“Sin pluralismo no hay democracia”: la carta que firmaron intelectuales y artistas críticos del Gobierno

“Urge decir basta a la trampa política, a la intolerancia y a los abusos de poder”, advirtió el documento. Entre los firmantes también se encuentran las candidatas a diputada Sabrina Ajmechet y Sandra Pitta

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Juan José Sebreli, Daniel Sabsay,
Juan José Sebreli, Daniel Sabsay, Santiago Kovadloff, Federico Andahazi

Artistas e intelectuales críticos al Gobierno firmaron un documento en el que denuncian “intolerancia con el periodismo” y la utilización del aparato estatal “como una herramienta de campaña partidaria”, en referencia a los subsidios, programas y dinero en efectivo que el oficialismo destinó para ”captar votos” para las próximas elecciones legislativas del 14 de noviembre.

“Frente a esta concepción facciosa de la política, los abajo firmantes sentimos la necesidad de reivindicar el ideario democrático en su sentido más puro. Sin alternancia, sin reglas parejas para las fuerzas que compiten electoralmente y sin una estricta separación entre partido y Estado, no hay república ni democracia posibles. Los gigantescos problemas que la Argentina enfrenta, con la mitad de la población sumergida en la pobreza, niños desescolarizados y una caída abrupta de los ingresos corroídos por la inflación, demandan actos de grandeza democrática. Mientras la sociedad argentina siga tolerando los sueños hegemónicos y el desprecio por las instituciones, mientras la violencia estatal no sea completamente condenada y erradicada, mientras la riqueza del disentimiento no sea reivindicada, no habrá futuro. Urge decir basta a la trampa política, a la intolerancia y a los abusos de poder”, establece uno de sus párrafos centrales la carta.

Entre los firmantes, se encuentran el ex bailarín Maximiliano Guerra; el ex ministro de Cultura Darío Lopérfido, el actor Alfredo Casero y las actuales candidatas a diputadas, Sabrina Ajmechet y Sandra Pitta. En el documento titulado “Sin pluralismo no hay democracia” recordaron el cruce que mantuvo el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, con el caricaturista Nik, a quien “intimidó”, según denunciaron, al mencionar la escuela a la que asisten sus hijas.

“Fue una advertencia para todo el periodismo. La hostilidad del kirchnerismo hacia la prensa no es una novedad. Basta recordar los ataques de la ex Presidenta Cristina Kirchner al mítico dibujante Hermenegildo Sabat, la performance de un ex jefe de Gabinete rompiendo un diario en una conferencia de prensa, o los mensajes violentos del presidente Alberto Fernández a distintos periodistas en redes sociales o directamente por teléfono”, recordaron.

Una de las caricaturas de
Una de las caricaturas de Nik para responderle a Aníbal Fernández

En ese sentido, aseguraron que “en cualquier democracia este abuso de autoridad habría culminado con la renuncia del ministro. En nuestro país, el Presidente ni siquiera condenó las amenazas. No es raro que esto suceda en el mismo momento en que la televisión pública vuelve a ser empleada para satanizar a la oposición con un programa que reedita el tristemente célebre 6-7-8″.

A continuación el texto completo y los firmantes:

Mientras la Argentina se encamina hacia una crisis social, económica y política de proporciones imprevisibles, el gobierno recae en el autoritarismo. Hace sólo unos días el Ministro de Seguridad de la Nación intimidó al caricaturista político Nik con una observación aviesa sobre el colegio al que asisten sus hijas. Fue una advertencia para todo el periodismo. La hostilidad del kirchnerismo hacia la prensa no es una novedad. Basta recordar los ataques de la ex Presidenta Cristina Kirchner al mítico dibujante Hermenegildo Sabat, la performance de un ex Jefe de Gabinete rompiendo un diario en una conferencia de prensa, o los mensajes violentos del Presidente Alberto Fernández a distintos periodistas en redes sociales o directamente por teléfono.

Las amenazas del Ministro de Seguridad constituyen un hecho de máxima gravedad institucional que compromete la libertad de prensa y el derecho a expresarse y disentir. El uso del poder para acallar voces críticas es en sí mismo lesivo de los derechos humanos y fomenta prácticas persecutorias que se han vuelto comunes en universidades, centros de investigación y otras instituciones de la sociedad civil. En cualquier democracia este abuso de autoridad habría culminado con la renuncia del Ministro. En nuestro país, el Presidente ni siquiera condenó las amenazas. No es raro que esto suceda en el mismo momento en que la televisión pública vuelve a ser empleada para satanizar a la oposición con un programa que reedita el tristemente célebre 6-7-8.

La intolerancia del Gobierno con el periodismo es sólo la erupción visible de una concepción más amplia de la política que nos conduce al fracaso como sociedad. Expresando la esencia de esa filosofía, el funcionario Emilio Pérsico sostuvo en un acto de campaña que “la democracia de alternancia no camina” y expresó su deseo de que el “movimiento popular” gobierne la Argentina de manera continuada por los próximos 20 años. Pérsico cree que el peronismo es el único partido que representa al “pueblo” y que gobierna en su beneficio. Ni el Presidente de la Nación ni el Presidente del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, ambos presentes en el acto, objetaron este exabrupto, lo que nos permite inferir que adhieren a la idea de suprimir toda oposición competitiva. Esta línea discursiva queda convalidada por expresiones bizarras de la vicepresidenta según las cuales la oposición es “de morondanga” y los opositores “son gallinas”. Más preocupante todavía es que los dichos de Pérsico no hayan causado un rechazo masivo de la sociedad, como si los argentinos nos hubiéramos acostumbrado a convivir con el autoritarismo.

Tal vez inspirado por la idea de que la alternancia debe quedar en suspenso, el oficialismo parece decidido a usar el aparato estatal como una herramienta de campaña partidaria, llegando al extremo de regalar bicicletas, dinero en efectivo y viajes de egresados para captar votos. Estas obscenas prácticas clientelares, que un candidato oficialista condensó con la impactante frase “repartir platita”, exhiben un total desprecio por las reglas centrales de la democracia. Lo mismo cabe afirmar de la maniobra consistente en aplicar a la economía el placebo de distintos congelamientos y torniquetes mientras el Estado imprime dinero de modo descontrolado con el objetivo de corto plazo de financiar el proselitismo, poniendo así las condiciones para un inevitable estallido inflacionario en el próximo año. En una democracia se seduce con argumentos, programas de gobierno y resultados de gestión, no con regalos y sobornos pagados con el dinero de todos. Mientras tanto, los gobernadores e intendentes oficialistas preparan un enorme despliegue de agentes paraestatales y vehículos para trasladar personas a los centros de votación: esta operación no es ingenua y vulnera la neutralidad del Estado a favor de uno de los partidos.

La desatención deliberada del Estado Nacional respecto de la violencia que siembra en el sur del país un pequeño grupo que finge una dudosa representación de la comunidad mapuche, sin ponerle límites a un proyecto sedicioso, constituye otro punto inquietante. En nombre de un pasado de abusos y marginalización, ese grupo siembra el terror y vulnera derechos de ciudadanos que merecen la protección del Estado. Lejos de velar por la vigencia de la Constitución, el gobierno abandona a las víctimas y usa sus facultades y recursos para defender a los victimarios.

Frente a esta concepción facciosa de la política, los abajo firmantes sentimos la necesidad de reivindicar el ideario democrático en su sentido más puro. Sin alternancia, sin reglas parejas para las fuerzas que compiten electoralmente y sin una estricta separación entre partido y Estado, no hay república ni democracia posibles. Los gigantescos problemas que la Argentina enfrenta, con la mitad de la población sumergida en la pobreza, niños desescolarizados y una caída abrupta de los ingresos corroídos por la inflación, demandan actos de grandeza democrática. Mientras la sociedad argentina siga tolerando los sueños hegemónicos y el desprecio por las instituciones, mientras la violencia estatal no sea completamente condenada y erradicada, mientras la riqueza del disentimiento no sea reivindicada, no habrá futuro. Urge decir basta a la trampa política, a la intolerancia y a los abusos de poder.

Juan José Sebreli, Luis Alberto Romero, Santiago Kovadloff, Vicente Palermo, Maximiliano Guerra, Marcelo Birmajer, Sandra Pitta, Daniel Sabsay, Marcos Novaro, Marcelo Gioffré, Miguel Wiñazki, Alfredo Casero, Sabrina Ajmechet, Jorge Sigal, Marcelo Cavarozzi, Darío Lopérfido, Hugo Beccacece, Julio Montero, Federico Andahazi, Héctor Guyot, Liliana de Riz, Gonzalo Garcés, Jorge Ossona, Josefina Delgado, Alejandro Fargosi, Alejandro Bongiovanni, Maximiliano Gregorio-Cernadas, María Isabel Santa Cruz, Fernando Pedrosa, Alejandro Carrió, Leopoldo Kulesz, Federico Galiana, Marcelo Mazzarello, Luis Quevedo, Cecilia Scalisi y Guillermo Rozenwurcel.

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