Guardada bajo siete llaves, existe una acordada ya redactada mediante la cual se designará a Horacio Rosatti como presidente de la Corte Suprema, y a Carlos Rosenkrantz como vicepresidente. El voto decisivo sería el de Juan Carlos Maqueda.
Pareciera también que había sido preparada como una sorpresa para el próximo martes 14, después de las PASO, pero ya no habrá ninguna sorpresa. Los medios recibieron esa noticia por parte del secretario de uno de los jueces.
También ha sido analizada desde varias perspectivas. Para algunos, se tropieza dos veces con la misma piedra. El argumento es que, en el año 2018, se hizo una especie de “golpe de Estado”, impulsado, como ya es público, por “Pepín” Rodríguez Simón, y la mesa judicial del macrismo. Todo salió mal, porque desprestigiaron a Rosenkrantz, quien apareció como impuesto desde afuera de la Corte. Luego funcionó peor, porque las sentencias no fueron las esperadas por el macrismo.
Una cosa es elegir un presidente de la Corte y otra es armar las mayorías en los fallos.
Rosenkrantz resolvió protegerse a sí mismo y se excusó en todas las causas que tienen alguna relación con el macrismo o con las empresas para las que trabajó como abogado, y lleva más de 100 excusaciones en esas causas, algo inédito en la historia del Poder Judicial. A poco de asumir, el 1° de octubre de 2018, sus colegas lo vaciaron de poder y le sacaron todas las facultades y los fallos salieron en contra del macrismo, con la llamada “mayoría peronista”, que tampoco duró mucho, porque ahora cada uno está por su lado.
Para otros, es una buena decisión, que permite la alternancia en la presidencia de la Corte.
Se habla de “una nueva mayoría” para elegir un presidente, pero no hay ninguna garantía de que eso se traslade a las sentencias; más bien lo contrario.
En el mundo político hay opiniones bastante coincidentes acerca del mal funcionamiento de la Corte en los últimos años. El proyecto presentado por los diputados Emiliano Yacobitti (por la UCR) y Cristian Ritondo (por el PRO) motivó diversos análisis periodísticos en función de cuál de los ministros sería beneficiado o cuál fue el origen y se habla de que se ha caído porque se retiró una firma.
Lo curioso de ese proyecto es que no se refiere solamente a la presidencia del más alto tribunal, sino que incluye también el número de jueces de la Corte, que es llamativo porque ya está en una ley y pareciera que ahora habilita a discutirlo. Además hay una idea de agregarle la fijación de un plazo para que la Corte dicte las sentencias, evitando las especulaciones actuales ( la cronoterapia de Carlos Fayt). Incluso hay sectores políticos que hablan de que algunos ministros se retirarían o jubilarían.
En el fondo, se nota un hartazgo de la política respecto de esta situación en la que se especula constantemente con sacar o no sacar fallos, o con el perfil partidario que ha mostrado hasta ahora la presidencia. Es probable que el tema no esté agotado y resurja luego de las elecciones.
Dentro del Tribunal, pareciera que hubo cambios de actitud muy importantes. El juez Juan Carlos Maqueda asumió un rol protagónico en los dos últimos años, porque redactó varios fallos que Rosatti terminó firmando. También parece haberse radicalizado porque los dos últimos fallos en Molinos y Axion, con votos de Maqueda-Rosatti, han provocado una extrema preocupación. También Maqueda insiste con que podría aceptar la presidencia o imponer a Rosatti.
Rosenkrantz, que parece haber claudicado en la idea de una renovación de su mandato y parece estar resignado a aceptar una presidencia de Rosatti, con quien no comparte ninguna idea, principalmente en lo referente a cuestiones empresariales. Elena Highton no desea la presidencia ni ha sugerido cuál es su posición. Y Ricardo Lorenzetti ya ha hecho trascender que no participará de esta disputa porque entiende que ya fue presidente durante once años, que había otra Corte y que la presidencia era distinta. Hiperactivo, prepara un nuevo libro de próximo lanzamiento.
Este escenario pareciera estar más vinculado al hecho de que la presidencia de la Corte pasó a ser un artículo decorativo en un sistema donde cada uno de los cinco jueces tiene un 20% de la decisión. El presidente soporta los costos de la imagen, pero no tiene poder real para decidir, excepto que sea capaz de reunir las voluntades de sus colegas, lo que le ha sido imposible a Rosenkrantz.
Las miradas pueden variar, pero lo que no cambia es la realidad, en la que todos coinciden: la Corte está funcionando mal.
La relación entre los ministros quedó fragmentada, cada uno con sus votos, y es imprevisible. Las estadísticas muestran que no hay mayorías estables, y en los casos más importantes de los últimos dos años fueron todas conformaciones diferentes.
Entre los jueces, las quejas no son menores, y hablan de una Corte ausente.
Los gremios judiciales y las asociaciones de jueces se quejan. Hay paros por la falta de aumento salarial y quejas por el mal funcionamiento de la Obra Social, en manos de Maqueda.
Las críticas son similares por parte de los abogados que litigan en la Corte, quienes sostienen que se ha perdido la previsibilidad.
Todo ello ha llevado a que el tribunal tenga hoy un hoy 70% de imagen negativa, conforme todas las encuestas.
Realmente no se sabe si todos estos trascendidos son reales porque reina el off en un lugar que cada día es más oscuro. Pero lo que sí se ha producido es un ambiente de enorme preocupación, solamente atenuado por el clima electoral, pero que, seguramente, aflorará con fuerza en los próximos días.
SEGUIR LEYENDO: