Raph Gonsalves, Mini Castro como lo llaman en el Kremlin, hace veinte años que es Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, una isla con un pequeño archipiélago que suman 390 kilómetros cuadrados. A Gonsalves también se lo conoce en La Habana como Camarada Ralph, y es ejemplo de padre previsor y nepótico: su hijo Camillo ya fue canciller y embajador en la ONU, ahora ocupa el Ministerio de Finanzas, y en el futuro cercano será Primer Ministro de su país.
Gonsalves es experto en marxismo-leninismo, aliado de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y consejero de la Reina Isabel de Inglaterra. San Vicente y las Granadinas integra el Commonwealth, y la corona británica siempre se ha caracterizado por su pragmatismo cuando se trata de las relaciones internacionales.
Daniel Ortega es dictador de Nicaragua y tiene vínculos ideológicos, políticos y comerciales con Nicolás Maduro, el líder populista de Venezuela. Ortega desea que Alberto Fernández restablezca la sintonía diplomática con Managua y Maduro pretende un nuevo embajador en Caracas.
La Cancillería retiró a consultas al representante argentino en Nicaragua después de comprobar que Ortega es un típico dictador caribeño que enterró -hace décadas- al revolucionario sandinista. Daniel Capitanich coincide con la perspectiva internacional de Ortega, pero regresará a Centroamérica cuando lo decida Alberto Fernández.
El dictador de Nicaragua rechazó la decisión política de la Cancillería, y lanzó la nominación de Gonsalves para forzar la mano del Presidente. En términos simples: Mini Castro renuncia a la candidatura de la CELAC, y apoya a Alberto Fernández, si Capitanich vuelve a Managua.
La estrategia de Maduro es más compleja. Ya se comprometió con Felipe Solá que respaldará la candidatura de Alberto Fernández a la CELAC. Sin embargo, detrás de bambalinas, el líder populista cocina una operación opaca para controlar la embajada argentina en Venezuela.
El actual Encargado de Negocios en Caracas, Eduardo Porreti, es un profesional de la diplomacia con una larga carrera en distintos países y organismos multilaterales. Pero a Maduro no le va su seniority: pretende un amigo de la casa como sucede con los embajadores argentinos en Cuba y Rusia.
Maduro se ofreció en mediar con Ortega -su dependencia con Caracas y La Habana es cuasi absoluta- y ya sugirió que desea a cambio. En Gobierno hay silencio stampa, y por ahora rechazan el negocio diplomático que se propone desde Caracas.
Alberto Fernández pretende ocupar la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Se trata de un foro regional que tiene ausente a los Estados Unidos y que Brasil soslaya sin eufemismos. El reglamento de la CELAC establece que su titular será designado por consenso, un mecanismo político que beneficia la operación opaca de Ortega y Maduro.
Todos los países importantes de América Latina -México, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador y Paraguay, por ejemplo- respaldan la candidatura de Alberto Fernández, pero sin el apoyo de Nicaragua y San Vicente su aspiración política se convertirá en una nueva derrota diplomática.
Ralph Gonsalves conoce la Argentina. Fue condecorado por Héctor Timerman con la Orden del Libertador General San Martín en el grado de Gran Cruz, a principios de octubre de 2013. Y cada vez que se encuentra con un funcionario del Frente de Todos repite su muletilla con efusiva sonrisa caribeña: “¿Cómo anda mi amiga Cristina”.
El Presidente y el Camarada Ralph hablaron por teléfono hace tres semanas. Fue una conversación cordial que no llegó a nada. A su turno, Ortega intentó llamar al celular de Alberto Fernández, pero la Cancillería respondió a Managua que estaba muy ocupado para atender al dictador de Nicaragua.
Ese fue un error diplomático. Desde ese momento, el dictador se volvió más intransigente. Un estado de ánimo que utiliza Maduro para perseguir sus propias ambiciones en política exterior. Y como sucede siempre en estos casos, La Habana observa en silencio y mueve las piezas de Caracas y Managua.
Dos diplomáticos de carrera viajaron al Caribe para juntar los votos a favor de Alberto Fernández. La travesía sirvió, y el Presidente sumó todo lo que había a su alcance para llegar a la conducción de la CELAC. Si la votación dependiera de una mayoría simple, Argentina ya tendría los avales suficientes para suceder a México desde comienzos del 2022.
Pero la política exterior no es una línea recta. El 17 de septiembre, Andres Manuel López Obrador (AMLO) recibe en Ciudad de México a todos los líderes regionales que integran la CELAC. Y al día siguiente, Alberto Fernández hará su discurso ante el pleno del foro multilateral. En esa oportunidad se sabrá oficialmente, si la Argentina llegó a la Presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Hasta anoche, el diplomático Porreti no preparaba las valijas en Caracas, y el embajador político Capitanich continuaba en la Argentina haciendo ocio creativo. Ortega y Maduro todavía esperan un llamado de Alberto Fernández. Por ahora, no sucederá.
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