El gobierno nacional arriba a la elección de este domingo desgastado, agotado de tanta interna destructiva y de los esfuerzos para levantarse del piso después de la derrota en las PASO, y las heridas de la crisis que desató la vicepresidenta Cristina Kirchner puertas adentro de la Casa Rosada. También atormentado por una secuencia de traspiés políticos que dieron vuelta la agenda pública al menos una vez a la semana.
En esas condiciones llega también el presidente Alberto Fernández, que en el cierre de campaña dio señales claras de querer mantener la unidad del espacio político junto a la Vicepresidenta, pero que recibió una fría respuesta corporal de su compañera de fórmula, que entiende a la perfección la importancia de los gestos en el terreno de la política.
Desde el lunes 13 de septiembre a esta parte, el Gobierno quedó sumergido en una interminable serie de polémicas y contradicciones que fueron carcomiendo la credibilidad y autoridad del Jefe de Estado y de la gestión peronista. Desde hace largos meses que el oficialismo no puede salir de esa dinámica corrosiva y tóxica.
La primera caída post PASO fue la crisis interna. Tres días después de las Primarias, y al ver que Alberto Fernández no estaba dispuesto a renovar el Gabinete para dar una señal de cambio luego de la derrota, los ministros que le responden a la Vicepresidenta presentaron sus renuncias escalonadamente. Fue un golpe de efecto violento.
El primero en abrir la jugada fue el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro. Puso a disposición su renuncia sin avisarle previamente al Presidente, que se enteró, a través de su ex vocero, arriba del helicóptero que lo trasladaba desde José C. Paz a la Casa Rosada. El ministro camporista, que cuenta con la íntima confianza de Cristina Kirchner, hizo estallar la bomba en el corazón de Balcarce 50.
Para Fernández y su círculo chico la jugada política de “Wado” fue una traición. Si al día hoy está en su cargo es porque para la Vicepresidenta es una pieza inamovible del tablero gubernamental. Correrlo de su oficina podría desatar una nueva guerra interna. Si bien la relación entre el Presidente y el ministro está mejor que en los primeros días posteriores a la crisis, nunca volvió a ser la misma. La confianza se rompió.
En el ministerio del Interior asumen que el Jefe de Estado, tarde o temprano, entenderá que De Pedro fue la punta de lanza de una jugada que terminó beneficiando al Gobierno, ya que pudo recuperar la iniciativa después del golpe de nocaut en las urnas. Un movimiento que fue solicitado por la jefa política del kirchnerismo. No había margen para decir que no.
En un principio Fernández se mostró fuerte y pareció tener intenciones de frenar el avance kirchnerista. Pero su posición de trinchera duró unas pocas horas. Pese a que hubo ministros, legisladores y gobernadores que le dejaron saber que estaban para acompañar una ruptura con el kirchnerismo o una jugada fuerte para hacer jaque mate, el Presidente desistió. Bajó las armas y renovó una parte del Gabinete.
En ese cambio apareció en acción un histórico de las gestiones K: Aníbal Fernández. Se hizo cargo del Ministerio de Seguridad que le tocó abandonar a Sabina Frederic, cuestionada por toda la coalición y sostenida únicamente desde el despacho presidencial. Aníbal impuso su impronta en un corto plazo y, fiel a su estilo, marcó la cancha discursiva.
Desde que comenzó su gestión fue protagonista de tres hechos que quedaron en el centro de la escena. Publicó un polémico tuit para responder una crítica del dibujante Nik al Gobierno que centralizó la agenda política por 48 horas.
“Regalar heladeras, garrafas, viajes de egresados, planes, platita, lo que sea, lo que venga. Qué triste no escuchar nunca la palabra TRABAJO, ESFUERZO, FUTURO, PORVENIR. Los va a volver a derrotar la DIGNIDAD del pueblo“, fue el tuit de la cuenta @Nikgaturro que generó el cruce.
Fernández respondió: “Muchas escuelas y colegios de la CABA reciben subsidios del Estado y está bien. Por ejemplo la escuela/colegio ORT. ¿La conocés? Si que la conocés…O querés que te haga un dibujito? Excelente escuela lo garantizo. Repito… ¿Lo conocés?”.
El colegio ORT es al que van los hijos del dibujante. La respuesta del ministro de Seguridad fue cuestionada inmediatamente por Juntos por el Cambio, que pidió su renuncia. Fernández se disculpó pero se autogeneró una mancha en el inicio de la gestión.
El segundo hecho que lo tuvo como protagonista fue un contrapunto con el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, al quien le había dedicado halagos en el inicio de su etapa en el gobierno del Frente de Todos, diferenciándose de su antecesora, quién mantenía una guerra fría, y a veces no tan fría, con el funcionario bonaerense.
Berni se diferenció del Gobierno en la postura oficial sobre el conflicto mapuche en el sur y criticó al Presidente. Aníbal Fernández fue escueto y contundente cuando le preguntaron por esas críticas: “Ni el Presidente ni yo necesitamos ser aprobados por Sergio Berni”.
Su respuesta derivó en una fuerte embestida de Berni a través de las redes sociales. “Como de costumbre, siempre tiene razón querido compañero Aníbal Fernández. Ni usted ni el Presidente necesitan de mi aprobación. No es mi intención contradecir tan brillante acto de soberbia”, indicó.
Luego, dio un golpe más fuerte en el que recuperó la discusión entre Fernández y Nik. “Lamento informarle lo obvio, sería necesario contar con la aprobación y el consenso de la sociedad en su conjunto. Si mis matemáticas no me fallan el 12 de septiembre hubo 16.323.291 argentinos que no aprobaron nuestra gestión. ¿Fui claro? ¿O le hago un dibujito?”, sentenció. Se puso en marcha una nueva batalla interna.
La última apreciación pública que le dio un protagonismo indeseado fue la que brindó luego del crimen del kioskero en Ramos Mejía. Consultado por una declaración de Berni, quién aseguró que “la inseguridad es una enfermedad endémica”, el funcionario nacional afirmó: " Sucede en todos los lugares del mundo, en algunos más y en algunos menos”.
Esa fue la primer respuesta del gobierno nacional frente a un asesinato en el conurbano bonaerense que generó una masiva movilización. Por eso la frase resultó ser un escudo helado con el que el oficialismo se protegió para no meterse demasiado en el tema.
Uno de los pasos en falso que más dañó la autoridad de Alberto Fernández se dio el 17 de octubre, día de la lealtad peronista. Luego de varias idas y vueltas, el Presidente convocó a una movilización para ese domingo. Debía ser un día de festejo para el oficialismo. Pero el Gobierno no ordenó el acto ni decidió que haya oradores. Dejó la marcha librada al azar.
Ese día las voces del evento las puso el kirchnerismo más duro. La titular de madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, y el ex vicepresidente Amado Boudou, le pidieron al Jefe de Estado no pagarle la deuda al FMI. La dirigente social fue un paso más allá y aseguró: “Usted siempre se junta con los ricos y nos quiere hacer pagar un robo”.
El Gobierno no controló el acto y terminó sufriendo duras críticas de parte de un sector de la coalición. En el mismo momento que esos cuestionamientos salían de la Plaza de Mayo y eran amplificados por todos los medios de comunicación, el ministro de Economía, Martín Guzmán, se encontraba en Estados Unidos tratando de avanzar en el acuerdo al que el Gobierno quiere llegar con el FMI. No pareció ser el mejor apoyo para esa gestión.
La campaña puso en la primera fila mediática a los principales candidatos. Allí estuvo el ex ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán, quien aseguró que “con un poco más de platita en el bolsillo, la foto de Olivos no hubiese molestado tanto”. Fue diez días después de la derrota en las PASO, cuando el Gobierno estaba haciendo fuerza para intentar salir del agujero negro en el que había caído.
No fue la única frase disonante del segundo candidato a diputado nacional en la lista bonaerense del Frente de Todos. El primer día de noviembre, durante una entrevista televisiva, volvió a marcar posición sobre la decisión del Gobierno de llevar a cabo medidas que aumenten el poder adquisitivo de la gente antes de la elección general. “Si fuera Juntos por el Cambio el que le pone plata a la gente para ganar una elección, habríamos estado de acuerdo”, sentenció.
La lista de traspiés se renuevan cada semana. Había sucedido lo mismo antes de las PASO. Si no es el Presidente, es un ministro o un dirigente con peso específico dentro de la coalición. Aún así, cada tanto, el Gobierno insiste con el concepto de unidad como respuesta a todos los parches internos. El problema es que ya no hay fotos que disimulen las grietas y la descoordinación interna.
Un funcionario nacional que tiene una mirada crítica sobre la coalición, definió la novela de contradicciones del Gobierno en una frase sencilla: “Nos tiramos un tiro en los pies todas las semanas”.
El lunes puede empezar un nuevo Gobierno. O, de mínima, una nueva etapa del Gobierno. Dependerá de la decisión de Alberto Fernández y de la voluntad política que tenga Cristina Kirchner para sostener al Presidente sin atacarlo cuando se apaga la luz. Primero hay que esperar la decisión de la gente. En definitiva, es el veredicto que más importa y el que obliga a los gobiernos a marcar un rumbo en la gestión.
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