Hay clima de revancha en la Confederación General del Trabajo (CGT). Sus dirigentes se reconocen mayoritariamente como peronistas, pero coinciden en que el Frente de Todos no les dio el lugar que esperaban y que el propio Alberto Fernández les había prometido luego de ganar las elecciones de 2019: “Van a ser parte del Gobierno”, les dijo.
¿Lograrán recuperar la fuerza necesaria para no ser ignorados? Esa es una de las apuestas del congreso de la CGT para renovar sus autoridades que se realizará el jueves próximo. Lo admitió Jorge Sola, el secretario de Prensa de la central obrera, en la entrevista con Infobae. El dirigente del Sindicato del Seguro admitió que los gremialistas se unirán para incidir en las decisiones y recuperar “un espacio de poder histórico dentro del esquema del poder en la Argentina”.
“El camino que vamos a trazar ahora es tener una CGT fuerte, pensante, actualizada, representativa, que se siente en la mesa para decir: ‘Tenemos problemas, pero también tenemos las soluciones y queremos debatirlas con ustedes’. Y cuando llegue el momento de armar el esquema del poder político en la Argentina para poner en marcha eso, también tenemos nuestros propios hombres y mujeres”, puntualizó.
Este dirigente, alejado del estereotipo de la dirigencia gremial promedio, es una de las figuras nuevas y en ascenso de un sindicalismo que, reelección perpetua mediante, se mantiene en sus cargos desde hace 20, 30 o 40 años. Diplomado en Sociología y Ciencias Políticas en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sola competirá el miércoles próximo contra una lista opositora como candidato a secretario general del oficialismo en las elecciones del Sindicato del Seguro. Y fue, además, el responsable de casi un milagro que se produjo este año: que la CGT pueda tener en pleno siglo XXI un sitio web institucional. En la central obrera que condujo Hugo Moyano, creó el Observatorio Económico y Social cegetista que medía la inflación cuando el kirchnerismo dibujaba los números a través del INDEC.
Durante la entrevista, Sola admitió que “las leyes no nacieron para ser congeladas en el tiempo” al hablar sobre la reforma laboral, alertó que ese rótulo se ha asociado a medidas en contra de los trabajadores y se pronunció por cambios mediante los convenios colectivos.
Además, dijo esperar que “el ganador de las elecciones, si no es el Frente de Todos, no utilice esto para dinamitar la economía argentina” y fue deliberadamente ambiguo cuando se le preguntó si la CGT es albertista: “Estamos con el Gobierno”, respondió.
—¿Qué CGT va a surgir en el congreso del 11 de noviembre?
—En principio, como muestra hacia la representatividad de los trabajadores, será una CGT mucho más amplia, más fortalecida, con espacios para todos los matices del movimiento obrero. Y, sobre todo, dándole fuerza a una entidad que hoy la está necesitando porque venimos de un proceso iniciado en el 2016 y que después, por distintas desavenencias internas antes que de objetivos, terminó quedando una institución fuerte desde lo institucional, pero con falta de integrantes. Así que las charlas que hemos tenido con los diferentes sectores han sido muy productivas y van a dar como resultado una conducción muy representativa, con el mosaico de matices. Hablo de matices porque los objetivos básicamente siguen siendo exactamente los mismos que tenemos todos, que es la defensa de los derechos de los trabajadores y la concreción de una nueva visión de un mundo laboral que nos está poniendo por delante un desafío.
-La sensación es que llegan a la unidad porque se dieron cuenta de que desunidos no tenían tanta fuerza y les costaba convertirse en un interlocutor para el poder. ¿Quieren tener más poder para poder negociar mejor con el Gobierno y los empresarios.
—Sí, la CGT tiene un espacio de poder histórico dentro del esquema del poder en general en la Argentina. Ese espacio de poder tuvo sus sintonías en determinados momentos de la historia con mayores protagonismos, con mayor entidad de representación, pero que lo fue perdiendo por visiones del poder político en algunos casos y por decisiones propias en otros. Esa autocrítica sobre esto también da como resultado que tenemos que recuperar la mayor fortaleza posible de la CGT ya no sólo para lograr la representación de los trabajadores sino también de aquellos que son excluidos. La CGT es una herramienta de representación del mundo laboral, pero en la Argentina, a diferencia de muchas centrales sindicales en el mundo, es una herramienta de representación social. Por lo tanto cada vez que nos sentamos en una mesa donde se discute la política no sólo hablamos sobre los derechos de las y los trabajadores sino también sobre lo que está pasando en la sociedad. Porque lo que queremos es que todos esos excluidos pasen a ese empleo genuino cubierto de seguridad social, y para eso tenemos que intervenir. Muchas de las soluciones no se han puesto en marcha y creemos que desde ese lugar podemos aportar.
—En síntesis, ¿ustedes se unen para tener mayor incidencia en las grandes decisiones?
—Sí.
—¿Cree que el Gobierno no le dio a la CGT la participación que pretendía?
—Hemos tenido alguna participación mayor que en otros. Todavía no es la suficiente. Tenemos una enorme y buena sintonía con el gobierno nacional, con algunos ministerios en particular, Producción, Trabajo, Salud, que son los que más tienen que ver con quienes representamos.
—¿Y Economía?
—Con Economía no tenemos mucha relación en cuanto a sentarnos en mesas para resolver muchas cosas. Los garantes de la paz social siempre son las organizaciones sociales, no solamente la CGT. Y hemos sido lo suficientemente sensatos, cautos y medidos para considerarlo, aun en gobiernos como el anterior, que estaba en las antípodas de lo que nosotros pretendíamos como bandera. Por eso todos los gobiernos, y éste en particular porque hemos trabajado para que llegue al poder, tiene que utilizar esta herramienta como verdadera opción de soluciones.
—¿No lo ha hecho hasta ahora?
—Sí, lo ha hecho.
—Pero no es suficiente.
—No es suficiente, pero también por propias debilidades de nuestra CGT. En el mosaico de actividades de la CGT hay personas capacitadas para participar en las soluciones de los problemas. Es eso lo que hay que aprovechar. A veces el prejuicio de que solamente se puede ganar una discusión desde la trinchera con discursos explosivos por parte de los dirigentes gremiales es un prejuicio que está muy instalado aún en los empresarios, pero hemos dado muestras de que podemos sentarnos en una mesa y estamos en línea con lo que el país necesita. Hay sectores en los que se van a los extremos de pedir que se dejen de lado algunos derechos fundamentales, e inclusive sin nada a cambio. Ahí no empieza la discusión. Puede terminar, pero nunca empieza por ahí porque si no, ya es dinamitar cualquier puente de negociación.
—Una de las novedades de la nueva CGT será la incorporación de más mujeres a partir de la aplicación de la Ley de Cupo Femenino, aunque se proyecta hacerlo mediante un sistema que no les garantiza los principales lugares, mucho menos en la conducción.
—Ha habido un cambio de paradigma en la sociedad respecto del reconocimiento central sobre el rol de la mujer en las distintas actividades. En eso la sociedad transita dos aspectos fundamentales. El primero es el de la deconstrucción del individuo para salir de ese eje patriarcal y encontrar una centralidad en que la mujer ocupe un rol importante. Y la otra, que es aún más difícil, es la deconstrucción institucional, que es la suma de la deconstrucción de todos los individuos. Y para eso hay que tomar decisiones en ese sentido. Ese es un paso importante que ha dado la CGT. ¿Lo han dado otras instituciones? Creo que no. La CGT ha propuesto una manera, que no es propia porque se está en otros estamentos internacionales en los cuales participamos, donde la representación que tiene la CGT no es de hombres y mujeres sino de instituciones. Y esas instituciones van a estar obligadas a nombrar en forma alternada a un hombre y a una mujer. Pero, además, las reuniones de Consejo Directivo no podrán ser válidas si no se respeta al menos la presencia del 30% de mujeres. Es un paso importante. Todo cambio social no es una revolución que se produce de un día para el otro. Esto es un cambio de paradigma. Y eso necesita un tránsito que se refleje en la sociedad para luego reflejarse en las instituciones.
—Los movimientos sociales siempre fueron competidores de los sindicatos en la representación social y en la capacidad de movilización. ¿Van a crear un Observatorio Social para que puedan participar de la CGT aunque sea en forma periférica?
—Sí. La incorporación como tal es la consecuencia del gran dato de este momento, que es la consideración de que los empleados informales son representados por la CGT. Durante mucho tiempo, y cuando la Argentina tenía muy bajos niveles de desempleo y muy bajos de empleo informal, la CGT sólo representaba a los trabajadores formales. Y hoy el trabajo está considerado en cualquier condición en la que se dé. Y el trabajo informal en la Argentina, que ocupa tanto espacio como el formal, ha sido considerado. Estamos en charlas con ellos para incorporarlos.
—Los movimientos sociales han expandido su influencia política y hoy tienen recursos, cargos en el Estado y lugares en las listas de candidatos por ese poder casi extorsivo de copar la calle. En los sindicatos no tienen esos mismos beneficios.
—Nuestro objetivo central no tiene que ser ocupar lugares en ministerios o en las listas, eso tiene que ser una consecuencia del trabajo previo de habernos podido sentar en el lugar donde se debaten el poder y las políticas. ¿De qué me serviría ser diputado si no participo de la política que se va a llevar adelante? ¿A quién termino representando? ¿Queremos tener muchos diputados sindicales? Sí. Pero tiene que ser a partir de que sepamos para dónde va la política y que nos sentemos a discutir esas políticas. Los que ocupan lugares en el Poder Ejecutivos no tienen que ser los presidentes de los partidos. Porque los partidos hoy están muy corridos como instituciones de pensamiento político y han perdido el rol fundamental de ser usinas de pensamiento para dar herramientas de solución a quienes tienen que llevar adelante las políticas. Y eso tiene que ser algo que sea ajeno a la diaria. Alguien tiene que pensar qué es lo mejor para salir de la pobreza y eso tiene que ser una usina que debe haber. Los empresarios lo hacen muy bien. Estuve en IDEA invitado a exponer y salí convencido de que es una muy buena herramienta de pensamiento, de lobby por supuesto, pero nosotros tenemos que replicar eso. ¿Cómo no vamos a poder ser lo suficientemente inteligentes desde la CGT para generar un espacio de pensamiento que vaya mucho más allá de lo diario, mucho más allá de oponernos por el simple hecho de oponernos y ser constructivos? Eso implica ser abiertos y pensar con los que aún disienten con nosotros. ¿Para qué vamos a sentarnos con los convencidos que igual nos terminan dando la razón? Sentémonos con los que piensan diferente para ver en qué podemos mejorar lo que pensamos. Es una herramienta que voy a proponer en la próxima conducción de la CGT.
—La CGT se une a partir de un reagrupamiento de sectores internos, pero sigue sin haber un proyecto, una plataforma que les permita discutir de igual a igual con el poder, como fue en su momento el documento de 26 puntos de la CGT liderada por Saúl Ubaldini. ¿Por qué no lo tienen? ¿Qué falta para que se pongan de acuerdo en un proyecto propio?
—Decisión. Nada más.
—¿Ahora puede existir?
—Sí, claro. Ahora están dadas las condiciones para que nos podamos sentar todas las actividades y pensar un modelo de país, un modelo de cada una de las actividades, un modelo de sociedad en la que no termine siendo la verdad absoluta porque no existe, pero sí una opción. Usted recordabas los 26 puntos de Saúl (Ubaldini). ¿Cuántos años hace? Han pasado 40 años. Estamos hablando de la prehistoria y todavía está vigente. Hay que recuperarla. Porque si hay algo que tenemos que darnos cuenta es que lo que hoy parece una cosa dentro de dos o tres años ya cambió. Si hay algo que nos dejó como experiencia la pandemia fue precisamente la gran cantidad de cambios sociales que se han dado y que han venido para quedarse. El teletrabajo puede ser la cosa más rimbombante del mundo laboral, pero han desaparecido labores. Y todo va hacia ese camino. ¿Qué hacemos para pensar qué hacemos con los trabajadores? Todo eso lo tenemos que pensar y plantear en esa mesa de poder donde recuperemos nuestro protagonismo.
—Hay un tema tabú en la Argentina que es la reforma laboral. Desde el sindicalismo siempre se ha asimilado con la pérdida de derechos, pero hay dirigentes como Facundo Moyano o Florencia Cañabate, la nueva líder del Sindicato de Peajes, que quieren debatir la legislación laboral para generar nuevos empleos. ¿Usted estaría dispuesto a lo mismo?
—El concepto de reforma laboral, fuera de su significado literal, tiene un significado político que asusta porque las experiencias siempre han sido en contra de los trabajadores. Una reforma laboral es para que ambos tengan beneficios. Ahora, ese concepto de reforma laboral como tal siempre fue utilizado sacándoles derechos a los trabajadores sin dar nada a cambio. En forma paralela a eso, las reformas que se vienen dando en las distintas actividades son permanentes.
—Pero mediante los convenios colectivos.
—Claro. ¿Y no le parece importantísimo?
—¿Pero ayudó a generar trabajo?
—¡Cómo que no! El ejemplo de Toyota. De 600 pasaron a 6.000.
—Está bien, pero en forma sectorial. ¿Y llevado a una ley, a nivel nacional?
—Lo digo para alejarnos de que nos oponemos a la reforma por la reforma misma. Eso no sucede en las actividades. Y la mejor manera que se puede legislar no es sobre la generalidad sino sobre las particularidades. Cuando sancionaron la ley de teletrabajo, las diferencias que hay, como la gran cantidad de grises que tiene la ley, hay que tratarlas en el convenio colectivo. Nosotros, junto con bancarios, somos los únicos dos gremios que estamos tratando el teletrabajo para incorporarlo al convenio colectivo de trabajo. Ese es un camino. Cuando lo que se plantea es una reforma desde la generalidad, sin tener en cuenta las actividades, no funciona.
—Usted no quiere tocar la ley y sólo hacer cambios a partir del convenio colectivo.
—No soy abogado, pero sé que las leyes no nacieron para ser congeladas en el tiempo. Tienen que tener las modificaciones que se tengan que modificar. Ahora, la pregunta es si el dirigente político o empresarial quiere tocar la ley para sacar un derecho, transformarlo o corregirlo. No hablamos de participación en las ganancias, que es una manda constitucional. Nunca se plantea eso en las mesas. No escucho un solo dirigente empresarial que lo plantee.
—Lo incorporó la Asociación Bancaria, pero la CGT no lo pidió hasta ahora.
—Lo planteo cada vez que puedo y me dicen “vamos por el derecho a las indemnizaciones, a bajar las horas de trabajo”. En nuestra actividad se trabajan 7 horas. Si vamos a bajarlas, ¿en todos lados lo van a hacer? No funciona así. Las actividades no son iguales en todas partes.
—El kirchnerismo impulsa varios proyectos para reducir la jornada laboral
—No creo que haya que tomarlo de modo general. No se puede hablar del teletrabajo de una manera general. No es lo mismo en seguros que en la UOM. Tenemos que ayudar a que el que legisla lo tenga en claro. Porque no representamos intereses políticos, sino intereses sectoriales de trabajadores. La reforma laboral, como tal, es un concepto que es más político en ese aspecto que lo que significa en realidad. Si es nada más que quitar derechos, no tiene sentido. ¿Se pueden modificar cosas? Sí, claro. El mundo laboral no va a ser éste. Han desaparecido actividades.
—Facundo Moyano y Cañabate creen que con más del 40% del trabajo no registrado hay que repensar un montón de aspectos de la legislación laboral tan rígida.
—Eso nos obliga a pensar por qué hay tanto trabajo informal. Primero, por un incumplimiento de la ley por parte del empleador. Algunos dicen que por el costo laboral, pero hay actividades de mano de obra intensiva con poca cantidad de trabajadores que producen mucha riqueza. No creo que el costo laboral sea el motivo por el cual el inversor retraiga la contratación de trabajadores y prefiera el empleo informal. Hay que generar incentivos para que se produzca empleo. Y eso implica mirar también la matriz tributaria y fiscal de la Argentina porque genera problemas en los dos extremos de la cadena de consumo, en el que invierte y en el que consume, que es el trabajador. Un incentivo tiene que ver con incentivos fiscales, incentivos para que se tomen empleos nuevos, e incentivos para que se transformen en capacitación esos empleos nuevos. El Estado tiene un rol importantísimo en la generación de empleo en la coyuntura. Un Estado no generando servicios burocráticos, sino infraestructura para vialidad, para hacer escuelas, para hacer obras de salud, que genera empleo directo de mano de obra de baja capacitación y genera tercerización. Hay que pensar de acá a 3 o a 5 años cómo se invierte la plata. Ahora, durante esos 3 o 5 años hay gente que va a cobrar salario todos los días. Después no quiero el elefante del Estado dando vueltas, pero hay cosas que el Estado solamente puede hacer.
—¿Hablan sobre estos temas con el Gobierno?
—Son ideas que ponemos sobre la mesa.
—Las ponen sobre la mesa, pero hasta ahora no les han dado respuesta.
— No, lo que pasa es que los gobiernos, no sólo este, ha pasado por una cuestión sanitaria y de atención de la pandemia antes que de la aplicación de una plataforma. Ni hablar con el gobierno de Alberto, que llegó y a los dos meses estaba ocupándose de la cuestión sanitaria y sin tener una sola inversión genuina. La política no estaba preparada para los imponderables. Vino la pandemia, un bicho, y cambió todos los parámetros. Nadie supo qué iba a pasar.
—Con el diario de lunes, podemos decir que el Gobierno priorizó la salud, pero no pudo evitar casi 120 mil muertes, armó un vacunatorio VIP, no compró las vacunas necesarias y generó consecuencias económicas como menos empleos, menos salarios, menos consumo.
—La pregunta que nos debemos hacer, y que es una respuesta también en sí misma, es qué gobierno privilegió la economía por sobre la salud. Tenemos algunos ejemplos, como Brasil, donde no se han contado todos los muertos que hubo. Al principio, todo el mundo estuvo de acuerdo. Usted se acordará de los grandes niveles de aceptación que tenía la imagen del Presidente por el cuidado de la salud. La economía en el mundo tuvo una caída absoluta. ¿Cómo no la íbamos a tener nosotros que veníamos de una economía devastada? Lo que se trató de mantener, tibiamente, a través del IFE, del ATP, de la generación de dinero, era que el círculo más o menos se siguiera manteniendo en vistas a que apareciera la solución final, que parece ser la vacuna. Hubo Estados en el mundo que estaban más fortalecidos económicamente a los que también les fue mal. No nos podemos comparar con Alemania, España, Italia o Estados Unidos, porque nuestro país tiene sus propios problemas, estamos negociando la deuda todavía.
—El Gobierno lo pagó también con el resultado de las PASO.
—Es así. Hay muchas variables que dieron como resultado la derrota de las PASO. La economía, la falta de trabajo, la pobreza. Algunos que estaban muy por encima del nivel de pobreza de golpe pasaron a no tener lo que ganaban todos los días porque no había gente en la calle.
—¿Las diferencias internas en la coalición de gobierno también influyeron?
—Es rara la coalición de gobierno porque son todos peronistas. No es un frente, como suele suceder, con muchos partidos. Es un solo partido con diferentes matices.
—Es otra complicación que la jefa política sea vicepresidenta y no esté a cargo de la primera magistratura, aunque con poder de decisión.
—Sí, y donde el presidente de la Cámara es otra parte importante y el Presidente también. Y donde nosotros también queremos participar, pero desde el partido. Las diferencias existen siempre. Las tuvo Cristina con su vicepresidente. Las diferencias, las tensiones, no nos deberían asustar. Debemos tener en claro que el Presidente es uno solo y que tenemos que fortalecerlo.
—¿Es un Presidente debilitado, pero por la propia Vicepresidenta que tiene un control muy fuerte de los actos de gobierno, del gabinete, de las medidas?
—No creo que esté tan debilitado. Hay diferencias, pero el Presidente es el Presidente. Su investidura marca un camino. Y las políticas se deben llevar adelante. Y la Presidenta (sic) es una persona de enorme inteligencia y capacidad política que no se va a pegar un tiro en los pies.
—¿No se lo pegó ya con la elección de Alberto?
—No. Si tuvo la inteligencia de que ese espacio y el peronismo llegáramos al poder armando una fórmula presidencial de ese tipo...
—Es evidente que tiene diferencias y que impuso su impronta en las medidas y el nuevo gabinete. En su última carta queda en claro que no está de acuerdo con el Presidente.
—Pero tiene una lógica. Una persona de su capacidad, que fue presidenta con más del 50% de los votos, ¿cómo no va a tener posibilidad de sentarse y decirle a quien es su socio político, el Presidente, me parece que la cosa va por acá o por allá?
—El tema justamente es que no se sentó con él, sino que se lo dijo mediante una carta pública. Algunos creen que es una forma de dirimir bastante particular, haciéndonos testigos o rehenes a todos los argentinos de las peleas entre ellos.
—Los modos tampoco me parece que hagan al fondo de la cuestión.
—¿En la CGT están con el Presidente? ¿Son albertistas?
—Estamos con el Gobierno.
—La CGT tiene tres cabezas, o dos en principio.
—Sí, pero en un punto vamos todos juntos: tenemos que sentarnos y decir que estos dos años que vienen el peronismo tiene que seguir quedándose en el poder. Somos claros en decir qué lugar tenemos que ocupar. No tenemos que ir a golpear la puerta de a uno. Nuestra postura es “vamos como CGT”. Tiene que ser la de que nos presten atención. Algunos nos querrán más que otros, pero vamos a representar a los trabajadores. Y la fortaleza política que hay ahí el poder político no tiene que desecharlo y es algo que se tiene que aprovechar. Si en la construcción de un colectivo político, social, gremial, nos vamos a quedar con los que solamente piensan como nosotros, nuestra conducción tiene un límite. Las ideas como tales se fortalecen y funcionan a partir del debate que tengo con el otro sin necesidad de pelearme. Decían que Cristina con Néstor tenía muchas peleas también. Es probable, porque no hay dos personas iguales, ni siquiera en un matrimonio. Con lo cual, cómo no las va a poder tener con Alberto también.
—¿En la CGT quedaron heridos por haber quedado afuera de las listas de candidatos? Usted estuvo cerca de entrar en la lista de diputados por Santa Fe, pero no pudo ser.
—Ha sido un malestar muy temporal. No podemos exigir lo que antes no consolidamos como espacio.
—Es decir, es culpa de ustedes por no haberse unido y no haber formado un polo de poder fuerte.
—Somos la CGT y si lo pedíamos, teníamos que tener los candidatos que decidíamos. Pero también teníamos que hacer un trabajo previo. Ser la CGT implica ser toda la CGT. Y que cada uno de los dirigentes no respondan sólo a un espacio político sino al movimiento obrero.
—Que es lo que van hacer ahora, me imagino. Están en esa dirección.
—Sí, claro. Hay muchos dirigentes gremiales que antes de decidir por una cuestión política tienen que decidir por el origen que tienen. Es un desafío. Entonces, las voces que tenemos y que vamos a tener en el Congreso tienen que tener una línea directa con la CGT. Si sólo responden a cuestiones solamente coyunturales y políticas, no es el camino. El camino que vamos a trazar ahora es tener una CGT fuerte, pensante, actualizada, representativa, que se siente en la mesa para decir: “Tenemos problemas, pero también las soluciones y queremos debatirlas con ustedes”. Y cuando llegue el momento de armar el esquema del poder político en la Argentina para poner en marcha eso, también tenemos nuestros propios hombres y mujeres.
—En ese esquema va a influir mucho lo que pase en las elecciones. ¿Qué consecuencias imagina en la política y la economía si se repite el resultado de las PASO?
—Lo más rápido que va a suceder será en la política. Si sucediera eso, va a haber un cambio de roles de muchos que llevan adelante los espacios de poder, en vistas, sobre todo, a que implica pensar que los próximos dos años habrá un cambio o, por lo menos, una elección presidencial. En la economía espero que el ganador, si no es el Frente de Todos, no utilice esto para dinamitar la economía argentina. Por eso que abogo para que el Frente de Todos tenga un buen resultado.
—¿Hasta ahora no lo estuvo dinamitando el propio Gobierno?
—¿Por qué lo dice?
—Porque hay medidas que no se tomaron o que no fueron acertadas. Por algo hay una inflación del 50%, por ejemplo.
—Sí, claro, en eso estamos en un reclamo permanente. Hay medidas que tienen que corregirse. Tiene que haber una política económica que impida que la inflación, que es lo que más nos pega a los trabajadores, sea de estos niveles. Para quienes discutimos paritarias todos los años, cada dos meses ahora, la inflación tiene dos variables importantes: primero, que es alta, y segundo, que es imprevisible. Ni siquiera podés decir que llegás a un buen acuerdo con el 50% de aumento porque no sabés si la inflación será del 50 o del 52. Entonces esa imprevisibilidad se traslada también a la economía. Y se traslada también cuando vienen las inversiones.
—¿Está de acuerdo con el congelamiento de precios?
—Es una medida que en algunos sectores va a corregir un aprovechamiento. Hay una enorme cantidad de aumentos que se van dando y que terminan siendo aumentos “por si acaso”. No es una medida que puede sostenerse mucho en el tiempo y después de los 90 días habría que ver qué resultado da. También creo que las leyes del mercado por sí mismas no regulan en la Argentina. La ley de la oferta y la demanda no funciona acá. Si no, miremos lo que pasó en la pandemia: ¿por qué el sanitizante pasó a valer más cuando se suponía que había más demanda?
—¿Eso sucede por una concepción voraz del empresariado?
—Sí. En muchos lugares, sí. Las oportunidades están para todo el mundo, pero no son mágicas ni inmediatas, en las que alguien se hace rico de un día para el otro porque inventó el barbijo desechable que vale más que los otros. Ahí sí el Estado tienen que tener un rol de contralor para que eso suceda. No sólo para generar los incentivos para que produzcan sino también para que los precios no se vayan por las nubes y todo el mundo tenga acceso.
—¿Coincide con la demonización que hace el kirchnerismo de los empresarios o con la postura de algunos de sus colegas, para quienes sin empresarios no hay trabajadores?
—El camino que tenemos que transitar es el de empresas fuertes para que generen empleo de calidad y en cantidad. En eso tenemos un camino en conjunto. Si usted me pregunta si quiero participar en la administración de la empresa, contesto que no, quiero que me ayuden a capacitar a mis trabajadores de seguros para que ninguno pierda el trabajo y que mañana, si cambia la labor que están haciendo, no sean reemplazado por otros que tienen una nueva habilidad sino que esos mismos empleados hayan obtenido esa habilidad. El capitalismo de que las empresas existan es que generen ganancias, pero esas ganancias las genera alguien con su fuerza de trabajo. Tenemos que ser socios en eso. No tiene que ser uno en desmedro del otro.
—¿Hay tensiones de la CGT La Cámpora?
—No, porque el día que hagamos política podremos tener tensiones de tipo político, pero hoy... Nunca me senté con nadie que me explique si tiene alguna tensión con el movimiento gremial. Podrían tenerla, pueden pensar diferente. Es una generación política con una fuerte presencia en el poder, deben tener su mirada sobre las organizaciones y sobre algo que tiene que ver con el peronismo como es el movimiento obrero. Y también tenemos que ser capaces de salir de ese corchete de que representamos solamente a la burocracia sindical. Aquella vieja discusión entre Tosco y Rucci no funciona más, no es así. Nosotros tenemos una enorme cantidad de hombres y mujeres que tienen una capacidad de pensar que va mucho más allá de los extremos.
—No los ayuda mucho el sistema de reelección perpetua, que no contribuye a la renovación del sindicalismo ni a la generación de nuevos cuadros.
—Los errores pueden ser esos, pero usted está hablando con alguien que es una parte de esa renovación. Esto viene sucediendo en muchos lados. ¿Hay que pegar una mirada sobre eso? Sí, probablemente. También tiene que ver con la situación de cada actividad y con lo que cada trabajador piensa de sus representantes.
—¿Preocupa a la CGT la reforma del sistema de salud que impulsa el kirchnerismo?
—Sí, nos preocupa porque somos parte de eso. Desconozco cuál es el proyecto en el fondo. Pero nosotros sabemos las debilidades y las fortalezas que tiene el sistema de salud en la Argentina y, sobre todo, lo que tienen las obras sociales. Ahora, las debilidades sabemos cómo corregirlas y los problemas sabemos cómo solucionarlos. Lo que pedimos es si van a tratar el sistema de salud en Argentina no nos dejen afuera para que expliquemos qué es lo que pensamos nosotros, cómo se solucionan los problemas. Porque muchas de las cosas que pedimos que se solucionen se pueden hacer con el actual sistema. No hay modo en el que un nuevo sistema deje por fuera la enorme capacidad de prestación que tienen las obras sociales.
—¿Tienen miedo de que haya una apropiación de los fondos de las obras sociales?
—Sería imposible. Tendría que generarse una ley que abriría un fuerte debate y no vamos a estar fuera de eso. La fortaleza de la CGT a partir del 11 de noviembre también va a dar una señal en ese sentido.
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