Del 21 al 28 de noviembre, en México, tuvo lugar la etapa semipresencial de la Asamblea Eclesial de la iglesia católica latinoamericana. Cien invitados por el Consejo Episcopal Latino Americano (Celam) se dieron cita en la capital mexicana, y otras 1000 personas participaron de modo remoto en estos días cumbre de la sinodialidad deseada por el papa Francisco. Del cúmulo de testimonios, reflexiones y aportes, se ha llegado a una primera síntesis bajo la forma de 12 desafíos.
Recién nombrado por el pontífice argentino como miembro del Dicasterio de la Comunicación del Vaticano, el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, compartió con Infobae sus impresiones acerca de la asamblea de la que está participando activamente. “La pandemia puso en evidencia graves inequidades sociales: hay gente que come una vez al día y mal”, dijo, al comentar cuál es el desafío que más lo interpela.
Esta entrevista con monseñor Lozano estaba pactada hace más de una semana para hablar sobre el evento eclesial latinoamericano y caribeño más importante después de la conferencia de Aparecida de 2007: la Asamblea Eclesial. Se fue postergando en función de la coincidencia de posibilidades y la concretamos el jueves 2 de diciembre, el día en que se conoció su designación como miembro del principal organismo vaticano dedicado a las comunicaciones. Este arzobispo argentino trabajó estrechamente con Francisco-Jorge Bergoglio en sus tiempos de cardenal en Buenos Aires y hoy, además de llevar adelante el gobierno de su arquidiócesis, presta servicios como secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Su nombramiento en el alto organismo de la Santa Sede lo tomó por sorpresa pero lo asume con entusiasmo.
— La Asamblea Eclesial que se inició a comienzos del 2021 con el tiempo de “escucha” y tuvo su punto culminante del 21 al 28 de noviembre fue de gran relevancia no solo para la vida de la iglesia católica de América Latina y el Caribe sino también para sus pueblos y entramados de cooperación en distintos ámbitos. Hubo un enorme trabajo de miles y miles en todo el continente. ¿Qué pasó la semana pasada en México?
— En México hubo un encuentro, una asamblea propiamente dicha, que reunió a laicos, religiosos, sacerdotes, de distintos lugares del continente. Cerca de 1000 asambleístas entre los cuales había aproximadamente un 20% de obispos, 20% de sacerdotes y diáconos, 20% de religiosas y religiosos, y un 40% de laicos varones y mujeres de distintas edades, tareas y experiencias. Unos vinculados a una parroquia, otros a la pastoral en la cárcel, otros en el acompañamiento de adictos a las drogas, otros que asisten a personas que duermen en la calle. Es decir: con experiencias muy distintas. Durante toda una semana a través de plataformas de redes sociales compartimos anhelos, búsquedas, se formularon desafíos en común. Llevamos adelante un trabajo muy intenso en grupos de unas 15 personas cada uno, bien diversos en su constitución, lo que fue muy enriquecedor por la variedad de las procedencias, y a su vez poder pensarnos como pueblo de Dios en el continente. No solo mirar lo que pasa en mi parroquia sino ver cómo nos abrimos a la situación de toda América.
— Dos verbos resonaron desde el inicio de la Asamblea Eclesial y retumbaron mucho la semana pasada: discernir y escuchar para acompañar el proceso de sinodalidad que pide el Papa Francisco. ¿Qué significa caminar todos juntos en la Iglesia católica?
— Por un lado significa reconocernos como peregrinos. Esta dimensión de ser peregrinos desde la fe es algo que hunde sus raíces en la experiencia del pueblo judío que se liberó de Egipto y peregrinó hacia la tierra prometida. La peregrinación era propia de la expresión de la piedad judía. Nos acordamos de la peregrinación que José, María y Jesús Niño hicieron al santuario de Jerusalén, de las peregrinaciones a Luján, y a tantos santuarios… La peregrinación es una imagen plástica de la Iglesia que no es una comunidad estática sino una comunidad que camina. Varios cantos que usamos en la misa expresan esto: somos un pueblo que camina. El papa Francisco también nos insiste en ser una Iglesia en salida. La peregrinación es una actitud de salir hacia otros por eso nos pone atentos en la escucha y el discernimiento. Abrir el corazón a lo que todos puedan aportar, no solo los obispos, no solo los catequistas, no solo los que han estudiado teología sino que cada bautizado puede y debe participar en la vida de la comunidad. Discernir es, de lo que escuchamos, ver lo que esto significa: es saber encontrar el significado de la historia para ver a qué nos está llamando Dios en esto que vamos contemplando.
— A la luz del proceso que está describiendo, ¿cómo diría que se lleva la Iglesia Católica con el mundo actual?
— Hay algunos elementos que muestran una relación positiva. Por ejemplo, la encíclica del papa Francisco sobre la cuestión ambiental, la casa común, ha estrechado mucho el vínculo con miembros de otras comunidades de fe, con científicos, con organizaciones sociales. La última encíclica, Fratelli tutti, sobre la fraternidad universal, es una enseñanza del Papa no solo para los católicos sino para todos los hombres y mujeres que quieran reflexionar, escuchar su mensaje. Sucedieron estas visitas del Papa a lugares de conflicto: él ha ido a Egipto, su primer viaje fue a Lampedusa para estar en medio de los migrantes, ha visitado algunos países en el África con graves conflictos de violencia y de pobreza. Ha estado en un vínculo permanente con la sociedad. Podríamos decir que Francisco no es un Papa que vive encerrado en el perímetro del Vaticano y aun cuando está afuera del Vaticano tampoco tiene un perímetro de angustias y preocupaciones que solo tienen que ver con la vida de la Iglesia. En su corazón está la humanidad: la pobreza, la búsqueda de la paz en contra de la guerra, el cuidado de ambiente, son de sus predicaciones más comunes y, al interno de la vida de la Iglesia, el amor a Jesucristo y el seguir sus pasos de cerca. En lenguaje futbolero: Francisco a todos nos marca la cancha. No puedo ser obispo encerrado en la curia si el Papa no es Papa encerrado en la curia. Él marca, no necesariamente con discursos pero sí con actitud, cuáles son aquellas orientaciones que los demás debemos seguir. Obispos, sacerdotes, fieles laicos, religiosas, diáconos, todos en el pueblo de Dios vemos en el Papa un ejemplo de cómo ser Iglesia en salida y esto también nos vincula con el mundo. Como obispo tengo que atender a los sacerdotes, recorrer las comunidades parroquiales, procurar que la catequesis sea cada vez mejor como comunicación de la experiencia de la fe en la escuela católica, en la universidad, pero también tengo que recibir a los movimientos sociales, favorecer el diálogo en la sociedad, atender a los pobres y a los enfermos, más allá de la atención en la fe. Ese es un modo en que la Iglesia se lleva con el mundo. No siempre esto implica un trato exento de conflictos. A veces hay rispideces o problemáticas que hacen que no sea tan sencillo y algunos pueden sentirse fuera de ámbito de la Iglesia, o no contenidos, o juzgados, pero parte de nuestro camino es mostrar con hechos más que con palabras que estamos en esta disponibilidad de cercanía con toda la humanidad.
— Volvamos al importante evento continental de la Asamblea Eclesial. Qué trabajo enorme sintetizar en 12 desafíos pastorales miles y miles de argumentaciones, historias, trayectos, objetivos. Nos imaginamos un embudo… Los jóvenes, las víctimas de injusticias, las mujeres, sinodalidad vs. clericalismo, pueblos originarios… De todas estas complejidades, ¿qué lo interpela con más fuerza, qué lo desvela, qué lo urge como preocupación?
— Estos 12 desafíos son el producto de 5 días de trabajo en grupos, casi 100. A esto llegamos después de horas de reflexión. Al entregarnos las conclusiones, pasábamos toda la tarde leyendo, haciendo síntesis, recogiendo acentos y lo devolvíamos al día siguiente para darle una vuelta más de rosca. Trabajamos con esta dinámica de ida y vuelta permanente. Los desafíos tienen el lenguaje en el que se expresó la gente. No quisimos darle un tono académico a lo que no vino del mundo académico, queríamos expresarnos con el mismo lenguaje que los hombres y mujeres que formaban parte de los grupos —muchos de ellos jóvenes— le iban dando a las propuestas. De estas complejidades la que más me moviliza es la opción por los pobres y el ver cómo la pandemia puso en evidencia graves inequidades sociales. Hay gente que come una vez al día y mal. Hay otros que comparten vivienda con dos o tres familias en un ambiente con techo de chapa, en una condición realmente inhumana. Muchos que duermen en la calle, los drogadictos, los que tienen algún tipo de enfermedad o de situación de dolor… el desafío que abarca esta realidad es algo que me conmueve. Al Papa le gusta utilizar la parábola de buen samaritano: aquel que se detiene ante el dolor y es capaz de inclinarse, de curar, sanar. Este es un grupo de preocupaciones importantes. Otro tiene que ver con el cuidado del ambiente: el cambio climático es una realidad dramática para la humanidad y nuestros líderes políticos no son conscientes de esto, no obran en consecuencia. Estamos viviendo alegremente cuando se nos está viniendo un alud. Los que tienen que tomar decisiones miran para otro lado. El cuidado del ambiente en nuestro continente, particularmente en la Amazonia, es un tema urgente.
— Y en lo interno, en la vida eclesial, ¿cuáles son los desafíos?
— En el ámbito de lo eclesial surgió mucho la necesidad de dar mayor espacio a los laicos, particularmente a las mujeres, tanto espacios de discernimiento como de toma de decisiones. No solo que sean convocados para el trabajo sino que puedan formar parte de los Consejos Pastorales teniendo el lugar que merecen tener. Hay una mala manera de entender el ministerio sacerdotal o episcopal que es el clericalismo: una manera indebida de pararnos frente a la comunidad cristiana. Hace unos meses, una señora me dice: “padre, ¿qué es el clericalismo?” Yo estaba en la calle, vi pasar un colectivo y le dije: el colectivero es el que va adelante, el único que tiene una panorámica, es el que decide a qué velocidad va, dónde para, y los pasajeros lo único que deciden es dónde se suben y dónde se bajan. El cura o el obispo que vive su ministerio como un colectivero... eso es clericalismo. El que conduce piensa que la tiene clara, que no necesita de nadie que le aconseje, que no necesita de nadie que esté al lado, el que quiera se sube y el que no quiera se baja. Eso es clericalismo: cuando uno entiende que su modo de ser pastor es el del colectivero.
— El Papa Francisco estuvo presente en la Asamblea Eclesial a través de un mensaje en el que destacó dos palabras: escucha y desborde. ¿Qué significa trabajar a nivel latinoamericano en este desborde que nos pide el Papa, aunque haya puesto al mundo en “estado de sínodo” desde octubre de este año y quizás lo está soñando para toda la humanidad?
— La palabra “desborde” es una palabra muy querida por el Papa. Está en el documento de Aparecida, aquella asamblea tan importante en Brasil en 2007. En uno de los primeros párrafos se dice que la fe tiene que ver con el conocimiento y la experiencia de encuentro con Jesús y que por desborde de la alegría que esto nos provoca tenemos que comunicarlo, como una especie de fuerza incontenible. Recordemos que Francisco fue el presidente de la comisión de redacción de aquel documento. Nos invita a no ser mezquinos ni calculadores. El que siembra abundantemente desborda de semillas. En cambio, cuando a la vida de la Iglesia le ponemos cálculos de eficacia empezamos a ahogar el Espíritu y medimos hasta dónde me comprometo, si esto que voy a hacer me va a comprometer más aún, si en lugar de entrar en este diálogo mejor salvo el pellejo y me cuido… A veces en nuestras comunidades decimos: si así estamos bien, ¿para qué queremos más? Esa es una comunidad que no desborda, es una comunidad que se conserva, que busca salvar la ropa como decimos también. El desborde nos hace confiar en el Espíritu Santo y asumir llevar a otros la experiencia de Dios.
— ¿Qué sigue después de la Asamblea Eclesial, cuál es el camino que se propone?
— Primero hicimos una lista de 41 desafíos y de esos cada uno personalmente tenía que elegir aquellos que le parecían más urgentes, así se llega a estos 12 desafíos. Algunos propusieron 8, otros marcaron 15. Estos 12 fueron los que mayor adhesión mostraron. Ahora la tarea en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) junto con otras organizaciones del continente como Cáritas, espacios que luchan contra la trata de personas, la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) y un equipo interdisciplinar vamos a tomar estos desafíos y hacer de nuevo una tarea de discernimiento, recoger el camino que se vino dando, preparar nuevamente otros materiales; tenemos previsto hacer una nueva asamblea pero esta vez por regiones de nuestro continente, por cercanía de países, hacerles una devolución y recibir comentarios. Y, si Dios quiere, hacia abril o mayo del año que viene, tendremos unas orientaciones pastorales más estables para los próximos años. En el horizonte tenemos el año 2031 cuando se cumplen 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego y 2033 cuando se cumplirán los 2000 años de la muerte y resurrección de Jesús.
— Cuando se inició esta Asamblea Eclesial en México, fue el santuario de la Virgen de Guadalupe quien los recibió. Mucha emoción, ¿verdad?
— Una gran ternura. Yo me dediqué varias horas a mirar los ojos de la Virgen. El cuadro está en un lugar elevado y abajo hay una rampa por donde circulan los peregrinos que la miran, se hacen la señal de la cruz, le tiran un beso. Me detuve en los ojos de la Virgen y en los de los peregrinos, y cómo ese encuentro de miradas era de consuelo, de paz, de aliento. Una profunda comunión en apenas unos instantes en que se cruzaban esas miradas y ese abrazo de ternura. Percibí eso también en mí y en los que estábamos allí.
— ¿Cómo interpreta su designación como miembro del Dicasterio para la Comunicación vaticano?
— Es todo muy nuevo porque me enteré hace unas horas. Las tareas consisten en participar junto con los otros miembros de distintos países de algunas reuniones, entiendo yo virtuales por razón de los tiempos, de lo económico también, tendremos de manera esporádica algún encuentro presencial. Me enviarán material de lectura y análisis, o alguna pregunta para compartir sobre cuestiones de América Latina y el Caribe. La designación entiendo que obedece también al cargo que tengo en el CELAM como secretario general y la expectativa es que mi participación dentro de este dicasterio pueda ser compartir y llevar la experiencia del trabajo en este ámbito y, por otro lado, de lo que allí se indique o elabore promoverlo como enriquecimiento para las Iglesias en el continente americano.
— ¿Cómo es su relación con la comunicación, el periodismo, los medios en general?
— En general me vinculo muy bien. Me ha resultado algo agradable poder participar en programas de radio, de televisión, escribir artículos. Todos los domingos y hace ya muchos años, publicamos un artículo en distintos medios gráficos que también se comparte en redes sociales. Participo también en mensajes de catequesis semanales a través de Facebook y del canal de televisión del arzobispado. Hace muchos años que tengo página en esa red social desde donde trato de comunicar la experiencia de encuentro con Jesús y de solidaridad de todos los que formamos parte de una misma humanidad. Mi vínculo con los medios es muy bueno.
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