La derrota sigue sacudiendo al oficialismo: ministros bajo fuego, promesas de dinero y subestimación del electorado

El Gobierno limita el análisis de su caída a un solo punto: la pérdida de ingresos. Y no contempla el resto de las causas. Al contrario, agrava el cuadro con sus internas. Ya es explícita la ofensiva del kirchnerismo sobre el gabinete

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Vuelta a la campaña. Alberto
Vuelta a la campaña. Alberto Fernández en un acto con Sergio Massa y Santiago Cafiero

El cimbronazo electoral generó hasta ahora en el oficialismo más tensión interna que reacción algo elaborada. La primera respuesta expone una simplificación de las causas de la derrota que subestima al propio electorado: se trataría exclusivamente de un problema de bolsillo. Es la única línea compartida en el capítulo más dramático del juego de poder. Alberto Fernández quiere hacer anuncios de asistencia económica esta semana, mientras resiste los embates sobre su gabinete. Cristina Fernández de Kirchner demanda cambios sin vueltas, empezando por Martín Guzmán y Matías Kulfas. Esa imagen inaugura la campaña hacia noviembre.

La interpretación de los motivos de la caída del domingo es central porque condiciona los pasos del gobierno, como necesidad de campaña, con efectos económicos y sociales concretos. El discurso presidencial, al igual que declaraciones de unos pocos candidatos y referentes oficialistas, incluye frases sobre la admisión de “errores” y la promesa de atenderlos. Sin embargo, el punto vuelve a ser qué se entiende como error y qué como respuesta.

De entrada, Alberto Fernández llama a la “reflexión” de los votantes perdidos, otra vez en términos de polarización entre proyecto productivo y especulación, entre gobierno y macrismo. La atención de los errores que habrían provocado la derrota pasaría por “poner plata en el bolsillo” de inmediato. La inflación, la pobreza estructural en aumento, la deuda y el ajuste –incluso y de hecho en programas sociales- no entrarían en discusión. Quedarían pendientes junto al dólar, las tarifas y los interrogantes presupuestarios para después de las elecciones.

El discurso presidencial vuelve sobre el contrapunto de “modelos”. Es incierto el alcance de sus dichos. Se verá hasta dónde lo expone formalmente la proyección de números en el arranque de la segunda mitad de su mandato. Por lo pronto, la demanda del kirchnerismo duro es evidente. El error sería no haber sido más firme en la gestión económica y no haber profundizado “el modelo”. En cualquier caso, no asoma la idea de revisar sino de ratificar posiciones. La mayor incertidumbre radica precisamente allí.

La evaluación del “mensaje de las urnas” se completa además con una minimización de otros factores. Y a tal punto llega la reacción lineal que abundan los comentarios críticos, con matices, sobre la decisión de colocar la vacunación como un eje central de la campaña, expresado en actos de recepción de embarques y fuerte publicidad nacional y bonaerense. Eso, como prólogo de la insólita frase sobre “el país que queremos” y las alusiones al fin de la pandemia.

Carla Vizzotti, en la llegada
Carla Vizzotti, en la llegada del primer embarque de Pfizer. Las vacunas ya no serían el centro de la campaña

Esa campaña colocaba además el concepto de recuperación económica como un hecho tangible para el común de la gente, en base a proyecciones y recreada difusión de “brotes verdes”, algunos más firmes y otros parciales. Como respaldo, no admitía crítica alguna la marcha de la vacunación y tampoco el mal manejo de las restricciones sociales. Lo que trasciende ahora como reflexión es malestar por lo que se considera un agotamiento del tema en campaña o, peor, por la falta de valoración social.

Como sea, se trataría de dejar las vacunas en segundo plano. La subestimación del mensaje de las primarias alcanza además a otras cuestiones de fondo y de imagen, en algunos casos irritantes, como la vacunación VIP y las fotos y videos sobre el festejo cumpleañero en Olivos, por lo que expuso y sugiere. La subvaloración de tales cuestiones –que sin embargo, causaron fuerte cuestionamiento de CFK y malestar incluso en el círculo presidencial- también parece haber alcanzado al impacto de las internas en el máximo nivel del oficialismo.

El nivel de esa batalla en estas horas es de mínima inquietante. La ofensiva del kirchnerismo duro sobre integrantes destacados del gabinete nacional, que se exponía por la vía de los trascendidos, ya tiene expresión abierta, pública. Y apunta centralmente a Guzmán, Kulfas y Santiago Cafiero.

Andrés Larroque reclamó cambios de funcionarios. Además de destacar que nadie es imprescindible, puso como ejemplo las experiencias con CFK presidente. Las derrotas electorales de 2009 y 2013 –recordó- fueron seguidas por la salida de los jefes de Gabinete y los ministros de Economía. María de los Angeles Sacnun, alineada sin escalas con la ex presidente, habló de la necesidad de “otros actores” para encarar esta etapa. Desde los márgenes de la política se sumó el cuestionamiento de Amado Boudou –respondido por el propio Kulfas-, además de algunas expresiones inorgánicas del kirchnerismo.

El Presidente tiene previsto anunciar medidas esta misma semana. Cree, con razón, que ninguno de los principales socios del Frente de Todos quedó a salvo del castigo electoral. Más bien al contrario. Pero eso no alivia su carga. Preferiría postergar hasta después de las legislativas el recambio de ministros. Dicen que sería para no gastar ahora esas cartas. Tal vez sea con la esperanza de mejorar los resultados y podar menos su equipo. De todos modos, el desgaste de los ministros en la mira es grave, en todo sentido. Es la expresión de una gestión fisurada.

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