Celos, internismo y viejas rivalidades: las tensiones latentes que pueden explotar en la nueva CGT

Por qué a poco de haber comenzado a funcionar, la flamante central tiene dirigentes que miran con recelo a otros. La dinámica distinta que inauguró la llegada de Pablo Moyano. Los ecos de la vieja pelea Sanidad-Camioneros

Héctor Daer, Carlos Acuña, Gerardo Martínez y Andrés Rodríguez, durante el último congreso de la CGT

¿Qué hay de nuevo en la nueva Confederación General del Trabajo (CGT)? Por ahora, no demasiado. Hay que admitir que sus autoridades asumieron hace apenas nueve días, a poco de las elecciones legislativas y la posterior movilización por el Día de la Militancia en la Plaza de Mayo, donde la flamante central obrera debutó en la calle para darle protección política a Alberto Fernández y bloquear el avance de Cristina Kirchner.

En el medio, el triunvirato que integran Héctor Daer (Sanidad), Pablo Moyano (Camioneros) y Carlos Acuña (estaciones de servicio) tuvo este martes un encuentro con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, para organizar el acto albertista. Aun así, los primeros indicios que dio la nueva CGT es que existen tensiones latentes que pueden explotar en cualquier momento. La misma reunión con el gobernador tucumano en uso de licencia despertó celos en algunos dirigentes cegetistas que no fueron invitados: la incorporación del dirigente camionero alteró la dinámica de conducción que regía desde 2018 y hay colegas que parecen incómodos.

El control político y operativo de la “vieja” CGT estaba en manos de menos sindicalistas: Daer, del sector de “los Gordos”, y los llamados “independientes”, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias). Acuña era cotitular cegetista, como el líder de Sanidad, pero quedaba afuera de algunas decisiones. Muchas determinaciones se concentraban en una “mesa chica” a la que se sumaban cinco dirigentes más. El Consejo Directivo anterior tenía 25 integrantes y se reunía con poca frecuencia.

Esa es la dinámica que ya empezó a cambiar. La CGT anterior tenía la marca en el orillo de Daer, del sector más dialoguista del sindicalismo, que mantiene una buena sintonía con el empresariado y es el dirigente más alineado con Alberto Fernández. Se sumó Pablo Moyano, de una impronta combativa y un carácter irascible, que demoniza a los empresarios y actualmente apoya con menos entusiasmo al Gobierno. ¿Podrán convivir pacíficamente esos dos estilos y personalidades tan distintas? No es lo único que los diferencia. El hijo de Moyano renunció a la CGT en 2018 por estar en desacuerdo con la postura ante el gobierno de Mauricio Macri del triunvirato que manejaba la central obrera, uno de los cuales era Daer.

Héctor Daer y Pablo Moyano, con Julio Cobos, durante el debate en el Senado en 2016 sobre el impuesto a las ganancias

Sanidad y Camioneros tienen una rivalidad que se remonta a los años noventa. Daer y su jefe político, Carlos West Ocampo, titular de la federación del sector, apostaron a la figura de Carlos Menem, apoyaron las privatizaciones y protegieron un modelo “empresarial” de gremialismo que incluyó los negocios de las AFJP. En el otro rincón, Hugo Moyano, opositor de todo lo mismo que defendieron sus adversarios de Sanidad, de quienes se alejó mucho más desde 2003, cuando el jefe camionero fue socio sindical de Néstor Kirchner y lo aprovechó para lograr ventajas políticas y económicas a expensas (y en desmedro) de sus colegas.

Las diferencias se mantuvieron a lo largo de los años. Con la asunción de Alberto Fernández, ambos sindicatos se sacaron chispas en el comienzo de la pandemia. En marzo de 2020, la CGT de Daer impulsó junto a la UIA un acuerdo que habilitaba las suspensiones del personal sin tareas con el pago del 75% del salario neto. Pablo Moyano lo criticó porque “convino la reducción de los haberes en un 25%”. La misma tensión surgió cuando la central obrera se reunió con la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y la atacó el camionero: “No ayuda hablar con esos empresarios que alientan la rebaja salarial y la reforma laboral”.

Daer le devolvió la gentileza luego de que los Moyano bloquearon el centro de distribución de Mercado Libre en La Matanza para conseguir el encuadramiento de los trabajadores que es de la Unión de Carga y Descarga, del barrionuevista Daniel Vila. “Hay que ser respetuosos de las organizaciones sindicales. Bajo ningún punto de vista el pleito de Mercado Libre se puede resolver con un bloqueo”, dijo el líder cegetista.

Ese punto abre otro interrogante: ¿cómo se asimilarán en la flamante CGT los tironeos por el afán expansionista de los Moyano, que desde hace décadas mantienen como práctica “robar” afiliados de otras organizaciones? Hay sindicalistas que no están dispuestos a aceptarlo. Pablo Moyano fue el que impulsó el bloqueo a Mercado Libre mientras su papá estaba recluido por la cuarentena obligatoria, pero finalmente fue excluido de la negociación por el propio líder camionero porque su intransigencia impedía un acuerdo.

Alberto Fernández, con la CGT en la quinta de Olivos

Por eso esa convivencia entre Daer y Moyano se perfila difícil, así como también será complejo el funcionamiento de la CGT. Para contener a todos los sectores, se duplicaron los cargos del Consejo Directivo y ahora hay una superpoblación sindical: hay 36 secretarías (antes eran 25) donde cada sindicato designó a un hombre y una mujer para que se alternen en el cargo, además de 13 vocalías (10 en la vieja grilla).

Eso implica que ya no podrán hacerse las reuniones de Consejo Directivo en la sala del cuarto piso de la sede de Azopardo 802 porque allí no entran más de 20 personas, que era el promedio de dirigentes que concurrían a estos encuentros. Por eso el primer encuentro del nuevo Consejo Directivo se hará tres pisos más abajo, en el histórico salón Felipe Vallese, con capacidad para 300 personas. ¿Se podrá sacar algo en limpio del debate en una estructura casi inabordable? Es una de las tantas dudas que se abren.

También la CGT toma un rumbo incierto porque en su interior conviven distintos proyectos políticos. Héctor Daer sembró un anticipado motivo de peleas cuando esta semana se mostró en favor de la reelección de Alberto Fernández. Despertó malestar por haber exteriorizado una postura desde su condición de cotitular cegetista. ¿Pablo Moyano está de acuerdo? Su papá construyó una excelente relación personal con el Presidente. Hay dirigentes que apuestan por una candidatura presidencial de Manzur o del gobernador de San Juan, Sergio Uñac. Si no se ponen de acuerdo será otro motivo de división en el sindicalismo.

Si la cercanía con Alberto Fernández o Cristina Kirchner puede convertirse en el eje de nuevas disputas, todo indica que la CGT pasará una temporada en el infierno. En la nueva central obrera pueden hacerse escuchar (y detonar polémicas) dirigentes que están alineados con alguno de los tres referentes del Frente de Todos. ¿Podrán extender la paz interna o su relación se recalentará al calor de las definiciones políticas en la medida en que se acerca 2023? Será difícil que no estallen. La grieta también está adentro del oficialismo.

El Consejo Directivo de la CGT no entrará en el salón donde se suelen hacer estas reuniones

De la misma forma, si se aproxima el acuerdo con el FMI y eso implica más ajuste económico, ese será otro motivo de disputa interna en la CGT. Hay dirigentes más comprensivos y dispuestos a sacrificar imagen en favor del oficialismo, sobre todo si logran un gesto de reciprocidad por parte del Gobierno, como un antiguo objetivo que se actualizó: designar al titular de la Superintendencia de Servicios de Salud, que administra los fondos de las obras sociales y está liderada hoy por Daniel López, un hombre de Ginés González García.

El dato no es menor. La CGT teme que la Vicepresidenta reaccione en algún momento y no sabe hasta dónde -y hasta cuándo- Alberto Fernández podrá resistir una nueva embestida para copar más espacios del Gobierno. La Superintendencia, sospechan, será una de las áreas que a las que apuntará el kirchnerismo para disciplinar a los sindicalistas que no le responden. Ya lo hizo en 2008, cuando Cristina Kirchner designó a la “pingüina” Liliana Korenfeld para darles fondos frescos a los amigos sindicales y nada a los enemigos.

Nada nuevo bajo el sol sindical, por lo visto. Por ahora, la nueva CGT no termina de ser nueva y la vieja central obrera es la que predomina en medio de los temores por el escenario de celos, internismo y viejas rivalidades que puede paralizar su funcionamiento y complicar al Gobierno que dicen defender.

Por esas curiosidades del destino, que siempre se repiten, la dirigencia cegetista se unió para recuperar el poder perdido, pero puede retroceder varios casilleros si se deja dominar por los reflejos de siempre.

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