Leandro Santoro es el primer candidato a diputado por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires, es decir, en un distrito fuerte -por sus características y porque es el cuarto en volumen de votantes- y esquivo para el oficialismo nacional. Eso explicaría la falta de referentes -desde Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner para abajo- en su acto de cierre con vistas a las PASO. Su palabra importa, de todos modos, por el lugar en la lista, además del kilometraje mediático que acumula. Y por lo que acaba de agregar de manera inesperada, por lo explícito, sobre el lugar que el kirchnerismo se adjudica para justificarse y para descalificar. “Las ideas que nosotros defendemos son ética y moralmente superiores”, dijo.
La referencia a un supuesto escalón ético y moral superior -impostado o no, según el caso, pero con sentido utilitario- aparece implícita en muchos otros terrenos, últimamente como expresión de privilegios del poder. Algo que de manera pública utilizó como ningún otro Carlos Zannini, cuando defendió las vacunas VIP argumentando que en algunos casos se trataba de personalidades que debían ser “protegidas por la sociedad”. Santoro hizo ese giro para defender a CFK y para cargar contra la gestión macrista.
De hecho, además, fue el cortinado de fondo de un discurso que incluyó unas líneas sobre la necesidad de algún tipo de acuerdo político para encarar la negociación con el FMI. Ese es un tema que, más allá de la pincelada del candidato, viene circulando en medios políticos, con intencionalidad práctica que a juicio de la oposición de Juntos por el Cambio -principal destinatario del mensaje- suena a operación para complicarle la interna y cargarle, a la vez, responsabilidad exclusiva sobre la deuda y el cartel de socio únicamente para los costos.
La ofensiva en continuado contra Mauricio Macri tiene un sentido básico como intento de polarizar la elección. El Presidente insiste con ese discurso en cada uno de sus actos de campaña y en declaraciones a medios. Busca borrar del tablero a terceras fuerzas, con la lógica del escritorio de campaña que coloca la disputa en un riesgoso terreno plebiscitario y mezcla “desencantados” y “voto joven” en sus preocupaciones.
Al mismo tiempo, se sucedieron gestos y versiones apuntados a un acuerdo político posterior a las elecciones. Fuera del discurso, se admite el lugar central que tendrá la negociación con el FMI. La decisión de cubrir los compromisos de aquí a fin de año con los recursos arrimados por el propio Fondo descomprime en parte las exigencias del calendario. Pero el tipo de trato en discusión -es decir, un acuerdo de facilidades extendidas- demanda compromisos de ajuste y reformas nada sencillas sin sustento político.
Con ese telón de fondo, antes que un clima de entendimiento lo que está a la vista es un pase facturas con asignación de culpas sobre el endeudamiento y la crisis en general. Eso es lo que expone el Presidente, y el oficialismo en general, en la búsqueda de un contrapunto con Macri que condicione al resto de los referentes y socios de JxC. Ninguna señal va en sentido de asumir responsabilidades al menos compartidas, que sería el prólogo para compartir posibles soluciones y también costos. El kirchnrerismo duro y el Presidente lo presentan más bien como “un deber” opositor por la herencia dejada.
En un reciente encuentro del Consejo de las Américas, Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta abordaron el tema, en líneas generales. Eso y la relación con historia entre los dos alimentó otra vez las especulaciones sobre algún grado de entendimiento, con el condimento añadido de lo que en JxC -incluso entre los “moderados”- fue calificado como operaciones de campaña.
Por lo pronto, fuera del título genérico, no hay precisión alguna sobre contenidos. Hace casi un año, CFK había planteado que debía incluir a representantes políticos, empresariales, sociales y -de manera llamativa pero no ingenua- mediáticos. Incluía a todos los que considera parte del problema, ajeno a su propio pasado y a la gestión actual.
Antes, había sido desarmada la supuesta construcción de un tipo de acuerdo que excluía a CFK y Macri -por extensión, a los llamados “duros” de una y otra vereda- y que debía administrar las restricciones en la pandemia, configurar un ambiente de entendimiento para cuestiones de fondo -deuda, reglas de juego económico, contención social- y garantizar reglas de competencia política razonable.
Lo que reapareció en estos días remite más bien a un compromiso sobre costos en base a la concepción de “herencia” limitada a la gestión anterior y no al largo declive económico. La idea de la “superioridad” ética y moral refuerza el giro. De otro modo, lo planteó la ex presidenta en el acto con escenario de unidad que inauguró la campaña oficialista, a fines de julio, en Escobar. Allí repartió responsabilidades y llamó a hacerse cargo a todos quienes gobernaron, pero sólo reservó elogios para el ciclo propio y de Néstor Kirchner.
Fuera de cruces y versiones, está claro que el resultado electoral perfilará el horizonte político. También para hablar de acuerdos.
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