendo”. En la OEA, Loza pidió la palabra y felicitó a México por su estado democrático y su economía, y explicó cómo era la situación en nuestro país. “Fue una denuncia mundial, en defensa de la soberanía y los derechos humanos”, agrega. “Romero me dijo, ‘en esta vuelta nos matan’”.
Después de la gestión en Washington, una delegación de Estados Unidos viajó a nuestro país por lo que “se salvaron muchas vidas”, asegura Loza. Además, se les concedieron salidas provisorias los fines de semana a Carlos Menem y a Rogelio Papagno (Construcción), mientras que Lorenzo Miguel y Diego Ibáñez (petroleros) obtuvieron la prisión domiciliaria. Isabel Perón, detenida en la base naval de Azul, fue trasladada a la quinta de San Vicente. “Lo que nos tocó hacer a nosotros fue algo extraordinario pero también muy riesgoso porque estaban en peligro nuestras vidas”, destaca Loza.
El sindicalismo e Isabel Perón
“Tengo un recuerdo muy bueno. Me reconoció que Perón y Eva habían dejado el proyecto de que los sindicatos constituyéramos una especie de cooperativa para trabajar en nuestro lugar de trabajo”, cuenta Loza.
“Hemos sido muy injustos los peronistas con Isabel y necesitamos reivindicarla”, reflexiona Alonso. “Las decisiones que tomó Isabel siendo presidente están en el marco del proyecto emancipador de la Argentina y absolutamente comprometida con la justicia social”. Por este motivo, tanto Alonso como Loza, junto a un grupo de sindicalistas, reclaman colocar el busto de Isabel en la Casa Rosada como ex presidenta de la nación. Además, Alonso recuerda que tanto a él como a Fernando Galmarini, Isabel los recibió en la quinta de San Vicente en señal de gratitud.
Bloqueo a los barcos ingleses
En 1982 comenzó la Guerra de las Malvinas y Loza escuchó que el mercado europeo había cerrado la frontera para los barcos argentinos como rechazo a las exportaciones. Por esa razón, en defensa de la soberanía, encabezó un boicot latinoamericano. Primero viajó a Perú y llegó a movilizar 6.000 trabajadores portuarios, con quienes pararon 16 puertos en favor de la Argentina. “Nos acompañó Alan García, que fue presidente de Perú. Pedí a mis compañeros que los barcos ingleses fueran boicoteados”. Después se trasladó a Panamá. “En el canal de Panamá hicimos otra comisión de boicot y le cerraron la entrada a los barcos ingleses”. Después siguió su viaje hacia Venezuela, donde se armó otra comisión de boicot.
“Lo hemos hecho los peronistas; cuando la patria estuvo en peligro, hemos salido siempre”, manifiesta Loza. “Peleamos por los derechos humanos, por la soberanía y por la democracia. Lo hicimos con el peronismo. El movimiento obrero y la CGT siempre hemos sido peronistas”, concluye.
El justicialismo en muchas ocasiones se olvida de los que verdaderamente lucharon durante los años más oscuros y no se los reivindica con la gratitud que se merecen.
Tanto Alonso como Loza no solo esperan un reconocimiento hacia ellos sino también hacia sus compañeros de lucha de aquellos años, muchos de los cuales ya fallecieron y merecen que un peronismo agradecido los reivindique.
Ni Alonso ni Loza buscan honores: sólo esperan una memoria justa y completa y un reconocimiento hacia los compañeros de lucha de aquellos años, de los que están y de los que ya se fueron y cuya memoria merece que un peronismo agradecido los reivindique.
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