La decisión de mantener en su cargo al ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, es fundamental para entender los últimos cambios y enroques que produjo Alberto Fernández en su gobierno, después de la grave crisis política que se originó tras la dura derrota electoral que sufrió el Frente de Todos en las primarias del domingo último.
“Wado” no sólo es un hombre de alto perfil y uno de los de mayor poder y predicamento en La Cámpora -la organización que lidera Máximo Kirchner- sino que es, además, el que precipitó la ola de renuncias presentadas ante el Presidente el miércoles último. Esa primera decisión, que copiaron otros doce funcionarios, entre los que están otros ministros (Juan Cabandié, que seguirá, y Roberto Salvarezza, que se va), aceleró la crisis política de todo el gobierno nacional. Pero, por sobre todo, De Pedro es uno de los dirigentes en los que la vicepresidenta Cristina Kirchner deposita mayor confianza.
La decisión de mantener en el cargo a De Pedro -que tuvo un desempeño elogiado por oficialismo y oposición en la organización de las PASO- implica un mensaje político del presidente Alberto Fernández, al preservar a una de las figuras centrales dentro de su administración que responde a la Vicepresidenta.
Su continuidad o permanencia iba a ser leída como una señal de acuerdo o de ruptura entre las dos figuras más encumbradas del Frente de Todos. Sobre él se posó la atención, sobre todo el jueves, cuando funcionarios de Casa Rosada deslizaron que el Presidente le había aceptado la renuncia.
La secretaria de Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, que también sigue en el gabinete, fue la encargada de aclarar que Alberto Fernández no había aceptado ninguna renuncia. Y así fue, a pesar de la sorpresa y el enojo que le generó el movimiento político del medio gabinete que respondía a Cristina Kirchner.
Desde que entró en el círculo más chico de Néstor, Cristina y Máximo Kirchner, “Wado” De Pedro siempre estuvo en lugares de privilegio. Fue vicepresidente de Aerolíneas Argentinas, diputado nacional, secretario general de la Presidencia y miembro del Consejo de la Magistratura. Así llegó a convertirse en un dirigente clave en el gobierno de unidad -ahora fracturada- encabezado por Alberto Fernández.
Hasta el incidente que precipitó la crisis política del Gobierno, De Pedro era valorado por el Presidente, su entorno y la gran mayoría de los funcionarios. Pero el dirigente tiene en claro su lugar en la estructura de poder, su pertenencia a La Cámpora y quién es su jefa política: Cristina Kirchner.
Su perfil dialoguista lo convirtió en el nexo entre CFK y Alberto Fernández y en el dirigente que necesitaba el kirchnerismo duro para traer a Sergio Massa de nuevo a su entorno y que sirvió de puente para hablar temas puntuales con la oposición. Por ejemplo, fue numerosas oportunidades interlocutor del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, cuando se tuvieron que articular cuestiones vinculadas a la situación sanitaria por al pandemia del coronavirus, entre otros temas.
De Pedro nació el 11 de noviembre de 1976 en la localidad bonaerense de Mercedes y es hijo de padres desaparecidos por la última dictadura militar. Padece de tartamudez desde su infancia y años atrás, en una entrevista, explicó que en dicha disfluencia “uno de los hemisferios del cerebro, que razona la palabra, va más rápido que el hemisferio que tiene que implementarla”.
A raíz de su historia familiar, se vinculó a la agrupación HIJOS mientras estudiaba la carrera de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Su trayectoria política comenzó en 2004, uniéndose al gobierno porteño de Aníbal Ibarra y dos años después vendría su etapa más conocida con la fundación en 2006 de la agrupación juvenil kirchnerista La Cámpora.
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