“Lo primero que tenemos que construir son puentes. El primero de esos puentes es hacia el diálogo y el consenso”. La oración estuvo incluida en los primeros dos minutos de discurso del presidente Alberto Fernández en la Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción. El discurso moderado y en un tono monocorde es parte de la nueva figura presidencial en modo campaña.
Fernández quiere alejarse de los gritos y frases rimbombantes, tan características de los políticos en tiempos electorales. No le sirvieron para llegarle a los argentinos antes de las PASO. Además, después de la crisis política que vivió su gobierno, necesita volver a construir una identidad presidencial con algún rasgo más visible de autoridad.
En el acto estuvo rodeado de los ministros que no le renunciaron en la crisis política luego de las PASO. Los leales. En su presentación dejó en claro que la agenda que tienen que instalar en la nueva etapa de campaña está más relacionada al futuro que al pasado, poniendo en eje la recuperación de puestos de trabajo y la reactivación económica. Se terminó el discurso con matices negativos de la crítica incesante al gobierno pasado.
En La Rural, donde se llevó a cabo el evento, estuvieron tres de sus ministros más cercanos: Gabriel Katopodis (Obras Públicas), Jorge Ferraresi (Vivienda y Hábitat) y Claudio Moroni (Trabajo). También lo acompañaron el secretario presidencial, Julio Vitobello; el Secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz; la titular de Aysa, Malena Galmarini, el cotitular de la CGT, Héctor Daer, el titular del sindicato de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri y el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez.
Más temprano, durante el desarrollo de la jornada, habían estado el ministro de Economía, Martín Guzmán; el de Transporte, Alexis Guerrera, y el Jefe de Gabinete, Juan Manzur. No hubo kirchneristas de paladar negro en la sala. Fue un acto rodeado de los propios. Una señal trascendente en este tiempo de conflictiva convivencia que protagonizan Fernández y Cristina Kirchner. El Jefe de Estado se mueve en paralelo a la Vicepresidenta después de la crisis de la Casa Rosada.
Fernández juega su propio juego en la nueva etapa de la campaña, donde camina más tiempo solo, con actividades en el conurbano, y en donde dejó en el olvido los actos tradicionales de campaña. Justamente el camino inverso del kirchnerismo que, encarnado en la figura de Máximo Kirchner, le sigue hablando a la militancia en actos masivos.
El Presidente ahora se inclina por el mano a mano con los vecinos, el discurso desideologizado y la voluntad de construir acuerdos. Este nuevo modelo del Jefe de Estado tiene similitudes con el que encabezó la gestión de la pandemia en abril del 2020 y que le permitió llegar a tener 70 puntos de imagen positiva en las encuestas.
Más cercano a la gente y menos confrontativo. Así busca empatizar con el electorado, reconstruir su autoridad presidencial y diluir el impacto de la crisis interna que sufre su gobierno. Todo un desafío político y de comunicación que empezó a gestarse después de la dura derrota electoral.
La voluntad de quienes lo asesoran es que Fernández “trabaje de Presidente” y disminuya su nivel de exposición. Que empodere su imagen y deje a un costado sus permanentes declaraciones en los medios de comunicación y sus apariciones en todos los actos y anuncios. Así, entienden, recuperará valor y sentido su palabra. Paradojas del destino, una imagen similar a la que supo construir Cristina Kirchner con el paso de los años.
La agenda de futuro lleva impresa la intención de dejar en el camino la crítica permanente y verborrágica hacia la oposición. En el discurso que emitió este martes no hubo alusiones directas ni a Mauricio Macri, ni a Juntos por el Cambio. Ni siquiera envío un mensaje para ser decodificado en el Congreso, el día que la oposición dejó sin quórum al oficialismo para tratar la ley de etiquetado frontal.
El equilibrio en las apariciones públicas y los discursos es la nueva impronta. Un sello que, según dicen desde la Casa Rosada, tiene como objetivo moldear una nueva imagen presidencial que traspase la barrera del 14 de noviembre, día en que se realizarán las elecciones generales. Hay que mirar por encima de los comicios.
“Ganemos o perdamos, Alberto va a seguir gobernando dos años más. Hay que pensar en esa proyección y no quedarnos en que todo es campaña”, explicó a Infobae un dirigente con acceso al despacho presidencial. El nuevo lema, nombrado por el Jefe de Estado en La Rural, es “escuchar y gobernar”.
Ese es un mensaje con múltiples direcciones. Tiene destinatarios internos, que mueven los cimientos del Gobierno con las críticas subterráneas, y también salta los muros de la política para intentar caer entre los ciudadanos comunes. Los que cambian el curso de una elección, pero los que también mueven la economía en trabajos formales.
“Después de las elecciones busqué terminar con los gritos altisonantes y aprender a escucharnos entre nosotros. Es bueno escuchar. Escuchando uno advierte percepciones que uno no tuvo. Es necesario ponerse en el lugar del otro”, indicó el Presidente, que le imprimió a su discurso positividad y optimismo, pero sin el tono de campaña habitual. De eso se trata, dicen sus allegados.
En los próximos días asistirá a actos organizados por el sector hotelero, el gastronómico y el textil. Sectores que sufrieron la pandemia más que el resto y que el Gobierno busca empujar su recuperación en esta nueva etapa de batería de medidas económicas y recuperación de la vida sin protocolos sanitarios.
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