Kutralwe, herramientas para las luchas es el título de este manual elaborado por mapuches chilenos que también inspira a los miembros de los grupos radicalizados en el Sur. El texto detalla los métodos para tomar terrenos, manipular a la opinión pública e incluso para actuar frente a las fuerzas de seguridad.
Para los redactores de estas instrucciones, el “Estado de derecho” en Chile no es más que una “continuidad de la usurpación”. Sin embargo, no todo de ese Estado es despreciable ya que pregonan “capacitación y formación en contenidos de materias jurídicas y de DDHH”, esencialmente con la finalidad de defenderse en tribunales si son procesados por su acción directa.
Las imágenes y las frases se repiten a lo largo del Manual de más de 270 páginas. Encapuchados, atrincherados, tomando terrenos; actos coordinados que se repiten entre algunos grupos mapuches en las tierras patagónicas de Argentina a imagen y semejanza de la Coordinadora Arauco-Malleco o CAM, la organización político militar mapuche de Chile.
Aunque los mapuches, antes llamados araucanos, no son originarios del actual territorio argentino -existe documentación histórica que así lo avala, como también la absorción de los antiguos tehuelches y la extinción de su lengua-, se busca unificar un relato y homogeneizar la organización y la acción. Lo confirma esta publicación mapuche-chilena Kutralwe, herramientas para las luchas, un extenso manual de organización discursiva, factual y de cooptación, que circula por las tierras del sur.
Las primeras páginas de la publicación revelan una preocupación por la deforestación, por la explotación de los recursos naturales, con estadísticas y planteos más bien simplistas, pero que terminan con un llamado a la protección del patrimonio, con una invocación -todavía suave- hacia la acción: “¿Qué vas a hacer tú?, ¿dejar que sigan saqueando y aniquilando nuestro territorio ancestral? ¿O te levantarás en lucha y resistencia para revertir esta compleja situación en que está pasando gravemente la naturaleza, el agua y el pueblo mapuche?”
Estas preguntas iniciáticas son como un anzuelo romántico, una presentación liviana e idealizante. Pero concluida la lectura de los 17 capítulos, el mensaje surge claro. El romanticismo queda de lado y Kutralwe... se revela como lo que es: un manual básico, pero complejo y completo, sobre todas las instancias de una “guerra de liberación”.
Quien quiera sumarse a la lucha, encontrará en el manual información “sobre el sistema procesal penal, los montajes judiciales”, el “estado policial”, la “autodefensa”, el “arte del sabotaje”, y también “trucos para hackear drones, tácticas para romper el cerco mediático, técnicas para burlar vigilancia en celulares pinchados por la policía”.
El objetivo de la lucha es “la recuperación total del territorio pero hay que ir paso a paso”, dice el manual. Sin embargo, “no hay que tenerle miedo a la guerra y sus consecuencias…”
La estrategia más directa es “someterlos (a los enemigos) a una situación de contexto desfavorable para sus inversiones, llevada cabo a través de la acción de sabotaje, de violencia revolucionaria, que tenga por objeto destruir y paralizar sus espacios, vías de tránsito, maquinarias, infraestructura, objetos e inversiones en general”.
Por si no queda claro, se reitera: “Que al empresario se le haga poco viable desarrollar su negocio en la localidad. Las acciones contra el enemigo deben dejar consecuencias graves en su economía, irreparables y cada vez en mayor escala”. Se trata de “destruir o quedarse con todos sus medios de producción, sus máquinas y recursos, avanzar en la construcción de condiciones para el control territorial total”, etcétera.
Fuego, toma de terrenos e inteligencia: las estrategias esenciales
Luego de algunas páginas introductorias, Kutralwe pasa directamente a la organización en el capítulo “Apuntes sobre tácticas y estrategias de lucha, acciones y procesos”. Plantea tres tipos de estrategias de manera directa, que consisten en la elección de un territorio para el combate a través de un trabajo de inteligencia previo, para poder “golpear sin ser golpeados” y las acciones de destrucción de la mercancía del enemigo.
Para producir un cambio se debe renunciar a las instituciones fuera de la comunidad mapuche, como “las iglesias, las instituciones y los colegios”, ya que “son espacios donde ellos dirigen y reproducen sus formas, contenidos y lógicas funcionales a los intereses políticos y económicos”. Aunque no descarta poder “influir en un grado leve” en esos espacios, “obtener ‘beneficios’”, pero siendo conscientes de que “potenciar la institucionalidad y sus programas” implica “avalar al Estado y sus políticas en los territorios, asistencialismo y paternalismo que perpetúa la dominación y dependencia”.
Una vez fuera de los circuitos del Estado la lógica dominante es la de “la comunidad” y allí sostienen que “es necesario aprender y acercarse a otras formas de luchas reales”, que apuntan a “entrar en los predios y fundos, trabajarlos, recuperarlos, quedarse con los recursos, atrincherarse, resistir adentro...”
“Golpear sin ser golpeados” implica la realización de “diversos tipos de acciones de sabotaje que hagan un daño irreparable a las máquinas del capitalismo”. Estas acciones deben ser planeadas de modo tal de evitar “represalias” o “investigaciones”, por lo que hay que hacerlas “en la completa invisibilidad e impunidad” con velocidad y firmeza “para aturdir al enemigo, tomarlo desprevenido, desconcertarlo, dejando pruebas falsas que confundan...”.
El manual aconseja “preparar acciones de sabotaje a los medios de transporte e infraestructura del empresario usurpador” a la vez que se prepara la “defensa jurídica” y se construye un “movimiento político y social para realizar y respaldar todas las acciones que se hagan”.
“La guerra de liberación requiere un conjunto muy amplio y diverso de disciplinas que hay que aprender a dominar para vencer”. afirman.
Si bien dicen rechazar las estructuras que hacen posible la democracia, el manual afirma: “Se requiere capacitación y formación en contenidos de materias jurídicas y DDHH”. Es decir que algunas instituciones del estado usurpador pueden favorecerlos, como las garantías en los procesos penales.
“No devolverán las tierras, no dejarán de cortar bosques nativos, no dejarán de contaminar las aguas, no anularán un mega proyecto capitalista con simples manifestaciones pacíficas o de violencia insignificante que no repercuten gravemente en la productividad empresarial en la zona ni en la agenda del gobierno de turno”, advierten.
“Que el fuego haga su labor”
Es por ello que “las marchas, los actos cívicos o hechos aislados” son sólo “un acompañamiento al movimiento mapuche”. Lo que cabe es “sabotear de forma inteligente, certera, silenciosa y con la reiteración necesaria” hasta expulsar al enemigo. “Que los sabotajes lo dejen en un estado de parálisis, desconcierto e incertidumbre total, que el fuego haga su labor”, piden.
El fuego, los incendios, son la principal herramienta para causar daño.
“Una vez adentro del predio -instruyen-, atrincherarse, hacer escondites, trampas, barricadas, cortar cercos, hacer campamentos, construir casas ... “
Se debe “someter al enemigo a una verdadera desventaja táctica”, imposibilitándolo de “producir su mercancía”. “En resumen, generar un clima de descontrol y caos (...). Que al empresario se le haga poco viable desarrollar su negocio en la localidad. Que se pongan en riesgo sus proyectos de inversión en el territorio en conflicto”.
Cuando no se puedan realizar “grandes sabotajes a sus bienes, para lograr un golpe definitivo”, el manual propone una “prolongada y silenciosa lucha anónima de hostigamiento y micro recuperaciones”, para “debilitarlo, quitarle espacios lentamente y (que) se vea envuelto en una espiral de violencia”.
En el capítulo “Procedimientos Policiales: Aspectos básicos, consejos útiles” se presenta a las diferentes fuerzas de seguridad como enemigas que actúan “de forma indiscriminada y abierta, a toda hora”.
En ítems como “Toma y Desalojo”, “Allanamiento” e “Interrogatorios” se explica de manera sucinta de qué se tratan y cuáles son los elementos legales necesarios para que se produzcan. “¿La toma es un delito? No, en ninguna parte de la ley se señala la ‘toma’ como un delito -advierten-. Es lo que se denomina ‘vacío legal’ y durante el 2011 varios tribunales la reconocieron como una forma válida de lucha social”, aludiendo a lo que en el fondo es un aspecto benigno de ese Estado usurpador que denuncian. Pero aclaran que, dentro de la toma pueden producirse “otros hechos que constituyan delito, como romper cercos, robo de animales, robo de madera, incendios, maltrato a carabineros, etc.” “Pero una toma pacífica en sí no es delito”, insisten.
“La Justicia para nosotros está en el Fuego”
“Expresamos enfáticamente que existen diferencias en términos ideológicos y prácticos, entre la ideología mapuche y las ideologías revolucionarias occidentales (marxistas, maoístas, anarquistas, etc.), la lucha mapuche es distinta, nuestra organización es distinta, no nos organizamos bajo la lógica de las asambleas por ejemplo, pues respetamos a nuestros pu longko y pu machi, y a través de ellos y ellas a nuestros antepasados...” O sea, verticalismo.
“Si no se puede hacer justicia bajo las Leyes impuestas, haremos Justicia Mapuche (…) La Justicia para nosotros está en el Fuego”.
Entre las estrategias de lucha, no desdeñan el uso de las nuevas tecnologías.
Instan por ejemplo a realizar “ataque SPAM”, a través de correo electrónico, de manera diaria y desde diferentes cuentas, así como también a usar la estrategia de “lobo con piel de cordero”, que consiste en “hacer una acción de propaganda al momento en que la prensa esté cubriendo otras instancias”, por ejemplo, interrumpiendo “frente a las cámaras y dejar un mensaje: breve pero contundente, que se entienda fácilmente”.
Si la cosa sale mal y la persona es detenida, el consejo es “hacer escándalo, gritar consignas, mover la cabeza desquiciadamente, pegar manotazos, romper cosas, tirarte al suelo, hacer show”. Y explican: “Esas cosas le encantan a la prensa, les encanta el sensacionalismo y de seguro lo van a grabar y saldrá en las noticias”.
“Kutralwe” también incorpora -en otro registro y con un léxico más llano- información técnica sobre drones, los modelos que se utilizan y cómo detectarlos. Advierten que son cámaras de vigilancia con alas, que pueden identificar rostros, por lo que dan consejos para ocultarse de ellos, entre “las sombras de edificios y grandes árboles”, por ejemplo. Una forma de eludir el seguimiento de un drone es “hundirse bajo el agua de un río o pozo, ya que estos siguen a las personas por sensor térmico, (y) dentro del agua la visión térmica se distorsiona...”.
En operaciones, hay que evitar el uso de celulares porque “utilizar comunicación móvil o GPS posiblemente delatará” la localización. El manual también da consejos para hackear un drone y recomienda utilizar celulares prepagos, y no llamar a números pasibles de intervención.
“Hazlos perder tiempo, recursos, accesos, redes, infraestructuras, medios de transporte y comunicación”, exhorta el manual. Y apela a la necesidad de empoderar a las comunidades “para gestar luchas superiores”, para que “se aumente el poder de movilización y el poder de fuego”.
Conscientes de que todas las comunidades no están en la misma tesitura, hay que promover que “se levanten en lucha”, que pasen “de la ignorancia a la conciencia, de la dispersión a la organización (...), de la pasividad a la movilización (...), del descontento al sabotaje (...), de la resistencia con piedras a la lucha con armas de fuego, (...) de la normalidad a la clandestinidad, de la protesta callejera a la muerte en combate [sic] dentro de un fundo en recuperación…”.
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