Para los entendidos, hubo una noticia del ámbito sindical que opacó la reunión de Alberto Fernández y la CGT en la Casa Rosada el lunes pasado: fue el sugestivo almuerzo que compartieron ese mismo día dos referentes del kirchnerismo como Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro con cuatro dirigentes de la cúpula cegetista con los que estaban fuertemente enemistados.
La cita fue en un salón reservado de un restaurante de San Telmo y los comensales que se sentaron con el jefe del bloque de diputados del Frente de Todos y el ministro del Interior fueron Héctor Daer (Sanidad), cotitular cegetista; Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), cuatro sindicalistas que manejan la CGT y a los que Cristina Kirchner mira con desconfianza porque cree que negociaron con todos los gobiernos y no están alineados con ella.
Los temas que estuvieron sobre la mesa fueron la situación política y económica, la tensión que generó el cierre de listas del Frente de Todos con muchos sectores excluidos (como la propia CGT), las elecciones, el congreso de la central obrera para renovar autoridades y las obras sociales.
El solo hecho de que se hayan reunido luego de una larga temporada de diferencias e intrigas se convirtió en un dato político importante. Luego de la aprobación de la Vicepresidenta, Máximo Kirchner fue el operador reservado de la candidatura a diputado que se le ofreció al líder bancario Sergio Palazzo y también de sus colegas de la Corriente Federal Vanesa Siley y Walter Correa, actuales diputados que buscarán otro mandato legislativo. ¿Fue también el hijo de la Vicepresidenta el responsable de que la CGT no haya tenido candidatos propios en las nóminas del Frente de Todos?
Fue una comida sin reproches ni acuerdos explícitos, aunque sí cargada de señales de que ambas partes buscan pactar una tregua. Uno de los temas en donde hubo coincidencias fue en la necesidad de crear “trabajo genuino” para salir de los planes sociales. Es una postura que explicitó hace poco La Cámpora a través de uno de sus dirigentes, Andrés “Cuervo” Larroque, actual ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, cuando dijo que “la cultura del plan social no va más”.
Nadie sacó a relucir temas irritantes como el cierre de las listas o la reforma del sistema de salud que anunció Cristina Kirchner y que el sindicalismo teme que afecte los fondos de las obras sociales. “Fue una reunión cordial donde hablamos sobre cómo trabajar juntos, sin ignorarnos, sabiendo que tenemos un proyecto común, como poner a la Argentina de pie, aunque también tenemos matices”, afirmó a Infobae uno de los participantes del almuerzo en San Telmo.
Máximo Kirchner y “Wado” de Pedro les preguntaron a los dirigentes por qué habían convocado al congreso cegetista para el 11 de noviembre, cuatro días antes de las elecciones legislativas. Algunos sospechan que hay una intencionalidad política: ¿se quiere evitar que el oficialismo condicione la elección de las nuevas autoridades cegetistas si gana los comicios? Los sindicalistas lo negaron y ratificaron que la fecha surgió de una propuesta de los abogados de la CGT a partir de los plazos legales y de los tiempos de organización del congreso, que se hará en Parque Norte.
Los dirigentes explicaron el objetivo de que la nueva CGT incluya la mayor cantidad posible de sectores sindicales y los líderes camporistas sondearon acerca de qué posibilidades de ingresar a la central obrera tenían algunos gremialistas enrolados en el kirchnerismo como Siley y Correa e incluso si la CTA oficialista de Hugo Yasky tenía chances de sumarse a la estructura cegetista.
Diplomáticos, los cuatro jefes sindicales explicaron que nadie objetaría si los gremios que integran la CTA de Yasky, como CTERA, renunciaran a esa central para incorporarse a la CGT, pero que sería imposible una fusión por las diferencias históricas entre ambas: después de todo, en la CTA hay sindicatos que disputan con otros de la CGT el encuadramiento de sus trabajadores.
Justamente es el caso de Siley, enrolada en el camporismo, que lidera la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales (Fesitraju), organización creada para competir con Julio Piumato, el histórico titular de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN), que integra la CGT y a quien la cúpula cegetista e incluso un ex aliado como Hugo Moyano defienden a ultranza.
En el kirchnerismo imaginaban que Siley, por su militancia y por el hecho de ser mujer, podía sumar adherentes para acceder a la futura conducción colegiada de la CGT. Pero, como se explicó en el almuerzo de San Telmo, el comité central confederal de la CGT recién este año podrá considerar el pedido de la (Fesitraju) para entrar en la estructura cegetista. Por lo tanto, sólo estaría en condiciones de llegar al consejo directivo en el próximo mandato de la central, a partir de 2025.
En la comida secreta también se habló sobre la posibilidad de que entren en la CGT los movimientos sociales, a través de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Los sindicalistas admitieron que no hay consenso interno para hacerlo y que están pensando en un “observatorio social” dentro de la central obrera para incluir de alguna forma a esos sectores.
Otro de los temas fue la crisis de las obras sociales: se le pidió a Máximo Kirchner su apoyo para reflotar en el Congreso la sanción del proyecto de ley para crear la Agencia de Evaluación Sanitaria, cajoneado desde hace tres años y que apunta a un organismo integrado por la comunidad científica para que evalúe la aparición de nuevas drogas y dictamine si se justifica su utilización en muchos tratamientos porque son muy costosas y a veces su eficacia es dudosa.
Esa ley podría evitar que se desfinancien más las obras sociales por los fallos judiciales que obligan a estas entidades a pagarles a los pacientes drogas de elevado costo. Uno de los últimos casos fue el de un juez de Santiago del Estero que ordenó a la obra social Sancor y a la Superintendencia de Servicios de Salud a pagar el medicamento más cargo del mundo, de más de 2 millones de dólares, a un paciente de dos años que sufre de Atrofia Muscular Espinal (AME), una extraña enfermedad genética neuromuscular que afecta a unas 500 personas en la Argentina.
Desde que asumió Alberto Fernández, la CGT se mantuvo alineada con el Presidente y distante de Cristina Kirchner. La mala relación de la central obrera con el hijo de la Vicepresidenta fue muy evidente. Todavía muchos se acuerdan cuando Máximo Kirchner, en la primera sesión virtual de la Cámara de Diputados, el 14 de mayo de 2020, criticó a Rodolfo Daer, líder del Sindicato de Alimentación Capital y hermano del cotitular de la CGT, por un acuerdo para suspender personal sin tareas que se había firmado en la planta de Mondelez ubicada en la zona norte del conurbano.
Dos meses después, el jefe del bloque de diputados del Frente de Todos también aprovechó una sesión para atacar el comunicado conjunto de la CGT y la Asociación Empresaria Argentina (AEA) luego de una reunión que fue interpretada como un desafío al kirchnerismo porque allí, por ejemplo, coincidieron en reclamar “un mayor despliegue de la actividad privada”.
En su intervención parlamentaria, Máximo Kirchner cuestionó que el comunicado conjunto AEA-CGT hiciera alusiones a “las muchas décadas de muy mala perfomance económica” en la Argentina, algo que incluía a los gobiernos kirchneristas, y destacó que si “tantas décadas fueron muy malas” para el país “no es lo que refleja el crecimiento de sus empresas”. Y afirmó que los sindicalistas “hicieron Zoom desde sus casas mientras les piden a los trabajadores que vayan a producir a riesgo de enfermarse y que hay que salir porque si no el país no produce”, tras lo cual ironizó: “Me parece bien y responsable que se cuiden por la edad que tienen”.
El hijo de la Vicepresidenta juzgó que fue “un error” cuando el comunicado dice que “la Argentina viene de muchas décadas de mal desempeño económico” y le apuntó al cotitular de la CGT: “Le preguntaría a Héctor Daer cuántos afiliados tenía el 25 de mayo de 2003, el 10 de diciembre de 2015 y el 10 de diciembre de 2019. O a los otros gremios también les preguntaría cuántos afiliados tenían”.
Desde entonces, el vínculo entre Máximo Kirchner y la conducción cegetista osciló entre la indiferencia y la hostilidad. El almuerzo del lunes pasado no cerró todas las heridas, pero representó un intento de hacer las paces. Todo un logro para aportar tranquilidad en un momento del oficialismo tan difícil que no podría soportar que la CGT, molesta por el avance de la Vicepresidenta en la estructura de poder, se encaminara a adoptar un perfil autónomo e incontrolable. Sobre eso no se habló directamente en la comida, pero figuraba en el menú de las próximas semanas.
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