La campaña terminó y en la Casa Rosada aseguran que el acto de Alberto Fernández el miércoles en la Plaza de Mayo fue la última demostración político-partidaria del año por parte del oficialismo, pero la principal herramienta del Gobierno en la carrera proselitista continuará vigente durante la gestión.
Mientras se debate la posibilidad de institucionalizar el Frente de Todos, la mesa de comunicación política que lideró el gurú catalán Antoni Gutiérrez-Rubí con representantes de los principales socios de la coalición, Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, funcionará como espacio de articulación política para canalizar la difusión de la gestión de manera “ordenada” y “en conjunto”, para atenuar las fricciones que reinaron durante los dos primeros años de gobierno del Frente de Todos.
En los días posteriores a la elección general ya hubo dos encuentros. El subsecretario de Comunicación de la Presidencia, Marcelo Martín y el armador territorial de Alberto Fernández, Néstor Moccia; la portavoz Gabriela Cerruti; la secretaria de Comunicación y Medios Públicos que responde al jefe de Gabinete, Juan Manzur, Valeria Zapesochny, el secretario de Comunicación y Prensa de la Presidencia, Juan Ross; y los responsables de comunicación de Cristina Kirchner, Hernán Reibel y Patucho Álvarez; y de Sergio Massa, Santiago García Vázquez, seguirán reuniéndose con el fin de articular la estrategia comunicacional del Frente de Todos, más allá de la campaña.
Fue allí donde se gesto la estrategia del “si” que propuso Rubí y donde se decidieron los distritos a los que bajó el Presidente en sus recorridas de “escucha” por el conurbano bonaerense. “El Catalán planteaba la zona que había que apuntalar, por ejemplo, la Primera sección, y Moccia sugería el distrito y diseñaba la bajada en el territorio”, describieron en Balcarce 50 sobre el ámbito que funcionaba en el Complejo C con varias reuniones semanales. A partir de ahora, la asiduidad de los encuentros será similar: decidieron reunirse una vez por semana. Pero buscarán despegarse lo más posible de la “comunicación política” y volcarse, en cambio, a la “comunicación de gestión”.
La ecuación se basa en la remontada en los resultados: “Antes de las PASO sólo había actos endogámicos políticos, y así nos fue. Si en un mes y medio (hasta las Generales) logramos crecer con el eje de la comunicación de gestión, nos quedan dos años más para seguir creciendo, escuchando demanda de la gente y gestionando”, dijeron a Infobae.
En el Gobierno se atajan ante las obvias comparaciones entre Rubí y con Jaime Durán Barba, el gurú comunicacional proveniente de Ecuador que asesoró a Mauricio Macri durante campaña presidencial de 2015 y continuó piel a piel junto al entonces primer mandatario y su jefe de Gabinete, Marcos Peña, durante el resto de la gestión de Cambiemos, hasta 2019.
“El perfil de Rubí es mucho más bajo, es otra cosa. Su principal valor es que lo escuchan desde Máximo a Cristina hasta Massa y Alberto. Él plantea una idea y se la respeta. Pero no es el gurú de Alberto en exclusiva”, dijo un armador del oficialismo. Un importante funcionario consideró su presencia como vital para el “disciplinamiento estratégico” de la comunicación.
Su llegada a los distintos espacios proviene desde antes de que se conformara el Frente de Todos. Rubí asesoró a Cristina Kirchner durante la experiencia de Unidad Ciudadana en las Legislativas de 2017, y trabajó con Massa en 2019. Durante la última campaña, su llegada con Alberto Fernández fue prácticamente diaria y el Presidente lo recibía en Olivos periódicamente.
Sin ir más lejos, el martes pasado fue el organizador, junto a Moccia, los movimientos sociales y la CGT, del acto en la Plaza de Mayo. Y estuvo con el Presidente en la Casa Rosada hasta minutos antes del discurso donde el jefe del Estado buscó posicionarse en el centro de la escena política del Frente de Todos frente al comienzo de una etapa donde todos los espacios del oficialismo buscarán imponer a sus propios candidatos por el mando del Ejecutivo.
“La mesa funcionó muy bien. Fue el único espacio de verdadera unidad, para evitar las operaciones, los trascendidos y los off the record para construir mensajes en conjunto. Sería un error terminarla”, se esperanzan en la Casa Rosada sobre el entorno que se conformó después de la derrota de las PASO, cuando el Frente de Todos se encontraba en plena crisis interna por los pases de factura mutuos, en especial de parte del kirchnerismo hacia el Presidente, por la serie de errores comunicacionales y el “bajo ritmo de la gestión” bajo el liderazgo de Santiago Cafiero como jefe de Gabinete, antes de que fuera desplazado a la Cancillería por presión de Cristina Kirchner.
En el Gobierno consideran más necesario que nunca la conservación de un espacio de contacto permanente aunque sea entre segundas líneas, si bien las cúpulas también coinciden en conversaciones telefónicas y, esporádicamente, presenciales.
En especial de cara a la presentación en el Congreso, pero antes a nivel interno, de dos proyectos clave que auguran controversia: el Presupuesto para 2022, y el programa plurianual para acordar con el FMI que prepara el Ministerio de Economía de Martín Guzmán, funcionario del riñón de Alberto Fernández que fue muy cuestionado por el kirchnerismo por sus políticas tarifarias y fiscales desde el segundo semestre de 2020. Amos planes, que serían debatidos antes de fin de año y sobre los que se conoce poco, podrían contemplar medidas de ajuste y despertar nuevos resquemores internos con el ala kirchnerista, se adelantan, por lo bajo, en la Casa Rosada.
Las diferencias por la gestión y por el rumbo de la coalición siguen latentes. El malestar más reciente se evidenció la misma noche de la elección general, cuando el ala albertista, los movimientos sociales y la CGT festejaban la remontada en los resultados con respecto a las PASO principalmente en los distritos de los intendentes del PJ, mientras La Cámpora y el Instituto Patria se mostraban reticentes a festejar, golpeados por la pérdida del quórum en el Senado que conduce Cristina Kirchner y la baja performance entre los distritos kirchneristas, excepto en Quilmes, donde Mayra Mendoza “lo dio vuelta”. Testimonio de ese malestar, analizaban en la Casa Rosada, fue el silencio de Máximo Kirchner en el escenario del búnker del Frente de Todos en el Complejo C de Chacarita, el mismo domingo, apenas después de que trascendieron los primeros registros del escrutinio provisorio que mostraron una mejora evidente en la Provincia que no les alcanzó para ganar.
También se vio el miércoles, durante el acto que habían gestado días antes de las elecciones los movimientos sociales y la CGT en torno a la figura de Alberto Fernández para “defender su gobernabilidad” ante la perspectiva de una derrota estrepitosa en las Generales. La Cámpora se sumó a esa movilización el día previo, con la suba de los porcentajes del oficialismo ya en mano, pero lo hizo con reparos. No fue casualidad que la primera plana de la organización asistiera a la marcha desde una posición relegada en el espacio. El escenario desde donde habló Alberto Fernández estaba a metros de la Casa Rosada, mientras que Máximo Kirchner y los principales funcionarios, funcionarias e intendentes de su espacio empezaron a marchar desde el Obelisco y sólo avanzaron hasta Diagonal Norte y Perón. Inmediatamente delante del Presidente, en cambio, se plantaron centenares de militantes con lecheras y banderas de Movimiento Evita y Camioneros, junto a otros gremios de la CGT.
“Si La Cámpora quería, estaba adelante”, deslizó un importante dirigente social cercano al Presidente al finalizar el acto. En la organización Kirchnerista le bajaron el tono a las interpretaciones sobre su apartamiento en el multitudinario encuentro, que reunió a más de 100.000 personas, y lo atribuyeron a cuestiones de logística: “No había lugar para avanzar hasta el escenario a tiempo”, sostuvo un funcionario camporista.
La continuidad de la mesa es una señal en el sentido de la conciliación interna con unidad que busca promover Alberto Fernández, como expresó en su discurso como único orador frente a la Casa Rosada. De hecho, en el Gobierno va tomando forma la propuesta del Presidente para “institucionalizar” el Frente de Todos a través de la creación de un consejo “consultivo y deliberativo” que genere “programas electorales y consensos”.
Esas iniciativas buscan conducir por la vía del “diálogo interno en buenos términos” el recorrido a las elecciones presidenciales de 2023, donde todas las tribus del oficialismo, inclusive las sociales y sindicales, ya están anotadas para competir. La pregunta ahora, aunque faltan dos años, es por la definición de los candidatos por la Presidencia y la gobernación de la provincia de Buenos Aires.
El Presidente llamó el miércoles a que se celebren internas, según aseguran, con el aval de Cristina Kirchner y de Sergio Massa, pero desde La Cámpora aún no expresaron su postura públicamente. En la Casa Rosada creen que unas inéditas PASO del peronismo serán inevitables, y justifican la decisión en el contexto político. Insólitamente, se inspiran en la experiencia, que califican como positiva, de las PASO en la oposición. “A Juntos le salió bien. No podemos seguir con las designaciones a dedo. En 2019 eligió Cristina, pero ahora ella no tiene el mismo peso. Hay otros actores en el juego, como los gobernadores, a través de la figura de Manzur. Y con un Alberto que, con sus aciertos y desaciertos, es el Presidente de todos los argentinos. No queda otra que disputar poder adentro”, dijo un funcionario del riñón albertista.
Por ahora, la mesa de comunicación es un primer intento de mantener la cohesión interna en el comienzo de la carrera por 2023, aunque sea desde el punto de vista de la comunicación de gobierno.
SEGUIR LEYENDO: