En un comienzo de campaña atípico, con la reaparición del presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner en el centro de las miradas después del silencio que siguió a la fuerte disputa que protagonizaron por la derrota en las PASO, el Gobierno arrancó ayer la carrera proselitista hacia las elecciones generales de noviembre con un acto protocolar, apagado, en un Museo del Bicentenario de la Casa Rosada semi vacío y sin militancia, con motivo del envío al Congreso de un proyecto de ley que brinda beneficios al sector agroindustrial.
La participación de Cristina Kirchner, que se confirmó anteanoche a última hora, fue la gran novedad de la jornada. La Vicepresidenta había desaparecido de la escena pública -a excepción de un tuit contra Mauricio Macri, el martes-, luego de la incendiaria carta que publicó cinco días después de las PASO con severas críticas directas en contra de Alberto Fernández y su equipo, que terminó ordenando el descalabrado escenario del oficialismo, pero que también dejó en evidencia, como nunca, un quiebre en la coalición de gobierno.
La ex presidenta ingresó a la Casa de Gobierno por la explanada, a las 17.45, quince minutos antes del comienzo del acto. Evitó saludar a la prensa y avanzó rauda hacia el Ministerio del Interior, donde la esperaba su funcionario más cercano en la sede del Gobierno, Eduardo De Pedro. Las pocas veces que visitó la Casa Rosada, Cristina Kirchner eligió siempre permanecer en el despacho del dirigente de La Cámpora, su voz en la administración central nacional, quien hizo temblar al círculo íntimo de Alberto Fernández con la presentación de su renuncia.
Con la disputa todavía subyacente en la coalición, se especulaba con la posibilidad de que Cristina Kirchner pasara, también, por el despacho de Alberto Fernández. O, inclusive, que el Presidente visitara la oficina del ministro De Pedro, de quien se encuentra distanciado desde la disruptiva -no concretada- salida del ministro. Finalmente, las cabezas principales del Frente de Todos solo se “cruzaron” en un pasillo antes de ingresar al Museo del Bicentenario, y tuvieron un breve diálogo, según informaron fuentes oficiales. No hablaban en persona desde la pelea post-PASO que terminó con la famosa carta de reproches por la gestión nacional, aunque sí tuvieron conversaciones telefónicas. La última vez que se mostraron juntos fue el día de la derrota, el 12 de septiembre, en el Complejo C, el búnker de campaña donde el oficialismo recibió los catastróficos resultados de las Primarias. Esa noche, Cristina Kirchner permaneció en silencio. Hoy también.
Después de intercambiar unas pocas palabras, el primer mandatario y la Vicepresidenta ingresaron juntos al Museo del Bicentenario, en el subsuelo de la Casa Rosada, donde los esperaba un centenar de funcionarios sentados en mullidas sillas rojas. Entre el público presente -muy acotado, apenas ocupaba un cuarto del salón, con distancia social incluida-, estaban Santiago Cafiero, quien visitaba el salón por primera vez como Canciller después de su desplazamiento de la Jefatura de Gabinete a instancias de Cristina Kirchner; importantes gremialistas de relación oscilante con el Gobierno, entre ellos Hugo Moyano y Héctor Daer; el senador Oscar Parrilli, alfil histórico de Cristina Kirchner; varios gobernadores del PJ; y dirigentes que integran el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA).
Entre aplausos moderados de los pocos participantes, que fueron seguidos por un silencio sepulcral, Cristina Kirchner y Alberto Fernández -en ese orden- se subieron al escenario y se sentaron en el centro, frente a una mesa, flanqueados por el jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien por primera vez en diez días no tomó la palabra ni protagonizó un anuncio de gobierno; y el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, que arribó al cargo hace dos semanas en lugar de Luis Basterra, otro de los funcionarios de Alberto Fernández expulsado después de las elecciones entre cuestionamientos por su gestión.
Primero habló Domínguez, que brindó detalles sobre la iniciativa de fomento a la actividad agroindustrial. Se dirigió, antes, a Cristina Kirchner, para recordar el primer plan quinquenal de Juan Perón y el lanzamiento de una medida agropecuaria en Tecnópolis cuando ella aún era presidenta y él su funcionario.
Después fue el turno de Alberto Fernández, que se ocupó, con suspicacia, de hacerle un lugar en el discurso a su relevado ministro de Agricultura, Basterra. Le reconoció el trabajo en el proyecto que se estaba anunciando, sobre el cual trabajó durante el último año y medio; y aprovechó para agradecer, también, al secretario de Asuntos Estratégicos de Alberto Fernández, Gustavo Béliz, uno de sus hombres afines que sigue en pie en el Gobierno y que tuvo una intervención importante a través del Consejo Económico y Social.
Hoy fue la primera vez que Alberto Fernández habló en público y en vivo sobre cuestiones de política interna después del acto en José C. Paz del miércoles de la semana pasada, posterior a la jura de ministros del lunes 20. Desde ese día, también el Presidente bajó el perfil y se autoexcluyó de los anuncios oficiales, en contraste con la centralidad que había ocupado en la antesala de las PASO. En cambio, se dedicó a tareas protocolares en el ámbito internacional, a través de mensajes grabados ante la Asamblea de la ONU y la OIT, que intercaló con inéditas “bajadas” al territorio bonaerense, sin previo aviso a la prensa y sin emitir palabra en público.
El cónclave en la Casa Rosad, ayer, fue una nueva simulación de unidad entre los máximos dirigentes del Frente de Todos mientras el conflicto en la coalición cruje aún de manera cada vez menos subterránea.
Esta semana, el intendente de Escobar, el kirchnerista Ariel Sujarchuk, que había oficiado de feliz anfitrión en la apertura de la campaña para las Primarias, amenazó con patear una vez más el tablero del oficialismo al manifestar públicamente su malestar con la forma en que el gobernador Axel Kicillof manejó la llegada al territorio. Después, el jefe comunal aclaró en distintas entrevistas que no está en sus planes romper. Pero sus críticas provocaron preocupación en la dirigencia. Sobre todo porque expresaron una mirada generalizada entre los líderes de los municipios más importantes del conurbano.
En este contexto, que preocupa al Gobierno, Alberto Fernández hizo repetidas alusiones a los conceptos de “conciliación”, de “diálogo” y de “escucha”. “Esta ley reivindica la cultura del encuentro, del diálogo para las políticas que hacen falta”, dijo, insistentemente. No parecía hablar ya de iniciativas agroindustriales. “No hace falta que todos pensemos igual. Muchas veces el tema es poner las ideas en una mesa en común”, agregó.
La Vicepresidenta, que había pisado por última vez la Casa Rosada en noviembre durante el polémico funeral de Diego Maradona, se mantuvo en silencio durante el acto. Se limitó a saludar, a asentir y a escuchar a sus pares, pero su inesperada presencia fue un mensaje significativo, de aliento a la forzada unidad.
Después de media hora, el acto se dio por terminado, hubo saludos y algunas sonrisas en el escenario, y ambos partieron como habían llegado. Cristina Kirchner fue al despacho de Wado de Pedro, donde permaneció durante una hora más, y Alberto Fernández se refugió en el suyo.
Sergio Massa, tercer integrante de la coalición de Gobierno y uno de los principales impulsores de la medida de fomento de la actividad agroindustrial, no estuvo presente. Sin embargo, mientras se realizaba el acto, publicó en Twitter los lineamientos principales de la iniciativa. Fuentes cercanas al líder del Frente Renovador dijeron que no estuvo porque tenía prevista una reunión sobre el Presupuesto en Diputados. El líder del Frente Renovador será el principal encargado de empujar la medida en el Congreso. Pero en el Gobierno no son optimistas sobre la posibilidad de que la ley de fomento agroindustrial salga este año. Descuentan que la oposición no dará quórum para tratarla, en parte porque se excluyó del tratamiento a la Mesa de Enlace, pero también por el origen proselitista de la iniciativa que se viene trabajando hace dos años.
Sí estuvieron los ministros de Economía, Martín Guzmán, de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y de Trabajo, Claudio Moroni, actores centrales en el armado del proyecto, otro no fueron ubicados en el escenario, sino que se los relegó a la segunda fila. Designados por Alberto Fernández en 2019 y apuntados por el Instituto Patria, sobrevivieron a la última volteada de cambios en el Gabinete, pero sobre ellos aún pesa una nube negra. Sin ir más lejos, la semana pasada, mientras el Gobierno intentaba sanar las heridas, Guzmán salió a responderle a Cristina Kirchner sobre el ajuste fiscal, y poco después el camporista Andrés Larroque le contestó, aunque sin nombrarlo, con una crítica a las políticas económicas “amarretas”. Los cruces están a la orden del día.
Tras la nueva foto de unidad, el Frente de Todos se dispone a encarar una campaña enfocada en la gestión, apartada de los actos partidarios que caracterizaron la primera etapa de las elecciones de este año. Convencidos de que ganar en las Generales será una tarea difícil, aspiran a salir a buscar a los ciudadanos que no fueron a votar en las PASO y convencerlos de apoyar al Frente de Todos en contraposición a Juntos por el Cambio, para acortar lo más posible la distancia en los resultados de las Legislativas. Como quedó claro con los gestos de la Vicepresidenta y el Presidete, ayer, creen que dependen de que la coalición permanezca amalgamada, a pesar de que las fuertes diferencias aún están presentes, para intentar revertir la derrota.
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