Faltan 20 días para que se lleven a cabo las PASO en todo el país. Será la primera elección del gobierno de Alberto Fernández y se dará en un contexto atípico: después de una pandemia, con una Argentina sumergida en una profunda crisis económica y con el eco del escándalo que se desató por la foto de cumpleaños de Fabiola Yáñez en la Quinta de Olivos.
Si bien hay muchas dudas sobre las consecuencias reales que van a tener las fotos y los videos, en el Gobierno asumen que no será un tema que mueva la aguja en el momento de la votación. Entienden que no está en la agenda del ciudadano común, donde florece la preocupación por el duro impacto de la inflación que el Gobierno no pudo domar, los graves problemas de inseguridad y la falta de trabajo.
Dentro del Frente de Todos manejan encuestas que no arrojan los mejores resultados en la provincia de Buenos Aires. Por eso hay preocupación sobre el acompañamiento en las urnas que pueda tener el oficialismo en todos el país pero, en especial, en el lugar donde se libra la denominada “madres de todas las batallas”.
Entre algunos intendentes del conurbano corre una encuesta en la que el Frente de Todos gana en territorio bonaerense por 5 puntos. No es un mal número, pero deben sumarle el margen de error, el posible impacto de la foto y la decisión de miles de personas que inclinan sus preferencias en las 48 horas previas al momento de la votación.
“Cinco puntos arriba sería un escenario muy ajustado. Se nos puede complicar en el camino hacia noviembre. Si la diferencia es menor, entonces tenemos chances de perder la elección general”, analizó en las últimas horas un jefe comunal de peso en el conurbano.
La preocupación existe. Es real. Y no hay solo una encuesta, sino distintos trabajos de consultoría que le dan al gobierno un triunfo en Buenos Aires, pero más ajustado de lo que anhelan. Diferente es la situación en el resto del país, donde el Frente de Todos tiene un panorama complicado en los distritos electorales más importantes como Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Entre Ríos y la Ciudad de Buenos Aires.
Tanto en la Casa Rosada como en el gobierno bonaerense consideran que, al final del domingo 12 de septiembre, lo importante es ganar. Por el porcentaje que sea, pero ganar. “Aunque sea por medio punto”, reconoció una voz importante dentro del esquema del kicillofismo. Otra voz de un funcionario nacional se expresó en la misma línea: “Si tenemos un diputado más que ellos, es un triunfo”.
En el oficialismo contextualizan los comicios y los analizan inundados por datos del pasado. Recuerdan que la última elección de medio término que ganó el peronismo siendo gobierno fue en el 2005. Perdió en el 2009 y en el 2013. En el 2017, en el rol de opositor, también perdió.
En esta oportunidad sostienen que varios oficialismos en el mundo perdieron las legislativas y que la carga de la crisis económica pospandemia genera un efecto en la sociedad. Si ganan estos comicios, le ganarán a los 16 años sin triunfos del peronismo en las legislativas, al complejo contexto social, sanitario y económico que provocó el coronavirus, y a la oposición, liderada por Juntos por el Cambio, que, según entienden, puso palos en la rueda durante la gestión del peronismo.
Para los dirigentes del oficialismo el principal problema no es la foto del cumpleaños en Olivos, sino la falta de plata en el bolsillo de la gente. “El tema precios va a impactar en la elección. Con el mismo sueldo ya no compras lo mismo que el mes pasado. Ese es el problema complejo, no la foto”, advirtió un dirigente cercano al gobernador Axel Kicillof.
La inflación de julio fue de un 3% y acumuló en el último año un 51,8%. En lo que va del 2021 la suba de precios fue de un 29,1%, por lo que superó la proyección de inflación que había planteado el Gobierno para todo el año en el Presupuesto. Ese solo dato expone la presión de los precios sobre el bolsillo de la gente.
“Aumentan las tarifas, aumenta la nafta, aumenta la comida, la gente entra menos a comprar a los negocios. Eso es lo que puede cambiar el voto en la elección”, reconocen dentro del Frente de Todos. Un jefe comunal de una de las localidades más grandes de la provincia de Buenos Aires sintetizó esa preocupación con una frase: “Con guita en el bolsillo, la foto era solo una anécdota. Pero no hay plata. Ni va a haber”.
La economía y las aperturas de actividades son las dos variables determinantes para el momento de la elección. La segunda ya es un hecho. El Gobierno flexibilizó la gran mayoría de las actividades sociales, deportivas y culturales. La situación económica es diferente porque los datos alentadores que tiene el gobierno nacional solo se ven en la macroeconomía, pero no en el día a día de la gente.
Por ejemplo, según informaron desde Casa Rosada en las últimas semanas, la producción industrial mostró un crecimiento interanual del 28,6%. El sector de la industria química y petroquímica creció un 26% interanual, mientras que las ventas locales y exportaciones crecieron un 22% y un 167% respectivamente respecto a la mitad del año pasado.
Las ventas en los comercios minoristas crecieron 3,3% en julio respecto de junio. Los sectores más pujantes han sido neumáticos y repuestos de autos y motos (+8,6%), jugueterías y librerías (+7,3%) y, calzado y marroquinería (+5,3%). Si se compara la performance del sector con el mismo mes del año pasado, el crecimiento es del 11,4%, indicaron fuentes oficiales.
Esos datos le sirven al gobierno nacional para proyectar el camino de la gestión en los meses que se avecinan, pero no mueven el amperímetro en la realidad diaria de la mayoría de los argentinos. Hay poco para mostrar en materia económica. Y, desde ya, que el Gobierno desmiente la posibilidad de una devaluación posterior a las elecciones. Así lo certificó el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, pocas horas atrás.
Uno de los síntomas más preocupantes de la crisis económica lo expuso uno de los líderes sociales con más recorrido en el país. En una entrevista con Infobae, Juan Carlos Alderete, que conduce la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y vive de cerca el clima de los barrios, dejó un mensaje desalentador sobre lo que se está viviendo en muchos asentamientos y barrios populares.
“Si esto no cambia vamos a un estallido social, la gente no aguanta más. La situación del país es peor a la de 2001. Ahora la gente no tiene ni para hacer changas. Las necesidades en los barrios son cada vez mayores. La comida que llega del Estado no alcanza. En los comedores asistimos cada vez a más personas. La gente está muy mal, está angustiada”, describió. Fue contundente.
Con este panorama económico, en el Frente de Todos aún consideran que existen claros motivos para votarlos. La justificación central es que ahora, una vez que concluya la pandemia, van a tener la posibilidad de poner en marcha el proyecto de país y el plan de acción económico y social que propusieron antes de llegar al poder en el 2019.
Se trata revalidar la generación de expectativas que habían logrado instalar en el electorado antes de la última elección presidencial. Aquello de poder acceder a una vida mejor, con más comodidades y con proyección de mejorar. Ascendencia social. El problema es que el discurso hoy no tiene donde sostenerse y el peronismo debe explicarle a la sociedad que en un futuro no muy lejano podrán mejorar su calidad de vida.
La segunda preocupación está vinculada al impacto de la variante Delta y el nivel de vacunados con dos dosis que tendrá el país para cuando la nueva cepa esté circulando mayoritariamente en forma comunitaria. No falta mucho para ese momento y por eso el Gobierno trata de agilizar las gestiones para proveerse de vacunas y completar esquemas de vacunación cada día.
En ese camino, el dolor de cabeza mayor es la falta de segundas dosis de las vacunas rusas. Ese problema podría comenzar a subsanarse con el arribo que se concretará hoy de 250.000 dosis del componente 2 de Sputnik V, sumado a las 600.000 dosis fabricadas por el laboratorio argentino Richmond, y que podría ser liberadas por la ANMAT en las próximas horas.
Al día de hoy, el 62,5% de las personas mayores de 50 años tienen aplicadas las dos dosis. Además, ya tiene una dosis de vacuna casi el 60 %de toda la población y 82,6 % de las personas a partir de los 18 años. Los números son alentadores, pero aún falta.
El impacto de la variante Delta tiene un margen de imprevisibilidad. En el Gobierno creen que la tercera ola, como consecuencia de un rebrote de contagios, no alterará el sistema sanitario. Es decir, que no habrá un aumento significativo de las internaciones y, en consecuencia, de las muertes. ¿El motivo? El nivel de vacunación.
Sin embargo, uno de los países modelo en materia de vacunación, como lo es Israel, está sufriendo graves consecuencias por el impacto de la nueva cepa. Según las últimas investigaciones médicas que realizaron en ese país, existe la necesitad de colocar una tercera dosis seis meses después de que se aplicó la segunda, debido a que bajan los niveles de anticuerpos. Por eso están recomendando que todo el personal médico y los mayores, que fueron los primeros en vacunarse, lo vuelvan a hacer.
La cepa Delta abre un nuevo interrogante para el Gobierno. Las proyecciones son positivas, pero las incertidumbre se mantiene vigente. El posible rebrote de contagios podría coincidir con la fecha de las PASO, elecciones en las que Alberto Fernández pone en juego la gestión sanitaria de la pandemia. El panorama del oficialismo es complejo. Si lo supera, saldrá fortalecido del proceso electoral.
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