La Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) que comienza hoy a deliberar en Washington, tratará la farsa electoral montada en Nicaragua para perpetuar en el poder al dictador Daniel Ortega. La abstención en los comicios fue superior al 80 por ciento del padrón, y Ortega se garantizó así los votos necesarios para lograr su quinto mandato presidencial.
La Asamblea General de la OEA no tiene número para decidir la suspensión de Nicaragua como establece la Carta Democrática Interamericana, pero es probable que apruebe un proyecto de declaración cuestionando la transparencia de los comicios organizados por el régimen sandinista y exigiendo la inmediata libertad de todos los candidatos opositores a la dictadura.
Alberto Fernández no avalará un posible proyecto de declaración de la OEA cuestionando la manipulación electoral cometida por Ortega y su esposa Rosario Murillo, que será reelecta vicepresidente de Nicaragua y es conocida por su personalidad totalitaria. Murillo está a la izquierda de Ortega y su perspectiva política excede los límites del fanatismo ideológico.
El Presidente apelará al principio de no injerencia en los asuntos internos de los países para evitar un cuestionamiento directo a los comicios organizados por el régimen sandinista. Se trata de un principio clave en el derecho internacional, que se torna endeble y fugaz frente a ciertas posiciones políticas asumidas en público por Alberto Fernández.
Joseph Biden derrotó en las elecciones a Donald Trump. Sin embargo, el candidato republicano aseguraba que el líder demócrata había cometido fraude. Alberto Fernández obvió su propia aplicación del principio de no injerencia, y saludó a Biden como Presidente antes del reconocimiento oficial realizado por la Suprema Corte de los Estados Unidos.
Meses más tarde, y sin confirmación de la justicia de Perú, Alberto Fernández también felicitó a Pedro Castillo por su victoria ante Keiko Fujimori. “Le expresé mi deseo de que unamos esfuerzos en favor de América Latina. Somos naciones profundamente hermanadas”, comentó el presidente cuando terminó su llamada a Lima. Y remató: “Celebro que el querido pueblo peruano enfrente el futuro en democracia y con solidez institucional”.
El Presidente apela al principio de no injerencia en los asuntos internos para justificar su posición ante la dictadura sandinista liderada por Ortega y Murillo. Sin embargo, coronando una postura contradictoria, Alberto Fernández felicitó antes de tiempo a Biden y Castillo.
Las sesiones ordinarias de la Asamblea General comienzan hoy y los diplomáticos acreditados en la OEA coinciden sobre la posibilidad de aprobar este viernes una resolución repudiando al régimen sandinista. Esa resolución cuestionaría el proceso electoral y exigiría la libertad de los presos políticos encarcelados por el matrimonio Ortega-Murillo.
La Organización de los Estados Americanos tiene 35 integrantes, pero se debe excluir a Cuba que perdió su membresía a los pocos meses de la caída de Fulgencio Batista y la llegada de Fidel Castro a la Habana. Estados Unidos, Canadá, Colombia, Chile, Brasil, Ecuador, Uruguay, Paraguay y ciertos países del Caribe votarán la resolución contra Nicaragua. Se necesitan 18 votos para este movimiento diplomático, y pareciera que la Casa Blanca ya los tiene en su poder.
Alberto Fernández se inclinaría por la abstención. Es decir: una posición diplomática muy lejana a Biden, Justin Trudeau y sus tres socios del Mercosur, que votarían al revés que Argentina. Con esa decisión geopolítica que Santiago Cafiero defenderá mañana en la Asamblea General, el presidente se pondría al lado de Bolivia, México y San Vicente, una pequeña isla del Caribe que regentea un líder post stalinista.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, tiene previsto utilizar la asamblea general para tratar las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. Frente a esta circunstancia, Alberto Fernández instruyó a su canciller Cafiero para que reitere su “preocupación ante la detención de dirigentes opositores” y ratifique la decisión de Argentina de “acompañar al pueblo de Nicaragua para que cuanto antes recupere el diálogo y la convivencia democrática”.
El jefe de Estado emite un mensaje diplomático contradictorio. Los dictadores Ortega y Murillo lograrán otro mandato presidencial por los resultados electorales fraudulentos que obtuvieron en la farsa del domingo pasado. Entonces, no tiene sentido que la Casa Rosada se preocupe por la convivencia democrática en Nicaragua, si no rechaza un comicio amañado para garantizar que dos líderes totalitarios se perpetúen en el poder hasta que llueva café en el campo.
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