(Enviado especial a Glasgow). Alberto Fernández reconoce en público y privado que Argentina no tiene 19.000 millones de dólares en reservas para pagar al Fondo Monetario Internacional (FMI) las sucesivas cuotas de capital que vencen en 2022. Pero el Presidente quiere honrar la deuda que contrajo Mauricio Macri y para cumplir con esa promesa desplegó una estrategia que se basa en la negociación dura con Kristalina Georgieva, la agenda verde para cumplir las metas del Acuerdo de París y las artes de la diplomacia para sumar apoyos de las principales potencias del mundo.
Martín Guzmán ayer negoció con Julie Kozack, directora adjunta del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, mientras Luis Cubeddu -jefe de misión del FMI- y Sergio Chodos, representante argentino en el Fondo, aparecían en un zoom desde Washington. Fueron 12 horas seguidas de diálogos y tironeos que sucedieron en un bar romano y en la embajada argentina en Italia.
Alberto Fernández ayer estaba en Glasgow participando de la Cumbre de Cambio Climático (COP26), y en permanente contacto con su ministro de Economía. Cuando el sol caía sobre las 7 colinas, Guzmán informó las novedades que pueden resumirse en una sola línea: no hay grandes avances, pero las partes preservan la voluntad de acordar.
La información trasmitida desde Roma parece mezquina, si no se conocen los detalles de las distintas conversaciones que mantuvieron Alberto Fernández y Guzman con Kristalina Georgieva -directora gerente del FMI-, Geoffrey Okamoto -subdirector gerente del FMI- y Kozac -directora adjunta del FMI- durante el G20 de Roma.
Georgieva avaló que Argentina pueda usar al futuro Fondo de Resiliencia para sumar más tiempo al plazo de 10 años que se fijan para los créditos de Facilidades Extendidas. Es la denomina cláusula de Pari Passu que reiteró el presidente a la directora gerente durante su último encuentro en Roma.
“Kristalina aceptó esa cláusula. Y yo le pedí que la pusiera por escrito para que sirviera en el futuro”, comentó Alberto Fernández después de cenar en el hotel Double Tree de Edimburgo.
Junto a la posibilidad de aplicar una cláusula de Pari Passu, el FMI no descarta otorgar un perdón (waiver) a la Argentina, si no se llega a un acuerdo antes del vencimiento de marzo. Es decir, frente a la voluntad de acordar y ante el inminente vencimiento, las autoridades del Fondo concederían un plazo extra de pago para evitar el proceso de default.
Este asunto y sus probabilidades también fue conversado en reserva entre Alberto Fernández y Georgieva.
Los atenuantes legales que intentan diseñar el FMI y Alberto Fernández para esquivar una crisis financiera, no tienen la suficiente capacidad para ocultar un hecho que está a prueba de desmentidas: la Casa Rosada y el Fondo aún no se ponen de acuerdo sobre las bases del programa económico que debe aprobar el board para conceder el crédito de Facilidades Extendidas.
La posibilidad de utilizar los créditos del Fondo de Resiliencia como una continuación directa del eventual acuerdo de Facilidades Extendidas, más el eventual uso del waiver frente a la ausencia de acuerdo en 2022, son iniciativas diseñadas en el FMI que complementan una nueva propuesta que hizo Alberto Fernández en la cumbre de Glasgow.
En su primer discurso ante la COP26, Alberto Fernández sugirió que el FMI acepte canjear deuda por proyectos que respeten el medio ambiente, propuso que se utilicen los Derechos Especiales de Giro (DEGs) para financiar iniciativas contra la emisión de carbono y planteó crear un comité político y técnico para dirimir qué países van a recibir créditos verdes para la defensa del medio ambiente.
El canje de deuda por proyectos ecológicos, el uso de los DEG,s y la sugerencia del G20 al FMI para que revise su política de sobrecargos, son posibles instrumentos financieros de largo aliento que exhiben una nueva mirada sobre un sistema global que cumplió su ciclo tras la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias sociales y económicas.
Sin embargo, esos eventuales instrumentos financieros tienen una debilidad estructural que bloquean su capacidad de uso en esta negociación con el FMI: aún no existen, y lo que no existe no puede usarse frente a Georgieva y los principales países -Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia y Canadá- que integran el board del Fondo.
Al margen de las herramientas jurídicas y financieras que pretende desplegar para cerrar con el FMI; Alberto Fernández utiliza la diplomacia para acercar posiciones con los principales líderes del mundo. El presidente ya sabe que un guiño complice, un lugar por casualidad en una comida protocolar, o un comentario mordaz pueden acortar las diferencias en un tema complejo y con rango de asunto de estado.
Alberto Fernández compartió la cena oficial del G20 con Jill Biden, comentó su paternidad con Boris Johnson, intercambió chismes de palacio con Ursula von der Leyen, dialogó en profundidad con Ángela Merkel y fue testigo directo de la venganza personal que ejecutó Emmanuel Macron contra Jair Bolsonaro por haber agredido a su esposa Brigitte.
Terminaba la cena del G20 y Bolsonaro caminaba sólo rumbo a la salida cuando se cruzó con Alberto Fernández, su pareja Fabiola Yañez, y el matrimonio Macron. Bolsonaro saludó al pasar e intentó salir rápido de la situación. Allí todos recordaron que el presidente de Brasil había maltratado a Brigitte Macron.
El premier francés se desprendió del grupo y cruzó a Bolsonaro con una sonrisa. “Cómo está, Presidente. Le presentó a mi esposa, Brigitte”.
La cara de Bolsonaro quedó irreparable. Apenas atinó a saludar, y salió casi corriendo hasta su auto oficial.
Macron, Brigitte, Fabiola y Alberto Fernández casi se asfixian de la risa.
Al presidente ya le confirmaron que tendrá una vídeo conferencia con Vladimir Putin para analizar -entre otros asuntos de estado- la negociación con el FMI. Sucederá este viernes, y aún no se sabe si será en Olivos o en Balcarce 50.
“Yo quiero arreglar con el Fondo. Si no fuera así, que sentido tuvo haber pagado 1.900 millones de dólares con la plata que me envió Georgieva”, comentó anoche Alberto Fernández, mientras cenaba en el hotel Double Tree de Edimburgo.
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