Para el Gobierno, la pandemia se terminó. Si había algún tipo de dudas, las disolvieron Alberto Fernández y Máximo Kirchner ayer por la tarde, cuando ingresaron al multitudinario acto organizado por los movimientos sociales en la cancha de Chicago, sin barbijo y compartiendo abrazos y besos con los militantes. A ese gesto se le sumó la foto de miles de personas en una cancha donde hubo aforo del 100%.
“Hay que dejar de lado los celulares y volver a tocarnos. Basta de redes sociales. Hay que llorar y reír, pero juntos”, explicó Kirchner en su discurso. La falta de esa cercanía es la que en el peronismo creen que les hizo perder votos en las últimas elecciones, como consecuencia de una campaña en la que no le fueron a tocar la puerta a los vecinos.
Tanto Alberto como Máximo hicieron hincapié en el final de la pandemia y en el comienzo de una nueva etapa. Un escenario sanitario positivo que, si bien ya comprobaron que no se cambia por votos, imprime un mayor entusiasmo en la gente. “El acto sirvió para recuperar la mística y el músculo de la militancia peronista que se había perdido en la pandemia”, apuntaron desde el Movimiento Evita.
Instalar la idea del final de la pandemia también está asociado a la necesidad del peronismo de ir a buscar el voto casa por casa para poder achicar la diferencia con Juntos por el Cambio. Si no hay restricciones, la vida vuelve a la normalidad y también la movilización en el territorio en búsqueda del apoyo perdido.
El Presidente lo clarificó en su mensaje. “El tiempo de la enfermedad ha quedado atrás. Ha llegado la hora de volver a militar como siempre militamos. Es el momento salir a las calles, abrazarnos con nuestra gente, salir a convencer a los otros”, precisó desde el escenario que se montó en el estadio ubicado en el barrio de Mataderos.
El Gobierno necesita que la gente vaya a votar, aumentar el porcentaje de participación respecto a las PASO y convencer a los que no fueron que son la mejor opción. Es una tarea titánica y las organizaciones sociales son una de las patas del peronismo que está dispuesta a ponerse al frente del operativo para dar vuelta la elección. Saben que es muy difícil pero necesitan entusiasmar a la militancia para buscar los votos.
Desde lo simbólico el acto del sirvió al Frente de Todos para mostrar, una vez más, la unidad que necesitan para transitar con mayor tranquilidad la gestión y la campaña. Una unidad muy frágil a la que aún le falta la parte más importante de la estructura que es el vinculo fluido entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Relación que sigue siendo fría y que se sostiene a través de los interlocutores.
Además de los movimientos sociales, en el acto estuvieron representantes sindicales, como Gerardo Martínez (UOCRA) y Hugo “Cachorro” Godoy (ATE); de La Cámpora, Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” De Pedro; del albertismo, Julio Vitobello, Eduardo Valdés y Gustavo Beliz. Los grandes ausentes fueron los intendentes con más peso en el conurbano. Solo se hizo presente la jefa comunal de Moreno, Mariel Fernández, que es militante del Movimiento Evita. Todos juntos.
La línea que bajaron los dirigentes estuvo vinculada a “la unidad en la diversidad”. Un mensaje que busca graficar, de manera elegante, que existen muchas diferencias internas dentro de la coalición, pero que para intentar dar vuelta la elección es necesario empezar a cerrar las grietas internas lentamente y evitar, como se pueda, que las fisuras se vean permanentemente a la luz del sol.
“Sirvió para ordenar hacia adentro y alinear el territorio”, precisó a Infobae un ministro muy cercano a Alberto Fernández sobre el acto. Son mensajes que se decodifican en el micromundo de la política, pero que no tienen repercusión en el electorado. De todas formas, según entienden en el oficialismo, son necesarios de dar.
Ese orden interno tiene que ver con las diferencias que hay en el territorio entre las organizaciones sociales, La Cámpora y los intendentes. Todos luchan por su porción de poder en los municipios más poblados de la Argentina. Mostrarse en un acto de unidad detrás de la figura del Presidente es un mensaje en si mismo que baja, inevitablemente, a la militancia barrial.
La idea de Alberto Fernández es evitar este tipo de actos masivos y tradicionales del peronismo. Entiende que esa forma de comunicar no tiene rebote en el electorado y que, al menos para este momento de la campaña y de su relación con el electorado, no es la mejor opción. Por eso decidió seguir el camino de los encuentros mano a mano en casas, centros de jubilados y clubes del conurbano.
¿Por qué asistió a un acto así entonces? Porque no quería volver a desairar al Movimiento Evita que en lo que va del año quiso organizar dos actos para apoyarlo y siempre fueron suspendidos por el Presidente. Además, porque Fernández entiende que los gestos en política tienen un valor simbólico importante y mostrar que las diferentes vertientes del Frente de Todos están arriba del mismo barco, genera paz interna y le da estabilidad a su gestión.
Sin embargo, su cara de sorpresa fue indisimulable cuando Emilio Pérsico, uno de los líderes del Movimiento Evita, le dijo en la cara que pretendían organizar un cierre de campaña con 200.000 personas. “Así lo hacemos los peronistas. Dicen que no junta votos. Lo vamos a hacer igual porque así lo sabemos hacer. Y la quiero a Cristina ahí también”, expresó, mientras miraba a Fernández y Máximo Kirchner, que estaban sentados uno al lado del otro.
El oficialismo está intentando ordenar el espacio en tiempo récord después de la crisis política y la derrota electoral. Lo necesitan para tener alguna chance de sumar más votos que en las PASO. Lo que suceda a partir del 15 de noviembre, día después de la elección, es pura incógnita. Quizás este esfuerzo les sirva para tomar un nuevo impulso y dejar atrás la derrota con mayor rapidez o, tal vez, una nueva crisis vuelva a romper en mil pedazos el jarrón que están intentando pegar a pura velocidad.
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