Cynthia García admite que atraviesa un momento mejor, quizás más feliz que el que le tocó atravesar durante el gobierno de Mauricio Macri. Recibe a Infobae en el comedor de su casa, un departamento que alquila en el barrio porteño de Núñez. Desacomodando un poco la rutina familiar, disfruta de una de sus últimas mañanas libres antes de arrancar a conducir La García un nuevo desafío, en otra emisora, del ciclo que sostuvo por las redes durante los tiempos de pantallas y micrófonos apagados.
Trata de no victimizarse y cuenta que entendió que comunicar durante esos años “era estar en la calle, desde el territorio”. Sobre su nuevo trabajo -va a estar de 6 a 9 en la AM 750- reconoce que está orgullosa de poder liderar un programa de radio: “Soy claramente nacional, popular y feminista”. En lo político no duda en plantear elogios y también críticas. “El liderazgo de Cristina sigue intacto” porque se puso la campaña al hombro y de Alberto Fernández cuestiona que dentro de su gestión hay “un déficit comunicacional muy grande”.
—¿En qué momento de su vida se encuentra?
— Estoy bien, en un momento de mucha realización. Estoy, hace un tiempo, regresando a los medios, porque hasta el 2019 solo tenía para comunicar mi plataforma digital: La García, que fue una herramienta comunicacional frente al cerco mediático que puso el proyecto macrista. De a poco estoy volviendo a tener trabajo.
—¿Cómo vivió la restricción que sufrió al no poder trabajar en los medios en la época de Macri? ¿Cómo se renovó?
—Sin pensarlo en términos personales. Estas situaciones se transitan desde lo colectivo. Entonces, de verdad, nosotros pudimos reinventarnos con una decisión, con la decisión de comunicar. Y un poco la idea de la plataforma audiovisual, donde todo el mundo trabaja ahora, pero en ese momento no era así. No existía el Facebook Live como uso habitual de los celulares, se usaba el Facebook Mention, pero solo algunas personas con determinado tipo de audiencia, Facebook, que también es una plataforma monopólica, habilitaba la posibilidad de transmitir en vivo. Y eso nosotros lo aprovechamos inmediatamente. Entendimos que comunicar durante los años de gobierno de Macri era estar en la calle. Era comunicar desde el territorio. Y me parece que esa fue como la argamasa para reinventarnos.
Nunca lo transité en términos de victimización. Nunca fue personal. Porque me parecía que era producto de una decisión política. Yo no la pasé peor que la gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras de este país.
—¿Cómo es comunicar hoy? ¿Cuál es la diferencia?
—La diferencia es que, en mi caso, en nuestro caso, ahora lo puedo hacer desde la plataforma digital en redes, La García, y tengo más amplificado el voceo de los micrófonos. Soy columnista política con Pablo Duggan en C5N y todo un equipo increíble de trabajo y humanidad. Y estoy por empezar, esa es como la novedad en mi vida, a conducir un programa de radio, todas las mañanas, en la AM 750. Y ese hacerme cargo de una primera mañana también es volver a la conducción de radio, que se cortó abruptamente en 2015. Yo conducía la primera mañana de Radio Nacional y ahora vuelvo a conducir la primera mañana de una radio.
—Volvió a conducir un prime time de la mañana y, además, siendo mujer ¿cómo vive el desafío?
—Las mujeres faltamos en los medios. Me preguntaba un compañero de la AM 750 si el programa iba a tener perspectiva de género, pero yo le dije que el programa es una perspectiva de género, hay una mujer conduciendo la primera mañana de una radio, del prime time, exactamente. Y además nosotros no tenemos que ponernos los anteojos violetas de la diversidad y de los colectivos de la mirada de género, los tenemos puestos. Entonces eso también es interesante para mí: poder transitar una conducción. Y suma esto que vos me preguntabas: ¿cómo llegó? Con mucha mochila de aprendizaje. Y parte de ese aprendizaje tiene que ver con la disputa de poder que dio el feminismo. Soy claramente nacional, popular y feminista.
—¿Qué fue lo que más aprendió en ese trayecto?
—Aprendí a comunicar desde la incomodidad. Y me gustó. Me gustó ejercer el periodismo de manera incómoda. Me parece que está bueno no estar en un lugar de confort. Salir de esos lugares y que la disputa político-comunicacional de poder que nos rodea, los antagonismos de esta sociedad, poder transitar de manera incómoda y está bien. Me parece que esa puja hay que darla. Esa pelea hay que darla. Entonces aprendí eso. Aprendí a sobrevivir. A llenar la heladera en contextos adversos. Aprendí a manejar un medio digital por grupos de WhatsApp. Nos adelantamos al home office varios años. En La García somos un grupo increíble de compañeros y compañeras que trabajamos en la plataforma, pero que además tenemos una convicción comunicacional con una raíz en la comunicación popular.
Aprendí que la comunicación es cultura y la comunicación y la cultura son también política. Y no me refiero estrictamente a política partidaria, aunque puede ser, pero que hay un hecho político comunicacional muy rico en nuestro país y en nuestra región, y que está bueno desgranar eso.
—Con el Gobierno actual comunicás de manera más cómoda. ¿Cuál es la diferencia entre comunicar desde la comodidad y comunicar desde la incomodidad?
—La incomodidad no estrictamente tiene que ver con el Gobierno. La incomodidad tiene que ver con el contexto. El contexto neoliberal de erosión del poder adquisitivo y de la falta de empleo formal, por decirlo de alguna manera, bueno, nos generaba salir a comunicar, yo siempre decía, con un teléfono celular y dos escarbadientes. O sea, era la imagen comunicacional que dábamos. Sí, me siento más cómoda. Lo que no implica que me apoltrone en un lugar de confort. Sí, me siento más cómoda porque me parece que están dadas las condiciones para que la clase trabajadora esté mejor representada con un gobierno de representación popular.
—¿Cómo ve al periodismo hoy?
—Me parece que no existe el periodismo, no hay un periodismo. Lo veo concentrado. Veo un sistema de medios, en la Argentina, un modelo mediático de muchísima concentración. Lo cual es un problema aún para los que participan de los medios satélites de esa concentración. A mí me parece que ese es el gran problema mediático que nosotros tenemos para ejercer. No la diversidad de ideas que hay en los distintos medios o de los distintos periodistas, eso está buenísimo. Si solo debatiéramos ideas está buenísimo. Lo que pasa es que no solo debatimos ideas, por eso hay una arena comunicacional, hay un campo de disputa comunicacional, porque debatimos ideas con la cancha inclinada, producto de la concentración de medios.
—Muchas veces, viendo televisión, se escucha a periodistas gritando. ¿Por qué cree que gritan?
—Porque hay un modelo, hay un formato audiovisual de la indignación. Del ejercer el periodismo con indignación. Y efectivamente hay cosas que te pueden indignar. A mí el neoliberalismo me indigna por lo que genera. Porque la copa nunca derramó. Que alguien me venga a decir que la copa derramó y le llegó, fantástico, pero no pasó. Entonces a mí el neoliberalismo me indigna. Pero yo no ejerzo un periodismo indignado. O no quiero ejercer un periodismo de indignación. Prefiero ser analítica, intentarlo, prefiero ejercer el periodismo desde la información. Soy menos editorialista que informadora. Trato de no editorializar, lo que no implica que uno no ponga la opinión sobre la mesa, pero con datos.
—¿Cómo maneja su opinión?
—Con muchos datos, con mucha información. Intento, y de hecho esto es algo que nos sale muy bien en la química increíble que tenemos con Pablo Duggan en C5N, plantear un concepto. Ese concepto tiene opinión, porque si querés vamos a la base de la comunicación como derecho humano, y si me corrés más te digo que no existe el periodismo neutro.
Los datos sí son objetivos. El auto es blanco o es verde, es objetivo el dato. Pero la interpretación de los hechos es subjetiva. La línea editorial y la decisión frente a eso es subjetiva. Entonces lo que yo intento es expresar, es analizar conceptualmente. Ahí está puesta mi opinión.
—¿Cómo se maneja con las críticas?
—Me encantan, me parecen buenísimas. Yo hice terapia y trabajaba el hecho de que se te acerque la gente y te reconozca en la calle. A mí, que soy extrovertida comunicacionalmente pero más pudorosa desde lo personal, me confrontaba que la gente se parara, en una época, cuando yo estaba en la Televisión Pública, con mucha repercusión, y me agarrara del brazo y me dijera “gracias” o, incluso, me mirara mal y se enojara. Entonces me acuerdo de que en ese momento mi psicólogo me decía: “Si vos le das la misma dimensión, si magnificás la dimensión de las adhesiones, tenés que magnificar la dimensión de las agresiones”. Ahí entendí que no, ni para un lado ni para el otro. Entonces ni los periodistas, por ser conocidos, tenemos “fama”, ni las críticas son tan hirientes. Así que bienvenido todo.
—¿Cómo se maneja con el tema del ego a la hora de la imagen?
—Fui muchísimos años productora y empecé trabajando con Chiche Gelblung en Radio Libertad, así que tengo trabajado el ego (risas). No tengo conflictos con el ego, o creo que no los tengo. Una cosa es la autopercepción y otra cosa es cómo te ven les otres. Creo que no tengo esa dificultad. No tengo problemas en hablar menos.
Había un lema en la época en la que hacía televisión, que a veces quedabas fuera del aire y vos tenías cosas para decir y no las decías. Si alguna vez no salías no pasaba nada. No tengo problema con ese tipo de cosas. Sí me apasiona comunicar y decir lo que quiero decir. Entonces sí le meto la energía egocéntrica, llamémosle el súper yo, lo meto en conseguir lo que quiero decir. Hay una pulsión por instalar la agenda periodística que yo quiero instalar. En tanto y en cuanto yo pueda ejercer el periodismo y comunicar lo que quiero comunicar si son dos, tres, minuto y medio, no pasa nada.
—¿Cómo hace con el tema de la imagen? ¿cree que a las mujeres les significa una cuota extra de energía?
—Para todes. Para los varones también. Yo le pongo mucho trabajo a la producción de la imagen. A veces mejor, a veces peor. Pero digo que le pongo mucho trabajo porque me parece que, bueno, a veces lo que uno comunica es tan duro, tiene tanta densidad, que tenés que atravesarlo con una producción de imagen que te acompañe. Entonces tengo una casa que me viste, que es divina. Tengo una casa de accesorios también, somos como un grupo de producción de imagen. Voy, llevo las fotos de lo que me voy a poner, les pregunto qué combina con qué cosa. Por ejemplo, este vestido, como tiene un cuello importante y es como una camisa con cinto no lleva ni aros ni collares. En realidad, soy como una esponja. Aprendo rápido de lo que otres generosamente me entregan, que es su asesoramiento de laburo. Y entonces voy aprendiendo. Y me gusta jugar mucho con eso. Me gusta jugar a armar outfits, conjuntos, accesorios. Esa es la parte lúdica de mi trabajo en la televisión.
—¿Qué es lo que no le gusta de los medios?
—Bueno, en realidad no es que no me gusta. Hay formatos que me gustan más y hay formatos que me gustan menos. Yo soy de radio. O sea, el medio en donde me siento más cómoda, más segura, es un estudio de radio. Por eso estoy tan emocionada con conducir la primera mañana de la AM 750. Y la televisión me cuesta más. Por esto que hablamos, porque le pongo lúdico, porque de repente se convierte en una rutina, todos los días tenés que pensar qué te vas a poner, pasar por maquillaje, te lleva más tiempo. Es lo que Aliverti habla del contenido y el continente. El contenido yo sé que lo manejo de taquito, digamos, porque me dedico a eso, estudié para eso, me formo en eso, y el continente, que es todo lo que son las formas, me cuesta más. Y en la televisión, que es imagen, hay mucho de continente. Entonces, bueno, esa tensión entre el continente y el contenido me cuesta.
—Mencionó que la radio es su lugar en el mundo. ¿Cuándo se dio cuenta de eso?
—La primera vez que entré. Yo siempre quise ser periodista, desde la secundaria. Un profesor de Derecho me decía que tenía que ser abogada porque yo había hecho una buena asociación de la Declaración de los Derechos Humanos con la falta de derecho en distintos temas. Y con las vueltas de la vida, terminé estudiando abogacía (risas). Es decir, estudié comunicación y me pasé a la carrera de abogacía porque sentía que para ejercer el periodismo político necesitaba tener base de Estado de derecho, de Derecho Penal, de Derecho Constitucional; para horror de mi madre nunca me recibí, pero hice buena parte de la carrera de abogacía en la UBA.
Allí conocí a Marta Messina, que era la productora ejecutiva de Chiche Gelblung en Radio Libertad. Nos hicimos amigas, empezamos a estudiar juntas y un día se necesitaba gente para cubrir elecciones, a mediados de los 90, y ahí fui. Y ahí entré, por primera vez, a un estudio de radio como productora de Chiche Gelblung. Y me enamoré de ese sótano. Porque viste que muchas radios están en sótanos, en subsuelos. Bueno, era un subsuelo ahí en la calle Rivadavia.
Me enamoré de la radio de entrada. De ese ritmo, ese color, ese clima, ese burbujear que tiene la radio. La posibilidad de la palabra. Transmitir. La radio es increíble. La radio es muy hermosa.
—Desde ese momento hasta ahora ¿cuál fue el hecho periodístico que más le impactó a la hora de comunicar?
—Pasó de todo. Creo que hay bisagras. Una fue la cobertura con 6, 7, 8 del móvil en el cacerolazo contra el kirchnerismo en 2012, el 8N. Yo cumplo años el 7 de noviembre. El 8 de noviembre había una gran marcha en el Obelisco. Y yo propuse hacer ese móvil porque… ahí hablamos del ejercicio comunicacional cómodo e incómodo. Nosotros estábamos, íbamos a cubrir esa convocatoria, era una marcha contra el kirchnerismo porque no se podían comprar dólares, etcétera. Era multi temática la consigna. Y yo avizoraba que si lograba lo que yo quería se podía dar el hecho comunicacional que se dio, que fue visibilizar que mucha de la gente que estaba ahí tenía una concepción de ausencia del Estado, el rol del Estado ausente, esta concepción liberal, colonizada mediáticamente y que iban a reproducir las consignas del Grupo Clarín, básicamente. Esa era como mi idea. Entonces yo lo propuse a la producción y no me contestaban, y el 7 de noviembre me llama creo que Fernando Ajejas, que era el productor ejecutivo de 6, 7, 8, con Diego Gvirtz, y me dicen: “Bueno, ¿querés hacer el móvil mañana?”. Y entonces fuimos un grupito, yo llevé un grupito de amigos que me fueron a acompañar, porque habían ocurrido agresiones durante los móviles en esas marchas, y lo que yo no quería era hacer el móvil de la agresión. Yo charlé con la producción, les dije que en el momento en el que me agredieran me iba. Entonces tenía un grupito, éramos la Armada Brancaleone, que me cubría atrás en un semicírculo. Estaba Fernando Alonso, que en ese momento era de Canal 7, que me dijo que no iba a poder hablar porque cada vez que hablaba la gente empezaba a gritar. Yo me instalé con el micrófono de 6, 7, 8, e, inmediatamente, vieron 6, 7, 8 y era, “el espanto”. Y entonces les dije: “Bueno, todo lo que quieran decir lo dicen al micrófono, porque si no me voy”. Como si quisieran que me quedara, pero funcionó. Esa línea funcionó y la gente empezó a hablar.
Puse el cuerpo, puse el micrófono. Éramos el único medio saliendo en vivo. Entonces bueno, fue un hecho político comunicacional interesantísimo. Me acuerdo, al otro día, vos me preguntabas sobre las críticas, al otro día salió una editorial en La Nación de Beatriz Sarlo, por ejemplo, criticando mi móvil, que yo era maestra Ciruela, no importa, me parecía interesantísimo porque habíamos generado un hecho comunicacional político imposible y lo habíamos hecho posible en un contexto imposible. Y eso para mí fue una bisagra en mi carrera.
—¿Cómo ve a la política hoy?
—Bueno, estamos en plena campaña electoral. Estamos con toda la insurgencia de lo que se debate o no se debate en una campaña. La veo bastante más pragmática de lo que a mí me gustaría muchas veces. Te digo desde el campo nacional y popular. Me parece que hay una dirigencia que está muy pragmática como, bueno, esto es lo que hay que hacer porque esto es lo posible, porque acecha la derecha, suponete. Y me parece que a veces hay que correrse de lo pragmático, pero bueno, yo soy periodista, no soy dirigente, con lo cual, hay una diferencia de análisis, de diagnóstico y de acción.
Veo un corrimiento hacia la política pragmática, la política de no hacer lo que hay que hacer sino lo que es posible hacer. Veo una disputa de modelos muy evidente. Aunque algunos pueden pensar que eso es la grieta, yo estoy en contra del concepto de grieta porque si la grieta es la unidad de los argentinos, que alguien nos diga en qué momento de la historia desde 1810 a esta parte, o antes también, hubo unidad entre los explotadores y los explotados, por ejemplo. Entonces no creo que sea posible esa unidad. Como no es posible decir los periodistas. Justamente por la discusión que hay en el medio, y porque los periodistas no somos astronautas que miramos la realidad desde afuera del planeta Tierra, estamos adentro y bien metidos en el barro de la comunicación cultural y política como un hecho único.
Y bueno, entonces desde esa perspectiva lo que veo es una disputa de modelos, y sobre todo en un contexto de elecciones de medio término, muy clara. Y creo, vuelvo al tema que me preguntabas de los medios porque la política la veo con los medios jugando a la política, creo que nosotros tenemos grupos mediáticos que son grupos políticos y que no tienen control democrático. Y eso es preocupante.
—¿Cómo ve la gestión del presidente Alberto Fernández?
—Veo un déficit comunicacional muy grande. Me parece que es un problema porque creo que además la comunicación es la madre de las batallas. En este tiempo histórico, no solo argentino, sino en términos globales, me parece que hay un déficit comunicacional importante. En ese contexto no se puede analizar ninguna política de este gobierno sin pensar el contexto de pandemia. De ningún gobierno te diría.
Pero cualquier análisis que uno haga sobre el gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner tiene que ser en el contexto de pandemia. Veo muy activo al Congreso y eso es un buen dato de la política republicana. Me parece que hay un Congreso activo en la disputa de debate político inclusive entre los sectores del oficialismo y la oposición, eso me parece muy interesante. Me parece que ahí está la agenda del Gobierno.
—En el contexto de pandemia. ¿Cómo vio la fiesta de Fabiola Yáñez en Olivos?
—Yo fui muy crítica. Creo que nadie puede haberla visto bien
—Pero el presidente no la vio tan mal…
—No, el Presidente pidió perdón. No la ve bien, porque pidió disculpas. Yo fui muy crítica.
—¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando vio la foto y el video?
—Se me vino a la cabeza la instalación de agenda que iba a hacer la oposición. Con razón esa vez. Porque si estamos en medio de una disputa electoral y aparece esa foto con un incumplimiento de la cuarentena estricta, lógicamente la oposición al gobierno iba a hacer una utilización, y la oposición mediática iba a hacer una sobre utilización de la foto. Me parece que de todos los conflictos se sale por arriba. Se sale hacia adelante. Entonces me parece que Alberto Fernández pidió perdón, pidió disculpas, ofreció un resarcimiento económico, donar la mitad de su sueldo al Malbrán, y eso tiene que seguir su curso.
La agenda de gobierno, insisto, tiene que estar puesta, debería estar puesta, no en discutir la foto o en todo caso que eso lo siga haciendo la oposición, porque por supuesto vieron un filón ahí del cual se van a querer agarrar; la agenda comunicacional del gobierno tiene que estar puesta en discutir los temas que les interesan a los argentinos a los que representan. Cuánto sale el precio de la carne. Cómo controlar los precios. Cómo hacer para que los salarios estén alineados con la inflación. Cómo va a ser la post pandemia, si es que vamos a tener post pandemia, etcétera.
—¿Opina como Cristina Kirchner, que dijo que hay funcionarios que no funcionan en este Gobierno?
—No me atrevería a opinar como Cristina Kirchner (risas). O sea, si me preguntás sí coincido.
—¿Coincide?
—En su momento sí coincidí.
—En su momento. ¿Y ahora?
—Bueno, cuando lo dijo, en el contexto en el que lo dijo coincidí que había funcionarios que no funcionaban. Y también me parece que eso es inherente a todo proyecto político. No hay proyecto político que no te desilusione en un punto. O que no tengas críticas sobre eso.
—Y de este Gobierno ¿qué es lo que la desilusiona?
—Más que desilusionar hoy tengo una perspectiva crítica sobre la comunicación.
—¿Tiene contacto con Alberto, chatea con él?
—No tengo contacto.
—¿Cómo lo veía antes y cómo lo ve ahora como Presidente?
—Es un hombre de la política. Es un dirigente del campo nacional y popular. Yo le pregunté, por ejemplo, en una entrevista que le hice una semana después de que Cristina lo nombrara para que la acompañe como presidente y ella como vicepresidenta, le pregunté si, en su momento, las críticas hacia Cristina no habían sido muy agresivas. Si él no se sumaba a esa agresión que había contra Cristina. Y él me dijo que sí y que él la criticaba por otras cuestiones que consideraba válidas; pero que después él en un momento se visibilizó del lado de los que la criticaban agresivamente y no le gustó verse en ese lugar. Me acuerdo de que fue una de las respuestas. No me gusta cuando, no es que no me gusta porque no soy quién para que me guste o no me guste, pero en términos periodísticos, Alberto Fernández fue quien me dijo que no iba a dar marcha atrás con el tema Vicentín. Y, sin embargo, lo hizo. Pero no es un análisis en términos personales, es un análisis en términos institucionales, en términos políticos. Hay una concepción, y esto dicho por funcionarios del gobierno, de que al poder real se lo puede conducir. Y a mí me parece o mi análisis político me dice que al poder real no se lo puede conducir. En todo caso hay que negociar en términos democráticos o confrontarlo en términos democráticos también. Pero conducir al poder real en este país no se puede.
—¿Quién tiene el poder en Argentina?
—El poder real nunca lo tiene el presidente. Una vez le preguntaron a Cristina, justamente en una de las entrevistas en las que yo participé, que dio en la AM 750, sobre cuánto poder creía ella que había tenido, y ella respondió algo así como el 20%. Pero esto pasa acá o pasa en Estados Unidos. Pero acá, en todo caso, por las condiciones de la región, estoy hablando de América Latina. Sin embargo, en el gobierno quien más poder tiene no es el gobierno, nunca.
—¿Cómo la ve a Cristina en su rol de vicepresidenta?
—La veo líder. La veo conductora. La veo con una fortaleza de marcar agenda y dar la disputa política. Y sigue siendo la lideresa del campo nacional y popular, y la política más importante que tiene el campo nacional y popular sin dudas.
—¿Cómo piensa que está viviendo ella este momento electoral, con estas fallas comunicacionales que mencionó?
—No lo sé en lo personal, la veo políticamente. Se está poniendo la campaña al hombro. O sea, está participando, en el último mes participó creo que en tres actos. Pone en discusión este tema que yo te digo de los modelos. Tiene una mezcla entre el discurso político analítico y el discurso emocional, que es un cóctel impactante en términos de comunicación, cuando ella dice amor y memoria, por ejemplo.
Es la líder indiscutible políticamente. El liderazgo de Cristina sigue intacto.
Cristina se esta poniendo la campaña al hombro
—¿Cómo ve a la oposición hoy?
—La veo sin poder debatir las propuestas. No se atreven. No pueden dar cuenta de lo que hicieron. O sea, me parecería muy interesante que Vidal, Santilli, el candidato o la candidata que elijas, se sienten y debatan las propuestas. Digan propositivamente qué proyecto de país buscan. Los veo intentando despegarse de Macri, metiéndolo debajo de la alfombra, porque en términos de marketing político no les rinde. Pero a su vez lo necesitan porque hay un núcleo duro que responde a esa derecha que se la disputa Milei o los libertarios. Entonces me parece que están en un problema para no perder ese núcleo duro y a su vez esconderlo a Macri. Pero me parece que todos los candidatos de Juntos, o como se llame ahora Juntos por el Cambio, son la expresión y fueron funcionarios y participaron del macrismo que devastó este país en los cuatro años que gobernaron.
Algo personal
—¿Cómo es como mamá?
—No sé bien (risas). Intento. Soy una mamá que intenta. Intento todos los días ser madre. Tengo dos hijes, dos padres, o sea son dos gestiones.
Tengo padre uno, hija uno. Una adolescente de 16 años. Y tengo un hijo de 6 años. Padre uno hija uno, padre dos, hijo dos. Y ahí voy, articulando eso. Nada, crezco con ellos. Creo que las madres, las mapadres, crecemos con nuestros hijes. O sea, me siento interpelada por Lourdes que me enseña sobre género y diversidad.
—¿Qué le dice?
—”Lo que estás diciendo no es así” me dice. Yo viste que soy María debate y te gano un debate. Cuando se enoja me dice Cynthia… Y Juan tiene 6 años, está en primer grado, con el apasionante proceso del descubrimiento de la lectoescritura. Y a su vez la dificultad de estar con los horarios de la tarea, y tienen distintos planes, y yo tengo mucho trabajo por suerte.
—¿Qué es lo que aprendió de la pandemia en lo personal?
—Yo nunca tuve la cuarentena estricta porque somos periodistas, entonces siempre fui a trabajar. Soy la que estuvo en el estudio de radio siempre, salvo cuando me enfermé, yo tuve coronavirus.
No sé si aprendí de la pandemia. No sé si la pandemia nos enseñó. Porque viste que había como una idea de que íbamos a salir mejores, más humanos. Yo creo que el coronavirus vino a un mundo con enormes desigualdades. La pandemia me conectó, me generó el encuentro con mucha gente que piensa que este mundo tiene un tiempo de descuento. Noam Chomsky dice que es internacionalismo o fin de la humanidad, y me parece que eso que en otro momento nos parecía como una exageración, es real.
Creo que la pandemia, esta pandemia, llega a un mundo que, con estos niveles de acumulación de capital, que es el neoliberalismo, porque el capitalismo está en crisis, el capitalismo se alimenta de las crisis, con este nivel de acumulación de capital y de daño al planeta, no tiene mucho futuro si no le damos un viraje de timón.
La verdad es que a mí la pandemia no me enseñó. Sí me conectó con mucha gente de la que aprendo todos los días. Soy parte de un grupo que se llama La internacional progresista, que justamente es un grupo global, lo crearon Noam Chomsky, Naomi Klein, Varoufakis, el griego, acá está la ministra Elizabeth Gómez Alcorta, Alicia Castro, Rafael Correa. En fin, el progresismo internacionalista. Y de ellos aprendo un montón todos los días. Creo que tenemos un tema con la desigualdad que es urgente. De verdad que es urgente. Ya no es una cuestión de si pensás igual o no pensás igual que uno, que otre, es un tema con la desigualdad o no tenemos futuro. Me parece que eso también es algo que tenemos que comunicar más y mejor.
—¿A quién agradecería su presente?
—A muchísimas personas, de verdad. Yo, no es una impostura, creo que mi voz es una voz colectiva.
A muchísima gente. A Víctor Hugo Morales. A mis compañeres de La García, Celeste Bianco por decir algo, Leo Pérez. A las organizaciones que durante todos los años del macrismo nos aunamos para generar comunicación en el territorio. Mariano Montali que es el padrino de mis hijes y es la persona que me ayuda, y con la que pensamos, porque yo creo que nadie piensa solo.
Cualquier cúmulo de nombres que te diga es poco, de verdad que me quedo corta. Hay una vinculación en mi trabajo, y tal vez sea el mejor aprendizaje en estos últimos años, que hace que lo que yo digo nunca sea firmado por Cynthia García solamente, atrás hay una cantidad de reserva de pensamiento, de contenido y de construcción comunicacional de muchísima gente.
El ping pong con Cynthia García
—El funcionario que funciona.
—Wado de Pedro.
—Sergio Massa o Máximo Kirchner.
— Son un tándem me parece ahora.
—Facundo Manes o Diego Santilli.
—(Risas). Lo que la gente elija.
—Alberto Fernández o Cristina Kirchner.
—Cristina.
—Larreta o Macri.
—Son lo mismo.
—Patricia Bullrich o María Eugenia Vidal.
— Son lo mismo.
—Andy Kusnetzoff o Juana Viale.
—Juana Viale.
—Gustavo Sylvestre o Víctor Hugo Morales.
—Víctor Hugo. Y Gustavo. A Gustavo lo adoro igual.
—Cristina Pérez o Luciana Geuna.
—Qué extraño. Luciana Geuna.
—Jorge Lanata o Luis Majul.
—(Risas). Lanata.
—TN o La Nación +.
—(Risas). TN.
—¿Con cuánto dinero en efectivo sale hoy en día?
—No, bastante porque tengo que tomar mucho taxi. Qué sé yo, dos mil pesos.
—¿Cuánto sale el kilo de carne?
—Entre 400 y 800 depende lo que compres.
—¿ Cuánto paga de luz?
—Y, dos mil pesos más o menos.
—¿Cuánto sale el boleto de colectivo?
— No sé, tomo mucho taxi. Tengo la tarjeta SUBE que la voy cargando.
—¿Cuánto paga de expensas?
—14 000 pesos.
—¿Cuál fue el mejor presidente que tuvo?
—Néstor y Cristina.
—¿La Argentina es?
—Un territorio en disputa.
Foto y video: Gastón Taylor