(Enviado especial a Roma). En las tierras de Federico Fellini, Alberto Fernández y Kristalina Georgieva ejecutaron a la perfección su guión político para ocultar las diferencias económicas aún insalvables y mantener la ilusión de llegar a un final feliz sin crisis política ni default económico.
Otros actores principales, Angela Merkel y su sucesor Olaf Scholz y el premier francés Emmanuel Macron, tambien hicieron su contribución a la escena rodada en Roma.
Y los cinco protagonistas de la zaga, asumiendo su lugar en la historia que cuenta la azarosa negociación entre la Argentina y el FMI, aguardarán el movimiento decisivo que ejecutará Joseph Biden desde la Casa Blanca.
Alberto Fernández y Georgieva son hábiles negociantes y se mueven como profesionales del ajedrez. Cada uno sabe que hará el otro, y los dos asumen que el mejor resultado seria tablas. En esta partida no habrá vencedores ni vencidos, porque en medio se juega el pago de 44.000 millones de dólares que concedió el FMI a Mauricio Macri y la estabilidad institucional de un país que Estados Unidos aún protege en el tablero regional.
En este contexto, el presidente argentino y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional dijeron lo suyo sin apartarse de la letra ya asumida y escrita.
“Buen encuentro con el presidente Alberto Fernández. Acordamos que nuestros equipos deben trabajar juntos e identificar políticas sólidas para abordar los importantes desafíos económicos de Argentina en beneficio del pueblo argentino”, expresó Georgieva.
“Buen encuentro con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, para avanzar en negociaciones que nos permitan salir del lugar social y económicamente insostenible en donde el gobierno que me precedió dejó a nuestra amada Argentina. Negociar con firmeza es recuperar soberanía”, completó Alberto Fernández.
El guionista tácito de la zaga es implacable: obliga a los dos protagonistas de la historia -Alberto Fernández y Georgieva- a usar idéntico wording: “Buen encuentro con...”.
Al margen de las poses fotográficas y los textos en Twitter, las diferencias entre la Argentina y el FMI continúan. Alberto Fernández pretende un acuerdo de Facilidades Extendidas sin ajuste. Georgieva replica que no es posible refinanciar 44.000 millones de dólares sin un programa que acote los márgenes de emisión, termine con los distintos tipos de cambio, permita remesar las ganancias a las casas matrices, achique los subsidio, elimine los congelamientos y libere el cepo a las exportaciones.
Las diferencias son insolubles, aunque los dos negociadores utilicen el mismo concepto: programa sustentable para pagar la deuda externa. Alberto Fernández y Georgieva defienden con rigor sus propias diferencias, pero exhiben una actitud encomiable: no encienden la pradera, mantienen bajos los puentes institucionales y apuestan al diálogo para encaminar una negociación que ya está en problemas.
El sistema internacional de poder reconoce que Alberto Fernández busca una solución pacífica a un conflicto que aún no escaló hasta la categoría distópica. El Presidente exige que el FMI reduzca los sobrecargos que se aplican a la deuda contraída por Macri con el acuerdo de Donald Trump y las gestiones administrativas de Christine Lagarde. Esos sobrecargos implican para la Argentina un pago extra de 1.000 millones de dólares al año.
El Fondo los utiliza para mantener aceitada su compleja burocracia. Y ningún estado miembro importante -Estados Unidos, Alemania, Francia y Japon- desean bajar sus porcentajes. Además, el sobrecargo funciona como un castigo al país que lo sufre, porque eso indica que tomó más crédito por encima de su capacidad como socio.
En el caso de Argentina, Macri asumió una deuda que implicó un 189% más de lo que podía aceptar. Trump y Lagarde conocían esta ecuación, y por eso el Presidente no se cansa de repetir que el FMI también tiene que pagar la fiesta que inició en 2018 cuando la economía nacional estalló por la sequía y la desconfianza de Wall Street.
En este contexto, el G20 a través de su comunicado final concederá al Presidente un gesto diplomático por su insistencia en reducir los sobrecargos. El comunicado -Comuniqué en la jerga diplomática- incluirá un párrafo instando al FMI para que reduzca los porcentajes de los sobrecargos que se aplican a los países con créditos concedidos más allá de sus capacidades financieras y económicas.
El reconocimiento tiene valor político, pero no sirve al momento de cerrar un acuerdo con el FMI. Estados Unidos y Japón, indispensables para avalar un crédito de Facilidades Extendidas a favor del país, no están de acuerdo en bajar los sobrecargos. Y Francia y Alemania, que Alberto Fernández cuenta como socios en su batalla, optaron por el silencio o la sofisticada verba diplomática.
Es decir: Merkel, su sucesor Scholz y Macron apoyaron el párrafo que reconoce la cruzada presidencial. Pero esquivaron la estocada cuando se le preguntó o sugirió durante la cumbre del G20 en Roma, si votarían la reducción de los sobrecargos en el board del FMI.
-¿Durante el encuentro con el Presidente, Merkel y Scholz adelantaron cómo votarían respecto a los sobrecargos en una eventual reunión del board del FMI?-, preguntó Infobae al canciller Santiago Cafiero.
-No nos dijeron cómo votarían-, contestó Cafiero.
-¿Y Macron que dijo al respecto?-, insistió Infobae.
-Macron nos dijo que apoyaría la reducción de los sobrecargos que impone el FMI a los países deudores-, adelantó el canciller.
-¿Ese apoyo es en el G20 o en el board del FMI?
-El apoyo es en el G20. No adelantaron qué harían en la reunión del board de diciembre-, cerró Cafiero.
Argentina tiene mínimas chances de obtener la reducción de los sobrecargos.
Los países más poderosos del sistema internacional saben que el comunicado del G20 no es imponible-los estados son soberanos- , y que en definitiva todo tiene que resolverse en la negociación que lideran Alberto Fernández y Kristalina Georgieva.
La clave del acuerdo pertenece a Biden. El presidente de los Estados Unidos sabe que Argentina no puede enfrentar los próximos vencimientos de capital -18.000 millones de dólares en 2022- y que Alberto Fernández tiene voluntad de honrar las deudas con el FMI al margen de sus discurso de campaña.
Biden es clave, pero la Casa Rosada no influye en su toma de decisiones. Georgieva insistió ayer en Roma que Argentina debe presentar un programa sustentable. Y el Presidente, cerrando el círculo, ratificó que ese programa no puede implicar un plan de ajuste. Fue un juego de suma cero. Corsi y ricorsi.
A Fellini le gustaba esa frase de Giambattista Vico, que una vez explicó que la historia no avanza de forma lineal -impulsada por el progreso-, sino en forma de ciclos que se repiten.
En pocos meses se sabrá si Alberto Fernández y Georgieva fueron engullidos por un nuevo ciclo, o tuvieron la capacidad política de sumar voluntades para evitarle a la Argentina una nueva crisis económica.
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