Diego Sehinkman: “Tengo ideas políticas claras, pero no fomento innecesariamente la angustia”

En una charla íntima con Infobae, el conductor y periodista opinó de la gestión del Gobierno y sobre su profesión

Diego Sehinkman:. Nunca imaginó llegar a trabajar en la televisión. En la actualidad, conduce Solo una vuelta más en TN

Diego Sehinkman es psicólogo y periodista. Hoy ensambla ambas profesiones sin complicaciones: la primera es producto de la herencia familiar y a la segunda, cuenta, llegó de casualidad. A pesar de que nunca imaginó trabajar en la televisión, conduce Solo una vuelta más, de domingo a jueves, en el prime time del canal de noticias TN.

Atento a todos los detalles, el conductor nos recibió en la intimidad de su departamento, ubicado en el barrio de Palermo. La entrevista se realizó en un luminoso comedor, que tenía de fondo un inmenso ventanal y un sillón de dos cuerpos que invitaban más a una sesión de terapia que a una entrevista.

En una charla distendida con Infobae, el periodista opinó de todo y analizó la actualidad política del país. Aseguró que Alberto Fernández está vaciado en su autoridad y señaló que, en su rol de comunicador, busca no ser destructivo ni fomentar innecesariamente la angustia.

Diego Sehinkman- Vida personal

—¿En qué momento de su vida se encuentra?

—En un momento bastante interesante, previo a cumplir los 50. Adelantando los balances para rendir ante la auto-AFIP, que es la que te exige esa instancia de control y chequeo. Estoy bastante bien, contento con cómo están yendo las cosas. No todo es óptimo, pero uno va aprendiendo a usar esta idea de que estén las cosas razonablemente bien.

—Es psicólogo y periodista. ¿Cómo ensambla ambas profesiones?

—En principio soy tan psicólogo como periodista, estudié ambas carreras. Trabajé muchísimos años como psicólogo atendiendo en instituciones de salud mental, en mi consultorio particular, haciendo posgrados. Hubo muchísimos años en donde te diría que era más psicólogo que periodista, por la cantidad de horas trabajadas. Estudié periodismo, di clases de periodismo y giré la ecuación hacia lo periodístico hará 10 años. Pero ambas carreras las desarrollé y hoy están articuladas.

—¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser psicólogo? ¿y periodista?

—Yo tuve severos problemas vocacionales. Mientras yo veía que a otra gente le maduraba, casi te diría como si fuera un órgano vital, la vocación, yo esperaba, me miraba al espejo y decía: “No me está creciendo la vocación”. Viste que hay una idea un poco idealizada acerca de que en algún momento aflorará, como los bigotes grises de la adolescencia, bueno, aflorará qué es lo que vos verdaderamente deseás. A mí no me ocurrió. Y, como en general y en realidad pasa, hay que fabricársela, hay que ir a inventársela. Hay cosas que se resuelven pensando y hay cosas que se resuelven haciendo. Yo creo que la vocación se resuelve viendo, proponiendo, haciendo. Y así fue como inicié una búsqueda. Por supuesto que iba a ser médico, mis padres son médicos, lo natural. Pero algo ahí en el medio sucedió, no sé bien qué. Me acuerdo que fui a orientación vocacional del Borda, y ahí se usaba la Guía del Estudiante. Había una terapeuta enfrente, vos traías la Guía del Estudiante e ibas repasando las opciones y en un momento apareció psicología. No tuve la suficiente potencia para decir que no me gustaba. Yo iba descartando enojado con el mundo y psicología no me terminó de enojar.

Diego Sehinkman está por cumplir los 50 años

Mientras que con el periodismo fue una cosa mucho más aleatoria e impensada. Nadie de mi familia, ni ningún conocido mío, hacía periodismo. Un día fui a llevar a la Avenida Warnes un auto que se había roto, me bajé y fui a tomarme el colectivo de vuelta. Pasando por la cancha de Atlanta me encontré con un pibe que conocía y le digo: “¿Qué hacés vos de tu vida?” y me responde que estaba terminando de estudiar en una escuela de periodismo X. “¿Y cómo es eso, qué hacen?”, le pregunté y me contó. Le pedí la dirección y fui como quien hubiera ido a un templo evangélico, en ese momento de nebulosa en la vida, a hacer otra carrera. Entré y me encantó.

—¿Recuerda a dónde fueron sus primeros pasos en los medios?

—Sí. Más allá de algunos programas de radio que hacía en Latinoamericana, en Radio La tribu. Hacíamos un programa con Daniel Malnatti a la salida de nuestra carrera de periodismo en TEA. Era muy divertido y nos gustaba. Me acuerdo que era en el menemismo, la Secretaría de Industria de ese momento había armado un programa que se llamaba: El mundo del consumo, y la Secretaría promocionaba, digamos, estimulaba, apoyaba, compañías, organizaciones, empresas que se adhirieran a tal programa. Entonces yo tenía que ir a entrevistar al señor o a la señora que era la o el representante de esa firma y preguntarle cómo era el plan. Igual se hizo famosa mi mano, no yo, porque ahí lo único que se veía era mi mano que sostenía el micrófono y una voz en off. Me ganaba unos manguitos en los 90 y venían bien.

—¿Y el día que dejó de poner la mano y pasó a poner el cuerpo?

—Pasaron muchos años, muchísimos. Yo no me imaginé lo de la tele, la verdad, y puedo confirmarte que esto es así. Yo me imaginaba más, si las cosas funcionaban bien, en radio. Ser columnista de alguien, de algún conductor que me gustara en alguna radio importante. Aportar desde mi mirada, mezcla de psicología y política, con un poco de humor y hasta ahí. Digamos, yo no tenía un sueño demasiado alto porque, en general, había probado muchas cosas y no habían funcionado. Entonces estaba mesurado.

—¿Cómo ve al periodismo hoy?

—Veo al periodismo, acá en Argentina en general y veo en otras partes del mundo, mutando. Veo a un periodismo, sobre todo el periodismo político, muy transformado en agente de cambio o de… Digamos, los veo muy enrolados en batallas culturales procedentes de espacios políticos. Me parece que hoy esa pretensión de objetividad o de distancia no es lo que las audiencias están festejando ni premiando. Eso trae un problema, la gente, muchas veces, quiere escuchar, quiere que vos le digas mejor, más armoniosamente y con algún agregado de alguna idea o de algún concepto o en la profundidad de lo que ellos piensan. Lo que hoy conocemos como la confirmación más que la información.

—¿Cómo se maneja con el tema de “su opinión”?

—Yo tengo una opinión clara, nítida. Lo que no soy es destructivo ni fomento innecesariamente la angustia. Mi pequeña frase es: “Yo no le voy a agregar calditos saborizantes a la angustia de la escena nacional”. Salvo que las tenga y que merecidamente haya que hacerlo. Entonces se hace, se ilumina determinada idea, se muestra con contundencia. Yo tengo mis ideas políticas muy claras. No estoy enrolado ni soy anti, soy, te diría, más un libre pensador, pero tengo bien claro qué voté, qué es lo que quiero y sobre todo la visión de país que me representa. Esto en otro momento del país era más raro para un periodista. Bueno, hoy lo raro sería la pretensión de neutralidad absoluta.

—Menciona al país. ¿Cómo lo ve hoy y a dónde piensa que quiere llegar el Gobierno?

—Un gobierno es lo que hereda más lo que hace con lo que heredó. Yo digo que Alberto Fernández tuvo una herencia como Macri tuvo una herencia y agregada la pandemia. Pero Alberto Fernández, pudiendo haber girado y pudiendo haber honrado su compromiso electoral, en donde en la sesión inaugural se mostró casi como un socialdemócrata, invocó a Raúl Alfonsín, empujó a Gabriela Michetti en su silla de ruedas. Veníamos de la foto de Cristina ninguneando, que quedó para la historia, en donde ni se mira con Macri. Veníamos de una escena en donde era imposible mirar al otro que habitaba en un espacio político diferente. Alberto Fernández se propuso de otro modo. Bueno, Alberto Fernández se traicionó. Alberto Fernández es el que tenía que no ser. Hoy Alberto Fernández está vaciado en su autoridad, su palabra está absolutamente devaluada. Está subsumido a su jefa política. Termina siendo el administrador de un espacio. Por supuesto todo esto último de Olivos y del cumpleaños es una lesión fatal y determinante para su autoridad.

Diego Sehinkman: "Mientras se hacía el cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos, en ese momento, había que pedir permiso para sacar una hora por día a tu hijo"

—Dijo que Alberto Fernández se traicionó. ¿Cuál fue, a su criterio, el primer hecho de traición?

—El más claro, políticamente, por lo sorpresivo, fue el intento de nacionalización de Vicentín. Tan kirchnerista fue que los santafesinos, que tenían problemas con Vicentín y que estaban enojados con Vicentín se enteraron por televisión de que había un proyecto de una senadora mendocina que proponía que pase a manos del Estado. En ese momento empieza firmemente a circular un guión que no era el guión inicial de aquel Alberto que le hablaba a toda la población y a la ciudadanía, y mostraba sus números, que después supimos que eran erróneos o manipulados, de la administración de la pandemia. Cuando les preguntabas cuál era el motivo de Vicentín te decían que era la soberanía alimentaria. Entonces les preguntabas ¿qué alimento concreto para tu heladera fabrica Vicentín? No había respuesta para eso. Entonces había una invocación a los grandes y ampulosos significantes del peronismo y el kirchnerismo, que es soberanía. Soberanía monetaria, soberanía alimentaria, soberanía… Digamos, grandes invocaciones que al final terminaban mostrando que estaban muy lejos de la agenda que se necesitaba. Ese fue el primer hito.

—Apelando más a su profesión de psicólogo, ¿siente que Alberto está sometido por Cristina?

—No sabemos exactamente, simplemente podemos deducirlo por lo observable. Qué se habla en ese quincho caja negra. La caja negra la conocemos por lo observable. Lo que vemos ahora es una relación en donde Alberto es un administrador, un CEO de la empresa política de Cristina. Cristina es la dueña del espacio, la que tiene los votos y tiene el acervo ideológico. Alberto es el que tiene que ir a administrar, en este momento, ya sin guión propio, esta empresa política de la Vicepresidenta. Entonces el matiz, la diferencia, lo que se suponía que el país necesitaba para tener herramientas nuevas para salir de donde está, de la crisis, quedó subsumida para el viejo discurso kirchnerista. Con un agravante: un kirchnerismo con muchos menos recursos, con mucho menos dinero.

Diego Sehinkman: "Alberto Fernández es el administrador, ya sin guion propio, de la empresa política de la Vicepresidenta"

—¿Tiene contacto con el Presidente?

— Actualmente no tengo ningún contacto con el Presidente, como cientos de periodistas en la previa a su elección y antes de asumir sí tenían el WhatsApp. Medio país periodístico se escribía con Alberto y él tenía la gentileza de contestar y ser muy ameno. Después ya no.

—Si tuviera la posibilidad de preguntarle algo, ¿qué le preguntaría?

—¿Por qué cree que la batería de medidas que están aplicando van a servir para traccionar a una Argentina tan empobrecida siendo que esas mismas herramientas, medida más, medida menos, ya mostraron agotamiento en momentos mejores del kirchnerismo? ¿Por qué vamos a salir ahora si con eso mismo no salimos antes?

—¿El Presidente tiene todavía una chance de volver a recuperar la credibilidad?

—Viste esa frase que dice: “La confianza es como un cristal, pegada no queda igual si se rompe”. Siempre hay reparaciones parciales. Si Alberto Fernández tuviera la gentileza de armar un discurso, de meter a la conversación social y al discurso público palabras antiinflamatorias sería una gran cosa. Lo que estamos viendo en campaña, lo venimos viendo en Cristina. Ella dijo: “¿Por qué alguien es macrista o de Juntos por el Cambio?Porque nosotros, los peronistas, tenemos consignas, tenemos banderas, tenemos nuestras ideas. ¿Y ellos qué tienen? Sí, yo sé lo que tienen, tienen odio”. Entonces esta caracterización tan invalidante, en la época de la cancelación, cancelar a un espacio político es decirle “no son seres pensantes con los cuales difiero, son seres odiantes”. Eso es muy violento... genera una irritación feroz. Alberto Fernández fue contratado, entre comillas, fue elegido para otra cosa. Lo que está haciendo ahora es subirse a un discurso inflamatorio. ¿A dónde nos va a llevar esto? hasta las urnas. ¿Y después qué vas a hacer para gobernar y modificar la realidad argentina?

—¿Cuál es su percepción sobre el día de las elecciones?

—Seguramente va a haber, de una parte de la sociedad, un castigo fuerte a la administración de la pandemia, a la pérdida de poder adquisitivo. La gran pregunta es si este gobierno que viene, tan erosionado por la pandemia y también por errores autoinfligidos, por obcecación y traición, si el núcleo duro va a acompañar a Cristina, cuántos de los votantes que apostaron más de centro a Alberto Fernández, tal vez de Juntos por el Cambio que abandonaron a Macri, y fueron a hacer una prueba con Alberto Fernández, cuántos de esos van a repetir el voto por el Frente de Todos y cuántos van a irse del Frente de Todos. Yo realmente no lo sé. Que va a haber seguramente una pérdida de votos, eso no tengo dudas. Ahora, ¿va a perder los suficientes votos como para modificar un rumbo? Mi percepción es que no. Me parece que el gobierno vía Cristina va a pensar así: si ganamos es que la gente nos valida y nos pide del mismo remedio más dosis y si perdemos vamos a decir que no estábamos haciendo verdaderamente kirchnerismo, hicimos algo más light con Alberto, con lo cual, la gente quiere de este remedio más dosis. Es decir, si ganan más dosis, y si pierden más dosis.

Diego Sehinkman durante la entrevista con Infobae Cristian Gastón Taylor

—¿Le dejó alguna enseñanza la pandemia?

—Sí, aprendí qué rápido uno puede cambiar hábitos y conductas con información contundente y clara. Aprendí qué rápido se pueden armar procedimientos, protocolos. Qué rápido podemos naturalizar la distancia con las relaciones sociales. Cómo fuimos capaces de tolerar lo que en otro momento imaginábamos como un infierno. Nos mostró que somos capaces de hacer un montón de cosas que creíamos imposibles. Pero también mostró mezquindad. Hubo un repliegue sectorial, un repliegue, te diría de castas, en donde cada uno de los sectores, más que mostrar solidaridad lo único que quiso es replegarse sobre sí mismo y cuidarse. Hubo un montón de actividades que postergaron lo más posible la vuelta a la presencialidad ya estando vacunados con dos dosis. No quiero nombrar uno en particular ya que no quiero que se sientan desvalorizados, porque los trabajadores y las trabajadoras no son los mismos que sus representantes gremiales. Pero lo que vimos es que cuando tenían que atender determinada actividad dijeron “nosotros no queremos ser esenciales, protéjannos”. Generaron un caos. Pasó con la educación también. La verdad, lo vimos con los bancos, con los bancarios. Lo vimos con los docentes. Lo vimos con los laboratorios clínicos cuando en provincia de Buenos Aires empezó a circular la idea de que haya autotest y que la gente se pudiera medir rápidamente, hubo un lobby de análisis clínicos de los bioquímicos, supongo, para que nadie pudiera hacerse un test y solo los validados sean los laboratorios. Yo lo que vi es repliegue, no vi generosidad.

—¿Qué opina de la campaña de vacunación del Gobierno?

—Yo te contestaría con este ejemplo: Carla Vizzotti, ministra de Salud. En uno de sus hombros la vacuna comprada a Vladimir Putin. Y en otro de sus hombros la vacuna donada por Joe Biden. Es decir, en una la Sputnik paga y en otro hombro la Moderna donada. Esto es la síntesis del giro violento que tuvo que dar el gobierno que apostó todos sus caballos a la Sputnik y a la Sinopharm, con mucho prejuicio me parece, más allá de que sabemos que Pfizer puede ser dura negociando, yo no tengo dudas de que hubo ahí una cuestión ideológica. El gobierno fue obcecado, perdió muchísimo tiempo en modificar la Ley de Vacunas que permitía comprar las americanas. Con la presencialidad pasó lo mismo. Tarda mucho tiempo en reaccionar. Por orgullo, por una cuestión ideológica, por no mostrarse débil, por no ceder, tarda mucho y genera perjuicios concretos. Yo no sé cuántas vidas se pudieron haber salvado, pero seguramente muchas.

—¿Cómo se maneja con las críticas en general?

—Al principio era un albino, piel sensible, muy sensible. Después vas oscureciendo y haciendo la piel más gruesa. Lo que sí me impacta es la crítica sesuda, la que me modifica, la que me aporta un punto de vista o la que me señala genuinamente un error. Si alguien te insulta o no está de acuerdo, no estamos para gustarles a todos, esto es así.

—Si alguien le regalara una caja con todas las cosas que perdiste de tu vida y la abrís, ¿qué sería lo primero que buscarías?

— Bueno, supongo que, en la caja podrían venir mis abuelos. Podrían… No vas a llorar Sehinkman…

—¿A qué persona viva admira?

—Esa es una figurita que en este momento me falta en el álbum. No estaría admirando demasiado en un sentido idealizado del término. Admiro trayectorias, recorridos, firmeza. Pero no tengo, en este momento, un póster imaginario para decirte que hoy admiro a Fulano.

Diego Sehinkman- PING PONG - #Entrevista

—¿Sergio Massa o Máximo Kirchner?

—Para qué, ¿para ir a una isla desierta a tomar tragos de colores?

—En la política.

—Máximo.

—¿Por qué?

—Porque creo que es genuino y coherente. Yo puedo no estar de acuerdo con él, pero quiero escucharlo de primera mano. Para incluso no coincidir o coincidir. Pero conozco que siempre pensó parecido o igual.

—¿Facundo Manes o Diego Santilli?

—Casillero en blanco.

—¿Alberto Fernández o Cristina Kirchner?

—Por lo mismo que te dije de Máximo y Massa. Cristina Kirchner.

—¿Larreta o Macri?

—Me gustaría conocer más en profundidad la actualidad de Horacio Rodríguez Larreta. Hoy no sé exactamente cuál es la visión. Sé parcialmente o puedo reconstruirla. Con Macri he tenido algún mano a mano y sé qué piensa y a dónde va. A Horacio Rodríguez Larreta me gustaría conocerlo.

—¿Patricia Bullrich o María Eugenia Vidal?

—Me parece que son complementarias para el espacio y demás. Hoy te diría Patricia.

—¿Gustavo Sylvestre o Víctor Hugo Morales?

—Rescate emotivo: Víctor Hugo Morales. Tengo un TDK de 90 guardado en algún ropero con el relato de él contra Alemania en el 86. Así que mi vínculo afectivo con aquel Víctor Hugo.

—¿Jonatan Viale o Diego Leuco ?

—Me caen súper los dos.

—¿Luciana Geuna o Dominique Metzger?

—Las dos.

—¿Andy Kusnetzoff o Juana Viale?

—Los dos.

—¿Con cuánto dinero en efectivo sale a la calle?

—2000 pesos, 2500 pesos y tarjeta. Trato de usar medios electrónicos de pago y QR.

—¿Cuánto paga de luz?

—Alrededor de 400 pesos.

—¿Cuál fue el mejor presidente que tuvo?

—Fue, probablemente, Alfonsín, mirado en retrospectiva; por el momento, por el contexto, por la dificultad. Y me recuerdo más chico, más crítico e impiadoso con él. Uno ahora ve contra qué combatió en ese momento y el clima de la época, y creo que las agallas de Alfonsín son memorables.

—¿La Argentina es?

—El país que amo, incluso, tantos días del año en que la odio.

Vista panoramica de un bello atardecer, finalizada la entrevista con Diego Sehinkman en su departamento para Infobae Cristian Gastón Taylor

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