La disputa abierta del Frente de Todos agrava la crisis de la pandemia porque vuelve aún peor el desempeño del gobierno nacional. La inacción y procrastinación constante que han caracterizado los dos años del gobierno de Fernández y Fernández se profundiza a la vista de todos. La gestión se hace más lenta, si cabe; el problema de la inflación, de la inseguridad, de la falta de trabajo se hace más evidente.
Pero esta no es una crisis institucional. Lo que hay es una crisis política de la coalición gobernante y su resolución les corresponde a ellos. No corresponde a la oposición ocupar un rol que la Constitución no le asigna.
Evidentemente, al Gobierno le ha costado entender que hay una mayoría de argentinos que no está dispuesta a resignarse a los planes, sino que quiere trabajar. Hay una mayoría de argentinos que no quiere perder su libertad en manos de gobernantes que son los primeros en incumplir las normas que ellos mismos dictan. Hay una mayoría de argentinos que no están de acuerdo con un país en el que los amigos del Frente de Todos se vacunan primero. Hay una mayoría de argentinos que sufre la inseguridad por la visión absurda del Gobierno.
La receta del kirchnerismo, que se trasluce en la carta de la Vicepresidenta, es absurda: la receta mágica de poner plata en el bolsillo no funciona. Para darle dinero a la gente, dinero real y no papel pintado, el país tiene que crecer en productividad. No hay recetas mágicas: emitir en estas condiciones tiene el serio riesgo de terminar en una hiperinflación.
La Constitución establece un Poder Ejecutivo unitario para darle poder a la institución presidencial. Un Poder Ejecutivo débil se traduce en un mal gobierno, decía Hamilton en El Federalista. Alberdi pensaba parecido, y por eso nuestra Constitución da al Presidente un poder amplio.
Como oposición respetuosa de las instituciones, esperamos que el Gobierno resuelva sus conflictos, respete el calendario electoral y llegue a 2023. Los que más sufren el desgobierno son los ciudadanos de a pie.
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