En el mundo de las redes sociales Malena Galmarini se presenta como mamá de Mili y Toto, compañera de Sergio, peronista y presidenta de AySA. Un breve perfil que resalta el valor por la familia y su presente laboral. Omite contar que proviene de una familia con ADN político, es hija de Marcela Durrieu y Fernando Galmarini, ex secretario de Deportes durante la presidencia de Carlos Menem.
Inició los primeros años de la carrera de Medicina, pero finalmente se recibió de licenciada en Ciencia Política. Con apenas 18 años se afilió al Partido Justicialista y militando conoció a su esposo Sergio Massa, actual presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, y hombre clave de la actual gestión de Gobierno.
Entre el 2008 y 2019 fue concejala y secretaria de Política Sanitaria del partido de Tigre. Hasta el 10 de diciembre se desempeñó como Diputada de la provincia de Buenos Aires y dejó su cargo para asumir como presidenta del Directorio de AySA.
Intentando desconectarse por unos instantes del trabajo, y preocupada por la bajante del río Paraná, Galmarini se relaja, pide un café y no para de hablar. Es efusiva y nada tibia, pero es más sensible de lo que se la percibe.
Sin protocolo habla de todo; asegura que le duele la pobreza: “Yo creo que Argentina es un país con muchas posibilidades, pero si esas oportunidades no están al alcance de todos, entonces es una ficción decir que Argentina puede ser una potencia”.
—¿Cómo le llegó la propuesta de ser la presidenta de AySA?
—Me sorprendió la propuesta un poco por la cultura con la que venimos. Que tenemos incorporada. Es un lugar tradicionalmente masculino. Y después dije: ”Bueno, si les parece que yo puedo colaborar desde ahí”. Los primeros meses estaba, no asustada, pero preocupada y muy enfocada. Además, cuando llegué la empresa no estaba como está hoy. Era una empresa planchada, desfinanciada, sobre endeudada. Encontramos 101 obras paradas. Por lo tanto fue difícil. Hubo que desandar mucho camino. Pero también es cierto que primero pensé: ”Bueno, si Alberto, si Sergio, si Cristina creen que yo lo puedo llevar adelante, por qué voy a desconfiar de mí misma”. Y me subí y acá estoy, muy contenta. Creo que estamos haciendo muchas cosas.
—¿Cómo se encuentra con esta responsabilidad?
— Estoy bien, cansada pero bien. Un poco preocupados, hace un tiempito, por la bajante del río Paraná, que nos plantea un desafío hacia adelante. Con menos caudal de agua, con menos corriente de agua, tenemos lo que se llaman algas taponadoras que hacen que se tapen más seguido los filtros de las tomas de agua, que es por donde ingresa el agua cruda, el agua de río, que después entra a la planta para potabilizar. Así que estamos con eso. Mirando todo el tiempo, monitoreando junto al Ministerio de Seguridad y el Ministerio de Ambiente de la Nación. Estamos todas y todos monitoreando cómo viene eso porque puede ser un problema y queremos que no nos agarre, si sucediera, sin saber qué está pasando.
AySA es una empresa muy importante, una empresa pública de las más grandes del país. Y haberla visto tan caída, tan al borde de la quiebra… hoy, por el contrario, tenemos 1026 obras en marcha, le hemos pagado a los acreedores, a todos los proveedores y las proveedoras, a todas las empresas contratistas y hemos puesto las 101 obras en marcha. Estamos, no solamente llevando agua y cloacas a lugares insospechados, a lugares que no estaban ni en la cuenta de AySA, sino además estamos mejorando el servicio. A veces, para quienes hacemos política es importante poder cortar una cinta, abrir una canilla o tirar un balde de agua adentro de una cámara para que los vecinos vean que corre el agua, pero es tan importante también mejorar el servicio.
—Estaba desfinanciada, en los cuatro años de la gestión de Macri no se invirtió para mejorar las redes que ya estaban construidas.
—Nos falta un montón, es un enorme desafío. La ONU nos marcó a todos y a todas, al planeta, objetivos de desarrollo sostenible, que son al 2030. El número seis habla de agua potable y saneamiento cloacal, y nos impulsa, nos propone llegar con el 100 % de agua y cloaca al 2030, y yo tengo la fe y la esperanza, y te digo casi la convicción, de que nosotros, de que Argentina puede llegar. Es un servicio que se puso en agenda incluso antes de la pandemia. En campaña Alberto Fernández decía: “Hay que llegar con agua y cloaca”. Y a mí me enseñó Sergio que los políticos hablamos en nuestros discursos, pero más hablamos por nuestros presupuestos. Y cuando vos mirás el presupuesto nacional se nota que no fue una promesa de campaña, que fue un compromiso con las argentinas y los argentinos. Si el Estado argentino puede mantener este nivel de inversión, que está llevando adelante este año, se puede duplicar, para el año que viene y sostenerlo, creo que para el 2030 podemos cumplir con el punto seis.
—¿Cómo fue adaptarse a esta nueva función y qué sabía sobre el tema hídrico?
—Yo lo que sabía de agua y saneamiento tenía que ver con dos cuestiones. Una, que allá por el 2005 en Tigre hicimos campaña, incluso antes de que Sergio sea intendente, para concejal; la hicimos entendiendo que Tigre, mi ciudad, mi municipio, necesitaba obras. Que no iba a poder seguir creciendo, y venía creciendo muy bien de la mano del ex intendente Ubieto, pero que a pesar de que hacía plazas, y llevaba adelante la pavimentación de las calles, tenía un circuito de puesta en valor del espacio público, si no hacíamos obras, en este caso obras de infraestructura sanitaria, muy importantes, no íbamos a poder seguir creciendo. Entonces pusimos en agenda el agua y la cloaca. En aquel momento la campaña decía: “Cloacas ya”. Porque nueve de cada diez vecinos de Tigre no tenían cloacas. Y bueno, después, por supuesto, seis de cada diez vecinos tampoco tenían agua. En aquel momento Néstor Kirchner le preguntó a Sergio, que estaba a cargo de ANSES, qué era eso que estábamos haciendo; Sergio le contó cuál era la dificultad y le explicó que no era solo una dificultad en Tigre, sino en todo el conurbano. Eso más las conversaciones con José Luis Lingeri, secretario general de SGBATOS, del sindicato de la empresa, y entre todos y todas hicimos que nuevamente se nacionalizara el capital de, en ese momento, Aguas Argentinas, y se creara AySA.
Luego, por diversas circunstancias no se hicieron las redes primarias y las redes secundarias en Tigre, así que para nosotros siempre fue un tema importante. Yo estaba a cargo de la Secretaría de Políticas Sanitarias de Desarrollo Humano en ese momento.
Después, tuve a cargo también el área de Vivienda. Hicimos 511 viviendas en los 6, 7 años que estuve y lo que hicimos con mi equipo de aquel momento fue: hacer agua, cloaca, pluviales y los pasillos de esos barrios más chiquititos, y darles algún grado de urbanización. Por lo tanto, yo tenía ese conocimiento.
—Es la primera presidenta mujer de AySA. ¿Cuál es su impronta como mujer y su desafío?
—Creo que no solamente ser mujer sino además ser licenciada en Ciencia Política, que te da otra mirada del mundo. Haber hecho todo este camino que te contaba recién. Mucho más cercano a la gente. Venir desde el municipio y saber cómo impactan las obras, en lo bueno y en lo malo. Si hay algo que yo recorro mucho son las obras. Eso creo que es un plus. Que tiene que ver con la militancia política; los dos presidentes anteriores de AySA no recorrían las obras, no recorrían las plantas. También tiene que ver con la militancia feminista. Saber qué está pasando, no solo a los vecinos y vecinas, a los que les impacta de manera real tener estas redes, sino a las trabajadoras y a los trabajadores. Por ejemplo, hay un programa que es viejo en la empresa que se llama Agua y Cloaca más Trabajo. En esta cooperativa, la mitad son varones y la otra mitad son mujeres. Al principio nos pasaba que a las compañeras trabajadoras las mandaban a hacer el trabajo social, digamos, de la cooperativa, a repartir los folletos, a avisarles a las vecinas y vecinos que íbamos a cortar esa calle porque en esa cuadra iba a pasar la red. Y de a poco fuimos logrando que las compañeras trabajadoras también fueran parte de la construcción propiamente dicha. Que pudieran hacer, no solo la zanja sino conectar los caños y que fueran aprendiendo otras cosas. Y nos pasó, no voy a dar mayores datos para cuidar a la compañera trabajadora pero ella, con el primer sueldo, se separó de su marido que la violentaba. Entonces digo, darles autonomía a las mujeres también hace que puedan salir del círculo de violencia. Esto significa mucho para esa mujer, porque al otro día siente que ella no es una víctima, que ella puede ser artífice de su propio destino. Así que la verdad es que a mí me pone muy contenta, siento que desde este lugar, AySA, tenemos la posibilidad de hacer estas cosas.
—¿Cree que la vicepresidente diría que usted es una de las funcionarias que funcionan?
—Sí, no sé, habría que preguntarle a la vicepresidenta. Yo estoy comprometida con el lugar en el que estoy. Sea un lugar grande, con mucho para dar, con mucho para hacer, o un lugar muy chiquitito. Yo soy de las que creen que cuando te comprometés en política es porque te comprometés con las otras personas. Cuando te comprometés con tu país, con tu provincia, con tu municipio. Y que hacer no es directamente proporcional con el ser. Yo he hecho cosas toda la vida más allá de donde estoy. No soy tonta y entiendo que no es lo mismo estar en una unidad básica sin ninguna posibilidad, sin tener recursos o sin tener la posibilidad de tomar las decisiones para orientar la política para un lado o para el otro, pero tampoco creo que sea la única forma de hacer cosas. A mí me llaman a cualquier hora y yo no duermo y me preocupa. Trabajo con profunda voluntad política, no hay que estar todo el tiempo esperando, hay que hacer tal cosa, o me falta tal otra, con lo que hay qué puedo hacer, cómo puedo estirar y juntar todo lo que hay para resolver los problemas. A viejos problemas nuevas soluciones. Si a viejos problemas le imprimimos las mismas soluciones vamos a tener los mismos resultados. Y hemos demostrado en equipo, con vocación de servicio, con voluntad política, con presupuesto acorde.
—¿Cuál cree que es el mayor problema de la Argentina?
— La pobreza. Me duele la pobreza.
— ¿Y por qué cada vez estamos más pobres?
—Son mil razones y no quiero caer en el facilismo de “porque los políticos”. Mirá, yo tengo una teoría que es políticamente incorrecta pero no me importa, la voy a decir: las políticas y los políticos somos los que menos poder tenemos en Argentina. Cada dos años nosotros tenemos que revalidar nuestros títulos en elecciones. La gente nos sube o nos baja el dedo de un día para el otro. Quienes tienen poder en serio son, básicamente, los grupos concentrados de poder, económicos y de comunicación. Yo creo en esto firmemente. Creo que somos los que además arriesgamos mucho, ponemos mucho en juego, desde lo personal, creyendo en lo colectivo. A mí me emociona ver a mi hija militando. Se pasó toda la pandemia yendo a comedores, merenderos, caminando barrios, armando ollas populares, llevando agua potable y lavandina a esos barrios donde menos podían, donde menos tenían, donde más nos necesitaban. ¿Y por qué te digo que me emociona? Por supuesto porque yo creo en la política, porque creo que salimos entre todos y todas de esta y de muchas más, como lo hemos hecho siempre. Pero, sobre todo, porque creo que, tanto su papá como su mamá, le enseñamos con el ejemplo, le enseñamos que la política es una herramienta enorme de transformación de aquello que no te gusta. ¿Te duele la pobreza? Trabajá. No te quejes y nada más. Hacé algo por cambiarlo. Comprometete. Participá. Y cada vez que yo sentía que los dejaba un poco y que alguna vez me lo reclamaban, ahora al ver a mi hija hacer lo mismo, pienso que no estuve tan mal. Es el camino para tener un mejor país y un mejor mundo.
Los políticos somos los que menos poder tenemos en Argentima
—¿Quién tiene el poder entonces?
—El poder económico, el poder de los grupos de medios y la justicia. E incluyo a la justicia porque la semana pasada charlábamos con unas compañeras e hicimos la presentación de un proyecto de ley pensando en cómo hacemos para que las familias monoparentales, para decirlo en términos más coloquiales, esas casas donde hay mamás separadas que se hacen cargo de sus hijos o hijas, que están estudiando, y que les resulta casi imposible cobrar la cuota parte de la responsabilidad alimentaria. Y cuando nos pusimos a estudiar el tema con ellas, nos dábamos cuenta de que es muy difícil porque los varones no se hacen cargo de la corresponsabilidad que tienen en la crianza de sus hijos, pero también porque hay una Justicia que mira para el costado. Y eso no es ni la justicia federal ni la justicia penal, es la justicia de familia. Entonces cuando nosotras hablamos de encontrar, de democratizar la justicia, no estamos hablando en contra de jueces y juezas sino estamos diciendo que necesitamos nuevos procesos judiciales para que estos viejos y nuevos derechos hagan que las mujeres tengan mayor autonomía. La violencia de género tiene un montón de violencias adentro. No hablamos solamente de los femicidios. La violencia económica es una de ellas, la violencia patrimonial es otra.
—¿Cómo ve a la política hoy?
— La veo violenta. La siento violenta. La siento desenfocada.
—¿Desenfocada en qué sentido?
—Desenfocada en cuanto a cómo nos juntamos, más allá de las diferencias, y nos ponemos a trabajar en conjunto. No sé, yo te decía hace un rato que AySA tiene 1026 obras en los 26 municipios del conurbano bonaerense, que están dentro de la concesión y en la Capital Federal. ¿Qué te quiero decir con esto? Yo quiero ganar las elecciones porque estoy convencida de que un presidente como Alberto Fernández, que le da a una empresa como AySA 131.000 millones de pesos durante el 2021, dista mucho de la gestión anterior, ya que el presupuesto que le había dado Mauricio Macri a esta misma empresa para lo mismo fue mucho menor. Yo no sé si hubiese cambiado radicalmente la situación, pero seguramente le hubiese cambiado mucho a muchas vecinas y vecinos si estas obras que estoy llevando adelante yo con esta empresa, que tenía la misma calidad de trabajadoras y trabajadores entre diciembre del 2015 y diciembre del 2019 que ahora, las hubiese hecho antes. Bueno, llegó una pandemia, más vecinas y vecinos hubiesen tenido el agua en sus casas para lavarse las manos cuando no existía la vacuna y la única vacuna era limpiar todo y lavarte las manos. Entonces ¿cómo veo a la política? Desenfocada. ¿En qué sentido? En que hay que sentarse a acordar. Después a consensuar. Después a programar y planificar cuáles son los diez temas de los cuales no podemos sacar los pies del plato y en eso no se discute, no es parte de la chicana política, no se cambia cuando llega otro. Digamos, no puede ser que las argentinas y los argentinos no podamos ponernos de acuerdo en educación, en economía, en seguridad, en agua y cloaca. No puede ser.
Hay que sentarse a planificar los diez temas de los cuales no se pueden sacar los pies del plato
—¿Cómo lo ve al presidente Alberto Fernández?
—Yo conozco a Alberto de antes, y entonces lo sé un hombre sensible. Lo sé un hombre muy preocupado, muy comprometido. Con lo cual no me gustaría estar en sus zapatos. El enorme peso de gestionar una pandemia, que vaya si hay algo que está fuera de tu control es una pandemia global que puso en jaque hasta a los países más desarrollados, más ricos. Y nosotros, en este país, que como te decía recién, vamos y venimos. Que veníamos de una gestión paupérrima, que nos dejó en una crisis económica tremenda, y además dejó una enorme desilusión. Cuando la gente votó en el 2015 creo que votó esperanzada. Que votó de verdad creyendo en el cambio. Yo no creo que la gente sea estúpida y que vote a un tipo como Macri sin creerle. Pero claro, cuando te venden espejitos de colores es fácil comprar.
—Malena Galmarini ciudadana ¿cómo festejó su cumpleaños?
—Con mi hija y mi hijo. Es que no tuve ni siquiera tiempo de festejar. Y entonces no puedo ponerme en el lugar de otros. Conozco un montón de personas que festejaron sus cumpleaños. A ver, digo, si no, no existiría el término “clandestina”. Cuando la sociedad acuña un nuevo término es porque algo está sucediendo. De hecho, María Eugenia Vidal, Alex Campbell, etcétera, se contagiaron durante las restricciones por juntarse a rosquear. Ojo, no estoy diciendo que Fulano sí, Mengano no, porque a mí no me parece. Yo creo que hay que cumplir las reglas. También es cierto que no es tan fácil en el medio de una pandemia que todo el mundo pueda, no quiera, pueda cumplir con eso.
Nosotros necesitábamos, nosotros como argentinos, como país, necesitábamos que la gente cumpliera lo más posible. Yo no sé si el 100 %, pero lo más posible para lograr lo que logramos, que era terminar los hospitales que no se habían terminado en la gestión anterior, construir los doce hospitales modulares, comprar a la empresa cordobesa y al exterior los respiradores que hubo que comprar, duplicar las camas. También darle aire al personal de salud, tanto al personal profesional como no profesional.
¿Sabés qué me parece? Hipócrita hablar de unos o de otros, no importa de quien. Están todos con el dedito acusador. Cuando hay un problema la postura más fácil es la del dedo acusador. Entonces me corro de la escena como si no fuera mi responsabilidad lo que está sucediendo y me ocupo de qué hizo mal el otro. Pocos dicen: “Che, qué bien Alberto que sin importar nada se fue al mundo y compró y cerró para que vinieran vacunas cuanto antes”.
Me preguntabas cómo veo a la política argentina: exasperada, usando cualquier cosa para ganar medio metro. Nosotros lo que tenemos que hacer es colaborar con nuestra gente, nuestro pueblo, entender por qué hacemos política. Yo hago política para que la gente viva lo mejor posible. Yo hago política no para llevarle problemas sino para llevarle soluciones. Y cuando no lo puedo solucionar decirle claramente “en esto no te puedo ayudar, no puedo colaborar, no puedo prometerte la solución, pero me comprometo a que vayamos juntos, juntas, a buscar la solución donde sea”. No hay que avivar el fuego, el miedo, la angustia. Y hoy hay muchos y muchas que viven de eso. Hoy hay muchos y muchas, que acaban de dejar el gobierno, que tienen el tupé de hablar. De verdad, a mí hay cosas que me dan, por momentos, bronca, y por momentos lástima del que tengo enfrente.
—¿Qué es lo que le da vergüenza?
—Escuchar a Adolfo Rubinstein, que es un tipo al que yo le tengo respeto, hablar de vacunas, un tipo al que se le vencieron las vacunas en la Aduana o que tuvo un brote de sarampión cuando hacía mucho tiempo que no había sarampión en la Argentina
Y así también escuchar a María Eugenia Vidal hablar de la educación. Yo fui una de las que llamó a Sergio Siciliano, digo nombre y apellido para que lo puedan llamar para ver si es cierto o no, que era el secretario de Educación cuando quisieron cerrar las escuelas del Delta porque decían que había poca matrícula. Sin comprender ni qué son las escuelas en isla. Sin comprender qué otros son los servicios, la asistencia que brindan esas escuelas. La señora habla de educación, la señora a la que le voló por el aire una escuela. Explotó una escuela y fallecieron dos personas. Entonces yo pregunto, ¿puede dejar de hacer política? No, por supuesto que ella puede hacer política todo lo que quiera, pero menos dedo acusador y más propuesta.
—Utilizó el término “cancelación”, ¿cree que el ex ministro de Salud, Ginés González García, quedó cancelado en la política luego de que el Presidente lo echara de su cargo por el escándalo del Vacunatorio VIP?
—A mí no me pareció bien. Me parece que el país, en una situación como esta, se pierde a un gran ministro y a una persona tan formada en la trinchera, que ha formado a todos quienes ahora hablan de él con esta liviandad. Pero peor que eso me pareció la lapidación pública que le hicieron hace unos días en un restaurante en Capital Federal. Y eso es lo que logra esa política violenta de la que te hablaba hace un rato. Cuando se nos termina la política, a todos los poderes, a todos los sectores que hacen a la vida pública, se nos terminan las propuestas y nuestra propuesta es solo agredir al contrario, termina incitando a una parte de la sociedad a la lapidación pública. Esto me pasó a mí en septiembre del año pasado cuando los diputados de Juntos por el Cambio, como no les gustaba una ley que iba a salir en el Congreso, repartieron el celular de Sergio y el mío a quien quisiera en el Twitter. Y no solamente ellos incitaron a la lapidación pública mía, de Sergio y de mis hijos, sino que además pusieron a sus trolls a hacer lo mismo. Creo que hay que bajar un cambio. Tenemos un gran país. Podemos hacer de Argentina el mejor país. Ya lo fue. En los 50 ya fue una potencia mundial. Podemos volver a serlo.
—¿Qué cree que se juega en estas elecciones?
—En las elecciones se juega tener más diputadas y diputados o más senadoras y senadores que saquen leyes como las que se vienen sacando. Por ejemplo, la Ley de Incentivo del Turismo Interno, la Ley del Monotributo, la ley que baja el Impuesto a las Ganancias a trabajadoras y trabajadores, y también que les baja a las empresas, a las Pymes, no a cualquiera. Bueno, un montón de leyes. Leyes que tienen que ver con los derechos de las mujeres. Viste que no es lo mismo crecer que desarrollarse. Hay crecimientos que no hacen que sus ciudadanos se desarrollen. Y el desarrollo tiene que ver con seguir ampliando derechos. Yo necesito más diputadas, más diputados, por ejemplo, que nos acompañen en este proyecto de ley de la prestación básica alimentaria para parejas separadas, digamos, que no sean las convivientes con hijos e hijas.
—¿A qué persona, aún con vida, admira hoy?
—A mi mamá y a mi papá.
—¿Qué les diría?
—Que los amo profundamente. Que todo lo que soy es gracias a ellos. Admiro a mi marido. Pero no porque sea mi marido sino por todo, también cumplimos 25 años juntos hace pocos días. Entonces digo, la mitad de mi vida la viví con mi mamá y mi papá, y la otra mitad la viví con Sergio. Y aprendí mucho de los tres. Además, admiro a mis hijos. Yo soy admiradora. No soy fanática, no me gustan los fanatismos. Nunca tuve un poster de un cantante, de una cantante, de un actor, de una actriz. Admiro a todas las personas que saben salir adelante, que son resilientes, que son autocríticas. Admiro a los seres humanos, a la humanidad.
—¿Cómo acompañó a Sergio durante todos sus cambios, desde los diferentes roles que desempeñó en la política hasta llegar a ser hoy el Presidente de la Cámara de Diputados y una persona clave en el gobierno de Alberto y de Cristina?
—¿Sabés qué creo? Que el tema es que Sergio no cambió. Sergio desde los 17 años que dice lo mismo. Sergio impulsó la Ley de Impuesto a las Ganancias ahora y la hizo ley con el acompañamiento de Máximo Kirchner, del bloque oficialista, por supuesto de Alberto Fernández, de Cristina, de todos. Pero Sergio, desde el 2012, dice que hay que modificar el Impuesto a las Ganancias. Cuando vos hacés el recorrido de un tipo como Sergio sus ideas son las mismas. Por supuesto, actualizadas a los tiempos que corren, pero él tiene las mismas ideas. Tiene los mismos valores, las mismas convicciones. Que son las mismas de las que yo me enamoré hace 25 años y por las que sostengo mi amor, mi admiración y mi respeto. Cuando se habla de que si Sergio estuvo con uno, estuvo con otro, ese mote que le ponen de ventajista, de panqueque, en realidad son aquellos que no pudieron sostener sus convicciones. Sergio fue buscando en su historia política con quién asociarse para llegar a eso que él estaba convencido. A veces era con uno, a veces era con otro. Pero si hay algo a lo que es leal es a sus valores, a sus convicciones y a sus ideas.
Sergio no se enoja si la gente lo vota o no. Porque él también entiende que la política, que el país, que el mundo tiene etapas. Pero él está convencido de cuál es el modelo de país, el proyecto de país, cuáles son las cosas que están bien y cuáles están mal. Desde el 2013 que nosotros decimos que hay que cambiar los planes sociales, que deben ser planes de empleo.
—¿Le gustaría que Sergio sea presidente en algún momento?
—Me gustaría como argentina que Sergio sea presidente. Creo que Argentina no debe perderse un tipo como Sergio como presidente. Pero si no lo es no me cambia. Yo no amo a Sergio presidente, yo amo a Sergio militante. Yo amo a ese Sergio que, como te digo, tiene valores, convicciones y un proyecto de país. Y ojalá que lo pueda llevar adelante. Y si no yo soy profundamente argentina, tanto Sergio como yo; ahora mis hijos que empiezan, mi hija está militando mucho, Tomás todavía más tímidamente. Yo no militaría nunca el exilio. Me dan bronca aquellos que dicen que nos van a cuidar y lo primero que hacen es tomarse un avión para ir a mirar, al otro lado del mundo, un partido de fútbol.
Argentina no debe perderse un tipo como Sergio como presidente
—Si alguien le regalara una caja con todas las cosas que perdió en su vida, y la abriera, ¿qué es lo primero que buscaría?
—Y, algunos amigos (se emociona). Algunos amigos que eran más que amigos, que además eran compañeros de ruta, Diego Santillán, Eduardo Fernández. Personas que eran más que amigos, que eran mi familia. Que además hicimos muchas cosas juntos y… Son varios, varios amigos. Pero tampoco, los extraño, pero no sé si los traería, porque todo lo que me pasó en la vida… yo tengo 46, pero yo siento que llegué a los 40 sabiendo quien soy. Contenta con quien soy. Con lo bueno y con lo malo. Sé cuáles son mis virtudes y sé cuáles son mis defectos. Trabajo todos los días para que esos defectos se noten menos. Trabajo para que esas virtudes que tengo no se me suban a la cabeza. Pero yo soy feliz con la persona que soy, de hecho, eso me lo debo a mí misma, al trabajo que hice yo conmigo misma. Pero además se lo debo a todas las cosas buenas y a todas las cosas malas que me pasaron. En fin, no cambiaría nada.
—Para finalizar, no puedo dejar de preguntarle cómo tomó el noviazgo de su papá con Moria Casán.
—Ah, buenísimo. Yo no hablo… Tienen que hablar ellos.
—¿Cómo se enteró de la noticia?
—Por la tapa de Caras. Y lo primero que hice fue llamar a mi papá para saber si era cierto. Porque yo sabía que ellos estaban conversando, él me contaba que hablaban mucho. Lo primero que hice fue preguntarle si era verdad o no. Cuando me lo confirmó le pregunté si él estaba bien, me dijo que sí, y entonces yo estoy bien. Y final.
Foto y video: Gastón Taylor
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