Los desajustes del propio Gobierno embarran la gestión y el camino a las elecciones

El oficialismo estrenó un giro de campaña para dejar atrás la derrota en las PASO. Y en simultáneo, se produjo la embestida de Aníbal Fernández contra un humorista gráfico. Eso opacó todo. Y muestra falta de rumbo. Parece además una mala señal hacia el exterior

Alberto Fernández recibió en la Casa Rosada a ocho de los principales empresarios del país

El acto presidencial para estrenar la campaña del “Sí” -el giro básico después de la derrota en las PASO- aportó un dato político tal vez poco visible pero significativo: el intento de mostrar unidad interna frente a las tratativas con el FMI. Fue un mensaje zigzagueante, con público presente y destinatarios implícitos. Alberto Fernández repitió el discurso de dureza con la deuda y vocación de negociar, pero la novedad consistió en presentar también como interlocutor a Juan Manzur. El jefe de Gabinete tendría voz en ese juego junto al propio Presidente y a Martín Guzmán. Todo quedó opacado, oscurecido, por la embestida de Aníbal Fernández contra el humorista gráfico Nik.

El ministro de Seguridad fue parte de la comitiva que acompañó el lunes al Presidente en Tucumán. Las sombras de su mensaje a Nik ya se extendían. La primera reacción oficial derivó en el mensaje de Aníbal Fernández presentado como una disculpa. Después, por intermedio de voceros, el Presidente buscó transmitir que de ese modo daba por saldado el tema. Las horas siguientes mostraron que ni siquiera el Gobierno estaba satisfecho con la respuesta.

El desgaste del silencio fue seguido por la exposición de Manzur como voz oficial. Dijo que el tuit de Aníbal Fernández había sido “muy desafortunado” y que él mismo, es decir la jefatura de Gabinete, prefería quedarse con las “disculpas públicas” hechas y deshechas por el ministro. A esa altura, el candidato Leandro Santoro ya había tomado distancia. Y trascendían otros cuestionamientos domésticos.

No era seguramente lo único que observaba Olivos. La repercusión mediática, el impacto en las redes sociales, la reacción opositora y las críticas de entidades periodísticas sumaban también un pronunciamiento de la DAIA. Todo tomaba una dimensión de imaginable lectura en algunos círculos del exterior. Algo que además iba de la mano con la imagen de desajustes en un equipo de gobierno cruzado por internas, apenas disimuladas luego de la ofensiva de Cristina Fernández de Kirchner que provocó un rearmado hasta las elecciones del 14 de noviembre.

Aníbal Fernández, ministro de Seguridad. Otra vez en la gabinete nacional

En el terreno de la economía y en particular de la deuda son notorios los puntos de vista encontrados. La tensión del kirchnerismo duro con Guzmán se anota en primer lugar. Y esa disputa en suspenso conspira contra el objetivo de mejorar el frente externo y exponer cierta imagen de unidad en la gestión. La exposición de Aníbal Fernández va a contrapelo. Es sabido que por eso mismo, quizás por cuentas personales y seguro por cuestiones de imagen no integró la lista de ministros luego del triunfo de 2019. Su incorporación se produjo como fruto de la crisis de gabinete posterior a las primarias.

El Presidente encabezó las recientes actividades en Tucumán con la idea, se ha dicho, de darle un giro a la campaña. Y de volver sobre el tema de las negociaciones con el FMI. Estaba previsto, por supuesto, el viaje a Washington de Guzmán junto a Miguel Pesce y otros funcionarios. Se esperaba -y finalmente llegó, con alivio- el encuentro con Kristalina Georgieva, ratificada en el cargo de directora gerente luego de enfrentar sus propia y dañosa tormenta.

En cambio, fue nuevo el carácter de interlocutor que le asignó a Manzur en ese terreno. “Mientras Juan y Martín y yo seguimos discutiendo con el Fondo para tener las mejores condiciones para nuestro pueblo, ellos están en Miami brindando”, dijo en una de las cargas sobre Mauricio Macri y sus ex colaboradores. El jefe de Gabinete viajará mañana para sumarse al ministro de Economía.

La interpretación política dada a ese movimiento dice que apunta a exhibir apoyo político de todo el oficialismo a las gestiones con el Fondo. Por lo menos, mostraría respaldo del peronismo tradicional para amortiguar la tensión con el kirchnerismo duro. Y un gabinete más o menos ordenado. No ayudaría entonces el mensaje amenazante del ministro de Seguridad.

La intención de mostrar una administración razonable sino unida es trabajada también en algunas gestiones con empresarios. Es un objetivo a dos aguas: transmitirles un mensaje más allá de los comicios que vienen y lograr al menos una señal de respaldo para exhibirla como capital frente al FMI e inversores externos.

De eso se trató el encuentro que encabezó ayer el Presidente con algunos de los empresarios de mayor peso en el país. Alberto Fernández estuvo acompañado por Manzur y también por Eduardo “Wado” de Pedro y Sergio Massa. El presidente de la Cámara de Diputados y Máximo Kirchner han realizado gestiones reservadas con empresarios, que también dejan trascender sus inquietudes.

Algunos de los primeros renglones en la mirada de los empresarios son las tratativas con el FMI, las medidas vinculadas con el empleo y la inflación, otra vez en ascenso, según el anticipo sobre el registro de septiembre que será informado mañana. En todos los casos, el implícito es qué pasará después de las elecciones. En el oficialismo y en la relación con la oposición. Aún falta un mes.

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