La Corte Suprema de Justicia eligió ayer a Horacio Rosatti como presidente para el período comprendido entre el 1° de octubre de este año y el 30 de septiembre de 2023. La decisión quedó asentada en la acordada 18/2021, que detalló algunas particularidades especiales que tuvo la votación, como la ausencia de los ministros Ricardo Lorenzetti y Elena Highton de Nolasco, lo que anticipa un escenario de división de cara a pronunciamientos importantes en casos sensibles para el poder político.
Con el correr de las horas, comienzan a conocerse algunos entretelones de las conversaciones y negociaciones previas entre los cortesanos que podrían haber evitado un escenario que no se registraba desde el año 2000.
Los memoriosos del cuarto piso del Palacio de Tribunales lo recuerdan bien: transcurría el gobierno de Fernando de la Rúa y el principal órgano de uno de los tres poderes del Estado debía renovar sus autoridades en un escenario de profunda división. Julio Nazareno aspiraba a ser reelegido por tercera vez consecutiva como presidente, pero no tenía los votos de sus colegas para lograrlo. Frente al atolladero, no dudó: se votó a sí mismo.
El ensayista Santiago Kovadloff fue uno de los tantos críticos que tuvo la maniobra. En una columna titulada “El gesto que Nazareno se negó a dar”, el 22 de octubre del 2000, en el diario La Nación, analizó: “Se trata de una decisión que contamina la Justicia con procedimientos difícilmente discernibles de los peores comportamientos del escenario político argentino”.
Y agregó: “La retención abusiva de ese poder confiere a los hombres que en ella se empecinan el nefasto valor de las figuras que se pretenden providenciales, insustituibles. Se trata de un procedimiento éticamente cuestionable porque mina la fe pública en la creencia de que la celosa preservación de las instituciones del país está por sobre los intereses y ambiciones de sus circunstanciales representantes”.
Ayer, más de dos décadas después, Rosatti también necesitó de su voto para quedarse con la Presidencia. En estos 21 años, cambiaron algunas cuestiones como la cantidad de miembros del tribunal, pero hay otras que siguen vigentes como la importancia y el poder que ostenta quien asume la conducción del principal tribunal de Justicia del país.
Está claro: el autovoto de Rosatti es legal, como también fue el de Nazareno en el 2000. Sin embargo, a veces las formas de las decisiones políticas impactan en la imagen que generan en el círculo rojo, que este viernes amaneció con una presunción iuris et de iure: la Corte Suprema está fracturada.
Los conocedores de las batallas abiertas entre los cortesanos dicen que estas sensaciones podrían haberse evitado, pero todo se rompió el miércoles cuando desde el despacho del actual presidente, Carlos Rosenkrantz, partió un mail en el que convocaba al resto de los ministros a la audiencia virtual que se realizó ayer para votar a las nuevas autoridades.
Ricardo Lorenzetti se sorprendió al recibir la comunicación. Veinticuatro horas antes le había anticipado a Rosenkrantz que el jueves tenía que cumplir con un compromiso académico -participó de las reuniones de UNIDROIT- y no iba a poder conectarse al zoom en el que se forjó el acuerdo. El presidente le contestó que no había marcha atrás y que el jueves votarían a Rosatti.
La respuesta no fue la esperada por el jurista de Rafaela. De hecho, en su entorno dicen que la foto del autovoto de Rosatti se podría haber evitado porque Lorenzetti no tenía problemas en que se vote en la próxima reunión de acuerdos prevista para el martes 28 de septiembre, como figuraba en la agenda de los jueces desde hace varios meses.
Días antes, hubo otra negociación para evitar la fractura. Lorenzetti propuso que Rosenkrantz, con quien se enfrentó en 2018 tras la maniobra por la cual le quitaron la Presidencia de la Corte, continuara al frente del tribunal por tres años más. Estaba dispuesto a votarlo y a trabajar para conseguir el consenso del resto de los integrantes del cuerpo, pero el abogado designado en comisión por Mauricio Macri y luego ratificado por el Congreso, dijo que no.
En el cuarto piso del Palacio de Tribunales aseguran que Rosenkrantz le dijo a Lorenzetti: “Son momentos difíciles en el país y se vienen años todavía mucho más complejos, prefiero correrme, no seguir como Presidente”.
El final de la película se conoció ayer. Lorenzetti -tal como había adelantado- no pudo participar del zoom, Elena Highton de Nolasco consideró que la importancia institucional de la votación ameritaba la presencia de todos los ministros y también se ausentó, y Rosatti terminó siendo elegido como presidente con su propio voto y los respaldos de Rosenkrantz y de Juan Carlos Maqueda.
En medio de las diferencias públicas entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández, la fractura en la Corte suma incertidumbre: dos de los tres poderes del Estado están fracturados. Y en el tercero, el Congreso, se avecinan tiempos de fuertes negociaciones políticas en caso de que se confirmen en noviembre los resultados de las Primarias.
No hay muchos antecedentes de un escenario similar en la historia reciente. Hay que remontarse a principios de siglo, cuando Carlos “Chacho” Álvarez le renunció a Fernando de la Rúa, el mismo año en que Nazareno se autoeligió como Presidente de la Corte.
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