De lejos parece un viejito pascuero con barba bicolor. Es la peor definición que se puede dar de él. Aborrece al capitalismo y todo lo que representa, y Santa Claus es la viva imagen de eso. “Hay algo que dice un yankee que me gusta”, evoca al hablar del tema, y sigue: “No es ni amansar el capitalismo, ni destruirlo, sino comerlo como se comen las bacterias a un queso gruyere”. Emilio Pérsico, el líder más poderoso entre los movimientos sociales, el que propone que “hay que llenar la política de pobres”, ríe con ganas al evocar la cita a la que le da impronta propia: “Al capitalismo hay que ir haciéndole agujeros, islas de desarrollo o, como lo llaman en Venezuela, el socialismo del siglo XXI. Es construir un modelo alternativo, como la economía indígena”.
El guerrillero
A Pérsico se le conocen al menos dos sobrenombres, “Arturo” y “el verdulero”. El primero es el de guerra. En los violentos años setenta, fue uno de los últimos jóvenes cooptados por la organización guerrillera Montoneros. De profundas convicciones religiosas y reconocida amistad con el papa Francisco, participó de la sangrienta “contraofensiva montonera” que se cobró la vida de 84 compañeros entre 1979 y 1980. Fueron masacrados, torturados y desaparecidos por el gobierno de facto que a fuerza de bayonetas gobernaba la Argentina desde 1976.
El apodo de “el verdulero” se lo ganó ya en democracia. Al regreso de un largo exilio en España, Suiza y México, decidió vivir en las afueras de La Plata y sostener a su familia con las ventas de lo producido en su huerta.
De la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires se mudó al partido de La Matanza. Vive en Isidro Casanova, en la casa de otro de los líderes Montoneros, Mario Firmenich.
Desde principios de los años ochenta, sus movimientos cansinos y la vestimenta que elige para presentarse en público, suele confundir a sus interlocutores. Lo creen tosco y fundamentalista por su pasado violento. Pero es dúctil en el arte de tejer poder e inteligente a la hora de rebatir argumentos. Una habilidad que a fuerza de lectura comenzó a forjar a los 14 años, edad en la que comenzó a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios.
Asistía al Colegio San José de La Plata. Un tradicional instituto privado que “forma personas desde los valores del evangelio”. De allí pasó a la Juventud Peronista y saltó a Montoneros.
La familia paterna tenía cómo solventar sus estudios privados. “Mi abuelo puso la primera heladería Pérsico en La Plata, y después la siguió mi papá. Mis hermanos y yo militábamos, y nunca continuamos con el legado, si seguíamos capaz hoy tendríamos algo”, recuerda sin remordimientos y se apura a aclarar que los actuales dueños no son sus parientes y que renunció a la herencia. Eso le valió, reconoce, algunos reproches. “Nunca me ocupé de proveer a mis hijos, por eso no me puedo definir como un buen padre. Puse todo en la militancia”, se excusa.
El pataleo llegó de ese lado. Tres matrimonios y diez hijos. El último se llama Néstor. El nombre es en honor a quien consideró su amigo y “el mejor presidente después del general Juan Domingo Perón”, el patagónico Néstor Kirchner.
Misioneros de Francisco
La mamá del niño es la diputada provincial Patricia “Colo” Cubría. Ella también es dirigente del Movimiento Evita, la organización social de la cual él es el coordinador nacional y que le permite ser considerado uno de los referentes sociales más poderosos.
Néstor tiene ocho años. Nació en 2013, en coincidencia con nombramiento de Jorge Bergoglio, el ex arzobispo de Buenos Aires, como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica que adoptó el nombre de Francisco, el primer Papa latinoamericano.
Pérsico, entonces subsecretario de Agricultura Familiar del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, fundó el Movimiento Misioneros de Francisco, que tiene como principal objetivo “incentivar y sostener la religiosidad popular católica en barrios periféricos de la Argentina, retomando los ejes de la teología de la cultura”, una corriente desarrollada por el sacerdote Rafael Tello, según la investigación realizada por Marcos Andrés Carbonelli y Verónica Giménez Béliveau y publicada en la revista de ciencias sociales.
El propio ex vice jefe de gabinete del gobernador Felipe Solá recordó cómo se formó el grupo laico, integrado por una mayoría de católicos del Movimiento Evita. Junto a Cubría, fueron al Vaticano con el objetivo de hablar con el Papa y bautizar al niño.
En Roma le contaron a Bergoglio la idea de fundar capillas, y según los presentes, relatan los autores de “Vidas militantes: trayectorias, saberes y éticas en el Movimiento Misioneros de Francisco”, el vicario de Cristo le dijo al dirigente social “Andá, y hacé capillas”, y así nació “la organización de base, su anclaje territorial y el hito que le permite desarrollar políticas sociales y de evangelización”, relatan los autores.
Son pocos los que conocen esta historia. Y la existencia de ese movimiento religioso laico quedó expuesto el 1 de octubre. Ese día, Alberto Fernández visitó la Casa de los Misioneros de Francisco ubicada en Luján. Lo recibió Esteban “Gringo” Castro, el secretario general de la UTEP, y devoto cristiano que, a diferencia de Pérsico, nunca tomó un arma ni lanzó una bomba molotov.
Quebracho y mapuches
Después de su paso por Montoneros, ya en 1992, Pérsico fue cofundador del violento Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho. La organización se popularizó porque protestaba contra la política económica del gobierno de Carlos Saúl Menem incendiando con bombas molotov locales partidarios, vagones de trenes, frente de supermercados y generando disturbios en las marchas que reclamaban por un justo aumento jubilatorio.
Algunos de los métodos que utilizaban son similares a los que emplean los mapuches en la Patagonia y que suelen agruparse bajo las siglas RAM (Resistencia Ancestral Mapuche). “Los reclamos que realizan los mapuches en el sur son justos y sus reivindicaciones van a triunfar, los blancos no se dan cuenta de eso”, opinó al ser consultado por Infobae.
El funcionario de Alberto Fernández sigue atento cada incidente y el devenir de los expedientes de los grupos violentos mapuches. El abogado que encabeza al grupo de asesores jurídicos que los asisten es Roberto Cirilo Perdía, uno de los integrantes de la conducción de Montoneros a quien él respondía.
El devenir de Quebracho, con el ascenso que logró Fernando Esteche en la organización, y los hechos vandálicos que protagonizaba frente a la embajada de los Estados Unidos, con quema de banderas incluida, Pérsico se alejó y fundó el movimiento piquetero con el cual creció: el Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita. Esa fue la herramienta que le abrió las puertas al poder real y ductilidad política.
Piquetero del poder
Pérsico no es tosco, como creen algunos, ni “fundamentalista”, por su paso por las organizaciones guerrilleras. Se lo demostró a Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social de Mauricio Macri. A fuerza de cortes de calles y rutas, y acampes, el actual funcionario consiguió que el Evita, pero también la CTEP, ahora subsumida en la UTEP, consiguiera más planes sociales y bolsones de alimentos que cualquier otra organización popular.
Stanley aún recuerda su encuentro en el piso 14 del Ministerio de Desarrollo Social. “Pensé que me iba a encontrar con una concheta”, le dijo él.
–¿Sí? Y yo pensé que vos eras un fundamentalista– dijo ella.
“El problema más grave es la falta de solidaridad”, dice el funcionario al ser entrevistado por Infobae, y explica: “Estamos intentando construir desde abajo algo nuevo que transforme a la sociedad. Es lo que viene. Como el 17 de octubre fue la irrupción de las masas populares, que ni Perón vio, ahora se vienen las organizaciones populares que ya no discutimos planes sociales y comida, sino una organización de país diferente a partir de la economía popular”, se envalentona y reniega: “A más de 30 años de democracia, la resultante es hacia abajo. Hay una deuda de la política hacia la sociedad, y nosotros somos la expresión de esa deuda, por eso no nos quieren ver. No hay cambio social sin nosotros”, advierte.
El Movimiento Evita es la pieza fundamental de la Unión Trabajadores de la Economía Popular. Ese espacio, considerado como el “sindicato” de los trabajadores informales, que ya consiguió la “personería social” y se encamina a ingresar en la CGT, maneja como mínimo unos 400 mil planes. Cooperativas de trabajo, imprentas y pequeñas empresas que fabrican desde aceite comestible a indumentarias.
Con más de 300.000 militantes dispuestos a salir a la calle, como ya lo demostraron, por ejemplo, en la marcha del 7 de agosto, el día de San Cayetano, en respaldo al presidente Alberto Fernández y en reclamo de “Tierra, Techo y Trabajo”, Pérsico fue elegido por los dirigentes de ese espacio para ocupar un cargo de peso en el Ministerio de Desarrollo Social, la secretaría de Economía Social. Un área que controla, al menos, un millón de planes Potenciar Trabajo. Los mismos que el ministro Juan Zabaleta asegura que quiere reconvertir en “empleos genuinos”.
Su secretaría también maneja el registro de “altas y bajas” de esos programas sociales. Una herramienta que le brinda una envidiable posición ante sus pares, en especial, sobre las agrupaciones piqueteras que no se referencian en el Frente de Todos.
Desde su secretaría se enfrentó a Daniel Arroyo, el primer ministro de Desarrollo Social de Fernández, pero la sangre nunca llegó al río. Ambos estuvieron a la altura de la situación cuando la pandemia del coronavirus obligó a cerrar la Argentina.
Arroyo tuvo que repartir más comida, bolsones de alimentos y planes sociales que nunca. Y Pérsico estuvo allí para canalizar la ayuda y evitar posibles desbordes sociales. Con sus militantes asistió a los más vulnerables en villas y asentamientos. Las ollas de sus comedores y merenderos no daban abasto. El otro lado de la moneda era la expansión en el territorio. Y la retroalimentación entre el Presidente y los movimientos sociales que estaban allí presentes para lo que mandaran desde la Casa Rosada.
Llenar de pobres la política
Después de la dura derrota en las PASO a manos de la oposición, la vicepresidenta de la Nación hizo pública una carta que parecía incendiar a la alianza de Gobierno.
El ex integrante de Quebracho no lo dudó. Anunció una movilización a Plaza de Mayo en apoyo del jefe de Estado. Por pedido del propio Fernández, el dirigente “levantó” la marcha. El jefe de la bancada oficialista en la Cámara Baja, Máximo Kirchner, habría hecho llegar la “incomodidad” que podría generar en su madre, una multitud vivando por Fernández. La concentración se podía interpretar en contra de Cristina Fernández de Kirchner.
No era la primera vez que Pérsico enfrentaba a la ex mandataria. En las elecciones legislativas de 2017, Cristina Fernández competía como senadora nacional por la provincia de Buenos Aires. Enfrentaba a Esteban Bullrich, el ex ministro de Educación de Macri.
La actual vicepresidente hubiese ganado si el voto peronista no se fraccionaba. Casi un cinco por ciento de los sufragios migraron a la tercera boleta alternativa, Florencio Randazzo, el ex ministro de Trasporte de Fernández de Kirchner.
En esa elección, el Movimiento Evita apoyó al ex funcionario. El jefe de campaña de Randazzo era el ex jefe de Gabinete de Cristina de Kirchner, el abogado Alberto Fernández. El dirigente social trabó amistad con el docente de la UBA en esa campaña.
Allí también se relacionó con otro de los apoyos que tenía el ex ministro en el territorio bonaerense, el entonces intendente de Hurlingham, Juan “Juanchi” Zabaleta. El actual ministro de Desarrollo Social.
Ahora todos, salvo Randazzo, forman parte del mismo gobierno. La ductilidad de Pérsico permitió la reconciliación con la dos veces presidenta.
“Cristina dijo una vez una frase que a mí me enamoró mucho, que era que tenemos que tener un gobierno que se parezca a nuestro pueblo. ¿Saben de qué color es la tez de nuestro pueblo? Del color del Río Paraná. La tez de nuestro pueblo es del color del Río Paraná. Tenemos que llenar la política de pobres para construir el bien común”, disparó el ex guerrillero desde el escenario del club Nueva Chicago el pasado 7 de octubre frente a Alberto Fernández. El acto, diseñado para relanzar la campaña electoral con vistas al 14 de noviembre, tenía como consigna “Por la unidad y la victoria”.
Ese día, Pérsico desplegó el discurso más peronista de todos. Era el mismo dirigente que el Día del Trabajo de 1974, fue echado de la Plaza de Mayo por el fundador del Movimiento Nacional Justicialista. Ese día, Perón, desde el histórico balcón de la Casa Rosada, llamó “imberbes” a los Montoneros.
“Los días más felices fueron los peronistas. Pero los días más felices de los felices fueron cuando en la Cámara de Diputados, el bloque de Evita era del 50% de la Cámara y ese bloque eran todos sindicalistas de la CGT, eran todos trabajadores. Esos fueron los días más felices. Cuando la mujer tenía el 48% de las bancas sin la ley de cupo. Sólo por la organización y la decisión de Eva Perón. El Evita se llama Evita porque le tiene que dar poder a los pobres, a los humildes de esta Patria”, resaltó Pérsico en su ponencia.
Sobre el final de su discurso, y ante unas 15.000 personas, dejó una frase muy polémica: “Creo que esta democracia de la alternancia no camina. Quiero construir una democracia donde el movimiento popular gobierne 20 años en la Argentina”.
Las definiciones lo revelan tal como es, el dirigente social más poderoso del país. El mismo que con la misma convicción empuñó un fusil y un crucifijo. “Ya soy un huevo sin galladura, tengo una historia muy larga”, reflexiona Emilio Pérsico al ser entrevistado por este medio, y está en lo cierto.
SEGUIR LEYENDO: