Después de la derrota en las PASO y los forzados cambios en el Gobierno que debilitaron la frágil unidad de la coalición oficialista y la imagen del Presidente, Alberto Fernández decidió relegar las visitas a las provincias afines que venía realizando con regularidad antes de las PASO, y dejó la relación con los gobernadores en manos de su nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur, que llegó a la Casa Rosada designado por el jefe del Estado en representación política del interior del país para “relanzar” la administración nacional.
Hasta el derrumbe en las urnas, Alberto Fernández visitaba una provincia o más por semana: en los diez días previos a las elecciones estuvo en la mayor parte de los distritos oficialistas, donde protagonizó sendos actos con motivo de festejos locales, inauguraciones de obras, o la firma de convenios. Pero después del inesperado resultado en las PASO, imprimió profundos cambios en su estrategia de campaña. Además de disminuir la frecuencia de sus apariciones públicas, modificar el estilo y eliminar los diálogos con los medios, dejó de lado la lógica de metódicas visitas al interior que rigió cada semana de su campaña para las PASO.
Después de su apurado viaje a La Rioja seis días después de la elección, no volvió a visitar ninguna provincia del interior en las semanas posteriores a las elecciones para la nueva campaña, atravesada por las disputas internas. Y desde la Presidencia adelantaron a Infobae que el primer mandatario no tiene previsto ningún desembarco en el interior, al menos en lo inmediato.
Las encuestas que llegan a los despachos de los funcionarios nacionales muestran que la figura del primer mandatario tiene la peor imagen histórica desde que asumió al frente del Gobierno. Fuentes oficiales admitieron que el primer mandatario dejó a un lado las apariciones en las provincias para evitar mayores daños en la perspectiva de la opinión pública sobre el golpeado Frente de Todos, que perdió en 16 distritos.
La relación con los gobernadores quedó prácticamente en exclusiva en manos de Manzur, jefe provincial de Tucumán en uso de licencia, y uno de los dirigentes más importantes del interior del país. El flamante jefe de Gabinete recibe a diario a sus -ex- pares en su despacho en el primer piso de la Casa Rosada -donde las conversaciones sobre cuestiones institucionales, principalmente sobre derivación de fondos para las provincias y la puesta en marcha de programas sociales- se fusionan, sin falta, con la temática que más preocupa al Gobierno hoy: la forma de revertir el resultado de las PASO en las elecciones generales del 14 de noviembre.
“Quién mejor que Manzur para llevar la relación con los gobernadores. Sabe perfectamente cómo funcionan, cuáles son sus necesidades y lo que esperan escuchar”, explicó un funcionario.
El caudillo del Norte Grande arribó a la Casa Rosada en un contexto convulsionado para el Gobierno y, en especial, para el Presidente. Tras el revés electoral, el Frente de Todos atravesó un fuerte conflicto interno, luego de que el kirchnerismo responsabilizara por el fracaso principalmente a la gestión nacional y a las actuaciones públicas con errores del Presidente. Por extensión, apuntaron a su entorno. El final es conocido: dos de sus principales colaboradores -el predecesor de Manzur, Santiago Cafiero, y el secretario de Comunicación y amigo de Alberto Fernández, Juan Pablo Biondi- fueron reemplazados, junto a varios ministros que respondían al jefe de Estado.
Debilitado, el primer mandatario acudió a los movimientos sociales y a los sindicatos en busca de apoyos. Pero se refugió, sobre todo, en los gobernadores, que escenificaron su respaldo en una publicitada reunión celebrada después de varias jornadas de zozobra e incertidumbre sobre el futuro del Gobierno y el rol del Alberto Fernández. El cónclave giró en torno al Presidente, aunque también estuvieron Sergio Massa y Wado de Pedro, con el fin de mostrar cierto acercamiento de posiciones, a pesar de que el conflicto seguía presente.
Quien ofició de anfitrión de aquel encuentro fue Ricardo Quintela, uno de los primeros gobernadores en mostrar su apoyo a Alberto Fernández después de la sorpresiva renuncia -luego no concretada- del ministro del Interior por instrucción de la Vicepresidenta Cristina Kirchner. Después, el riojano redobló su respaldo al viajar a Buenos Aires para visitar los despachos del ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis -hombre de Alberto Fernández-, y al propio Presidente, en la Casa Rosada.
De todas formas, el jefe de Estado se entrevistó con algunos gobernadores que visitaron la Casa de Gobierno en las últimas semanas, aunque todos fueron convocados por Manzur o por Wado de Pedro, que los recibieron en conjunto, o por separado. Sin ir más lejos, ayer coincidieron en Balcarce 50 el ministro coordinador y el titular del ministerio político, junto al Presidente, con los gobernadores Quintela, Gustavo Sáenz (Salta); y Sergio Ziliotto (La Pampa). En un comunicado oficial se informó que “se repasó la agenda federal que abarca obras en marcha y proyectadas para las distintas provincias”. Pero el encuentro, señalaron fuentes de Gobierno, fue principalmente político y de campaña, en el marco del plan del Gobierno para recuperar algunos puntos en las Generales y, eventualmente, revertir los resultados en algunos distritos donde la diferencia no fue tan marcada. El principal énfasis está puesto en las provincias que eligen senadores.
Hacía varios días que no ocurría un cónclave similar. La decisión de Alberto Fernández de participar depende de su evaluación sobre el interlocutor y el contexto, explicaron en Casa Rosada. “Siempre se participa a la Presidencia cuando hay una visita. Después Alberto decide si estar o no”, dijo un vocero a Infobae.
Las visitas de Alberto Fernández, desde la derrota, se acotaron al conurbano bonaerense, con un formato innovador, sin anuncios previos sobre las actividades, ni discursos. En cambio, el Presidente ensaya un vínculo “de cercanía y escucha” con los vecinos y militantes de los barrios o los empleados de las empresas visitadas. Ya estuvo en Pilar, Lanús, y Ensenada, y ayer recorrió una planta automotriz en Tres de Febrero.
La grave derrota del Frente de Todos en las elecciones primarias del 12 de septiembre llevó a profundos cambios en el estilo de campaña: se reacomodaron los equipos, hubo bajas de algunos armadores, se puso en segundo plano el comando central del Complejo C -que funcionó como búnker electoral el día de los comicios-, y se dejó la estrategia proselitista en manos de cada provincia.
Sin presencia de Alberto Fernández, y en diálogo permanente con Manzur y De Pedro, ahora son los gobernadores los que se hacen cargo de los spots, los discursos y el formato de los actos, que hasta las PASO eran digitados desde la Capital Federal. La nueva dinámica los empoderó, pero al mismo tiempo dejó en sus manos un paquete complicado. Si en noviembre sufren un nuevo fracaso en las urnas, la carga de la derrota no solo se depositará sobre la coalición, sino también en las espaldas de las conducciones provinciales.
SEGUIR LEYENDO