A poco más de un mes de las elecciones, el problema mayor del Gobierno se expresa en los volantazos de campaña. El punto no es sólo el rumbo, sino la falta de resultados en la dimensión esperada con el forzado cambio de Gabinete y la posterior e inmediata sucesión de anuncios. Eso es al menos es lo que expresan muchas encuestas -una docena, sin contar algunas más reservadas- y eso es lo que se intentaría salvar con la campaña. Otra consecuencia de la dura interna, el cambio del equipo electoral llegó con una vuelta publicitaria. Y según se dejó trascender, la consigna estrella sería el “Sí”, como enfoque positivo, con base en los anuncios y para descalificar como oferta negativa a la oposición.
El esquema, bastante sencillo, es también el camino elegido para revertir lo que se considera como la peor mochila de las largas etapas de cuarentenas y mala administración de las restricciones por el coronavirus. Sería parte de lo que se presenta como el fin de la pandemia. En otras palabras, si esa larga etapa -la primera mitad del actual mandato presidencial- estuvo caracterizada por el No desmedido a la actividad social y por su impacto en el agravamiento de la crisis, el Sí sería lo que viene. Objetivo difícil detrás de una consigna básica.
Parece tan elemental la idea como llamativa su aceptación como concepto indiscutible y casi mágico. Los expertos en esta materia dicen que una buena campaña ayuda, pero lo determinante es el mensaje real. El problema es cómo compaginar la imagen de los nuevos integrantes del Gabinete, el impacto de la disputa interna, el lugar del Presidente, la tensión con CFK, las medidas de asistencia económica pensadas como respuesta electoral, entre otros temas. De todo eso hablan las encuestas con números preocupantes para el oficialismo, a mitad de camino entre las PASO y las próximas legislativas.
La concepción del “Sí” como señal positiva por naturaleza es de mínima discutible, además de riesgosa. Puede resultar vista como persistencia de criterios y cerrazón frente a la potente señal crítica que expresó la derrota en las primarias. Por lo demás, hay variados ejemplos del valor simbólico inverso. Alcanza con ver la película “No”, en Netflix. Recrea un hecho histórico de alto impacto y fuerte carga emotiva, porque resultó un paso enorme de la recuperación democrática en la región. Se trata de la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, inicio del fin de la dictadura en Chile. Fue una campaña impresionante por el “No”. Expuso que el significado está en el mensaje y el contexto.
Eso último parece subvalorado en el análisis de la cambiante campaña del oficialismo. En principio, luego de la derrota en las PASO se planteó un cuestionamiento descarnado al diseño electoral basado en la consigna “La vida que queremos”. No hubo capacidad de revisar la cuestión sobre la marcha, aunque no faltaron señales previas. Y en rigor, el replanteo llegó como consecuencia del cimbronazo en el tablero de ministros, antes que como resultado de una reflexión crítica. Aquella línea de campaña quedó clausurada junto al cambio en la jefatura de Gabinete.
Cambio de publicista, pero no sólo eso. La idea de colocar como consigna el “Sí” es una especie de crítica a la línea discursiva dura del Presidente durante las cuarentenas y las restricciones en general: el énfasis en las prohibiciones, es decir, el “No” a la vida social, a las clases presenciales, a los deportes al aire libre, a la apertura de comercios durante meses. Tal vez, de manera implícita, también una recomendación por el tono presidencial de advertencia.
Hacia afuera, se pretende exponer lo que se define como una actitud más amigable, por la positiva. Y también asoma como una forma de polarizar. El “Sí” buscaría destacar decisiones propias, como las medidas de asistencia económica, algo en zona de discusión por el sentido electoral. Y a la vez, podría jugar como pieza de confrontación abierta. Algo se vio luego de la frustrada sesión especial de Diputados, con temario encabezado por el proyecto de etiquetado frontal de alimentos.
Máximo Kirchner impulsó la sesión, que en rigor fue una primera disputa como expresión de poder después de las elecciones primarias. El oficialismo volvió a tener dificultades para lograr aliados -a pesar de que el etiquetado es un tema con respaldo en las filas de los bloques opositores- y tuvo sus propias ausencias. El recurso del “Sí” estuvo en las redes sociales, junto al señalamiento de JxC como representantes de sectores empresariales.
Algo también empezó a escucharse en el discurso presidencial. Mañana comienza la etapa de las densas tandas electorales en los medios audiovisuales. Y habrá que estar atentos a los afiches en las calles. Se verá entonces hasta qué punto se impone este recurso como consigna. Las encuestas también irán diciendo lo suyo para el renovado equipo de campaña.
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