Apenas 500 militantes, simpatizantes y vecinos acompañaron a Mauricio Macri en su visita a Dolores para declarar en la causa que investiga el juez Martín Bava. ¿Por qué no se puso en marcha ningún operativo para llevar más gente que permitiera una postal más impactante del respaldo al ex presidente?
Macri no quiso que se utilizaran ómnibus para movilizar adherentes hasta la Plaza Castelli de aquella ciudad bonaerense, admiten en el entorno macrista. Fue un aporte clave para evitar que se asociara su acto con el que encabezó su archienemiga Cristina Kirchner ante los tribunales de Comodoro Py en 2016.
Las personas que llegaron lo hicieron por su cuenta, se jactaron varios referentes del PRO, en un intento de diferenciarse de los actos organizados por el peronismo. Aun así, en el macrismo duro había conformidad por la foto conseguida, sobre todo por la presencia de casi todo el gabinete de Cambiemos (hasta estuvo Nicolás Dujovne, el único de impecable saco azul pese a la temperatura tórrida, aunque se cuidó de no subir al improvisado escenario montado sobre el acoplado de un camión).
También llegaron a Dolores una legión de dirigentes representativos del PRO (con mucha amplitud interna: desde “halcones” como Patricia Bullrich hasta “palomas” como Cristian Ritondo), ninguno de la Coalición Cívica y solamente dos radicales, los senadores Luis Naidenoff y Oscar Castillo. El partido liderado por Alfredo Cornejo decidió enviar al acto a la vicepresidenta del Comité Nacional de la UCR, Alejandra Lordén, y la vicepresidenta del Comité de la provincia de Buenos Aires, Erica Revilla, intendenta de General Arenales, pero aparentemente nunca llegaron por “el exceso de celo policial” en los controles de la autovía 2, un problema que hasta Macri destacó en su discurso y lo tiñó de intencionalidad política.
La escenificación montada en Dolores, aunque imperfecta y limitada, fue lo más parecido a una “Placita del Sí”, casi con el mismo espíritu, pero en menor escala de las “Plazas del Sí”, aquellas masivas movilizaciones en todo el país que le permitieron al ex presidente una fuerte recuperación de votos entre las PASO y las elecciones presidenciales de 2019, y que dejaron en pie el capital político de Juntos por el Cambio con ese 41% de sufragios que tuvo el valor de una hazaña y el sentido de una coraza protectora.
No por nada entre la concurrencia, donde eran todos fans incondicionales de Macri, respondieron espontáneamente con un “Sí, se puede” gritado a coro cuando el ex mandatario recordó en su discurso el último acto que encabezó como presidente de la Nación el 7 de diciembre de 2019, en Plaza de Mayo.
Podría decirse que la espontaneidad marcó todo el acto, hasta tal punto que algunos ex funcionarios se quedaron solos en la Plaza Castelli, mezlados con la gente común, mientras otros colegas habían podido entrar a la sede de la Municipalidad de Dolores, a metros del acoplado-escenario y convertida en un VIP macrista, para esperar el comienzo del encuentro junto con el ex presidente. Allí estaban, por ejemplo, Jorge Triaca, ex ministro de Trabajo; Guillermo Dietrich, ex titular de Transporte, o Pablo Avelluto, ex ministro de Cultura, a quien acompañó Dujovne (siempre con su saco azul).
Macri no cargó las tintas contra el juez que lo llamó a indagatoria, pero fue contundente al mencionar “la cultura del poder oscura que usa una tragedia para dañar” y destacó: “Todos estamos con los familiares del ARA San Juan”. Allí se ganó una de las grandes ovaciones, de la misma forma que cuando se quejó de “una causa intempestiva y sin fundamentos”, y de “dos años de agresiones, calumnias y persecución” que sufrió. Era un “halcón” en estado puro volando bajo ante un público de “halcones”.
El primer acto macrista en mucho tiempo no defraudó a sus seguidores. Metido de lleno en la campaña, el ex presidente aprovechó sus minutos bajo el ardiente sol del mediodía para castigar al oficialismoy su público deliraba de placer con cada embestida, como cuando advirtió: “No somos iguales, cuidamos la plata de la gente”. O al asegurar: “Somos institucionalistas y republicanos”. La gente coreaba “Mauricio no se toca” al ritmo de sólo dos bombos, ejecutados por un par de entusiastas militantes cuyas remeras, que ellos mismos mandaron a hacer, afirmaba en sus pecheras: “Menos mal que existe la grieta, sino pareciera que somos todos como estos hijos de puta”. Se referían al Gobierno, claro está.
Mientras Macri se presentaba en el juzgado, un pelotón de dirigentes y legisladores se agolpaba en “Lago Di Como”, que no es el bello paraje del norte de Italia sino un bar ubicado en la esquina, que sirvió de trinchera y de oasis para refrescarse a Hernán Lombardi, uno de los organizadores del acto y el primero que llegó a la Plaza y atendió a una decena de medios en forma consecutiva, o diputados del PRO, acalorados y sedientos, como Ritondo, Silvia Lospennato, Luciano Laspina y Waldo Wolff, entre otros.
En Dolores, bien temprano, los organizadores del acto no estaban seguros de que Macri pudiera cumplir su deseo de caminar las dos cuadras que separan la Plaza Castelli del juzgado. Había versiones sobre la posible irrupción de militantes kirchneristas para agredirlo. Si se cumplía ese pronóstico, lo iban a llevar en un auto a toda velocidad para presentarse ante el juez Bava. No fue necesario. El ex presidente tuvo su caminata “triunfal”, rodeado de dirigentes y militantes que lo alentaban, además de un enjambre de periodistas, fotógrafos, camarógrafos y los curiosos que querían participar de la noticia del día.
No siguió esa procesión, por ejemplo, Justo, un jubilado de Dolores que cobra 25 mil pesos y que le confesó a Infobae que no aguantaba más la actual situación económica y que estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad a Macri en la Presidencia. Sin quererlo, fue el complemento perfecto del resto de los asistentes, que estaban en la misma sintonía de seguir a su líder y ganas de un “segundo tiempo”.
La nota más colorida, sin intención, la aportaron dos vendedores de banderas argentinas que viajaron desde Florencio Varela para ganarse unos pesos. También ofrecían algunas con los colores patrios y una leyenda: “Sí, se puede”. Uno de ellos admitió a este medio que eran los sobrantes de aquellas marchas macristas de 2019. Las vendían a 300 pesos. Hace dos años, recordó uno de ellos, su precio era de 100 pesos. Quizá ese solo dato, obvio reflejo de la inflación y del deterioro de la economía argentina, se convirtió en un símbolo adicional del día en que el ex presidente volvió a protagonizar un acto macrista. Ante menos concurrentes que antes, pero con las mismas ansias de revancha que ellos.
SEGUIR LEYENDO: