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Cuando Alberto Fernández salió a recorrer el conurbano después de la dura derrota en las PASO, llevó un cuaderno y una lapicera para anotar las principales preocupaciones de la gente. Un gesto físico que protagonizó en un puñado de actividades con un grupo reducido de gente. Buscaba mostrarse más cerca de una sociedad que lo había castigado en las urnas.
De esas micro actividades surgió un listado con cuatro preocupaciones fundamentales que estaban ancladas en la sociedad: inflación, inseguridad, presencialidad en los colegios y generación de empleo.
Las dos primeras en la lista son las que el Gobierno no puede resolver. No solo eso. Esta semana, en la recta final de la campaña, ambos temas serán un enorme obstáculo para las ambiciones electorales de la gestión peronista. En el Frente de Todos reina la incertidumbre por un resultado que prevén negativo. Lo que no saben es qué tan negativo será.
El brutal asesinato de Roberto Sabo, el kiosquero que fue asaltado el último domingo en Ramos Mejía, partido de La Matanza, fue un golpe inesperado para el Gobierno. En la última semana de campaña se encontraron con un suceso que rompió la agenda política y que dejó a la Casa Rosada sin respuestas durante 48 horas.
Un golpe al mentón que hizo explotar la campaña positiva ideada por el asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí.
La primera avanzada fue del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, quien aseguró que estos hechos de inseguridad “suceden en todas partes del mundo” y que las “estadísticas marcan otra cosa”. Hay datos fríos que marcan un descenso de la criminalidad en el distrito más poblado de la provincia de Buenos Aires, pero esos números no le sirven a la familia de Sabo ni a los miles de vecinos que se manifestaron el martes.
Según datos estadísticos sobre los delitos prevenibles, que fueron analizados por la Superintendencia de Análisis Criminal de Buenos Aires, en el Partido de La Matanza, desde el 2019 al 2021 hubo un descenso del 14,9% en homicidios dolosos y un 36,97% menos de robos. Más allá de los datos, el Gobierno no pudo empatizar con quienes llevaron adelante el reclamo. No dio una muestra de cercanía frente a un grito desesperado de hartazgo y enojo que salió del corazón del conurbano.
En la Casa Rosada implementaron el mismo discurso que el gobierno bonaerense. El problema de la inseguridad lleva mucho tiempo enquistado en el conurbano y se trabajó enviando más efectivos, vehículos y presupuesto para poder engrosar el operativo de seguridad. No se pasan de esa línea discursiva. No quieren meterse de lleno en la polémica, aunque el volumen que tomó el tema los obliga a dar definiciones más contundentes.
En el Gobierno hay quienes reconocen que, en términos electorales, el homicidio del kioskero les puede pegar en la línea de flotación. Es un tema hipersensible, en la semana clave, donde la mayoría de la gente decide su voto, y que impacta de lleno en la lista de preocupaciones y reclamos que tienen los miles de habitantes que viven en el conurbano.
Les explotó una bomba en la mano que no saben el daño real que les puede causar. Quizás por eso durante la jornada del martes corrió un rumor en el peronismo sobre la posibilidad de cancelar el acto de cierre de campaña programado para el jueves en Merlo.
“Por el momento sigue en pie”, aseguraron cerca del Jefe de Estado. En la misma línea confirmaron la voluntad desde el municipio que gobierna Gustavo “Tano” Menéndez. Además, desde el gobierno nacional adelantaron que tendrá foco en la provincia de Buenos Aires, donde se juega la elección determinante. En principio, no asistirían los gobernadores y la foto que se busca tiene que tener protagonismo bonaerense.
La gran duda de ese cierre pasa por la presencia de Cristina Kirchner. El último jueves la Vicepresidenta fue sometida a una operación programada en el Sanatorio Otamendi, en la que se le realizó una una histerectomía completa, es decir, una extirpación del útero, el cuello uterino y los ovarios. El sábado recibió el alta y desde ese momento se desconoce cómo está su salud.
La elección se juega en suelo bonaerense donde Alberto Fernández decidió direccionar sus últimos esfuerzos en la recta final, y en dónde el Gobierno profundizó el discurso duro para recuperar los votos del núcleo peronista que se perdieron en las PASO.
En ese contexto la figura de la Vicepresidenta, y su presencia en Merlo, tienen real importancia porque el kirchnerismo tiene su base de poder en la provincia y, en especial, en el conurbano bonaerense. Además, el clima derrotista y de tensión que hay en la coalición oficialista llena de suspicacias cada movimiento de los principales dirigentes. De esas elucubraciones no se escapa la compañera de fórmula de Fernández.
Juntos por el Cambio levantó los cierres municipales y seccionales aduciendo que no era el momento para darle protagonismo a la política electoral, en medio de la conmoción reinante por el asesinato de Sabo. Hasta ahora mantienen el cierre principal en La Plata para el jueves, donde está proyectado que estén los candidatos nacionales, provinciales, intendentes y presidentes de los partidos.
La oposición juega un partido aparte esperando cada traspié del Gobierno. Lo ha hecho así durante toda la campaña electoral y en este sprint final no cambió su accionar. Algunos de los referentes de Juntos por el Cambio se subieron al hecho de inseguridad que ocurrió en Ramos Mejía para apuntar contra el Gobierno. La campaña embarra cualquier discusión seria de fondo.
El ejemplo más claro es el de la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, quien escribió en sus redes sociales: “El gobierno lleva mucho tiempo desentendido de la seguridad del país y lo mismo sucede en casi todas las provincias”. La antesala de las elecciones empantanó la discusión política.
El otro tema poco alentador que tiene que afrontar el Gobierno en estos últimos días previos a las elecciones es el dato de inflación que este jueves brindará el INDEC. Los analistas del mercado proyectaron que la inflación minorista volverá a superar el 3% en el décimo mes del año y que para 2021 se ubicará en 50,3% interanual.
En el Gobierno asumen que no será un número demasiado diferente al 3,5% de septiembre. “El índice general de octubre no creo que esté debajo del 3%, esperamos que el índice de alimentos sea del 2,9%”, sostuvo Roberto Feletti durante una entrevista que brindó hace pocos días. Las señales no son alentadoras para el oficialismo.
La gran incógnita que tiene el gobierno nacional en materia electoral es cuál será el impacto real de esos dos temas que están instalados en la agenda de la semana y que golpean el ánimo de la gente. No lo pueden medir.
Así como antes de las PASO desconocían si el operativo de vacunación los iba a ayudar a aumentar el caudal de votos y la foto del escándalo de Olivos iba a generar un impacto negativo, ahora no saben hasta dónde puede llegar el daño de la ola de inseguridad y del desmadre inflacionario que se expone en el precio de los alimentos.
El número que el INDEC arroje el jueves pondrá sobre la mesa si el congelamiento de precios que implementó el Gobierno dio resultado o si, en cambio, solo fue un manotazo marcado por desesperación, que tenía como objetivo tratar de contener el crecimiento de los precios en las semanas previas a los comicios generales.
Todo es duda. Desconfianza, derrotismo e incertidumbre. Así llega el gobierno de Alberto Fernández a la elección del domingo 14 de noviembre.
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