Hoy murió Norberto Mario Oyarbide: un símbolo de la justicia federal. Su estilo hizo que las luces de las cámaras de televisión iluminaran un fuero en el que se prefiere que todo pase inadvertido. Oyarbide llamaba la atención permanentemente y por eso no era muy apreciado por sus colegas. Aunque para algunos Oyarbide era ideal porque gracias a su permanentes destellos se llevaba toda la atención pública.
Fue juez federal de la Capital durante 21 años. Fue nombrado en el cargo en 1994 por el ex presidente Carlos Menem y renunció durante el mandato de Mauricio Macri en 2016. Antes de llegar a juez federal había pasado por la fiscalía electoral uno de los cargos más preciados del fuero federal. Cuando se jubiló llevaba cerca de cuatro décadas en los tribunales. En agradecimiento a su nombramiento mantuvo siempre a resguardo los casos en los que Menem estuvo investigado en su juzgado.
Tal vez para resumir la actuación de Oyarbide como juez del poder vale la pena recordar algunos episodios.
Uno se puede situar en el siglo pasado. En 1998 fue acusado de proteger- a cambio de dinero y favores- una red de prostíbulos por lo que le pidieron su juicio político. Por la misma época se difundió un video dentro de Spartacus, un boliche para gays, donde se lo vio teniendo relaciones con un hombre disfrazado de romano. En 1998 Oyarbide confirmó que era él quien aparecía en el video a este cronista. La difusión de esas imágenes reveló su preferencia sexual.
Era gay pero lo ocultó durante muchos años. Lo dejó de ocultar luego de la muerte de su madre con la que vivía en su departamento de la calle Rodríguez Peña. A partir de entonces se comenzó a mostrar con su novio en lugares públicos. Soltero, sin hijos, no sabía manejar y no tenía teléfono celular. Se hacía acompañar al toilette por la custodia. Era fácil saber cuándo el ex juez estaba haciendo sus necesidades porque en la puerta del baño del tercer piso de los tribunales de Comodoro Py había dos gendarmes vestidos de traje que lo esperaban.
Por el caso de la protección a los prostíbulos de los que era cliente fue suspendido y estuvo a punto de ser destituido en 2001 por el viejo mecanismo de juicio político. Pero el mismo día que cayeron las Torres Gemelas fue salvado por el peronismo en el Senado. Oyarbide era católico practicante. Y contaba que mientras estuvo suspendido como juez rezaba sobre piedras a modo de penitencia. Cuando volvió al juzgado sus rodillas estaban al rojo vivo.
La maniobra para salvarlo fue urdida por el histórico operador judicial de todas las versiones del peronismo en el poder: el actual integrante de la Auditoría General de la Nación, Javier Fernández. El juez fue luego un eterno agradecido a Fernández. Hasta que discutieron y se distanciaron.
Su despacho del tercer piso de Comodoro Py era, por lejos, el más delicadamente decorado de las doce oficinas de los jueces federales de la Capital. En principio era alfombrado, lo que lo hacía distinto al resto. Había un enorme crucifijo dorado. Colgaban en una pared el título de abogado de Oyarbide y el decreto por el que había sido nombrado juez. Su sillón era tapizado en color rojo, el escritorio era antiguo y nunca jamás hubo una computadora allí. Oyarbide no sabía cómo lidiar con ellas.
En 2009 Oyarbide había sobreseído por enriquecimiento ilícito al matrimonio presidencial de Néstor y Cristina Kirchner. Cuando se conoció la resolución había llamado la atención la celeridad y el poco empeño puesto por Oyarbide en profundizar la investigación del enorme crecimiento patrimonial de los Kirchner.
Años más tarde, el contador de los ex presidentes Alejandro Manzanares, declaró como arrepentido en un desprendimiento del Caso Cuadernos. Manzanares había asistido en la difícil tarea de lavar millones de dólares producidos ilegalmente a Daniel Muñoz, secretario privado de los Kirchner. Y en esa causa declaró que el sobreseimiento por enriquecimiento ilícito de los Kirchner se había acordado con Fernández y Oyarbide.
Cuando se alejó de Fernández se acercó a Carlos Zannini, por entonces secretario de Legal y Técnica de la Presidencia de Cristina Kirchner, y quien tenía la intención de crear puentes con Comodoro Py.
Fue ese oportuno acercamiento con el hoy Procurador del Tesoro el que lo llevó a afrontar el último pedido de juicio político que finalmente desembocó en su renuncia. Ese fue otro de los episodios de la vida judicial de Oyarbide.
El 19 de diciembre de 2013 Oyarbide suspendió un allanamiento de una cueva financiera relacionada con lo más alto del poder kirchnerista de aquel momento. Fue el propio Oyarbide el que admitió que había suspendido el procedimiento que él mismo había ordenado luego de recibir un llamado telefónico. El interlocutor, siempre según Oyarbide, había sido Carlos Liuzzi quien era el segundo de Zannini en la secretaría Legal y Técnica.
El juez había confesado que un funcionario del gobierno nacional le había pedido suspender un allanamiento y así lo había hecho. Su relación con el oficialismo de entonces quedó marcada ese hecho. Aquello le valió una acusación por mal desempeño ante el Consejo de la Magistratura que estaba vigente cuando Macri llegó a la Casa Rosada.
Oyarbide fue el juez que-con el impulso del fiscal fallecido Alberto Nisman y Kirchner - habían procesado a Macri por las escuchas ilegales. El ex presidente de Juntos por el Cambio lo apuntó desde su llegada a Balcarce 50 y hasta lograr su renuncia. Oyarbide le pidió en 2016 al operador judicial macrista Daniel Angelici que lo ayudara a quedarse en el juzgado para hacer lo que había hecho siempre: colaborar con el oficialismo.
No hubo caso. Macri tenía una cuestión personal con Oyarbide. En el último intento por permanecer aferrado a su sillón de juez ofreció detener al ex vicepresidente Amado Boudou por un caso menor que estaba casi olvidado en el juzgado. Fue el gesto desesperado por seguir en su despacho. Se jubiló y con ello se terminaron los procesos en el Consejo de la Magistratura. Siguió abierto al menos un caso penal en su contra: por enriquecimiento ilícito. Nunca llegó a una instancia definitoria.
Oyarbide era excéntrico. Se vestía con trajes carísimos, usaba anillos costosos y vivía entre lujos y champán. Lo acusaban de gastar mucho más que lo que su sueldo le permitía. Lo acusaban de haber favorecido con sus fallos a quienes lo cobijaron primero en el proceso de juicio político que realizó el Congreso y luego en el Consejo de la Magistratura.
Tuvo dos roces con el peronismo situado ideológicamente más cerca de José López Rega que de Héctor J. Cámpora. El primero fue en enero de 2007 cuando procesó y pidió la captura de la ex presidente de la Nación María Estela Martínez de Perón por los crímenes cometidos por la Alianza Argentina Anticomunista (Triple A) la banda parapolicial creada durante el tercer gobierno del General Juan Domingo Perón. Oyarbide declaró los crímenes de la Triple A como de “lesa humanidad”. Nunca se concretó la detención pero por aquellos días aparecieron carteles que advertían: “No jodan con Perón·”.
Una tarde de febrero de 2011 Oyarbide mandó a detener al fallecido sindicalista de los peones rurales Gerónimo “Momo” Venegas. El gremialista era crítico del gobierno y aliado en esos momentos de Hugo Moyano quien encabezaba la CGT. Oyarbide había ordenado la detención debido a que tenía en su despacho una causa en la que se investigaba “la mafia de los medicamentos”. Por ese mismo expediente estuvo detenido durante dos años el dirigente de los bancarios Juan José Zanola. Se vaticinaba una larga detención para Venegas. Pero hubo cortes de ruta, una protesta de camioneros frente a Comodoro Py, un comunicado de la CGT con críticas al juez y a su relación con el gobierno y entonces Oyarbide revisó su decisión y liberó a Venegas. Había pasado detenido apenas unas horas.
Nacido en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, alguna vez contó que cuando llegó a Buenos Aires pasaba por las mesas de los bares y se llevaba las sobras porque no tenía para comer. En su época de esplendor tenía mesa reservada en restaurantes caros de Buenos Aires y membresía VIP en el conocido spa para hombres Colmegna.
Mientras fue juez y tuvo la protección de sus protegidos bailó y cantó con la Mona Jiménez, salía al aire en programas de radio para leer poesía cuando estaba triste, paseaba por París en invierno y tomaba sol en Punta Cana en verano. Organizaba grandes festejos de fin de año con los empleados del juzgado. Y jamás comía en su casa. Almorzaba y cenaba afuera y bebía champán. Todo con su sueldo de juez.
Un ex juez federal se lo encontró una noche caminando por la Recova, cerca de Retiro. Oyarbide llevaba capa, guantes y sombrero. Sonrió y le dijo: “Yo soy así”. El 22 de junio había cumplido 70 años. Aseguran sus conocidos que en el festejo de cumpleaños se contagió de coronavirus. Murió hoy por la noche.