Los días posteriores a las devastadoras elecciones transcurren como un juego de ajedrez. Después del golpe de la derrota del Frente de Todos en la mayor parte de las provincias, ayer se sucedieron una serie de reuniones de los socios de la coalición oficialista, en compartimientos separados aunque conectados por canales subterráneos. Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa analizaron los motivos del revés en las urnas, elaboraron propuestas y midieron fuerzas de cara a los comicios generales para definir el rumbo de ahora en adelante.
La puja entre los socios del Frente de Todos por estas horas giraba en torno al ritmo de los cambios en el Gobierno, en especial en la esfera económica, y los nombres de los ministros que saldrán después de la paliza que sufrió el oficialismo. Se perfilaban dos posturas.
Alberto Fernández responsabiliza por el revés en las urnas a la coalición en su conjunto y no tiene planeado modificar las figuras que lo rodean. En cambio, piensa en mantener el esquema nacional como hasta ahora, aunque con un “acelere de la gestión de la reactivación”. Por el contrario, el kirchnerismo apunta al Presidente, a su entorno y al equipo económico como principales culpables del fracaso en las urnas y presionan por una aceleración en la reestructuración del Gobierno.
En la Casa Rosada, la jornada post-electoral parecía un déjà vu de otros momentos dramáticos del Gobierno, como las embestidas a las gestiones de las ministras Marcela Losardo al frente de Justicia y de María Eugenia Bielsa en Vivienda; el caótico funeral de Diego Maradona; el vacunatorio VIP; el error discursivo de Alberto Fernández respecto del origen de argentinos, mexicanos y brasileños; la pelea entre el ministro de Economía, Martín Guzmán y el Instituto Patria; y el escándalo por la violación del aislamiento obligatorio en la quinta de Olivos por parte de la primera dama, Fabiola Yáñez, y el presidente Alberto Fernández.
En esas ocasiones, el jefe de Estado se tomó tiempo -incluso semanas- para sopesar cada caso, que se resolvió con inmutabilidad, pedidos de disculpas o salidas de funcionarios. Hoy, su respuesta al cimbronazo de las PASO no parecía ser la excepción en cuanto a tiempos y formas.
Este lunes, horas después de los devastadores comicios, el primer mandatario llegó temprano a la Casa de Gobierno con la primera dama, Fabiola Yáñez, para encabezar un anuncio de gestión que estaba agendado desde la semana pasada con el gremialista Antonio Caló (UOM), y empresarios automotrices y textiles. Durante el encuentro, el Presidente no hizo alusiones a la derrota, al menos en público.
Después, Alberto Fernández recibió a su amigo y candidato porteño, Leandro Santoro; a los ministros de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; y a su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, todos ellos dirigentes de su círculo de confianza. Evaluaron juntos los resultados de las PASO, pero el encuentro también fue una demostración de firmeza de parte del equipo de gobierno ante los embates que empezaron a emanar desde el domingo desde el Senado.
En la misma tónica, Santiago Cafiero, señalado por los otros socios de la coalición como uno de los principales causantes del revés en las urnas, mantuvo diálogos “de trabajo” con los ministros de Economía y de Desarrollo Productivo, Martín Guzmán y Matías Kulfas, otros integrantes de la lista de apuntados por la derrota. Ambos funcionarios habían llegado a la Casa Rosada para participar en el encuentro en el Museo del Bicentenario por el lanzamiento de un proyecto de ley “para apoyar el crecimiento de empresas de origen nacional en sectores estratégicos de la economía”, según detallaron desde Presidencia.
A juzgar por la dinámica del acto, parecía como si nada hubiera cambiado. Pero al mismo tiempo, en todos los despachos del palacio gubernamental imperaban las especulaciones, con un fuerte sentimiento de incertidumbre sobre el tema excluyente del día: las consecuencias del batacazo de Juntos por el Cambio en las urnas.
Algunas voces, tanto en Balcarce 50 como en el kirchnerismo apuntaban que el Presidente “no está dimensionando” la diferencia entre la magnitud de los desaciertos antes mencionados y el cimbronazo que sufrió el Frente de Todos en los comicios de ayer. Desde esas perspectivas creen que es hora de “dar señales” al electorado de manera expeditiva, cuando ya comenzó la cuenta regresiva para la pelea definitiva de noviembre, según señaló un funcionario.
En paralelo, en el Senado, Cristina Kirchner recibió al mediodía al ministro del Interior y referente camporista, Eduardo “Wado” de Pedro, y al presidente del interbloque oficialista, Máximo Kirchner. Entre los tres evaluaron los motivos del inesperado revés del domingo en las urnas a nivel nacional.
En La Cámpora apuntan como principal responsable de la derrota a Alberto Fernández y a su entorno gubernamental y resienten las justificaciones que se manifestaron desde Olivos y la Casa Rosada respecto del resultado de la elección. En Balcarce 50 lo calificaban como “una derrota más” en el marco de la pandemia a nivel mundial, donde la mayor parte de los oficialismos fueron castigados en las urnas.
“Podés responsabilizar a la pandemia. Y es cierto que es una causa que afecta. Pero Cambiemos sacó más votos que el Frente de Todos por una multiplicidad de causas que no se pueden reducir. Hay un contexto mundial, pero también hay un contexto acá, de retroceso en las condiciones de vida de la gente, de cuestiones del gobierno y la estrategia electoral, de la foto en Olivos, de los candidatos, y algunas lentitudes con algunas cosas. No se puede simplificar”, señaló un importante referente de La Cámpora desde el Senado. Y deslizó: “El que tiene que tomar la mayor responsabilidad es el Presidente”.
Con ese diagnóstico en mente, en el entorno de Maximo y Cristina Kirchner creen que los cambios en el Gabinete deben definirse “rápido” entre Alberto Fernández y la vicepresidenta. Con “rápido” se refieren a “esta misma semana”.
Sin embargo, en el Gobierno la mirada es completamente distinta. El primer mandatario no tiene planeado acelerar cambios por imposición. “Hacen declaraciones en off a periodistas, pero no se planteó nada concreto de manera directa”, dijo un importante portavoz, que recordó, suspicaz, que la derrota ocurrió “en todo el país”. “Con esa postura, también deberían pedir que Axel Kicillof o Alicia Kirchner hagan cambios en el Gabinete”, dijo un vocero desde la Casa Rosada. Su comentario, picante, se refirió a los gobernadores de la provincia de Buenos Aires y Santa Cruz, distritos donde el oficialismo también resultó vencido en las primarias. Ambos dirigentes se encuentran entre los más afines a Cristina Kirchner.
Mientras tanto, el tercer socio de la coalición, Sergio Massa, que se quedó hasta las 2 de la mañana en el Complejo C junto a De Pedro y Máximo Kirchner, el lunes permaneció en su casa de Tigre, donde mantuvo reuniones y conversaciones con intendentes y gobernadores. Él también evaluaba responsabilidades y necesidades de cara a noviembre y hacia las presidenciales de 2023. Pero en su entorno eran cautos a la hora de definir cuál es su postura sobre los cambios en el Gobierno.
Para los próximos días, el equipo presidencial organizó una serie de actos, recorridas y reuniones que habían sido programadas la semana pasada con el objetivo de que Alberto Fernández protagonizara “una actividad fuerte por día” después de las PASO. Esa agenda se mantendrá intacta. Hoy estará en una fábrica de envases en Almirante Brown, y luego se reunirá con intendentes del conurbano para analizar los números de las elecciones en sus distritos. “El Presidente sigue siendo el jefe de la campaña”, repetían en Balcarce 50, mientras negaban la ejecución en lo sucesivo de los cambios por los que bregan desde La Cámpora.
En el Gobierno no descartan modificaciones en el equipo nacional, pero no creen que vayan a producirse próximamente. Piensan, a lo sumo, en noviembre, después de las elecciones generales. “No habrá modificaciones en el Gabinete hasta que el Presidente lo decida. Vamos a acelerar la reactivación económica que se venía produciendo, pero por ahora todo sigue igual”, insistió un funcionario hacia el final de un día donde se imponía el cansancio físico. La sombría madrugada post electoral obligó a todos a dormir apenas unas pocas horas antes de levantarse para enfrentar las derivaciones de una pelea que dejó al oficialismo en ascuas, después de la cual se perfila una batalla subterránea por la velocidad, la profundidad y las figuras del reacomodamiento del Gobierno.
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