Con una explicación de comunicado médico y con fuerte sentido político, Cristina Fernández de Kirchner informó poco después de las siete de la tarde de este domingo que no asistiría al bunker del Frente de Todos. Lo hizo con mucha anticipación, a una hora en que los nervios consumían pronósticos en la provincia de Buenos Aires y ya se perfilaba que el resultado nacional era de derrota para el oficialismo y ella misma veía perder el manejo absoluto en el Senado, su dominio en el territorio institucional.
La ex presidente se encargó de destacar que el esfuerzo de participar en el acto de cierre de campaña, el jueves en Merlo -una semana después de la intervención quirúrgica-, repercutió ahora en la recomendación de reposo. Por supuesto, es imposible desconsiderar las razones clínicas, pero también es imposible dejar de lado que aún así eso le da sustento a la hipótesis de un cambio de estrategia en las presiones sobre Olivos.
La participación en el acto de Merlo, con los cuidados del caso, hizo posible otra foto de “unidad”. Traducido en medio de la tensión doméstica, eliminaría la alternativa de una ruptura dramática. Los gestos en el escenario y el propio discurso presidencial con insistencia sobre la necesidad de sostener el frente oficialista expusieron que, en todo caso, la disputa en el centro del poder había quedado suspendida, no saldada.
El tuit de CFK podría significar un “giro táctico” respecto de lo que ocurrió en los días siguientes a las PASO. Y también una respuesta al propio Alberto Fernández, que después de votar dijo que no tenía previsto realizar cambios de Gabinete. En rigor, después de las primarias, el Presidente había apostado a cerrar filas, intensificar la campaña, poner en marcha medidas de asistencia económica –“platita”- y postergar para después de las elecciones legislativas cualquier modificación del equipo de Gobierno.
El cambio fue finalmente forzado por la ofensiva de CFK, con su carta y renuncias públicas. Y tal vez mecánicamente se esperaba una secuencia igual ahora. Está claro que el kirchnerismo duro apunta a los ministros del área económica, Martín Guzmán y Matías Kulfas. De hecho, ya han sido esmerilados por distintas cargas -la más recordada, por las tarifas y últimamente, con el desembarco de Roberto Feletti- y quedaron condicionados por la interna.
La ex presidente podría explorar ahora el camino de más bajo perfil público. El objetivo sigue siendo la modificación del equipo de ministros y tal vez una etapa de vacío termine de debilitar algunas líneas. Es decir, dejar el foco puesto sobre lo que haga el Presidente y cómo se asimila el resultado no sólo nacional, sino también bonaerense, con la recuperación anotada.
Hay dos elementos más que seguramente pesarán. El primero, tiene que ver con el Senado. El oficialismo pierde la comodidad del quorum propio. Y tal vez, los resultados nacionales incidan en reacomodamientos internos. Hasta ahora, hubo disciplina vertical. No está claro que eso siga siendo así. El segundo, es quiénes se atribuyen triunfos y a quiénes se le cargan las derrotas. Eso impactará en todos los niveles y hacia afuera. Condiciona incluso el carácter de la posible convocatoria a un acuerdo político.
SEGUIR LEYENDO